Juicio Final, un día cualquiera
Fue, exactamente así, como conocí a Dios. Después de descuartizar el último cadáver, lo congelé junto a los otros y precinté el frigorífico con cinta americana. Comí muchas sobras desde aquel día, mis copas ya no fueron nunca «on the rocks» y mis ojos quedaron hinchados para siempre. Aunque no era pobre, lo parecía. Y...