Sepultado
Jadeaba. Al palpar los alrededores húmedos, una voz mínima rebotaba en meras posibilidades. Por último, después de intermitentes volteos, sólo le quedaba adivinar la trayectoria de los pájaros, amontonar los sollozos al extremo de los lagrimales o acaso temer la caída de las hojas. Hubo un día en que creyó jamás necesitar los ruidos, los...