Aires de venganza
Pensé, mientras el coche se lanzaba contra el muro, que ni todo el dinero del mundo pagaría por aquella satisfacción enfermiza, morbosa. Inerte, miré como el auto se deslizaba por aquella calle enripiada, cuesta abajo y sin freno, hacia un impacto certero. Antes, tuve tiempo para rociar con combustible los asientos, de quitar el rosario...