A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir. Musitó para sí, levantandola de la hojarasca. La pobre, se miraba extenuada, en un paraje solitario, muy cerca del camino que conduce a un cementerio abandonado. Sus ojos vidriosos y pelaje opaco, daban a su apariencia un tinte misterioso. No obstante, agarró sus pertenencias, acostandola en el asiento trasero del auto, continuando su viaje.

Manejaba a gran velocidad por la desolada avenida, de pronto, un frío helado invadió el vehículo, cubriendo sus manos, paralizando su corazón.

¡Teófilo, jamás llegó a su destino!

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