Había llegado el momento de la verdad para Noah Hansen, el primer piloto danés al frente de una nueva misión de exploración. La misma llevaba por nombre Hope.
Corría al año 2075 de la unificación. Un reducido grupo de hombres y mujeres estaban a bordo de la nave Horizonte. Se dirigían al encuentro de Gaia-BH3, un agujero negro supermasivo de proporciones épicas. ¿Su distancia a la Tierra? Cerca de dos mil años luz, contando además con, aproximadamente, treinta y tres veces la masa solar de nuestro Sol.
El tramo final del viaje estaba siendo accidentado. Sin embargo no había daños serios a nivel estructural ni fallas en los diferentes componentes electrónicos, incluyendo la IA. Afortunadamente el motor de antimateria funcionaba prácticamente a pleno rendimiento.
No obstante la tripulación, a lo largo de los años, había perecido. Según el historial de la Unidad Central de Proceso tal hecho aconteció al cruzar un denso cúmulo de polvo cósmico…
Los fallecidos eran el geólogo ruso Ivanov, el físico hindú Sharma, la climatóloga francesa Dubois y el químico español De Vaca. A esto debía sumarse el fallecimiento de la doctora Schneider, de Alemania. A diferencia de sus compañeros ésta había muerto por un fallo del sistema de criogenización de su cápsula.
Noah estaba solo ante el peligro. Para el intrépido danés aún no había llegado su hora. Abandonado a su suerte en la inmensidad del firmamento, aterrado como cuando se despidió para siempre de su esposa e hijos.
Mas pena y llanto eran dos lujos que no podía permitirse. Como mucho dejarlos fluir de forma pasajera. La humanidad dependía de aquella aventura de precario desenlace. Era menester corroborar las teorías, verificando si existía algo (o no) al otro lado del agujero negro supermasivo. No eran pocas las teorías al respecto; desde una simple trituradora de proporciones inimaginables a un portal directo a nuevas realidades.
Esta última hipótesis rezumaba esperanza para la raza humana. Humanos, una especie convaleciente en espera de un trasplante que parecía nunca llegar. A la caza de un nuevo hogar donde asentarse para comenzar no solamente de cero sino expandirse más allá de los límites del universo conocido…
Noah era consciente de que en aquel lugar no serviría de nada usar la materia gris de forma convencional, ni mucho menos buscarle sentido al universo circundante. Si hasta la teoría de la relatividad hacía aguas ¿qué podría aportar él, un simple piloto espacial?
A fin de cuentas anteriores misiones habían fracasado y tal cosa le llevaba a pensar ¿qué podría tener de especial o de diferente Hope? ¿Importaba? Claro que no. Era su momento, fuera dudas e incertezas encubiertas.
La pérdida de sus camaradas constituyó un golpe duro. Perfectamente conservados en sus cápsulas parecían como si en realidad estuviesen durmiendo, esperando al nuevo mundo para despertar. La perfección no existe y menos en aquellas condiciones extremas.
El danés lo sabía de primera mano porque a lo largo de su vida había superado etapas depresivas, tirándose al vacío sin paracaídas. Sin embargo todo eso formaba parte del pasado…
Hope destilaba fracaso por los cuatro costados, uniéndose a las misiones anteriores y probablemente a las que viniesen después. Pero la tenacidad humana no conoce de frenos. Si hay que maldecir se maldice y después de enjuagar las lágrimas tocará volver al trabajo. Ansiamos el conocimiento supremo para sentirnos dioses y para alcanzarlo la única manera es superar nuestras limitaciones físicas y mentales. Sólo tocando la tecla de lo imposible podrá sonar la flauta de lo probable…
Por la cabeza de Noah pasaron aquellos primeros exploradores lanzados a la mar sin más medios que rudimentarias herramientas. La historia cambió desde aquellos tiempos. Ahora el barco de vela era una poderosa nave de clase media y el océano el universo, en todo su esplendor.
¿Por qué las misiones previas habían fracasado? Cada comunidad científica aportaba sus porqués empero nada resultaba concluyente. En un viaje así muchas cosas podían salir mal. Tantas incertidumbres y tanto por conocer… ¡Pero menudo premio si una sola persona fuese quien de dar con la clavija! Y allá Noah, cargando sobre sus hombros el peso de un mundo convaleciente…
En la distancia podíase ver al terrible endriago, anhelante por devorar cualquier cosa que se acercase demasiado. A medida que la distancia menguaba Noah, embutido en su traje EVA, observaba cosas sinsentido. Luces intermitentes brillantes e intensas cuan cerilla moribunda, polvo espacial recalentado, ecos del ayer, fibras colgando del espacio tiempo y un final poco alentador porque nada escapa de aquel destierro, ni siquiera la luz.
Lo pavoroso más allá del propio agujero negro pasaba por cavilar qué podría sucederle a su persona cuando fuese succionado al interior. Aquel jayán emitía sonidos tenues, como una vieja radio baja de volumen que, llena de interferencias, no permitían escuchar la música. Lo que fuese la causa u origen escrutaba el cosmos como un cetáceo el océano. Se le secó la boca antes de sentir los latidos del corazón pegándose a la garganta…
En las actuales circunstancias hasta el menor suceso podía poner punto final al viaje interestelar. Así pues su única arma eran la valentía y los arrojos. Ya no por la humanidad, o no tanto; ni siquiera por él, o no tanto. ¡Por su familia! Aunque hubiesen muerto siglos atrás…
La luz es lo más rápido que existe pero el pensamiento, la palabra y el acto de juzgar a la ligera lo son mucho más. Resulta fácil tirar por tierra la valía de un hombre, achacándole su fracaso y él no pensaba fracasar.
Lentamente se acercaba al fin de todo. Sí, el final de las complejas fórmulas matemáticas e incluso el adiós de los abrazos de Dios.
Según Horizonte se va aproximando a aquella boca infernal le invade una sensación asfixiante y la escasez de oxígeno nada tiene nada que ver con ello.
¿Por qué? ¿Qué trataba de demostrar un hombre que había abandonado a su mujer e hijos sabiendo que jamás volvería a verlos?…
Un pitido en la consola reclamó su atención. Le siguió la IA, reverberando por cada rincón de la nave. Se procedió a la cuenta regresiva; una vez concluida no existía posibilidad de escapar de la fuerza de atracción del hercúleo monstruo.
De repente Gaia-BH3 comenzó a expulsar descomunales chorros al espacio profundo. Tal cual una espada láser alcanzando millones de kilómetros en el espacio. Una de las fuerzas más destructivas del cosmos, capaz de pulverizar cualquier tipo de vida en un pestañeo.
Era un espectáculo aterrador pero al mismo tiempo embriagador. Un quásar cargado de energía electromagnética, atizando los cimientos de la creación. Cerró los ojos un instante para pensar en su familia, poniéndoles cara y voces antes de olvidarlas.
A través de la fina piel de los párpados vio presencias inquietantes. Una especie de mariposas (por llamarlo así) que revoloteaban por el exterior del casco, sin que les afectasen las fuerzas allí desatadas. Se dejaban ver como seres brillantes de tamaño más que respetable. Titilaban replicando a las estrellas cercanas mientras éstas se retorcían por efecto del agujero negro supermasivo.
Agitaban sus patitas una vez apoyadas contra la gélida aleación. Sus alas se batían acompasadas y fue entonces cuando juraría que estaban centradas en él, mirándolo con curiosidad. Al rato desaparecieron por arte de magia…
Cuando abrió los ojos el morro de la nave habíase alargado tanto que, a pesar de la dureza del metal, temió por fallas estructurales en el casco. Hasta él mismo se mostraba como una línea alargada en plan spaghetti…
Respirar habíase convertido en una quimera. La presión de un millón de autobuses le aplastaba la caja torácica. Se hundía en el fondo de la fosa de las Marianas con la salvedad que allí no había agua y sí un cosmos maximizado al infinito.
¡Qué insignificante! Una gota en el Pacífico o un grano de arena en el Sahara. No resultaba fácil asimilar la pequeñez del individuo ante la dispensa de los dioses.
Así como tiraba de él, Noah se sentía libre de cargas. Nadie podría medirse a semejante contrincante y salir victorioso. Para poder comprenderlo sería menester estar en su pellejo.
Probablemente pecados y ambición humana habían dado con la horma de su zapato. Tropezar dos veces, y las que hiciesen falta, contra la misma piedra. Se avecinaba otro naufragio, al igual que expediciones anteriores…
Las comunicaciones tampoco funcionaban y por ende cualquier lance acaecido a partir de aquella transcendental etapa quedaría para su exclusivo disfrute y sufrimiento…
La presión alcanzaba niveles insoportables, amenazando con desintegrarse como fuegos artificiales de miles de millones de euros. Crujidos, fisuras, alarmas sonoras, luces rojas… Hasta sus huesos y músculos fluctuaban como la bolsa de valores.
Cada vez giraba más vertiginosamente el disco de materia. Juegos de escupitajos galácticos pringaban la nave como si alguien le hubiese vaciado encima el cubo de escupir tabaco.
La sangre de Noah correteaba por la cabina, seguida de cerca por sus músculos y huesos. Sus ojos, fuera de las cuencas, no cejaban de mirarlo con hondo resentimiento.
Vibraciones constantes provocaban chispas y conatos de incendios en diferentes secciones clave de la nave. Un puñado de cables salieron disparados tras romperse los paneles de aleación de aluminio…
Daños de diversa índole habían provocado el malfuncionamiento del proceso de electrólisis. Por otra banda los tanques de emergencia sufrían pérdidas masivas de oxígeno. El resistente mamparo frontal de la cabina se rajaba por momentos, dejando al descubierto un amasijo de cables de colores.
Por fin Noah recuperó propiedad y control de su cuerpo. Sangre, músculos, huesos y ojos volvieron a ser suyos. Estos últimos, clavados en la nada, oteaban de soslayo al destructor de mundos.
Líneas curvas, trazos de fotones dilatándose desde la frontera al centro, gritos de gargantas cercenadas, fogonazos, estruendos sacudiendo cada centímetro cuadrado del fuselaje y partículas menudas que cruzaban el casco, continuando viaje a velocidades inconcebibles para posteriormente abrirse en todas direcciones. Su traje EVA comenzaba a deshacerse como un castillo de naipes azotado por un huracán.
Quedó estupefacto al ver dividirse los átomos ¿cómo podía ver tal cosa? Sin tiempo para respuestas, se liberaron millones de mariposas albinas. En realidad no sabía lo que eran; a lo mejor alienígenas con un objetivo en mente y por eso estaban allí…
Gaia-BH3 habíale preparado una calurosa bienvenida al infierno. Tal vez anteriores misiones ni siquiera hubiesen llegado tan lejos. ¿Sería él el primer humano en mirar cara a cara al demonio? Y peor todavía ¿quién en su sano juicio querría atravesarlo?…
El principio de la vida conduce inexorablemente al trayecto de su propia extinción. Si desfalleciese un millón de veces otras tantas volvería en sí; más joven y más viejo a la vez. En aquel pozo bíblico no cabía interpretar la normalidad humana, su consciencia o su espiritualidad…
A ratos la piel le escocía como si estuviese metido en una olla, a fuego alto. Los órganos internos le fallaban como una escopeta de feria; le zumbaba la cabeza y tanto oídos, nariz como boca sangraban copiosamente.
¿Cuántos siglos habrían pasado en su amada Tierra? La consola central tañía como campana sin badajo. No, de ninguna manera podía estar vivo. Ya no sólo por sus heridas sino por los daños estructurales de la nave. Éstos convertían el orgullo de los ingenieros terrícolas en una moderna lata de sardinas, comprimida por una prensa hidráulica.
Su cabeza estaba donde debía estar y sus pies también mas entre la una y los otros había tal distancia que ni una goma elástica se alargaría tanto sin romperse. Los átomos del metal y de la carne no podrían soportar aquello mucho más. De seguir así terminarían separándose, poniendo punto y final a su epopeya.
La IA colapsó pocos segundos después. El portentoso motor de antimateria se consumió y con él cualquier esperanza de supervivencia. Ya no había gobierno posible, simplemente dejarse llevar en aquellas embravecidas aguas espaciales como flores de cerezo por el río.
Las fuerzas tiraban de la nave con ansia desbocada. Los ecos del agujero negro parecían lamentos fantasmales…
¡Por todos los demonios! ¡Noah seguía con vida! Había logrado pasar al otro lado de aquella monstruosidad… ¿O no era más que un espejismo atrapado en el horizonte de sucesos?…
Una profunda e infinita negrura despojada de luz y vida habíalo recibido sin aspavientos de ninguna clase. Alerta de oxígeno bajo mínimos, nave sin control, suerte echada.
La poderosa fuerza de atracción de Gaia-BH3 brillaba por su ausencia. Ni rastro del agujero negro supermasivo. Su cuerpo le parlamentó dolorido, intrínsecamente atacado, desgastado empero regresado del averno.
Noah podría haber entrado en el libro de los récords al ser el primer hombre en haber atravesado el mismo centro de un agujero negro. Allí se concentra la masa de forma tan elevada que se genera un campo gravitatorio bestial.
¿Por qué no veía nada en derredor? ¿Adónde había ido a parar? Indicadores fundidos, cables reventados, mediciones erróneas, pequeños fuegos y para completar el desastre la hipoxia llamaba a su puerta…
Pero en aquel momento sus ojos enrojecidos observaron algo sobre la deformada proa. Algo que se balanceaba como hoja recién desprendida del árbol. Una especie de crisálida sedosa sujeta con hilillos de seda al metal. Dentro de la misma una de aquellas mariposas que había observado antes de ser engullido por el gigante hambriento. Ésta contemplaba al piloto con curiosidad y cierta dosis de ternura.
Su luz tenue lo colmaba de dones. Oscuridad absoluta e infinita conformaban aquel nuevo infierno de Dante. Entonces el alienígena señaló con una de sus delgadas patitas hacia un punto ilocalizable ubicado en aquel sempiterno vacío… como si supiese lo que estaba a punto de acontecer.
Súbitamente un ínfimo e infinito punto albergó la materia, explotando en cuestión de milisegundos. En todas direcciones alcanzó velocidades muy superiores a la luz…
—¡Dios mío! ¡Que todos los santos me asistan!—. Exclamó Noah, sobrecogido.
¡¡Un Big Bang!! Ante sus ojos el alumbramiento del universo. Fue entonces cuando asimiló conceptos teóricos escuchados cientos de veces en las charlas a las que asistía en su tiempo libre. Algunos teóricos afirmaban que los agujeros negros primitivos poseían la capacidad de crear nuevos cosmos. Puede que con las mismas características, similares o quizás uno donde tiempo y espacio simplemente no existiesen…
Lástima que no pudiese contárselo a nadie. La energía en crecimiento y expansión desintegró completamente lo que restaba de la nave Horizonte.
Al final de la nucleosíntesis el nuevo firmamento se fue enfriando hasta el punto de detenerse la fusión nuclear. En el próximo millón de años bajaría la temperatura mil grados. Nadie sabría de estos hechos en la Tierra porque Noah Hansen, el valiente piloto danés, había perecido.
En las siguientes décadas nuevas misiones serían lanzadas. Su objetivo culminar exitosamente la exploración de los límites del cosmos conocido. Necesidad de supervivencia pero al mismo tiempo espíritu humano, endémico, guerrero, emperrado en saber lo que tal vez no nos esté permitido conocer.
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