Miradas profundas
Y el agridulce canto de un jilguero rompe con el silencio del discurso bélico, que rodea la cajita de chocolates en la que ella se encuentra. Perfecta. Hedionda, pálida, acartonada, gélida, famélica, hermética. Perfecta. Él — muchacho —, estoico, arcaico, locúrico y mercúrico, pellizca la mano puntiaguda de ella mientras canta canción de cuna afónica...