Entre Nosotros

Entre Nosotros

LDHope

08/05/2023

24 de diciembre, año 2006.

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— ¡Vamos, Jess! Muévete, ¡tenemos que alcanzarlos! — La voz infantil de Ruth, la hija hiperactiva y desquiciada de mi tía Ana, me toma desprevenida de un momento a otro y frunzo el ceño cuando me grita.

Vuelvo a mirar a Sebastián, el pequeño vecino del frente, que se encuentra en el piso con una gran bola de nieve hecha trizas sobre su pecho, y salto sobre él para seguirle el paso a la ferviente pelirroja que no para de correr por todos lados.

Hemos estado jugando con las bolas de nieve por al menos quince minutos mientras esperamos la cena y, en lo que va de tiempo, hemos sufrido dos bajas en el equipo: Sebastián y Lorena, dos de nuestros vecinos más cercanos que, obligados a participar en nuestro «inocente» juego, han sido cruelmente golpeados por Ian y William, los inseparables amigos del otro sector.

Siempre suelen hacer equipo entre ellos y nunca perdonan a los desafortunados que deciden retarlos.

Y esta vez, esas «desafortunadas» hemos sido Ruth y yo.

— ¡no dejen que te vean Ruth!, ¡Agáchate! — una gran bola de nieve pasa ilesa cerca de la cabeza pelirroja de mi prima, justo cuando tiro de ella hacia abajo.

— ¡mierda! — se queja Ruth con la respiración entrecortada al caer de sopetón contra el suelo y golpearse las rodillas.

La tomo del codo y nos empujo hacia un lugar seguro.

— ¿Estás bien? — pregunto, ajustándome los guantes y mirándola de reojo.

Puedo ver la desesperación haciendo mella dentro de su cuerpo.

— tenemos que ganarles Jess — me dice, en un susurro casi exasperado — No dejaré que el idiota de William se burle otro año más de nosotras por haber perdido. Prométeme que ganaremos esta revancha y nos iremos victoriosas a casa — casi me río cuando observo como su mirada pasa de estar agitada a parecer casi desesperada. Pero tiene razón. No podemos volver a perder contra ellos.

Esto ya es serio.

Sin poder evitarlo, le hago una seña de aprobación y sonrío para demostrarle mi apoyo. Ella hace lo mismo y luego, como si de un par de leonas se tratase, comenzamos el acecho.

Nos arrastramos hacia un gran tronco seco que se encuentra a unos cuantos metros de nuestra ubicación y nos ocultamos unos minutos entre su gruesa corteza.

Desde donde estamos, se ve con claridad como un par de árboles gigantescos de pino se alzan con majestuosidad en la distancia. No me cabe la menor duda que tanto Ian como William se encuentran ahí. Suelen ser muy listos con sus estrategias de ataque, pero Ruth y yo no nos quedamos atrás.

Además, somos más rápidas.

— tenemos que rodear la zona, Ruth. Yo iré por detrás y tú estarás justo ahí — le digo, señalando una pequeña parte del patio que tiene varias ramas secas perfectas para un escondite temporal.

— Seré blanco fácil si me pongo ahí. ¿Me quieres usar de carnada? — reprocha.

Me encojo de hombros. Su voz chillona y alterada no me hace cambiar de opinión.

— conociendo a Ian no creo que venga por ti, en cambio William no dudará en hacerlo y es ahí cuando entraré yo. Una vez él salga de su escondite y vaya hacia ti, yo ataco ¿entendido? Luego será cuestión de cazar a Ian y a Sara.

— ¿y por qué no eres tú la carnada? Es posible que William igual venga por ti… o Ian.

Vuelco los ojos y le doy un golpe seco al gorrito que tiene puesto.

— ambas sabemos que no lo hará, Ruth. Ian no actúa así, lo conoces. Y William, bueno, es sólo un tonto que quiere llamar la atención. ¿Quieres ganar?

— por supuesto.

— entonces sólo sigue el plan ¿de acuerdo?

Ruth no termina de convencerse de lo que quiero hacer, pero no pone más objeción y acepta el trato. Yo me arrastro entre la nieve y me deslizo por el otro lado del tronco, salgo corriendo y me oculto entre uno de los árboles.

Al parecer, Ian, Sara y William no se dan cuenta de mi presencia.

Me oculto bien y espero paciente.

Está haciendo mucho frío y mis manos, aún con los guantes puestos, están congelándose. Ya quiero terminar con este estúpido juego.

Desde la distancia, observo con detenimiento como la mirada ámbar de mi compañera se centra en mi sonrojado rostro y sonríe, luego hace una mueca en dirección a un gran tronco posicionado a unos cuantos metros y entiendo el mensaje.

Asiento, dándole la vuelta al árbol me separo un poco de él.

Todo se ha vuelto sospechosamente silencioso y no puedo apartar la mirada de la enorme guarida que Ian, Sara y William han elegido para protegerse. Siempre hacen lo mismo. Usan un enorme objeto como escudo para que nuestras bolas de nieve no lo golpeen y terminan atacando con todo su arsenal de bolas congeladas.

Son inteligentes, pero no más rápidos que Ruth y yo.

No tienen escapatoria.

Esta vez definitivamente, será diferente.

Agacho el cuerpo y espero la señal.

Ruth se encuentra a unos pasos de mí, cubierta por una rama que oculta su posición, mantiene la cara ligeramente levantada y se ha quedado quieta como una estatua. Parece concentrada, casi como una experta cazadora que espera el momento exacto para atacar.

Yo en cambio, me encuentro tras un pequeño tronco más delgado, coleccionando nieve entre mis manos y aguardando paciente que nuestros enemigos ocultos, se confíen demasiado y decidan mostrar la cara.

Y es algo que por supuesto, no tarda mucho en suceder.

El pelirrojo cabello de Ruth, delata su posición una vez el viento golpea con fuerza sobre él y, como lo imaginé, William se percata de ella y sale de su escondite junto a Sara. No veo rastros de Ian, pero no me importa. Eliminando a dos, tendremos la ventaja.

Ruth y yo nos miramos, sonreímos y salimos de nuestro escondite para comenzar a correr en dirección al gran árbol gritando como unas desquiciadas frenéticas.

Como imaginábamos que sería, Sara, la nerviosa compañera de William, salta escandalizada en el lugar por la sorpresa, pega un grito lleno de pavor, suelta la bola de nieve que sostenía entre sus temblorosas manos y sale del arbusto que usaba como protección para tratar de escapar de nuestras entusiastas figuras, pero es muy lenta, tropieza con la nieve y cae.

Cuando trata de levantarse, ya son sólo pasos que nos separan y, como estoy más cerca de ella, alcanzo a lanzarle la bola con fuerza, y esta termina impactando en su gruesa chaqueta.

— ¡Estás Fuera! — grito en su dirección, al tiempo que sigo corriendo en busca de William.

Ruth me sigue. Esquivando las bolas que el castaño comienza a lanzarnos al tratar de huir de nosotras, lo acorralamos.

Ruth lanza una bola y le da en la pierna. No obstante, al mismo tiempo, observo como Ruth cae al suelo por una bola que William lanza. Ambos se eliminan mutuamente y yo, casi de improvisto, quedo completamente desprotegida.

Sin quererlo, un pequeño susto se atora en el medio de mi pecho, así que como puedo, doy vuelta y trato de escapar rápido para poder ocultarme, pero no me da chance. En cambio, entierro mi nariz en el pecho de Ian y me detengo.

Escucho la risa de William al fondo y no me da tiempo de pensar, lo último que siento es la fría sensación de la nieve escurriéndose por mi cabeza.

Levanto la vista y lo observo. Sus ojos oscuros y prepotentes me devuelven la mirada. Casi puedo ver el brillo de sus retinas. Está satisfecho con el resultado.

Una lozana sonrisa se desliza por su boca de manera pausada y un nudo inmediato se cierne sobre mi garganta.

— estás fuera, preciosa.

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Y así comenzamos…

Siguiente página, primer capítulo 😀

¡Gracias por leer!

Capítulo I

Presente…

— …. Y eso no es todo, cariño. ¡Hay excelentes noticias! — canturrea mamá, moviendo su largo cabello azabache de un lado a otro como si una suave música estuviera sonando al fondo — ¡Ya tenemos casi todo el banquete para la ceremonia! Sólo hay que tomar un día de la semana para visitar la pastelería de Fred y tomar apuntes sobre los postres. Tenemos que cuidar que esta vez no preparen accidentalmente algo con nueces. Recuérdame eso ¿sí? No quiero que tu tía Ana muera por intoxicación y todo se arruine — escucho su suave y pacífica voz hablarme mientras se pasea por toda la pequeña sala de mi apartamento, y asiento sin siquiera verla al tiempo que mantengo la vista fija en la pantalla del televisor.

Luego de que tomara el control de la organización de la boda, mi madre, Theresa Monroy, la mujer más controladora y eficiente que existe sobre la faz de la tierra, no ha parado de ir y venir de mi residencia con la excusa de notificarme sobre todos los detalles que se han estado llevando a cabo para la ceremonia.

No quiero tener que verme involucrada en ese tonto e innecesario ajetreo, pero ella no me ha dejado opción. Se ha tomado su trabajo muy en serio y, en lo que a mí respecta, parece que la futura esposa, será ella.

Vuelco la cabeza y miro a Mia, mi enérgica mejor amiga. Se encuentra sentada a mi lado mirando en dirección a mi madre. A leguas se nota que está haciendo un esfuerzo exagerado al intentar darle la atención que yo no le estoy dando.

Sonrío cuando sus ojos chocolates se encuentran con los míos, y hace una mueca que involucra volarse los sesos con las puntas de sus dedos.

Hemos estado escuchándola por al menos una hora. No ha parado de hablar en ningún momento. Suele ponerse bastante intensa cuando algo le interesa y yo, la mayoría del tiempo, no tengo las energías necesarias para seguirle el paso.

Esta vez, no es diferente.

— La banda musical que Camila quiere para la ceremonia ¡es fantástica, Jess! — continúa — La escuchamos tocar en el teatro hace dos noches y no puede existir nada más perfecto, te lo prometo — observo por el rabillo del ojo como se pasea de un lado a otro con una ferviente sonrisa en su rostro y no puedo evitar desear que deje de hablar. O de moverse.

Aunque la amo y le estoy agradecida por todo el esfuerzo que está haciendo, no dejo de pensar en lo molesto que está resultando ser todo esto.

Tomo el control remoto y paso el canal. Mientras lo hago, mamá sigue con la extenuante explicación de la famosa banda que tocará en mi boda.

— ¿Sabías que es una de las más solicitadas en la región?, sus músicos son muy profesionales, Jess y el hecho que hayan aceptado tocar para ti ha sido una bendición absoluta, amor.

Una sonrisa tonta se atora en mis labios.

— claro, una bendición tan grande como el pago que le daremos — digo sarcástica, pero Theresa no me hace el más mínimo caso. Pasa de mi comentario y camina hacia la cocina.

— ¿por qué siempre tienes que ser tan antipática? — me dice, con un sonido tosco. Desde donde estoy, escucho como abre y cierra el refrigerador. No tarda mucho en volver con un vaso de yogurt y una galleta de soda acompañándola.

Por un momento pienso que se sentará a disfrutar de su merienda y dejará el tema, pero, como casi siempre cuando se trata de ella, me equivoco.

— Sabes bien que el dinero invertido en nuestros gustos no es dinero malgastado, Jess — me recuerda, casi como si estuviese dando una charla de historia.

Dejo caer la cabeza hacia atrás sobre el lomo del mueble y la observo.

— entonces es un alivio que no tenga gusto por la cocaína, mamá. — su mirada ferviente y altiva me perfora desde la distancia y yo sólo me limito a encogerme de hombros.

Mia me golpea los pies.

— ¿qué? — le digo, con una pequeña sonrisa traviesa atorada en mis labios.

Mia se ríe y mi madre está a punto de carbonizarnos a las dos con la mirada.

Sacudo la cabeza y no digo nada más. Suelto un suspiro y detengo el zapping en cuanto veo que pasan Troya y el cuerpo semidesnudo de Brad Pitt, invade la pantalla de mi televisor.

Mi madre no tarda en retomar la charla.

— Una cosa más — me dice, acercándose a mí —debes saber que la florista me llamó esta mañana y ha tomado nota del pedido que le hemos hecho. Me prometió la cita para mañana en la tarde. Así que, por primera vez en tu vida, tendrás que dejar a un lado esa tonta actitud de no querer colaborar con nada y acompañarme a elegirlas ¿de acuerdo? Estoy indecisa con esto y necesito ayuda — ese insignificante comentario, me saca de la nube en la que estoy viajando con el troyano y me hace aterrizar de cara contra la realidad.

Me tenso. Dejo el control a un lado y en menos de un segundo, dirijo mi total atención a ella.

— estás jodida — me dice Mia entre risas. Y esta vez, soy yo quien está a punto de golpearla.

— Se supone que esto es un chiste ¿verdad? — le digo, bastante contrariada — sabes bien que Dulce María llegará mañana y celebraremos su cumpleaños. No estoy dispuesta a cambiar eso por ir a elegir unas estúpidas flores para la boda, mamá. Y lo sabes.

No estoy enojada, pero si lo bastante alterada como para que se refleje en mi voz.

No puedo creer que me haga pasar por esto otra vez.

La miro, parece totalmente ajena a lo que acabo de decir. Frunce los labios y sus grandes ojos color ámbar me golpean con agresividad.

— Las flores no son algo estúpido, Jessica — me corrige, en un tono opaco —Son consideradas una de las cosas más emblemáticas de la ceremonia, la vida del lugar. No puedes simplemente rechazar ir a escogerlas conmigo. ¡Es tu boda! ¿Al menos puedes pretender que te interesa un poco? — luce indignada.

Se pasa una mano por su sedoso pelo azabache y sus ojos mordaces, me ametrallan con sagacidad.

Es una clara señal para no perder los estribos, la conozco lo suficiente como para notarlo.

Suelto un soplido y me encaramo en el respaldar del mueble marrón caoba que adorna mi sala. Su mirada se frunce aún más, pero no le hago el más mínimo caso.

Mia recuesta la cabeza entre sus brazos y se prepara para disfrutar la escena.

— mamá… — comienzo con el preparado discurso. Sin embargo, no me deja continuar.

— no, Jessica — se acerca, dejando a un lado el vaso y la galleta a medio morder — no te librarás también de esta responsabilidad. Quiero tener apoyo y quiero que seas capaz de mostrarte interesada en esto. ¡Parece que no te importara nada! ¿Acaso sabes el esfuerzo que conlleva hacer todo esto?

— sí, mamá. Lo sé — refuto.

— pues no parece. Fuiste tú quien aceptó casarse, no yo, pero soy quien se está matando organizando todo. Y me dejaste completamente sola — me acusa, y esas palabras, me hincan un poco.

Sé que es una tontería y que tendría que tener la voluntad de ayudarla, pero realmente no soy el tipo de chicas a la que les emociona de sobremanera estas cosas. La idea del matrimonio nació más que nada por la presión familiar, y aunque tanto Adam como yo estamos convencidos de querernos y aceptamos el compromiso, nada de esto estuviese pasando si mi madre y los padres de mi prometido, no hubiesen intervenido.

Estábamos bien manteniendo un noviazgo sencillo, pero ellos quisieron meterse en el asunto y ahora, organizan una boda realmente extravagante en la cual, siendo sincera, no quiero tener que interferir.

Me llevo una mano a la cabeza en un gesto de desesperación.

La expresión de Theresa no cambia en ningún momento.

— ¿Por qué dices eso? — expreso, contrariada—Ya habíamos hablado de ello, mamá. ¡Nada de esto estuviese pasando sin ustedes! Tanto Adam como yo, queríamos mantener algo sencillo ¿acaso eso es tan difícil de entender? ¡Camila y tú se han excedido demasiado!

— ¿excedido? — parece confundida.

— sí, ¡excedido! — le expreso, ya un tanto obstinada.

Doy un salto y me dirijo a la cocina. Necesito agua.

— Flores, grandes banquetes, ¡un vestido ridículamente extravagante y extraño!, músicos profesionales sacados de Timbuktú, camarógrafos, reservaciones lujosas… ¡mierda!, eso es demasiado — doy un sorbo directamente al botellón — Cuando acepté el compromiso no esperé que las cosas fueran así. Por eso pautamos los términos al comienzo, ambas sabían lo que yo quería. No es justo que a estas alturas quieran cambiar absolutamente todo, e involucrarme en su locura.

Estoy alterada en cuanto termino de hablar.

Mamá me mira fijamente y una pequeña sonrisa sarcástica se asoma sobre sus delineados labios.

— no es ni la cuarta parte de lo que representa una boda Jessica, y lo sabes. ¿Por qué siempre tenemos que tener esta discusión? ¿No podrías dejar de quejarte, sobre todo, todo el tiempo? Camila y yo sólo queremos lo mejor para Adam y para ti.

No sé qué responder a eso. Me estoy molestando en serio y no quiero tener una discusión con ella de nuevo. Vuelvo los ojos y me dejo caer de culo sobre el suave cojín del mueble al tiempo que vuelvo a dar otro sorbo al botellón de agua.

— Realmente no pienso discutir contigo sobre esto, mamá. Habíamos llegado a un acuerdo y por primera vez, tienen que respetarlo. No pienso ir a elegir las estúpidas flores contigo ¡Y lo digo en serio!

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