Ahora somos libres
Apenas anochecía cuando se escaparon. Con semblante serio conducían el cabriolé por la senda. Templaron las riendas del frisón al llegar cerca del acantilado. Al apearse se sentaron sobre el prado y se quitaron los botines de tacón. De pie, estrechándose por la cintura, se arrimaron al borde de la atalaya para mirar una ancha estela...