Lástima que no haya billetes para maniquíes. Veinte años no son nada, cuarenta sí. Toda una vida vendiendo lencería a mujeres extrañas. Hablando sin pudor de la copa, el contorno, el encaje… Incluso aprendiendo lenguas, el push up bra lo atestigua.

Ahora ya es demasiado tarde para compartir mi vida. Además, me he encariñado, a fuerza de vestirla y desvestirla, de Mami, no estuve muy sembrado el día que bauticé a la joven eterna del escaparate.

Facturarla en una maleta sería alta traición, cosificarla. Así que tendremos que hacer nuestro viaje al fin del mundo en mi viejo vehículo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS