PARTE 1: POST – VIDA


CAPÍTULO 1

1

Era de noche. La música retumbaba en las paredes, y el ambiente se llenaba de risas y conversaciones animadas. Las botellas de cerveza pasaban de mano en mano, mientras algunos se atrevían a probar tragos más fuertes.

—¡Vamos, Zayn, te toca! —gritó Cindy, incitando a su amigo a participar en un juego de beber. Zayn, de cabello oscuro y una sonrisa confiada, aceptó el desafío con una risa, levantando un vaso lleno de licor.

A medida que avanzaba la noche, la fiesta comenzó a alborotarse más. La música subió de volumen, y algunos comenzaron a bailar de manera cada vez más frenética. En un rincón, un grupo de amigos discutía con entusiasmo.

—¡Mi Kawasaki Ninja es la más rápida, no hay duda! —presumió Dexter, con una mezcla de orgullo y desafío en su voz—. No hay forma de que alguno de ustedes pueda vencerme en una carrera.

Alejandro, un joven delgado pero atlético, no pudo evitar responder al reto.

—¿Eso crees? Mi Yamaha está preparada para dejarte atrás en cualquier momento.

El alcohol y la adrenalina hicieron lo suyo, y pronto la conversación se convirtió en una apuesta. Franz, el anfitrión, intentó calmar los ánimos.

—Chicos, estamos aquí para pasar un buen rato, no necesitamos esto.

Pero las palabras de Franz fueron ignoradas. Zayn, siempre en busca de emociones fuertes, se levantó con una sonrisa audaz.

—¿Qué les parece una carrera? Vamos a ver quién tiene la mejor moto de verdad.

Sin más preámbulos, el grupo se dirigió hacia las motos estacionadas frente a la casa. El sonido de los motores encendiéndose resonó en la tranquila calle, ahora transformada en una pista improvisada de carreras. Los vecinos, alertados por el ruido, asomaron la cabeza por las ventanas, algunos preocupados, otros curiosos.

—¡Vamos, Zayn, gánales! —gritó Cindy desde la acera, mientras los demás observaban con anticipación.

Con un rugido, las motos arrancaron a toda velocidad. Las luces traseras desaparecieron rápidamente en la distancia mientras competían por la supremacía. Sin embargo, la adrenalina y el alcohol nublaban el juicio de los jóvenes, quienes aceleraban sin medir las consecuencias.

Zayn, que lideraba la carrera, tomó una curva cerrada con demasiada velocidad. En un intento por corregir su trayectoria, frenó bruscamente y giró el manillar demasiado rápido. Este error provocó un highside: la rueda trasera perdió tracción momentáneamente, deslizándose lateralmente. La moto recuperó adherencia de repente, lanzando a Zayn por los aires.

El tiempo pareció ralentizarse mientras Zayn volaba por encima de su motocicleta. La fuerza del lanzamiento lo hizo girar descontroladamente, su cuerpo se arqueó en el aire. Los gritos de sus amigos y el sonido de los frenos chirriando se mezclaron en un confuso estruendo.

Zayn aterrizó con un impacto seco y violento contra el pavimento, rodando varias veces antes de quedar inmóvil. Su casco salió despedido en el proceso, revelando un rostro pálido y ensangrentado. La moto, ya sin control, siguió su curso hasta estrellarse contra un poste de luz, quedando hecha añicos.

El silencio cayó sobre la escena. Los espectadores, que momentos antes reían y gritaban, se quedaron petrificados, mirando con horror. Dexter fue el primero en reaccionar, soltando su casco mientras corría hacia Zayn.

—¡Zayn! ¡Zayn! ¡Maldición! —gritó Dexter, arrodillándose junto a él. Zayn respiraba con dificultad, su pecho subía y bajaba con esfuerzo, mientras su rostro mostraba signos de dolor intenso y desorientación.

Franz, con las manos temblorosas, sacó su teléfono y llamó a una ambulancia.

—Por favor, necesitamos una ambulancia, rápido, es un accidente grave —dijo con voz quebrada, luchando por mantener la calma.

Sin embargo, la realidad de la situación comenzó a afectar a todos los presentes. El miedo, el pánico y la culpa empezaron a invadir sus mentes. Algunos miraron alrededor, notando las luces de las casas vecinas que se encendían. Podían escuchar murmullos, los vecinos estaban saliendo y pronto llegarían las autoridades.

Alejandro fue el primero en hablar, con voz temblorosa.

—No podemos quedarnos aquí… la policía… el alcohol…

Dexter, nervioso, asintió.

—Si nos atrapan aquí, estamos jodidos. Nadie va a creer que fue un accidente.

Cindy miró a Zayn, aún tendido en el suelo, luego a los otros.

—Pero chicos… no podemos dejarlo así… —dijo, aunque sus palabras sonaban más a una súplica que a una declaración.

Franz, quien acababa de colgar la llamada a emergencias, miró a sus amigos con desesperación.

—Lo siento… —murmuró, retrocediendo lentamente hacia su moto.

Uno a uno comenzaron a alejarse. Alejandro se subió a su moto sin decir nada más, su rostro pálido y sus ojos llenos de culpa. Dexter, con lágrimas en los ojos, se quedó unos segundos más, mirando a Zayn. Pero el miedo fue más fuerte, y finalmente, él también se fue, dejando atrás a su amigo herido y solo.

Mientras los demás huían, Cindy se quedó inmóvil, sus ojos fijos en Zayn, su respiración dificultosa resonando en la noche. A diferencia de los otros, ella no podía simplemente alejarse. Estaba genuinamente preocupada por Zayn, atormentada por la visión de su amigo tendido en el pavimento.

—No puedo creer que todos ustedes sean tan cobardes —murmuró Cindy, su voz quebrándose.

Franz, quien aún no se había marchado, se acercó a Cindy, intentando justificarse.

—Cindy, entiéndelo… No podemos quedarnos. La policía vendrá y nos arrestarán. ¡Estamos todos borrachos!

Cindy lo fulminó con la mirada, sus ojos llenos de furia y desdén.

—¿Y qué? —gritó, su voz cargada de ira—. ¡¿Vas a dejar a Zayn aquí solo porque tienes miedo de enfrentar las consecuencias?! ¡Esto no es un maldito juego, Franz! ¡Es su vida!

Franz, visiblemente nervioso, intentó calmarla.

—No lo entiendes. Ya llamé a una ambulancia. ¡Van a venir! No podemos hacer nada más. No tiene sentido quedarnos y empeorar las cosas.

Cindy, ahora casi temblando de rabia, dio un paso adelante, acercándose a Franz.

—¡Eres un hijo de puta cobarde y un mal amigo! —espetó, sin contener las lágrimas—. ¡No estás preocupado por Zayn, estás preocupado por ti mismo! ¡Eres un egoísta de mierda! ¿Te importa más tu libertad que su vida?

Franz apretó los puños, su rostro se endureció por la vergüenza y la ira.

—No es tan simple, Cindy. Si nos quedamos, todos estamos en la mierda. ¡Todos!

Cindy sacudió la cabeza, disgustada.

—¡Púdrete, Franz! —gritó, su voz resonando en la oscuridad—. ¡No puedo creer que estés dispuesto a abandonarlo! ¡No puedo creer que todos ustedes sean tan miserables!

Franz, incapaz de sostener la mirada de Cindy, finalmente bajó la cabeza y se dirigió a su moto. Sin una palabra más, la encendió y se fue, dejando a Cindy con Zayn.

Su moto rugió y desapareció, dejando solo el eco del desastre.

Zayn quedó tendido en el pavimento, bajo la luz parpadeante de una farola, con solo el sonido lejano de las sirenas que se acercaban. El aire fresco de la noche y el silencio roto solo por su respiración dificultosa.

El grupo que había comenzado la noche con risas y diversión se disolvió en la oscuridad, abandonando a Zayn a su suerte, mientras la tragedia que ellos mismos habían causado se desplegaba ante sus ojos, demasiado abrumados por el miedo para enfrentarla.

Cindy, arrodillada junto a Zayn, tomó su mano, decidida a no dejarlo solo. Las lágrimas rodaban por sus mejillas, mezclándose con el polvo y el sudor. Sabía que, aunque las sirenas se acercaban, el verdadero daño ya estaba hecho. La angustia de saber que había sido abandonado la abrumaba. Pero en ese momento, lo único que importaba era Zayn, y ella se quedaría con él.

2

El peso de la tragedia pasó en un susurro.

La noche desenfrenada que terminó en desesperación se había convertido en un recuerdo borroso para Zayn, quien ahora despertaba en un lugar que le resultaba completamente extraño. Los zumbidos de las máquinas y el suave murmullo del ventilador fueron las primeras cosas que registró al abrir los ojos, pero lo que realmente lo desconcertó fue el rostro que apareció frente a él.

Una señora con las canas asomando entre sus mechones de cabello, se inclinaba sobre él con una expresión mezcla de alivio y tristeza. La habitación estaba iluminada por una luz suave, pero el aire se sentía pesado.

—Zayn, tranquilo. Estás despierto —dijo una mujer con una voz cargada de emociones—. No intentes moverte mucho todavía.

Zayn, con los ojos aún nublados por el sueño y el desconcierto, la miró con confusión.

—Cindy… ¿eres tú? ¿Qué está pasando? ¿Por qué… por qué te ves tan diferente?

Cindy tomó una respiración profunda, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

—Ha pasado mucho tiempo, Zayn. Han pasado años desde el accidente. Te han estado cuidando y… y tú has cambiado.

Zayn intentó incorporarse, pero el dolor en su cuerpo le hizo desistir. Miró alrededor, notando los detalles de la habitación: la máquina de monitoreo, el equipo médico, los muebles modernos. Todo parecía demasiado nuevo.

—Años… —murmuró, su voz temblando—. ¿Cuántos años han pasado?

Cindy vaciló antes de responder.

—Han pasado veinte años desde aquella noche. Veinte años desde que te accidentaste.

Zayn cerró los ojos, intentando procesar la enormidad de la situación. Su mente daba vueltas, luchando por comprender el tiempo que había perdido. Finalmente, miró a Cindy con una mezcla de miedo y determinación.

—Quiero ver a mis padres. ¿Dónde están?

Cindy lo miró con tristeza y se inclinó hacia él, su voz temblando con una mezcla de emociones.

—Tus padres están bien, Zayn. Han estado contigo todo este tiempo. De hecho, están afuera esperando verte.

Los ojos de Zayn se iluminaron con esperanza y confusión.

—¿Mis padres están aquí? ¿Puedo verlos?

Cindy asintió, sonriendo suavemente.

—Claro, ahora los llamaré.

Poco después, los padres de Zayn entraron en la habitación, seguidos por una enfermera. Los ojos de su madre estaban llenos de lágrimas, mientras que su padre trataba de mantener la compostura, aunque la emoción era evidente en su rostro.

La enfermera, con una expresión profesional pero comprensiva, se acercó a Zayn.

—Zayn, hemos esperado mucho para este momento. Sabemos que esto será un gran impacto para ti, pero queríamos que tus padres estuvieran aquí para apoyarte.

Zayn, aún desorientado, miró a sus padres con una mezcla de alivio y nerviosismo. La enfermera le pasó un espejo a su madre, quien, con manos temblorosas, se lo entregó a Zayn.

—Hijo, hay algo que debes ver —dijo su madre, su voz entrecortada.

Zayn tomó el espejo con cautela, sus ojos parpadearon ante su reflejo. Lo que vio lo dejó sin palabras. El rostro que lo miraba no era el mismo que recordaba. Había cambiado. Su mandíbula era más fuerte, sus facciones más definidas, casi irreconocibles. Pero lo que más lo sorprendió fue su cuerpo. Era fornido y musculoso, con una estructura corpulenta. Sus brazos y pecho mostraban músculos definidos, evidenciando una fuerza que nunca había tenido antes. Sus piernas, igualmente musculosas, eran fuertes y robustas.

—Esto… esto no puede ser real… —murmuró Zayn, con la voz temblorosa.

La enfermera se acercó a Zayn con serenidad y discreción, cuando de repente, la puerta de la habitación se abrió y un doctor entró, llevando una expresión seria pero comprensiva. Se acercó a la cama de Zayn, mirando primero a sus padres y luego a él.

—Hola, Zayn. Soy el Dr. Enfield. Me alegra verte despierto. Sé que esto debe ser muy confuso para ti, así que intentaré explicarte lo mejor posible lo que ha sucedido —comenzó con tranquilidad.

Zayn asintió, aun sosteniendo el espejo con manos temblorosas. El doctor respiró profundamente antes de continuar.

—Zayn, el accidente que sufriste hace veinte años fue muy grave. Tu cuerpo original sufrió daños irreparables. No había forma de salvarlo, pero gracias a los avances tecnológicos que se hicieron desde el año 2024 hasta ahora, en 2044, logramos realizar algo extraordinario.

Zayn frunció el ceño, tratando de procesar lo que estaba escuchando.

—¿Qué quiere decir con «algo extraordinario»?

El Dr. Enfield intercambió una mirada con la enfermera antes de dirigirse de nuevo a Zayn.

—Tuvimos que transferir tu conciencia a otro cuerpo, Zayn. Tu cuerpo original quedó inservible. Sin embargo, hubo un donante que se ofreció como voluntario para este procedimiento experimental, que es uno de los avances más recientes en la ciencia médica.

Los ojos de Zayn se abrieron de par en par, su mente tratando de comprender las implicaciones de lo que le estaban diciendo.

—¿Transferir… mi conciencia? ¿Cómo es eso posible?

El doctor asintió, entendiendo la incredulidad de Zayn.

—Lo sé, suena increíble. Pero, la tecnología ha avanzado de maneras inimaginables. Hemos desarrollado técnicas para mapear y transferir la conciencia humana de un cuerpo a otro. Por supuesto, no es algo que se haya hecho a la ligera. Este procedimiento es muy complejo y está estrictamente regulado por leyes y normas internacionales.

La madre de Zayn apretó su mano, mientras el doctor continuaba.

—El cuerpo en el que te encuentras ahora fue de una persona que se ofreció para este procedimiento, permitiendo que tú pudieras tener una segunda oportunidad. Ha sido un proceso largo y complicado, pero ahora que estás despierto, puedes empezar a adaptarte a tu nueva vida.

Zayn se quedó en silencio, asimilando la magnitud de la situación. Finalmente, levantó la mirada, su voz temblando con una mezcla de miedo y curiosidad.

—Entonces… ¿estoy viviendo en el cuerpo de otra persona?

El Dr. Enfield asintió.

—Así es, Zayn. Pero tu conciencia, tus pensamientos y recuerdos, todo lo que te hace ser tú, está intacto. Este cuerpo es ahora tuyo, y estamos aquí para ayudarte a adaptarte a todo lo que sea nuevo para ti.

Zayn cerró los ojos por un momento, tratando de contener las emociones que lo abrumaban. La idea de estar en un cuerpo diferente, era casi insoportable. Pero el apoyo de sus padres y el personal médico lo reconfortaba, dándole una sensación de esperanza en medio de la confusión.

—¿Y qué pasa ahora? —preguntó Zayn, abriendo los ojos nuevamente.

El Dr. Enfield sonrió levemente.

—Ahora, tomamos esto un día a la vez. Hay mucho que tendrás que aprender y aceptar, pero no estás solo. Tu familia y nosotros estaremos contigo en cada paso del camino.

Con estas palabras, Zayn sintió un leve consuelo. Aunque su situación era increíblemente extraña y desconcertante, la presencia de sus padres y el apoyo de los médicos le ofrecían un rayo de esperanza. No sabía cómo sería su futuro, pero estaba decidido a enfrentarlo, un día a la vez.

Los padres de Zayn lo miraban con preocupación y amor.

—Estamos aquí para ti, hijo —dijo su padre, su voz firme pero cargada de emoción—. No importa cómo te veas ahora, sigues siendo nuestro Zayn.

La madre de Zayn se inclinó y lo abrazó, sus lágrimas finalmente cayendo.

—Te amamos, Zayn. Vamos a superar esto juntos. No estás solo.

La enfermera, con una sonrisa alentadora, miró a la familia reunida.

Cindy, quien había estado observando la conversación en silencio, decidió intervenir, buscando aligerar un poco la pesada atmósfera. Se acercó a Zayn y le dio una pequeña palmadita en el hombro, esbozando una sonrisa cálida.

—Bueno, Zayn, al menos ahora tienes el cuerpo que todos queríamos en la secundaria, ¿no? —dijo con un tono divertido—. ¡Fornido, musculoso y listo para cualquier pelea!

Zayn la miró, sorprendido por el comentario, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en su rostro. La tensión se alivió un poco, y por un momento, todos en la habitación rieron suavemente.

—Gracias, Cindy —dijo Zayn, aún riendo levemente—. Supongo que hay que buscarle el lado positivo a todo esto, ¿no?

Cindy asintió.

El Dr. Enfield, notando el momento más ligero gracias a Cindy, se aclaró la garganta suavemente antes de hablar de nuevo, de forma cálida y reconfortante.

—Zayn, antes, hay algo más que debes saber. El donante, la persona que te ofreció su cuerpo, dejó varias grabaciones para ti antes de someterse al procedimiento.

Zayn levantó la mirada, sorprendido.

—¿Grabaciones?

El doctor asintió.

—Sí. Es una práctica que hemos visto que ayuda mucho en el proceso de adaptación. El donante dejó mensajes para que los veas cuando te sientas preparado. Es algo completamente opcional y aceptable dentro de las leyes actuales del procedimiento.

Zayn se quedó pensativo por un momento, asimilando la información. La idea de ver y escuchar a la persona que había hecho un sacrificio tan grande por él era a la vez intrigante y un poco intimidante.

—No tienes que verlas ahora, ni sentirte presionado para hacerlo —continuó el Dr. Enfield—. Puedes tomarte tu tiempo y verlas cuando te sientas listo. Es una forma de honrar su decisión y, de alguna manera, entender un poco más sobre esta persona que te ha dado una nueva oportunidad de vida.

Zayn asintió lentamente, apreciando la consideración en la voz del doctor.

—Gracias. Lo pensaré.

El doctor sonrió, satisfecho con la respuesta.

Los días que siguieron estuvieron llenos de pruebas médicas, reuniones con psicólogos y visitas de sus padres, quienes intentaban brindarle consuelo. Zayn se esforzaba por asimilar las cosas, pero aún sentía una desconexión abrumadora consigo mismo.

Finalmente, llegó el día en que le dieron de alta. Regresó a la casa de sus padres, donde habían preparado una habitación para él. A pesar del apoyo constante, Zayn se sentía como un extraño en su propia vida. Pasaba gran parte del tiempo en su habitación, evitando salir o interactuar demasiado.

3

Era la madrugada, y Zayn se revolvía en la cama, incapaz de dormir. Los eventos recientes seguían repitiéndose en su mente, impidiéndole encontrar la paz. Hasta que, con un suspiro de frustración, se levantó y se dirigió al espejo grande en la esquina de la habitación.

Frente a él, se desnudó lentamente, observando con detenimiento cada centímetro del cuerpo que ahora le pertenecía. El reflejo que veía le resultaba extraño y fascinante al mismo tiempo. Observó los músculos bien definidos, la piel suave y libre de imperfecciones, y el rostro de facciones delicadas pero marcadas.

Pasó una mano por su nuevo rostro, siguiendo la línea de su mandíbula y tocando sus labios. Miró fijamente sus propios ojos reflejados, como buscando una respuesta a la pregunta que lo atormentaba.

—¿Cómo alguien con un cuerpo tan lindo… y un rostro tan espectacular… pudo haber dado esto a otra persona? —se preguntó en voz baja.

Zayn cerró los ojos, tratando de calmar su mente. La pregunta lo perseguía: ¿qué tipo de persona sacrifica un cuerpo casi perfecto? Recordó de repente las palabras del Dr. Enfield sobre las grabaciones, que contenían explicaciones del donante sobre su decisión.

Abrió los ojos, fijando su mirada en el espejo con una expresión seria.

—El doctor dijo que hay grabaciones… —murmuró—. Explicaciones del donante… de por qué hizo esto.

Sentía una mezcla de curiosidad y miedo. ¿Quién había sido este donante? ¿Qué lo había llevado a tomar una decisión tan radical? Zayn se miró una vez más, tratando de encontrar alguna pista en su reflejo.

—¿Qué podría ser tan importante como para regalar… tu propia vida? —se cuestionó, sin encontrar respuesta alguna.

Se quedó en silencio, observando su imagen.

4

En otro entorno, más citadino, las noticias nocturnas comenzaban a circular. En la pantalla de un televisor en un café se mostraba a una periodista con expresión seria:

Siguen operando las redes de donaciones forzadas. Estas organizaciones criminales que secuestran a personas jóvenes o saludables para transferir sus conciencias a cuerpos no deseados. Como resultado, las víctimas, cuyos pensamientos son borrados o suprimidos, terminan falleciendo.

Las imágenes de operaciones policiales y testimonios de familiares desesperados llenaban la pantalla, mientras los presentadores discutían la magnitud de este oscuro mercado.

En una mesa apartada, dos figuras observaban la noticia con una leve sonrisa en sus rostros. Un anciano canoso, con el rostro surcado por el paso de los años, y una mujer de mirada astuta, cuyos cabellos grises caían en sus suaves ondas, intercambiaban miradas cómplices. La mujer con un tono de voz bajo y malicioso, comentó:

—Vaya, vaya, hasta acá se siente el pánico —soltó, jugueteando con su taza de café—. Parece que el negocio sigue en pie.

El hombre esbozó una sonrisa fría y asintió.

—Sabes que siempre ha habido una demanda por la juventud y la vitalidad.

La mujer inclinó la cabeza, con un destello de ironía en sus ojos.

—Y hablando de eso, ¿está listo lo de nuestro proceso de «renovación»? —preguntó.

El hombre revisó su teléfono disimuladamente y luego guardó el dispositivo con calma.

—Sí, solo necesitamos que nuestros adquirentes terminen de ajustar los detalles. En poco tiempo, estaremos en condiciones de llevar a cabo la transacción.


PARTE 2: DETRÁS DE CÁMARAS

CAPÍTULO 2

1

A la tarde del día siguiente, Cindy llegó a la casa de Zayn. Todo estaba muy tranquilo. La luz del sol entraba suavemente por las ventanas, creando un ambiente acogedor. Zayn la recibió con una mezcla de nerviosismo y una sonrisa tímida. Después de una breve charla, se sentaron en el salón, donde Zayn se mostró visiblemente pensativo.

—Es difícil, aún no me acostumbro del todo a esto —dijo Zayn, mirando su nueva mano con cierta distancia—. Me resulta complicado aceptar que alguien así me cediera su cuerpo. Siento algo de gratitud y pena. ¿Por qué alguien querría hacer algo así?

Cindy, sintiendo la tensión en el ambiente, decidió aligerar la conversación, cambiando de tema de manera más informal.

—Entiendo, Zayn. Debe ser una situación compleja. Pero dime, ¿has revisado bien todo? ¿Estás seguro de que todo funciona como debería?

Zayn levantó una ceja, sorprendido por la pregunta.

—Bueno, creo que sí. ¿Por qué?

Cindy se inclinó un poco más cerca, con un toque de curiosidad y una sonrisa traviesa.

—Es solo que… siéntete libre de decirme si hay algún problema. No es común que uno tenga que adaptarse a un nuevo cuerpo, y puede que no te hayas dado cuenta de algunas cosas. Por ejemplo, ¿todo bien «ahí»? ¿Funciona como esperabas?

Zayn soltó una risa, claramente incómodo, pero también divertido por la conversación inesperada.

—Ah, con que ese es el tema del momento.

Cindy asintió con una sonrisa maliciosa, claramente disfrutando de la conversación.

—Sí, claro. A veces, esos detalles pueden ser los más importantes. ¿Todo está funcionando como debería? ¿El tamaño está bien?

Zayn se rió de nuevo, esta vez más relajado.

—Hasta ahora, todo parece estar en su lugar.

Cindy se recostó en el sofá, satisfecha.

—Genial. Solo quería asegurarme de que no haya problemas ocultos. Ha pasado tiempo, pero sigo siendo tu amiga, y si necesitas hablar sobre cualquier cosa, estoy aquí para escucharte.

Zayn se volvió más serio y miró a Cindy con curiosidad.

—Gracias, Cindy. Ahora que lo mencionas, tengo otra pregunta.

—Cuéntame.

—Después de… bueno, después de lo sucedido, ¿qué pasó después? ¿Qué hiciste con tu vida? ¿Y los muchachos?

—Esas fueron tres preguntas —dijo Cindy, esbozando una ligera sonrisa.

—Cindy, por favor. Necesito esto.

Ella lo miró directamente, acomodándose en el sofá antes de responder.

—Después de esa noche, la policía me interrogó. Les dije que fue un accidente y que los demás involucrados se habían marchado sin dejar rastro. No quería complicar más las cosas, así que solo me limité a decirles eso.

Zayn escuchó atentamente, procesando cada palabra.

—Comprendo.

—Dexter, Alejandro y Franz trataron de seguir adelante, pero fue complicado. Hubo muchos problemas entre ellos, y no todos lograron adaptarse. Algunos se distanciaron, mientras que otros… bueno, hicieron lo que pudieron. Fue un tiempo difícil para todos.

Zayn asintió, con un tono de voz reflexivo.

—Entiendo.

Cindy se recostó en el sofá, recordando el pasado con una mezcla de nostalgia y melancolía.

—Yo me centré en hacer mi vida. Me gradué como ingeniera automotriz y conseguí un buen trabajo. Fue un alivio poder enfocarme en algo positivo y construir una carrera. Más tarde, me casé y tuve dos hijas. Mi matrimonio no funcionó como esperaba, y acabamos divorciándonos.

Zayn la miró con una combinación de admiración y empatía.

—Debe haber sido un proceso difícil.

Cindy suspiró, esbozando una sonrisa irónica mientras tocaba su cabello.

—Sí, lo fue. Pero de alguna manera aprendí mucho. Las canas llegaron con el tiempo, pero mis hijas me dan fuerzas para seguir adelante.

Zayn se quedó en silencio por un momento, asimilando lo que Cindy había compartido. Finalmente, levantó la vista hacia ella.

—Me alegra saber que has podido encontrar algo de paz y que tus hijas sean una fuente de alegría para ti. Además, es extraño, ¿sabes? A pesar de todo lo que pasó, no siento rencor hacia nadie.

Cindy lo miró con calidez y comprensión.

—Eso es admirable, Zayn. A veces, dejar ir el pasado es la mejor manera de encontrar paz en el presente.

Zayn fijó la vista en el vacío.

Cindy lo observó por un momento, luego decidió hablar con un tono más firme, como si quisiera asegurarse de que sus palabras se quedaran grabadas en él.

—Zayn, escúchame bien —dijo, sosteniéndole la mirada—. Tienes mucho por delante. Ahora todo puede parecer confuso e incierto, pero tienes opciones increíbles ante ti. No todos tienen la suerte de empezar de nuevo, de tener una segunda oportunidad para vivir.

Zayn la observó con atención, intrigado.

—Lo sé, pero…

Cindy levantó una mano, interrumpiéndolo suavemente.

—No hay peros, Zayn. Yo ya estoy vieja, mis días de juventud y aventuras han pasado. No me malinterpretes, no me arrepiento de mi vida, pero mis mejores años ya están detrás. Tú, en cambio, tienes toda una vida por delante. Puedes descubrir quién eres realmente y aprovechar esta oportunidad para ser feliz.

Zayn asintió, sintiendo el peso de sus palabras.

Cindy continuó, con un tono lleno de sinceridad y urgencia.

—No te quedes atrapado en lo que fue o en lo que pudo haber sido. Encuentra tu camino. Lo importante es lo que harás a partir de ahora.

Zayn respiró hondo, dejando que las palabras de Cindy se asentaran en su mente. A pesar de las incertidumbres y dudas que aún lo acechaban, sintió una chispa de esperanza.

—Tienes razón. Debo concentrarme en el presente.

Cindy le sonrió, llena de calidez y comprensión.

—Así es, Zayn. Y recuerda, no estás solo. Tienes personas que te apoyan, que quieren verte feliz. Aprovecha eso y construye una nueva vida que valga la pena.

En medio de las palabras de Cindy, Zayn se quedó mirando un paquete elegantemente empacado que estaba en la mesa de sala frente a ellos. El papel de regalo era de un color oscuro, con una cinta plateada que brillaba bajo la luz suave del salón. En una etiqueta pequeña y pulcra, se leía Para Zayn con una caligrafía meticulosa.

Sus pensamientos estaban ahora enfocados en el paquete y en lo que contenía. Sabía exactamente de qué se trataba: las grabaciones de su donante.

Al instante, Cindy se levantó, dándole una última mirada cargada de preocupación y aliento.

—Recuerda, Zayn, tienes mucho por delante. No lo desperdicies.

Zayn asintió, agradeciéndole con una sonrisa tenue. Cindy recogió sus cosas y se despidió con un abrazo, dejando la casa con una sensación de cierre y de nuevos comienzos.

Una vez que la puerta se cerró tras ella, Zayn se quedó solo con sus pensamientos y el intrigante paquete. Se sentó en el sofá, observándolo fijamente, como si pudiera revelarle cosas sin necesidad de abrirlo. Respiró

hondo, recogiendo todo el valor que podía reunir, y comenzó a desatar la cinta. Con cuidado, quitó el papel de regalo, revelando una caja de madera pulida.

Abrió la caja lentamente, y allí estaba: un disco duro con una nota encima. Tomó la nota con manos temblorosas y la leyó. No había más que una línea: Por si quieres conocerme.

Zayn insertó el disco duro en su portátil, sintiendo curiosidad y temor. Mientras esperaba a que el dispositivo se reconociera, su mente no dejaba de divagar sobre lo que estaba a punto de descubrir. Luego de la espera, el ícono del disco duro apareció en la pantalla, y Zayn hizo doble clic para abrirlo.

Dentro, encontró una carpeta etiquetada como «Personal». Abrió la carpeta y descubrió varios archivos de video. Escogió el primero, titulado «Presentación», y lo reprodujo. La pantalla se oscureció por un momento, y luego apareció la imagen del donante sentado frente a la cámara, denotando tranquilidad.

—Hola —dijo el donante con una voz cálida y firme—. Si estás viendo esto, significa que ahora estás en mi cuerpo. Mi nombre es Curtis Raymond, tengo 24 años, y supongo que ahora es cuando debería decir algo significativo.

Curtis hizo una pausa, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.

—Soy… era, un entusiasta del ejercicio físico. —Curtis sonrió, y su mirada se suavizó—. Probablemente ya lo hayas notado. Me gusta mantenerme en forma, ir al gimnasio, salir a correr. Era mi manera de liberar el estrés y mantenerme positivo. Siempre me ha gustado la sensación de superarme a mí mismo.

Zayn observó la pantalla con atención, casi conteniendo la respiración. Había algo reconfortante y a la vez inquietante en ver a Curtis hablar con tanta naturalidad.

—Me enteré de tu situación. Solo quiero que sepas que no te juzgo por lo que te haya ocurrido. Espero que este cuerpo te sirva bien y que puedas encontrar en él una segunda vida.

Curtis hizo una pausa, y su expresión se volvió más seria.

—Si estás viendo esto, significa que he desaparecido. He dejado de existir. Quizás quieras saber por qué tomé esta decisión, pero eso… eso es algo que no puedo explicar en una sola grabación. Hay otras cosas en este disco duro que podrían ayudarte a entenderme mejor. Pero por ahora, solo quiero que sepas que, por alguna razón, esta fue mi elección.

La grabación terminó con Curtis mirando directamente a la cámara, como si intentara comunicar algo más allá de las palabras. Zayn se quedó en silencio, asimilando lo que acababa de ver. Las palabras de Curtis resonaban en su mente, llenándolo de un profundo respeto y tristeza.

Zayn pausó un momento antes de tomar el control del portátil de nuevo. Sabía que había más archivos por explorar, pero en el momento, se quedó ahí, en silencio, procesando la magnitud de lo que Curtis había compartido.

Después de la impactante revelación del primer video, Zayn se sintió impulsado a conocer más sobre Curtis Raymond, el hombre cuyo cuerpo ahora habitaba. Abrió un navegador y comenzó a buscar información en línea. Ingresó el nombre Curtis Raymond en las redes sociales y motores de búsqueda, esperando encontrar algo que le diera una idea de quién era este joven.

Para su sorpresa, encontró muy poco. Había algunas menciones dispersas, pero nada significativo. No había perfiles activos de redes sociales, ni blogs personales, ni siquiera fotos. La ausencia de información pública le resultó desconcertante. ¿Cómo podía alguien tener tan poca presencia en línea en esta era digital? Esta falta de información empezó a inquietarlo. ¿Quién era Curtis realmente? ¿Por qué no había dejado rastro?

Decidido a saber más, Zayn volvió al disco duro. Revisó la lista de videos y eligió uno que parecía prometedor: «Gym Life». Sintió curiosidad por saber más sobre los hábitos de ejercicio de Curtis, así que abrió el archivo y se preparó para ver la grabación.

En el video, Curtis aparecía en una habitación bien iluminada, vestido con ropa deportiva. Se veía relajado y hablaba con naturalidad.

—Hola de nuevo —comenzó Curtis, sonriendo—. Hoy quiero hablarte sobre uno de mis lugares favoritos: el SteelWorks Gym. Es un gimnasio increíble, donde pasé gran parte de mi tiempo. Para mí, era más que un lugar para hacer ejercicio; era un refugio. El ambiente allí siempre me motivaba a dar lo mejor de mí.

Curtis hizo una pausa, mirando a la cámara con una expresión reflexiva.

—¿Sabes? El SteelWorks Gym no era solo un lugar para mejorar físicamente. Conocí a muchas personas allí, algunas de las cuales se convirtieron en amigos cercanos. Era un espacio donde podía despejar mi mente y concentrarme en mis metas. Me gustaba entrenar por las mañanas, cuando el gimnasio estaba tranquilo y podía concentrarme sin distracciones.

A medida que Curtis hablaba, Zayn se daba cuenta de la pasión que este joven tenía por el gimnasio y la importancia que tenía en su vida. Sin embargo, aún quedaban muchas preguntas sin respuesta. La mención de SteelWorks Gym le dio a Zayn una nueva pista. Quizás podría investigar más sobre este lugar y, con suerte, encontrar personas que conocieran a Curtis.

El video terminó con Curtis levantando una mancuerna y sonriendo.

—Si alguna vez necesitas un lugar para escapar y despejar tu mente, te recomendaría este lugar. Es más que un gimnasio, es una comunidad. Espero que puedas encontrar algo similar que te haga sentir igual de bien.

Zayn apagó la grabación y se quedó pensando. Ya había decidido cuál sería su próximo paso. ¿Qué más podría descubrir sobre el hombre que le había cedido su cuerpo? ¿Qué secretos guardaba Curtis Raymond?

2

En un horario mañanero, Zayn, algo nervioso, entró al SteelWorks Gym dejándose llevar por la curiosidad. El bullicio del gimnasio, con el sonido de pesas y música vibrante, lo envolvía. Se acercó a la recepción, donde un hombre corpulento con barba bien cuidada y cabello gris lo saludó con una sonrisa amplia.

—¡Curtis! —exclamó el hombre con entusiasmo—. ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Cómo has estado?

Zayn se tensó por un momento, sorprendido por el saludo. Se dio cuenta de que el hombre, claramente familiarizado con Curtis, lo había confundido. Decidió seguir la conversación para ver a dónde llevaba.

—Sí, he estado… ocupado —respondió Zayn, intentando sonar natural.

El hombre asintió comprensivamente.

—Sí, la vida puede ser un caos. Los muchachos te extrañan en las sesiones matutinas. ¿Sigues con tus rutinas habituales?

Zayn sintió un nudo en el estómago, pero trató de mantener la compostura.

—Más o menos. Me estoy adaptando a algunas cosas nuevas.

El hombre lo miró más de cerca, notando algo diferente. Su expresión se tornó de amistosa a curiosa y confusa.

—Algo… algo está diferente. ¿Estás bien, Curtis?

Zayn, sintiendo que no podía seguir con la fachada, sacó una tarjeta del bolsillo. Se la entregó al hombre, sin decir una palabra. Este tomó la tarjeta, la examinó y puso una mirada de sorpresa al darse cuenta de lo que tenía en las manos.

—¿Esto es un… Merge? —preguntó, levantando la vista hacia Zayn.

—Sí, es…

—La tarjeta de identificación que usan las personas que ocupan cuerpos diferentes a los suyos.

—Eso.

El sujeto soltó un suspiro y esbozó una media sonrisa, asimilando la situación.

—Ya veo… así que el cabrón lo hizo después de todo —dijo, con una mezcla de incredulidad y resignación—. Siempre hablaba de hacer algo grande, pero nunca pensé que realmente se atrevería.

Zayn asintió, sintiéndose algo incómodo pero aliviado de que el tipo comprendiera rápidamente la situación.

—Sí, es… complicado. Pero, honestamente quería venir aquí para aprender más sobre él. Sentirme más conectado con su vida.

El hombre le devolvió el Merge y lo miró con una mezcla de sorpresa y comprensión.

—Curtis era un buen tipo, siempre dispuesto a ayudar y comprometido con sus entrenamientos. No era de los que hablaban mucho de sus problemas, pero se notaba que tenía sus luchas. Ahora entiendo por qué estaba tan decidido. Espero que encuentres lo que estás buscando aquí.

El tono del hombre era pragmático, reflejando una aceptación de la situación sin demasiada emoción. Aunque parecía entender la magnitud de lo que Curtis había hecho, no se dejó llevar por la nostalgia.

—A propósito, soy Zac. El dueño del gimnasio —aclaró, extendiendo la mano para un apretón firme que Zayn correspondió—. Y aunque ya no seas Curtis, siempre serás bienvenido aquí. Este lugar fue importante para él, y puedes considerarlo tuyo también. Si necesitas algo, solo avísame.

Zayn agradeció con una ligera sonrisa, sintiéndose más tranquilo.

Zac, señalando con una mano hacia el interior del gimnasio, comenzó a explicarle las diferentes áreas a Zayn.

—En el primer piso, tenemos todo el equipo para trabajar el tren inferior —dijo, con un tono amistoso—. Máquinas para piernas, peso libre, y todo lo que necesitas para entrenar de cintura para abajo.

Zayn asintió, siguiendo la explicación con interés.

—En el segundo piso, es donde entrenamos el tren superior. Hay una variedad de máquinas para pecho, espalda y brazos. Además, tenemos un octágono de peleas y un área para clases de aeróbicos. Las clases se imparten por la mañana y por la tarde, si te interesa.

—Gracias, lo tendré en cuenta —respondió Zayn, agradecido por la orientación.

Zac le dio una palmada amistosa en el hombro.

—No hay de qué.

Zayn subió las escaleras al segundo piso y se dirigió a la zona de entrenamiento de tren superior. Empezó a calentar con algunos ejercicios ligeros, moviendo los brazos y haciendo rotaciones de hombros para aflojar los músculos. Sin embargo, no pudo evitar notar a varias personas reunidas alrededor del octágono, observándolo con atención. Entre ellos, había mujeres y hombres que intercambiaban miradas y susurros, evidentemente intrigados por su presencia.

Mientras Zayn realizaba estiramientos y movimientos de calentamiento, uno de los hombres, un tipo calvo y robusto con una actitud desafiante, se adelantó desde el grupo. Llevaba una camiseta negra sin mangas, para lucir sus múltiples tatuajes, y una expresión de arrogancia en su rostro. Se acercó a Zayn con una mirada que denotaba sorpresa y desdén.

—¡Raymond! —lanzó, con un tono retador—. ¿Qué haces aquí, hombre? Pensé que habías dejado de venir a estos lares para evitarme —bufó—. ¿Listo para terminar lo que empezamos en el octágono?

El ambiente se cargó de tensión al instante. Los demás se giraron para observar la interacción, esperando la respuesta de Zayn. Este sintió una fuerte incomodidad, sabiendo que el hombre lo estaba provocando. Mientras pensaba en cómo responder, un recuerdo vívido de la noche del accidente lo invadió: la sensación de adrenalina, la euforia de vivir al límite, y luego, el giro brusco del destino que lo dejó gravemente herido.

La memoria de ese momento lo sacudió, recordándole las consecuencias de dejarse llevar por el impulso. Pero también le hizo darse cuenta de la importancia de enfrentar sus miedos y desafíos. Zayn tomó una respiración profunda, sintiendo un cosquilleo de nervios y determinación. No quería más conflictos, pero entendió que este enfrentamiento no era solo un reto físico; era una oportunidad para superar una parte de su pasado que lo había estado atormentando.

El hombre, al ver la vacilación en Zayn, insistió con una sonrisa provocativa:

—Vamos, no te hagas el tímido. Todos aquí sabemos que te gusta un buen reto. No estarás asustado, ¿verdad?

Zayn sintió la presión de las miradas y el juicio silencioso de los presentes. A pesar de sus dudas y la memoria dolorosa del accidente, decidió que no huiría. Se llenó de valor y miró al hombre directamente a los ojos.

—Tú lo pediste, calvo —dijo Zayn con firmeza, tratando de proyectar una confianza que aún estaba desarrollando.

El hombre, sorprendido, sonrió con genuina diversión.

Ambos, dispuestos a enfrentarse, cruzaron el umbral del octágono, la atmósfera estaba cargada de tensión y expectación. La multitud se arremolinaba alrededor, susurros y vítores llenaban el aire. El hombre avanzaba con paso firme, sus gestos exudaban una confianza desafiante.

Mientras Zayn se acercaba al área de preparación, el hombre comenzó a estirarse, sus movimientos exagerados y llenos de arrogancia. Zayn se sentó en el banco, tratando de calmar el temblor en sus manos mientras se colocaba los guantes de kickboxing. La sensación de inseguridad era palpable; sus movimientos eran torpes y pesados. Luego, tomó el casco de protección y lo ajustó con manos temblorosas. El hombre observaba con sorpresa y desdén.

—¿Así que ahora necesitas todo ese equipo para enfrentarte a mí, Raymond? —preguntó el hombre con una sonrisa despectiva—. Antes no solías preocuparte tanto por estas cosas. ¿Estás asustado o simplemente te has vuelto más precavido?

Zayn ignoró el comentario y terminó de ajustarse el casco, su mente enfocada en el combate que estaba por comenzar. Con un último respiro profundo, se dirigió hacia el centro del octágono, listo para enfrentarse a su adversario.

El hombre se acercó a Zayn, preparándose para el primer ataque. Cuando comenzó la pelea, lanzó un directo de derecha que Zayn esquivó parcialmente. El impacto aún lo hizo tambalear.

—¿Qué mierda, Raymond? —se mofó el hombre—. ¿Acaso olvidaste cómo esquivar mis golpes? No te sientes tan confiado ahora, ¿verdad?

El hombre siguió con una combinación rápida y brutal de golpes. Un gancho al cuerpo y un uppercut
lo hicieron retroceder. Cada golpe venía acompañado de un comentario mordaz.

—¿No pensaste que serás capaz de vencerme con solo fuerza bruta? —se burló el hombre—. Raymond, siempre te has enfrentado a desafíos duros. ¿Creías que este no sería uno?

Zayn intentaba mantenerse en pie, pero el ritmo rápido y la precisión del hombre lo abrumaban. Cada golpe parecía desafiar su resistencia y confianza.

—Vamos, ¿no vas a contraatacar? —el hombre dijo con desdén—. ¿O estás demasiado ocupado pensando en adaptarte?

La brutalidad de los golpes era evidente: un roundhouse kick al costado y un spinning back fist al rostro dejaron a Zayn tambaleándose.

—Vaya, parece que tus entrenamientos no son tan efectivos después de todo —comentó el hombre—. Apuesto a que ahora estás reflexionando.

Zayn sintió el dolor y la presión de las miradas de la multitud, que solo intensificaba su inseguridad. A pesar de tener un cuerpo capaz y entrenado, se encontraba incapacitado para atacar con la fuerza y precisión que deseaba. Cada golpe que intentaba lanzar parecía falto de convicción, como si su mente estuviera luchando contra una barrera invisible.

El peso de las expectativas, las miradas expectantes y los murmullos a su alrededor le hacían sentir más pequeño. La frustración y la ira comenzaron a hervir dentro de él, mezclándose con la vergüenza y el temor al fracaso. La voz del hombre resonaba en su mente, sus palabras desafiantes y burlonas. Era como si cada golpe que recibía no solo golpeara su cuerpo, sino también su espíritu.

En medio de este torbellino de emociones, Zayn se dio cuenta de que estaba atrapado en su propia indecisión. Tenía la fuerza y la habilidad, pero carecía de la confianza para liberarlas. En ese momento de claridad, recordó las palabras de Cindy sobre aprovechar esta segunda oportunidad, sobre encontrar su propio camino.

Con esa chispa de determinación, la ira que sentía se transformó en una fuerza impulsora. Decidió dejar de lado sus dudas y miedos. Con un rugido de frustración, canalizó toda su emoción y energía en un ataque final. Con una velocidad y precisión inesperadas, lanzó un potente recto directo. El golpe conectó con el mentón del hombre, con una fuerza que Zayn apenas sabía que controlaba. El impacto fue contundente, y el hombre cayó al suelo, sorprendido y aturdido.

La multitud estalló en más vítores y gritos de sorpresa. Zayn se quedó allí, respirando pesadamente, sintiendo la adrenalina correr por sus venas. Había logrado conectar un golpe que no solo derribó a su oponente, sino que también rompió la barrera interna que lo había estado reteniendo. Pero, la pelea no había terminado.

—¡Así que lograste un buen golpe! —se rió el hombre desde el suelo, su voz llena de admiración—. Pero, ¿realmente crees que eso será suficiente?

Sin embargo, el alivio de Zayn fue breve. El hombre se levantó rápidamente, su expresión era ahora un pandemonio de admiración y furia. Con una serie de golpes más implacables, logró derribar a Zayn. Mientras yacía en el suelo, el hombre continuó hablando.

—No te desanimes, Raymond. ¿No era esto lo que esperabas? ¿Creías que todo sería fácil?

Desde el suelo, Zayn levantó la vista y vio a una chica de cabello negro con un aura extraña observándolo con curiosidad. Su presencia parecía fuera de lugar, y sus ojos reflejaban un destello de interés y extrañeza.

—Mira lo que has hecho, Raymond —dijo el hombre mientras se acercaba—. Te has puesto en una posición difícil. ¿Qué harás ahora?

CAPÍTULO 3

PARTE 3: INTERCEPCIÓN

1

Zayn se levantó con dificultad, sus piernas temblaban bajo el peso del cansancio y la confusión. El sudor resbalaba por su frente, mezclándose con la sangre de un corte en su ceja. A pesar del dolor, sus ojos estaban llenos de una determinación feroz. El hombre, notando la debilidad de Zayn, sonrió con una satisfacción cruel, levantando su puño para un golpe final.

—Terminemos con esto, Raymond —dijo el sujeto, su voz goteando desdén.

Y justo cuando estaba a punto de lanzar el golpe, una voz firme y autoritaria resonó en el gimnasio.

—¡Ya basta, Chris!

La multitud se volvió hacia Zac, que avanzaba rápidamente hacia el octágono, con el ceño fruncido y una expresión severa. Zac entró al área de pelea, colocando una mano firme en el hombro de Chris, deteniéndolo en seco. La tensión era palpable, y los murmullos comenzaron a llenar el gimnasio.

—Escuchen todos —comenzó Zac, su voz resonante. El silencio cayó sobre la multitud mientras todos esperaban expectantes—. Este hombre no es Curtis. Su nombre es Zayn de Meuron.

Chris frunció el ceño, confundido.

—¿Qué? ¿Qué estás diciendo?

Zac lo miró con firmeza antes de dirigirse a todos los presentes.

—Es… un nuevo ocupante, alguien que ha tomado este cuerpo bajo circunstancias que ninguno de nosotros comprende completamente. Curtis ya no está aquí. Se ha ido, dejando atrás una vida que muchos conocían, pero que pocos entendían realmente. Y ahora, Zayn está aquí, tratando de encontrar su camino en un cuerpo que no es suyo, en una vida que no eligió.

Los susurros crecieron en intensidad. Chris miró a Zayn con los ojos entrecerrados, tratando de procesar la información. Zac se tomó un momento, respiró hondo y continuó con una expresión seria.

—Este no es un espectáculo para que todos juzguen o comparen. Es una situación complicada. Chris, esta pelea no es justa ni necesaria. No es justo para Zayn, ni para ninguno de nosotros.

Chris, aún en estado de shock, balbuceó:

—Pero… ¿cómo es posible? —cuestionó Chris—. Es decir, ¿estuviste viendo todo este tiempo y no interviniste?

Zac soltó un suspiro pesado, se encogió de hombros con una sonrisa irónica y miró a Chris directamente.

—Oh, sí que iba a hacerlo Chris, pero me pareció muy entretenido que un maldito adolescente te haya dejado en el suelo de un solo golpe —Zac negó con la cabeza, expresando desaprobación y lástima—­. Debería darte vergüenza.

El gimnasio quedó en un silencio pesado. Zac dio un paso más cerca de Zayn, colocando una mano de apoyo en su hombro.

—Chico, no tienes que demostrar nada aquí. Ya es suficiente.

Dirigió su mirada a Chris, quien finalmente bajó los puños, y luego recorrió con la vista a los espectadores.

—Todos ustedes deben entender que la vida de Curtis, con sus misterios y decisiones, se ha terminado. Ahora, debemos respetar la realidad de Zayn y darle el espacio para vivir su propia historia.

La multitud comenzó a dispersarse, la atmósfera cargada de tensión se fue disipando lentamente. Zayn permaneció en el centro del octágono, aún asimilando la revelación pública de su identidad. Mientras tanto, en un rincón del gimnasio, la chica de cabello negro que Zayn había notado antes se mantenía en silencio, observando todo con una expresión inescrutable.

Cuando Zac terminó de hablar, ella parecía absorber cada palabra. Sus ojos se clavaron en Zayn, su mirada intensa y llena de curiosidad. Por un momento, sus miradas se encontraron. Zayn, todavía respirando con dificultad y sintiéndose expuesto, no pudo evitar sentir una mezcla de incomodidad y curiosidad ante la intensidad de su mirada.

Ella levantó una ceja, como si estuviera procesando lo que acababa de escuchar, y luego, sin decir una palabra, desvió la mirada. Su expresión era difícil de descifrar; no había juicio ni simpatía clara, sólo una especie de cautela distante.

Zayn la observó por un momento más, sintiendo una extraña conexión con ella, aunque no sabía por qué. Finalmente, ella se giró completamente, alejándose del octágono con un paso firme y decidido, dejándolo con una sensación de incertidumbre y la vaga impresión de que ella sabía más de lo que había dejado ver.

Zac, notando la interacción, le dio una suave palmada en la espalda a Zayn, como para traerlo de vuelta al presente.

—Vamos, chico. Es hora de dejar esto atrás.

2

Las calles iluminadas por la luz del sol de la mañana. Zayn caminando, sintiendo el calor del día comenzando a asentarse. El dolor de los golpes recibidos se hacía más evidente. Estaba decidido a llegar a casa sin que sus padres notaran su estado; sabía que las preguntas y la preocupación serían inevitables.

Al llegar a su casa, se detuvo un momento frente a la puerta, respirando hondo para calmarse. Giró la llave en la cerradura con cuidado, intentando no hacer ruido. Entró sigilosamente, cerrando la puerta detrás de él con suavidad. Al entrar, escuchó los ruidos familiares de la vida cotidiana: su madre en la cocina, probablemente preparando el desayuno, y su padre en el jardín, cortando el césped.

Zayn sabía que no podía arriesgarse a cruzarse con ellos. Caminó de puntillas por el pasillo, pasando junto a la cocina, donde el olor del café recién hecho llenaba el aire. Pudo ver de reojo a su madre concentrada en la preparación de unos panqueques. Continuó avanzando, esquivando la mirada hacia el jardín, donde su padre estaba ocupado con la podadora.

Subió las escaleras rápidamente y, al llegar a su habitación, se deslizó dentro y cerró la puerta con cuidado. Dejó escapar un suspiro de alivio; había logrado entrar sin ser visto. Se dirigió al espejo, observando su rostro magullado y los moretones que comenzaban a formarse.

—No puedo dejar que me vean así —pensó, mientras se lavaba la cara rápidamente y se cambiaba de ropa.

Aún con la adrenalina presente y sin ánimos de enfrentar a sus padres, decidió distraerse. Se sentó en su escritorio y encendió su portátil. La pantalla iluminó la habitación en penumbra, y su mente se centró de nuevo en Curtis.

Zayn se recostó en su silla, y navegando por las carpetas, decidió abrir otro archivo de video titulado «El presente». Sin pensarlo mucho, hizo doble clic en este y se preparó para escuchar.

La imagen se aclaró, revelando a Curtis sentado en un tronco bajo un cielo gris, envuelto en un impermeable para protegerse de la suave lluvia. Estaba cerca de un lago sereno, acampando en medio de un bosque. La tenue luz del atardecer se reflejaba en el agua tranquila. Curtis mantenía una expresión fría y pensativa, con la mirada fija en el horizonte, como si estuviera contemplando las infinitas posibilidades que la naturaleza le ofrecía.

Después de un largo momento, sin desviar la vista de aquel paisaje, comenzó a hablar con un tono calmado y seguro. Su voz se fusionaba con el suave sonido de la lluvia.

—A veces, es necesario apartarse de todo para despejar la mente —dijo—. El ruido constante de la vida puede volverse ensordecedor, y en esos momentos, encontrar un espacio como este, lejos de las distracciones, es esencial. Aquí, en la tranquilidad de la naturaleza, uno puede escuchar sus propios pensamientos, sentir la paz que el mundo ofrece en su estado más puro.

Hizo una pausa, dejando que el sonido de la lluvia llenara el silencio, antes de continuar.

—Cuando despiertes en este cuerpo —prosiguió, su voz un poco más firme—, no solo tendrás que adaptarte a él. Habrá una fusión de identidades, una danza entre lo que eras y lo que ahora serás. Pero eso no es todo. Despertarás en un mundo que también ha cambiado, un lugar donde la realidad es tan fluida como el agua de este lago. Tendrás que aprender a navegar en esta nueva realidad, encontrar tu lugar en ella, y entender que, como este paisaje, todo está en constante cambio.

Curtis finalmente apartó la mirada del horizonte y la dirigió hacia la cámara, sus ojos eran intensos, llenos de un extraña vibra de tristeza y esperanza.

—No te preocupes si sientes que no encajas de inmediato. La adaptación es un proceso, y el mundo que te rodea puede ser tan acogedor como desafiante. Pero recuerda, a veces, para encontrar la claridad, solo necesitas un momento de silencio, un lugar donde puedas respirar y ser tú mismo, sin el peso de las expectativas. Este viaje no es solo sobre tomar este cuerpo; es también sobre descubrir quién puedes llegar a ser en este nuevo contexto.

Curtis hizo una pausa, una sonrisa juguetona apareciendo en sus labios.

—Ah, y se me olvidaba —dijo, con un tono más ligero—. Si vas al gimnasio, ten cuidado con Chris. El tipo está medio loco. Y no, no es una broma. Puede que trate de divertirse contigo, pero créeme, su concepto de «diversión» es bastante… único.

Con una última sonrisa enigmática, Curtis apagó la cámara.

Zayn, sentado en su escritorio, esperó a que el video terminara. Sus ojos se llenaron de frustración y desconcierto.

—Así que ese tipo es más complicado de lo que parecía —murmuró para sí mismo—. No puedo creer que tuve que enfrentar a alguien que hasta Curtis considera… inusual.

De golpe, el sonido de una notificación interrumpió el asunto. Zayn se levantó lentamente y sacó el celular del bolsillo. Al desbloquear la pantalla, vio un mensaje de Cindy:

¿Puedes venir a mi casa esta noche?

La solicitud era breve y directa, pero su tono dejaba entrever algo más.

—¿Una invitación casual?

Finalmente, suspiró y se levantó, decidiendo que lo mejor sería descubrirlo por sí mismo.

3

Esa noche, un taxi lo dejó frente a la casa de Cindy. La calle estaba tranquila, alumbrada solo por las farolas dispersas y la tenue luz que salía de algunas ventanas. Zayn pagó al taxista y salió del coche, sintiendo el fresco aire nocturno mientras caminaba hacia la puerta.

Al llegar, tocó el timbre y esperó. Poco después, la puerta se abrió, revelando a Cindy con una expresión de curiosidad y algo más que él no pudo identificar de inmediato. Sin embargo, esa mirada cambió rápidamente cuando notó los golpes y moretones en su rostro.

—¡Santo Cielo, Zayn! —exclamó Cindy, claramente sorprendida—. ¿Qué te pasó? Parece que peleaste contra un oso o algo peor.

Una vez dentro, Cindy lo llevó al sofá de la sala y le indicó que se quitara la camisa para que pudiera revisar mejor sus heridas. Zayn, un poco avergonzado, obedeció y se la quitó, revelando los moretones y cortes que cubrían su torso.

Cindy trajo un botiquín y comenzó a limpiarle las heridas con cuidado, aunque en ocasiones se notaba un toque de torpeza en sus movimientos.

—No sabía que ahora te dedicabas al sadomasoquismo —dijo ella mientras aplicaba desinfectante en un corte en su hombro.

Zayn soltó una risa adolorida.

—Sí, bueno. Guárdame ese secreto, ¿quieres? —bromeó.

Cindy sacudió la cabeza, sonriendo un poco mientras continuaba con su labor.

—No te preocupes, ya te he guardado muchos. Este no me sorprende tanto.

—Lo sé… lo sé.

Cindy dejó escapar una risa suave, pero luego su expresión se volvió seria.

—Pero en serio, ¿qué te pasó?

Zayn suspiró, decidiendo contarle la verdad.

—Fui al gimnasio al que asistía mi donante y tuve una sesión de sparring salvaje con uno de sus conocidos. Fue… complicado. Digamos que no salió como esperaba.

En lo que hablaba, Cindy continuaba limpiando y tratando sus heridas. En un momento, al mover una gasa, presionó sin querer una zona particularmente sensible.

—¡Ay! —exclamó Zayn, encogiéndose de dolor.

—¡Lo siento! —dijo Cindy rápidamente, con genuina preocupación en su voz. Sus manos se suavizaron y, en un gesto casi instintivo, comenzó a acariciar suavemente su espalda, tratando de calmarlo.

Zayn se sintió sorprendido por el toque delicado, pero no hizo ningún movimiento para detenerla.

Cindy se acercó un poco más y, en un movimiento impulsivo, lo abrazó desde atrás, apoyando su cabeza en su hombro.

—Mierda —susurró, su voz cargada de emoción—. En realidad, eres tú Zayn. Pensé que te perdería aquella noche. —Su voz se quebró, y Zayn sintió cómo las lágrimas de ella humedecían su piel morena.

Zayn sintió el peso de su desahogo. El llanto suave de ella lo conmovió profundamente. Giró ligeramente para mirarla y, con delicadeza, levantó su rostro, obligándola a mirarlo a los ojos.

—Cindy… —murmuró, su voz baja y llena de una ternura que rara vez mostraba—. Creo que nunca te he agradecido lo suficiente por todo lo que has hecho por mí.

Sus dedos, cálidos y cuidadosos, recorrieron la línea de su mandíbula, secando las lágrimas que habían comenzado a rodar por sus mejillas. La proximidad entre ellos era palpable, un lazo silencioso que se formaba en el aire. Zayn se inclinó hacia ella, sus movimientos lentos y llenos de intención. Sus ojos se fijaron en los de Cindy, buscando una respuesta, una señal.

A medida que sus rostros se acercaban, Zayn dejó que su frente rozara la de ella. Cerró los ojos por un momento, saboreando la intimidad del momento, el latido acelerado de sus corazones resonando en la cercanía.

—Eres increíblemente valiente, ¿lo sabes? —susurró, su aliento cálido acariciando sus labios—. Y… me haces querer ser mejor.

La cercanía entre Zayn y Cindy prometía culminar en algo más, pero antes de que pudieran avanzar, un sonido inesperado desgarró el hechizo del instante: la puerta de entrada se abrió, seguido por risas y el sonido de pasos.

—Las niñas —dijo Cindy rápidamente, separándose de Zayn con un susurro urgente en su voz—. Ponte la camiseta, rápido.

Zayn se movió con rapidez, buscando su camiseta y vistiéndose mientras Cindy se levantaba del sofá. Apenas logró ajustarse la prenda cuando las dos hijas de Cindy entraron en la sala, trayendo consigo una energía vibrante. A pesar de que Cindy las llamaba «niñas», ya no tenían nada de niñas; ambas eran casi adultas, con la confianza y vivacidad de su edad.

—¡Hola mamá! —saludó la mayor, una joven de cabellera oscura y ojos plateados, lanzando una sonrisa a su madre.

La menor, de cabello dorado, el cual llevaba recogido, miró con ojos curiosos a Zayn con un toque de sorpresa e interés.

—¿Y él quién es? —preguntó, dirigiendo su mirada inquisitiva a Cindy.

Cindy, supremamente nerviosa, se apresuró a presentar a Zayn. Su voz temblaba ligeramente mientras intentaba parecer despreocupada.

—Él es… un amigo —dijo, lanzando una rápida mirada a Zayn—. Se llama Zayn.

Las dos chicas lo observaron con curiosidad, como si intentaran descifrar algo en su rostro. Zayn, incómodo, se rascó la nuca y formó una sonrisa amigable.

—Hola —dijo, tratando de parecer relajado—. Encantado de conocerlas.

Hubo un breve silencio, cargado de una incomodidad tangible. Cindy, tratando de persuadir todo, señaló una bandeja con tazas de café que había preparado en la cocina.

—¿Quieren café? —preguntó, su voz más alta de lo habitual.

—Sí, claro —respondió la mayor, aún observando a Zayn con una expresión intrigada.

—¿De qué hablaban? —preguntó la menor, su tono de voz lleno de un interés amenazante.

Zayn lanzó una mirada rápida a Cindy, quien sonrió con nerviosismo.

—Solo cosas de adultos —respondió Cindy rápidamente, forzando una sonrisa mientras se dirigía hacia la cocina—. Nada importante.

Las chicas se acomodaron en el sofá y Cindy les servía café, tratando de mantener la compostura. La menor, observó a Zayn con un gesto divertido.

—Entonces, Zayn. Si mi mamá…

Cindy, anticipando que la conversación podía desviarse hacia algo disparatado, intervino con una velocidad espectacular. Soltó una risa fingida y entregó las tazas de café a ambas chicas antes de que la menor pudiera decir algo más.

—Bueno, ya basta de preguntas, detective —dijo, tratando de sonar divertida—. Vamos, aquí está tu café. Disfrútalo.

La menor aceptó la taza, pero su expresión traviesa no desapareció.

—Zayn y yo vamos a… revisar algo en el garaje —dijo, señalando la puerta que daba con este—. Si necesitan algo, solo llamen, ¿de acuerdo?

La mayor de las dos, asintió lentamente, dándose cuenta de la tensión en el aire. La menor, por otro lado, simplemente encogió los hombros y se concentró en su café, aunque no sin antes lanzar una última mirada desarmante a Zayn.

Cindy tomó a Zayn del brazo y lo guió hacia la puerta del garaje, intentando mantenerse calmada. Una vez fuera de la vista de las chicas, soltó un suspiro aliviado.

—Lo siento —murmuró, cerrando la puerta tras ellos—. No esperaba que regresaran tan pronto.

Zayn soltó una leve risa, todavía procesando la serie de eventos.

—Son… encantadoras —dijo, sin saber realmente qué más añadir.

Cindy asintió, apoyándose contra la puerta del garaje.

—Sí, lo son. Pero a veces pueden ser… un poco imprudentes.

Ella miró a Zayn con una mezcla de nerviosismo y emoción, luego señaló un rincón del garaje donde había un montón de mantas amontonadas.

—En realidad, aquí en el garaje se encuentra el motivo por el cual te pedí que vinieras —dijo, entonando más seriedad—. Está forrado debajo de esas mantas. Quiero que lo veas.

Zayn, intrigado, caminó hacia el rincón y comenzó a retirar las mantas. Su curiosidad se intensificó con cada capa que quitaba, hasta que, finalmente, reveló lo que estaba debajo. Sus ojos se abrieron en sorpresa.

—No puede ser… —murmuró, asombrado.

Ante él estaba la moto en la que había tenido su accidente, completamente restaurada. La máquina brillaba como nueva, cada detalle cuidado con esmero. Cindy observó su reacción, una sonrisa tímida apareciendo en sus labios.

—Al ver el estado en el que había quedado, decidí repararla —dijo, con un tono suave—. Pensé que… bueno, que quizás podrías querer verla así.

Zayn acarició la moto con una mano, todavía asombrado por su impecable pulcritud. Sus ojos recorrían cada detalle restaurado, su mente llena de recuerdos.

—Está como si nunca le hubiese pasado nada —dijo en un tono melancólico, su voz apenas un susurro.

Cindy observó su expresión, notando algo de asombro y tristeza en sus ojos. De repente, una chispa traviesa iluminó su mirada.

—¡Hey, piensa rápido! —exclamó, lanzándole las llaves de la moto.

Zayn, sorprendido, atrapó las llaves en el aire.

—Pruébala —dijo Cindy con una sonrisa—. Quiero ver si sigue sonando tan bien como antes.

Zayn se tomó un momento, observando las llaves en su mano antes de insertarlas en el encendido de la moto. Respiró hondo, como si se preparara para revivir un capítulo de su vida que había dejado atrás. Giró la llave, y el motor rugió al instante, llenando el garaje con su potente sonido.

El rugido de la moto era profundo y resonante, como un león despertando de su letargo. Las paredes del garaje vibraron, amplificando el estruendo hasta que toda la casa pareció estar temblando con la fuerza del sonido. Zayn no pudo evitar sonreír, sintiendo la familiar vibración bajo sus manos.

De repente, el sonido de la moto se apagó momentáneamente con un chillido. Desde el otro lado de la puerta del garaje, se oyó la voz aguda y alarmada de la hija menor de Cindy:

—¡¿Qué fue eso?! —gritó con pánico.

Zayn y Cindy se miraron, impresionados por la reacción exagerada, y luego no pudieron evitar reírse.

—Oye… conozco un lugar —le dijo Cindy a Zayn—. Queda en la ciudad —manifestó, mirándolo con un gesto insinuante.

Al rato, Zayn y Cindy se encontraban dando una vuelta nocturna en la moto. El aire fresco de la noche les envolvía, y el motor ronroneaba suavemente bajo ellos con una energía contenida. Las luces de la ciudad aún estaban lejos y a medida que avanzaban, la carretera serpenteaba entre colinas y campos. El resplandor plateado de la luna sobre el asfalto húmedo, se extendía como un camino hacia lo desconocido, ofreciéndoles una sensación de libertad y tranquilidad.

En una de las curvas, al pasar por un mirador natural, se abrió ante ellos la vista de la ciudad en la distancia. Sin embargo, Zayn no pudo evitar notar lo diferente que se veía respecto a como la recordaba. Los edificios se alzaban hacia el cielo como gigantes de acero y concreto, una manifestación aplastante de poder. Eran estructuras exageradas y toscas, con líneas duras y ángulos pronunciados, pero a la vez transmitían una sensación de solidez y resistencia.

La intriga se apoderó de él al observar cómo la influencia de la tecnología había transformado el paisaje urbano. Las luces de neón y las pantallas digitales cubrían las fachadas, emitiendo un brillo constante y cambiante que acentuaba la naturaleza del lugar.

Zayn no pudo evitar sentirse pequeño ante tal magnitud. La vista era casi abrumadora, con los edificios extendiéndose como una muralla impenetrable contra el cielo nocturno. La sensación de opresión y asombro era palpable; la ciudad no solo era un refugio para sus habitantes, sino también una fuerza poderosa que dominaba el paisaje.

Mientras avanzaban hacia esta colosal urbe, Zayn sentía cómo la curiosidad crecía en su pecho.

La moto continuó su trayecto, llevando a Zayn y Cindy hacia el corazón de esta majestuosa y aplastante metrópolis, bajo el manto de la noche.

4

Al mismo tiempo, un tráiler avanzaba por el lado opuesto de la carretera, cruzándose con ellos en su trayecto.

Dentro de la cabina, el conductor mantenía el teléfono móvil cerca de su oreja, su rostro sombrío con una ceja partida. La luz tenue de los instrumentos en el tablero apenas revelaba su expresión concentrada mientras hablaba.

—Sí, el encargo va en camino —dijo con un tono de voz bajo, pero seguro—. En excelentes condiciones, tal como se especificó.

Hizo una pausa, escuchando atentamente.

—Sí, no habrá problemas. Estoy siguiendo la ruta establecida. Llegaré al punto de entrega a tiempo.

Otra pausa, y una leve fruncida en su ceño, como si procesara una advertencia.

—Entendido, Dreadnought. Me aseguraré de que todo salga según lo acordado.

El conductor, seguía las indicaciones con precisión, tomando un desvío por una estrecha vía que pasaba por antiguos almacenes y fábricas abandonadas. Las luces del tráiler iluminaban ocasionalmente grafitis descoloridos y vegetación que luchaba por abrirse paso entre las grietas del pavimento.

Conforme avanzaba, la ruta se volvía cada vez más desolada. Los altos muros de ladrillo, cubiertos de enredaderas, y las farolas escasas apenas proporcionaban luz. El entorno estaba sumido en una inquietante penumbra.

Al salir de una curva cerrada, el paisaje se abrió a una calle más amplia y recta, flanqueada por muros de contención y grandes contenedores de metal.

Fue en este tramo más abierto, justo cuando el tráiler había dejado atrás la última serie de edificios industriales, que varias furgonetas blindadas surgieron repentinamente de los lados, cortándole el paso. Las furgonetas se movieron con una coordinación impecable, cerrando la calle por delante y por detrás, atrapando al tráiler en un espacio estrecho y sin salida.

El conductor, sorprendido por la aparición repentina de los vehículos, pisó los frenos con fuerza. El chillido de los neumáticos resonó en la quietud de la noche, y el tráiler se detuvo en seco. En un instante, las luces de las furgonetas se encendieron, proyectando haces de luz cegadora que rompieron la oscuridad y lo rodearon con un brillo implacable.

Las puertas de las furgonetas se abrieron simultáneamente, y figuras vestidas con trajes tácticos negros emergieron, moviéndose con precisión militar. Sus rostros estaban ocultos tras máscaras que solo dejaban ver sus ojos fríos e impasibles. Cada máscara llevaba un logotipo de ADN, destacando en el negro mate. Estaban armados y se movían con una precisión milimétrica, sus movimientos cuidadosamente coordinados y cargados de letalidad.

Uno de los hombres enmascarados tomó un megáfono y, con una voz amplificada y autoritaria, gritó:

—¡Detenga el tráiler en nombre de la ACTC! ¡Salga del vehículo de inmediato!

El conductor sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que estaba atrapado, y el repentino despliegue de fuerza lo dejó sin opciones de escape. Un hombre alto y robusto, destacándose entre los demás, se acercó con pasos firmes hacia la cabina del tráiler. Llevaba un maletín de aspecto pesado.

El trailero tragó saliva, su mano temblando ligeramente al sujetar el volante. La atmósfera se cargaba de tensión. El hombre del maletín se acercó a la ventana del conductor y golpeó la puerta, exigiendo su salida. Sin otra opción, este abrió la puerta con manos sudorosas.

El hombre alto lo miró fijamente, su voz ronca y fría como un glaciar.

—Salga del vehículo —ordenó con un tono imperioso.

El conductor asintió lentamente, desabrochando su cinturón de seguridad. Mientras salía del camión, el aire se volvía cada vez más denso. Los hombres con máscaras y trajes tácticos se movieron con precisión, apuntando sus armas hacia él y el tráiler.

De pie junto a su vehículo, el conductor observó con impotencia cómo el hombre del maletín se dirigía a la parte trasera del tráiler. Antes de proceder, el hombre alto tomó un dispositivo de comunicación y, con voz firme, dijo:

—Delta, permiso para abrir las puertas traseras.

Hubo un breve silencio antes de que una voz grave y autoritaria respondiera:

—Permiso concedido.

Con la autorización recibida, el hombre hizo un gesto hacia uno de los enmascarados, quien rápidamente se acercó y abrió las puertas traseras del tráiler. Al abrirse, el interior reveló varias cajas de gran tamaño, similares a las de una nevera, distribuidas a lo largo del espacio. Aunque no parecía ser una sorpresa para ellos, los hombres enmascarados se mantuvieron cautelosos.

El hombre alto se adentró en el tráiler con paso decidido, indicando a los demás que mantuvieran la guardia. Colocó el maletín en el suelo y lo abrió con un clic rápido, revelando una serie de instrumentos quirúrgicos y herramientas especializadas que brillaban bajo la luz del interior del tráiler.

Sacó una herramienta de corte láser, se acercó a una de las grandes cajas y comenzó a trabajar en su superficie, cortando cuidadosamente para evitar dañar el contenido. La atmósfera dentro del tráiler se volvía cada vez más pesada mientras los hombres enmascarados observaban en silencio.

Retiró la tapa de la caja y se quedó estupefacto al ver el contenido.

—¿Qué hay adentro? —preguntó la voz de Delta.

El hombre, aún asombrado, tardó un momento en responder. La voz de Delta, impaciente, volvió a resonar:

—¿Qué es lo que ves, Phage?

La escena era impactante, dentro de la caja había un contenedor transparente, y en su interior, flotaba el cuerpo de un niño. Su pequeño cuerpo inerte estaba encapsulado en un líquido, conservado como si fuera un artefacto.

Desde el dispositivo de comunicación, Delta, volvió a inquirir con desesperación:

—¿Phage?

Finalmente, el hombre, con la voz apenas conteniendo su conmoción, respondió:

—Es el cuerpo de tu hijo.

CAPÍTULO 4

PARTE 4: ENTRE LUCES Y SOMBRAS

1

Desde la profundidad de un callejón sumido en decadencia, los edificios, altos y agrietados, se alineaban como titanes olvidados, con grafitis que parecían heridas abiertas en sus muros de concreto y metal. Los cables sueltos colgaban como serpientes inertes, chisporroteando ocasionalmente con una chispa eléctrica que iluminaba en pequeños intervalos el caos circundante. Pilas de basura, mezcladas con restos de tecnología obsoleta y partes de maquinaria desechada, se apilaban en cada rincón, emitiendo un olor a descomposición y óxido que impregnaba el aire.

Unos hologramas intermitentes proyectaban anuncios desgastados y fantasmas de imágenes que se desvanecían en el aire como ecos del pasado. El entorno estaba cubierto por una neblina espesa que se aferraba al suelo. En medio de esa penumbra, el zumbido de la ciudad era un murmullo distante, como un gigante dormido que ignoraba este oscuro rincón.

Desde lo más profundo de la oscuridad, una transmisión se abrió paso. Una voz masculina, distorsionada por la interferencia, se dirigía hacia un receptor oculto:

—El equipo 1 ha completado la intercepción. Quedamos a la espera de tus resultados. A partir de ahora, cortamos comunicaciones. Cambio y fuera.

La voz, con la precisión de un mensaje codificado, parecía flotar como un eco digital, dejando un rastro de estática que se disipaba en el ambiente.

El silencio volvió a reinar, pero solo por un instante. De repente, dos círculos luminosos rompieron la negrura opresiva del callejón, revelándose como ojos que emergían desde lo más profundo de las sombras. La presencia oculta detrás de ellos, emanaba una sensación amenazante.

De inmediato, se enfocaron en la figura de un hombre de baja estatura que acababa de bajarse de un automóvil semiblindado frente a un club cercano. A su alrededor, la gente hacía fila, esperando entrar, mientras algunas luces de neón centelleaban sobre sus cabezas y la música vibrante llenaba la atmósfera.

El hombre, caminó con seguridad hacia la entrada. Al verlo, el guardia de seguridad, que vigilaba la puerta con una mirada estricta, se enderezó y le permitió el acceso sin titubear. Cinco guardaespaldas, vestidos de manera similar en trajes oscuros, lo siguieron de cerca, sus ojos atentos a cada movimiento. La multitud observó con curiosidad y un toque de respeto mientras el grupo pasaba.

Apenas cruzaron, se sumergieron en un ambiente de luces relampagueantes y música electrónica. La muchedumbre danzante parecía un mar de siluetas bajo el juego de luces, mientras que el aroma de bebidas exclusivas llenaba los alrededores. Al acercarse a la entrada principal, una chica de tez bronceada, vestida con un elegante vestido que complementaba el ambiente lujoso, se aproximó con una sonrisa idónea.

—Bienvenido, señor Zephyr —dijo con una voz suave y segura, haciendo un pequeño gesto con la mano—. Su sala privada está lista.

Le señaló el camino con un gesto sutil, y el grupo comenzó a seguirla. Mientras avanzaban por el club, pasaron por áreas excepcionales, con mesas rodeadas de asistentes disfrutando de cócteles y una particular vista del escenario principal. La chica caminaba con seguridad, su traje resplandecía bajo las luces de la discoteca.

Al atravesar una serie de pasillos, llegaron a un elevador dorado y decorado con luces suaves. El contexto en esta zona era más tranquilo, aislado del bullicio de la pista de baile. La chica pulsó un botón en el panel del elevador, y las puertas se cerraron detrás de ellos, sumergiéndolos en un silencio momentáneo.

Mientras ascendían, la chica se giró hacia Zephyr y sus acompañantes, con una sonrisa enigmática en el rostro.

—Su festín está listo —dijo, su voz impregnada de una anticipación sutil, al tiempo que las puertas del elevador se abrían con un suave ding.

Salieron del elevador a un salón lujosamente decorado. El centro de la sala estaba dominado por un gran ventanal que ofrecía una vista panorámica de la ciudad, con sus luces brillantes extendiéndose hasta el horizonte. Sin embargo, no era la vista lo que capturaba la atención. A lo largo de la sala, había numerosas personas realizando distintas cosas: conversando, jugando cartas, besándose. Parecían formar parte de una escena social, casual y elegante.

Pero había algo profundamente anormal.

Todos, excepto los guardaespaldas y Zephyr, estaban inmóviles. Sus cuerpos parecían suspendidos en el tiempo, congelados en momentos de interacción cotidiana. Aunque eran claramente humanos, había algo inquietante en ellos; sus ojos vacíos y sin vida, sus expresiones fijas, daban la sensación de estar ante maniquíes de carne y hueso. Era como si se hubiera detenido el tiempo en medio de un cuadro, dejando a las figuras atrapadas en un instante eterno.

Zephyr observó la escena con una mezcla de fascinación y frialdad. La quietud era tan completa que se podía escuchar el suave zumbido de la ventilación y el leve crujido de la estructura del edificio. La chica, antes de volver al elevador, se giró una última vez hacia él, con la misma sonrisa que había estado usando.

—Que lo disfrute —dijo, mientras las puertas del elevador se cerraban, dejándolo a él y a sus guardaespaldas en la quietud del salón.

Zephyr observó la escena con una expresión expectativa contenida. Girándose hacia sus guardaespaldas, dio una orden clara y directa:

—Vigilen los alrededores. Esto me va a tomar un buen rato.

Los guardaespaldas asintieron y se dispersaron por la sala, posicionándose estratégicamente para asegurar el lugar. Zephyr, ahora libre de preocupaciones, comenzó a caminar entre los cuerpos inmóviles, sin prisa y con una creciente sensación de anticipación. Con un movimiento despreocupado, se quitó el saco del traje y lo dejó caer al suelo, como una ofrenda a la quietud que lo rodeaba.

Se acercó al grupo de personas que estaban en medio de una conversación congelada. Sus miradas vacías y sus bocas abiertas en expresiones de diálogo no completado. Zephyr se inclinó ligeramente, observándolos con una curiosidad morbosa.

—¿De qué hablaban? —preguntó, su tono lleno de burla y malicia—. ¿De cómo se siente ser tan deliciosamente huecos?

Mientras se alejaba de ellos, empezó a desabotonarse la camisa, dejando que cayera al piso, exponiendo su torso con la misma indiferencia que si estuviera simplemente quitándose una capa molesta. Se dirigió al grupo que jugaba cartas, sus dedos rozando las fichas y las cartas como si tocara una obra de arte en exhibición.

—¿Cuáles son sus apuestas? —dijo con una sonrisa torcida—. Parece que les falta arriesgar más.

Zephyr se movió entonces hacia una pareja que se encontraba besándose. Un chico y una chica, atrapados en un momento de intimidad eterna. Se detuvo frente a ellos, su mirada llenándose de una luz extraña y excitada.

—Con ustedes era con quienes quería hablar —dijo, su voz goteando con una fusión de entusiasmo y lascivia—. Perdón por llegar tarde. He tenido mucho trabajo, pero ya estoy aquí. Ahora podemos comenzar, aunque veo que ya se me estaban adelantando.

Con una calma escalofriante, Zephyr terminó de quitarse la ropa, desprendiéndose de sus pantalones y ropa interior. Se acercó aún más a la pareja, y sin romper el contacto visual, se inclinó para unirse al beso, formando un trío de labios, lenguas y respiraciones compartidas. La piel fría de los cuerpos inmóviles contrastaba con su propia calidez, una sensación que pareció disfrutar intensamente.

Con una mano segura, tomó la de la chica, que descansaba en el rostro del chico, y la guió suavemente hacia su propio miembro.

Zephyr, completamente inmerso en su fantasía, comenzó a mover la mano de la chica de arriba abajo. Un gemido escapó de sus labios, reverberando en la sala silenciosa. La sensación de la piel fría y sin vida de su contacto parecía intensificar su placer, alimentando oscuros deseos. Con su otra mano, Zephyr deslizó los dedos bajo el vestido de la chica, explorando sin inhibiciones hasta llegar a sus partes íntimas. Empezó a frotarla, disfrutando de la quietud absoluta de su cuerpo mientras lo manipulaba.

En su éxtasis, Zephyr empujó con fuerza el cuerpo de la chica hacia una mesa cercana, sin reparar en las copas de cristal fino que se alineaban en su superficie. El impacto hizo que la chica cayera sobre la mesa, rompiendo varias copas y cortándose superficialmente en el proceso. La sangre comenzó a fluir lentamente, un contraste vivo contra su piel pálida, y los fragmentos de vidrio reflejaban la luz de destellos inquietantes.

Sin detenerse, Zephyr volvió hacia el chico. Con una mezcla de cuidado y despreocupación, comenzó a desnudarlo, despojándolo de sus ropas con una precisión casi ritual. Alzando el cuerpo inerte en sus brazos, lo llevó hacia la mesa donde estaban los jugadores de cartas. Los ojos vacíos de los jugadores permanecían fijos, como si ellos estuvieran a la espera de una próxima jugada.

Zephyr colocó al chico sobre la mesa, como si fuera una ficha de apuestas. Sonriendo con una intensidad perturbadora, se dirigió a los cuerpos inmóviles a su alrededor, como si estuviera anunciando una jugada magistral.

—¡Apuesto todo! —declaró, su voz resonando con oscura determinación—. Si gano, acabaré en los rostros de todos ustedes, mis queridos jugadores.

Tras su declaración provocativa, comenzó a barajar las cartas con habilidad, organizando la partida con una precisión que aseguraba su triunfo. Sonriendo con un toque de perversión, dijo en voz alta:

—Las cartas siempre cuentan una historia. Hoy, será una de dominio absoluto.

Con esa afirmación, se subió a la mesa, su cuerpo completamente desnudo, y se llevó la mano al pene, comenzando a frotarlo con un gesto de satisfacción. Estaba totalmente absorto en su fantasía, cuando de repente un estruendo cataclísmico retumbó por toda la habitación. El gran ventanal explotó en mil pedazos, lanzando una lluvia de cristales por toda la sala.

Desde el exterior, una figura envuelta en una armadura tecnológica irrumpió en el lugar, pareciendo una manifestación espectral cibernética.

Antes de que los guardaespaldas pudieran siquiera parpadear, el intruso ya estaba en acción. Al mismo tiempo que atravesaba el ventanal, desenfundó un puñal con un movimiento fluido y certero. El cuchillo se incrustó en la frente de uno de los guardaespaldas con una precisión letal, lanzándolo hacia atrás como una muñeca rota. La vida escapó de sus ojos en un instante, dejando un vacío escalofriante.

Cada sección de la armadura estaba cuidadosamente segmentada con placas que parecían impenetrables. Entre sus juntas, se vislumbraban circuitos luminiscentes, que pulsaban con un tenue resplandor rojo. En la espalda, un dispositivo modular adaptable destacaba, y justo encima de él, se anclaba con precisión un báculo, con un acabado metálico pulido. Pero lo que realmente imponía era el casco. Una amalgama de terror y tecnología que evocaba una cara demoniaca, esculpida con una fidelidad infernal.

Los ojos del casco, dos lentes brillantes que irradiaban una luz ardiente, casi sobrenatural. Eran estos mismos ojos los que habían estado observando desde el callejón, ahora, magnificados por la tecnología del casco.

Zephyr, completamente expuesto y vulnerable, observaba atónito a la figura que ahora dominaba el escenario, en tanto que un mensaje computarizado emergió desde el interior de la armadura:

—Uno de cinco objetivos eliminados. Objetivos restantes: cuatro.

Con reflejos entrenados, los guardaespaldas sacaron unas pistolas que emitían un zumbido agudo al activarse.

—¡Disparen! —gritó uno de ellos, su voz tensa.

Las balas comenzaron a golpear la armadura de la figura con un estallido seco, pero no parecían hacerle daño, como si la protección absorbiera cada impacto sin inmutarse. Los guardaespaldas, aterrados y frenéticos, disparaban sin cesar, sus armas llenando el aire con un estrépito constante. La figura avanzaba entre la lluvia de disparos con una calma imperturbable, cada paso firme y decidido, resistiendo el bombardeo de balas sin esfuerzo visible.

En medio del caos, Zephyr, desesperado por escapar, corrió tambaleándose hacia el ascensor.

Con una determinación fría, la figura se plantó frente a uno de los guardaespaldas que más intensamente disparaba. Sin un atisbo de emoción, lo agarró por la cintura con una fuerza implacable. El hombre, paralizado por el terror, no tuvo tiempo de reaccionar. La figura lo levantó con una facilidad escalofriante y, en un movimiento brutal, lo partió por la mitad, separando su torso del tren inferior con un crujido espantoso.

La parte superior del cuerpo, aún con una expresión de terror, fue lanzada con precisión hacia Zephyr, noqueándolo antes de poder siquiera presionar los botones del elevador.

Otro de los escoltas, intentó emitir un pedido de ayuda urgente a través de su comunicador. Su tono cargado de desesperación, apenas lograba atravesar el desastre que lo rodeaba.

—¡Necesitamos refuerzos en el ala del…!

Pero su llamado quedó ahogado en un grito cuando la figura se lanzó hacia su cuello, clavándole unos colmillos afilados que surgían de la cara demoníaca del casco. La mandíbula del casco, a su vez, comenzó a moverse, masticando la carne como si necesitara alimentarse.

Al presenciar tal atrocidad, los otros dos guardaespaldas restantes quedaron paralizados por el horror. Sus rostros expresaban una mezcla de miedo y desconcierto, evidenciando que no sabían cómo reaccionar ante la situación. En ese preciso momento, un dron se elevó desde el ventanal roto, flotando desde las afueras del edificio.

—Objetivos restantes: dos —anunció el dron—. Reflejando balas de neoplasmita.

En ese instante, un destello como el de un flash salió de la aeronave no tripulada, sin proyectiles visibles. Las cabezas de los guardaespaldas estallaron simultáneamente, dejando una neblina de sangre y trozos de seso en el salón.

La figura, tras asegurarse de que todos los objetivos estaban neutralizados, se acercó a Zephyr, que aún yacía inconsciente. Con movimientos justos y fríos, le colocó esposas tanto en las manos como en los pies. Luego, lo levantó sobre su hombro, con una facilidad que desafiaba su tamaño, y lo llevó hacia el dron.

De su parte inferior emergió una garra metálica, y la figura colocó a Zephyr en ella, asegurándose de que quedara bien sujeto. Acto seguido, le presionó unas teclas, programando su siguiente movimiento.

El dron emitió unas nuevas instrucciones mecánicas:

—Reporte de misión enviado. Destino: instalaciones de la ACTC.

Con su carga asegurada, el dron comenzó a ascender, volviéndose gradualmente invisible junto con Zephyr. Rumbo al cielo, ambos se desvanecieron en la oscuridad de la noche.

2

Descendiendo lentamente por la fachada del edificio, la figura se desplazaba con una delicadeza intimidante. Su cuerpo, totalmente cubierto por la armadura, se mantenía adherido al cristal polarizado como si fuese una araña. Cada movimiento era calculado, sus extremidades avanzaban con una sincronía perfecta.

Desde lo alto, el panorama de la ciudad se desplegaba bajo ella, las luces distorsionadas por el cristal oscuro, creando un efecto caleidoscópico a medida que descendía. Los pocos transeúntes que se aventuraban a mirar hacia arriba no notaban su presencia, pues la oscuridad y la polarización del vidrio ocultaban su avance meticuloso.

El silencio era absoluto, roto solo por el leve zumbido de los dispositivos que permitían su descenso controlado.

En lo que continuaba, una alteración sonora le empezó a reverberar en el casco. De inmediato ajustó un panel en su antebrazo, afinando la recepción del sonido. De ese modo, unas voces rasgadas se hicieron claras:

—¿Tú eres la encargada de atender a los clientes VIP? —dijo una voz masculina con tono autoritario.

La figura activó una visión que le permitió ver a través de la estructura del edificio. En el primer piso, distinguió a un grupo de escoltas charlando con la chica de tez bronceada que había guiado a Zephyr.

—Así es, señores —respondió ella—. Pero no estaba enterada de ustedes. ¿Cómo aparecen en la lista?

—No estamos en la lista —gruñó el mismo que había preguntado—. Recibimos un llamado de emergencia de parte del señor Zephyr. Llévanos a su habitación, ahora mismo.

Al oír eso, la figura apagó el sonido, haciendo caso omiso a lo que había captado. Estaba a punto de seguir adelante, cuando de repente, nuevas voces irrumpieron en el casco.

—¿Es ahí? —preguntó una voz masculina con un deje de impaciencia.

—Sí —respondió una voz femenina, suave pero segura.

El casco ajustó su visión automáticamente, haciendo un zoom hacia el origen de la señal acústica: un estacionamiento cercano. Allí, las formas comenzaron a distinguirse con claridad, revelando a Zayn y Cindy, quienes acababan de llegar en la moto.

3

Al aparcarla, ambos se dirigieron hacia la fila del club. Zayn, curioso, miró a Cindy de reojo y decidió preguntar.

—¿Cómo conociste el lugar? —inquirió, intentando desentrañar el misterio que siempre parecía rodearla.

Cindy sonrió, ese tipo de sonrisa que parecía ocultar más de lo que revelaba.

—Unas amigas me hablaron de él —respondió con naturalidad, manteniendo un aire de despreocupación.

Zayn alzó una ceja, no del todo convencido.

—¿Es una especie de discoteca?

—Sí, más o menos. Te encantará, lo prometo.

Zayn, sin poder evitarlo, dejó escapar una risa ligera, pero no del todo confiada.

—¿Y no habrá algún inconveniente para mí?

Cindy, con un toque de ironía, respondió sin perder el ritmo.

—Si tu cuerpo fuera el de un menor de edad, tal vez sí lo habría.

Zayn sacudió la cabeza, aún intrigado.

Mientras se acercaban a la cola de entrada, una mujer con ojos grandes, piel pálida y cabello rizado, les hizo señas desde la distancia. A su lado, un hombre de barba y lentes, la acompañaba.

Zayn, notando las señales, comentó con una sonrisa:

—Parece que alguien te conoce.

Cindy volteó a mirar y, al reconocer a la mujer, su rostro se iluminó. Se acercaron y Cindy, emocionada, la saludó con un abrazo.

—¡Hannah! —exclamó Cindy, feliz de verla—. ¡Qué sorpresa verte aquí! ¿Cómo has estado?

Hannah le devolvió el abrazo con entusiasmo y, sin perder el tiempo, se inclinó hacia el oído de Cindy con un tono travieso y le susurró:

—Y, ¿quién es ese superhombre que traes ahí?

Cindy, intentando disimular su sonrisa, respondió en el mismo tono travieso.

—Oh, ya sabes, alguien que me sigue la corriente. ¿Qué más se le puede pedir?

Después de intercambiar esas palabras, Cindy se giró hacia Zayn y dijo:

—Zayn, te presento a Hannah, una amiga que conocí en la universidad.

Zayn sonrió y extendió la mano.

—Mucho gusto, Hannah —dijo con amabilidad.

Hannah le devolvió la sonrisa y le estrechó la mano con firmeza.

—El placer es mío, Zayn —respondió, con un tono amigable, pero evaluador.

Luego, Zayn se dirigió al hombre que acompañaba a Hannah y también le extendió la mano. El hombre, que tenía una barba bien cuidada y llevaba lentes, la tomó y se presentó.

—Un gusto conocerte. Soy Eriks.

Zayn asintió.

—Igualmente, Eriks.

Tras las presentaciones, Cindy y Hannah se sumergieron en una charla animada, riendo y rememorando historias. Mientras tanto, Zayn se mantuvo un poco al margen, sin estar seguro de cómo unirse a la conversación. Antes de que la incomodidad pudiera asentarse, Eriks, con una expresión amable, decidió romper el hielo.

—El silencio a veces nos invita a reflexionar sobre dónde estamos —comentó Eriks, ajustándose los lentes con un gesto pausado—. ¿Es la primera vez que vienes a este lugar?

Zayn, agradecido por la iniciativa, asintió.

—De hecho, es mi primera vez en la ciudad —dijo sintiéndose ajeno a todo.

Eriks lo observó por un momento, como si lo estudiara.

—¿Te digo algo, Zayn? ­—lo miró fijamente a los ojos—. Esta ciudad tiene la capacidad de mostrarnos aquello que desconocemos de nosotros mismos. Todo depende de lo que busques aquí. Si vienes con la mente abierta, encontrarás más de lo que esperas.

A la vez que Zayn escuchaba las palabras de Eriks, se quedó pensativo, como si intentara reflexionar sobre el significado de lo que le decía. Algo en el tono

de Eriks le resultaba extrañamente cautivador, pero al mismo tiempo desconcertante. Su mente comenzó a divagar, tratando de encontrarle sentido a todo, pero antes de que pudiera profundizar en sus pensamientos, un malestar repentino lo golpeó con fuerza.

Su visión comenzó a nublarse, y su cuerpo, normalmente firme, empezó a flaquear. Antes de que pudiera reaccionar, perdió el equilibrio.

Eriks, moviéndose rápido, lo sostuvo con firmeza sobre sus hombros. Cindy, al notar la situación, se giró alarmada.

—¡Zayn! ¿Estás bien? —dijo en un tono de preocupación.

Zayn intentó responder, pero las palabras se le atoraron en la garganta. En ese instante, la figura de Curtis pasó de manera fugaz por su mente.

Una sensación de angustia y debilidad se apoderó de él, como si algo terrible estuviera a punto de sucederle.

—Probablemente esté intoxicado —murmuró Eriks con calma, observando a Zayn con ojos analíticos—. Necesita atención médica.

—Voy a llamar a una ambulancia —intervino Hannah, sacando su teléfono con rapidez.

—No hay tiempo —dijo Eriks, manteniendo a Zayn firme—. Yo mismo lo llevaré al hospital en mi auto.

Justo entonces, las luces del edificio se apagaron, sumiendo a todos en una oscuridad densa. El murmullo de las conversaciones se detuvo, reemplazado por un silencio tensionante cargado de incertidumbre.

Por unos segundos, la oscuridad reinó, y el único sonido que rompía el silencio era el de la respiración contenida de los presentes en la fila. De repente, las luces volvieron a encenderse, pero esta vez no eran las mismas. Un resplandor anaranjado sustituyó el brillo habitual, envolviendo el lugar en un ambiente ominoso. Los murmullos atónitos de las personas comenzaron a elevarse, un eco de la creciente ansiedad en la multitud.

Desde unos altavoces del edificio, una voz mecánica, resonó:

—«Atención: alerta de incendio en una de nuestras salas VIP. Les solicitamos que evacúen el área de manera calmada y ordenada. Repito, evacúen el área inmediatamente.»

Las luces del club, que antes habían centelleado al ritmo de la música, ahora permanecían fijas en un tono anaranjado intenso, formando franjas claras a lo largo de los pasillos que indicaban rutas de salida. Las franjas se extendían por el suelo, marcando límites que nadie debía cruzar.

A medida que el anuncio se propagaba, las personas comenzaron a moverse hacia las puertas, sus pasos al principio ordenados, pero pronto se convirtieron en una marea tumultuosa de cuerpos apiñados. La fila que había esperado para entrar se mezcló con los que salían, y la aglomeración se hizo más densa. La confusión aumentó gradualmente, con las personas empujando y tropezando unas con otras, el ruido y los murmullos creciendo hasta convertirse en un alboroto ensordecedor.

Cindy y Hannah, con Zayn y Eriks en medio, intentaban avanzar entre el barullo. Cada vez era más difícil debido a la presión de la multitud. La visibilidad se redujo a nada mientras las multitudes se amontonaban, bloqueando cualquier vista clara.

—¡Dennos espacio! —clamó Cindy con desesperación—. ¡Vamos de camino al hospital!

A pesar de su súplica, la gente seguía apretujándose, centrada en su propia prisa por irse. Los cuerpos se mezclaban y el desorden crecía.

En un momento, Cindy se volvió hacia Zayn y Eriks, su rostro reflejando preocupación. Pero, para su horror, ya no estaban. El tumulto había borrado cualquier rastro de ellos.

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