– A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir.

Escuché decir mientras me lamía la pata derecha impregnada de atún. No me puedo creer que estén discutiendo por mi. Si supieran que solo deseo poder mirar por la ventana cómo se pone el sol, resguardarda, y poder arroparme a los pies de su cama mientras observo cómo lee.

Me acerco lentamente haciendo sonar el maullido más enternecedor producido por el profundo hambre.

– No nos la podemos quedar. ¿Vas a cuidar tú de ella?.

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