Un viaje para la posteridad
Cierro los ojos ante esa luz cegadora que me llama. Con los párpados bien apretados, comienzo a entretejer la urdimbre de personajes y sueños que, como gotas de agua dispersas, van cayendo sobre mi piel, hasta empaparla de una humedad que me corroe los huesos. Con las manos en cuenco, recojo la pluma, fiel compañera...