La paradoja de los imponderables
– Y, ¿por qué vas a Lugo? – Voy al cementerio. – Lo siento… – No, no… es que me encantan los cementerios. En ese momento, sentí una punzada de inquietud y empecé a ver con recelo a mi pasajero. ¿Tengo un loco dentro del coche? – ¿Por qué…? – pregunté con inseguridad. – Memento...