En algún lugar, no hace demasiado tiempo…
– Bienvenidos a todos. Quiero agradeceros a cada uno de vosotros vuestra presencia hoy aquí.
Sé que para muchos ha sido un gran esfuerzo venir a esta reunión. Todos me conocéis, y para aquellos que no lo hacen personalmente, mi nombre es Grendiuk, el último de los primeros de nuestra raza. Os preguntaréis por qué os he hecho llamar. Una reunión así, con los más distinguidos pura sangre, no es habitual, lo sé. Pero la importancia de esta reunión pronto os será revelada. Mientras tanto, saboread el néctar de vuestros vasos: sangre pura de humanas y vírgenes, lo mejor para mis hermanos, para mi familia.
Los asistentes disfrutaron de la cena, hasta que Grendiuk tomó de nuevo la palabra.
-Ahora descubriréis el propósito de esta reunión. Mis ilustres amigos, he sido bendecido con el don de no volver a necesitar alimentarme con más sangre humana. He evolucionado como vampiro; me he convertido en un hijo de la noche que sólo necesita alimentarse de energía. ¿Y qué energía más poderosa que la de los puros… la de vosotros? Os concedo el honor de ser parte de mí.
Dando un salto desde su silla y quedando suspendido en el aire, extendió sus brazos hacia los allí presentes. Mientras sus incisivos resplandecían en la oscuridad de la sala y sus ojos se tornaban ascuas, bramó mientras inhalaba la esencia de todos ellos. No duró más de unos segundos, y todo terminó. De aquellos, sus hermanos, sólo quedaron pieles que dejaban entrever cuerpos huesudos; los no muertos ya estaban muertos.
Volvió a sentarse en su trono y pensó para sí mismo:
«Solo puedo compartir este poder con mi amada Brunaldya. Con ella a mi lado, dominaremos este mundo».
Pero esa es otra historia.
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