Un árbol cayó en el bosque

Mis manos tienen un intenso color violeta, pero es mejor que el negro de mis pies, los cuales no podría mover ni con el miedo de la muerte. No puedo dejar de mirarlo, como mi piel envejecida se torna inútil con distintos tonos oscuros, hace ya mucho tiempo abandoné buscar la razón de ello, qué más da si fueron las arañas que rondan por mi cuarto, son libres de recorrer mi cuerpo e inyectar su veneno. Qué más da si fue la vejez y la enfermedad, luchar contra ellas es un disparo al cielo. Puedo cuidarme solo.

En esta habitación llena de polvo solo mi cuerpo parece moverse, el aire no fluye, nadie ha entrado en años, o al menos así parece. Por mi parte, parezco parte del inmueble, capas de polvo deberían cubrirme, pero no lo hacen, a diferencia de la pequeña mesa con la lámpara, los cuadros ya indescifrables, el sillón junto a la cama, y el armario medio abierto; he llegado a pensar que el polvo me atraviesa, que mi cuerpo ya no es un recipiente para mi consciencia, que yazco sin vida sobre la cama, pero mi cuerpo duele, cada día duele, no puedo estar muerto si aún siento, o al menos así lo creo, pero bueno, qué más da si mi consciencia es real o no, caminar es imposible y moverme una tortura, descubrir que soy no me devolverá nada.

Debería haber sido una mejor persona en mi juventud, tal vez tendría un televisor ahora, quizá un lugar menos decrépito donde pudrirme. Me pregunto a quién hice daño para terminar aquí, si mi hijo me odia después de tantos errores y tantas idioteces que cometí, la gente suele decir que no importa quien seas, el dinero que tengas, o tu influencia en otros, todos terminan solos sin nada en el ataúd, pero nadie habla del preludio a la muerte, como allí, es cuando Dios te castiga o recompensa. Me gustaría pensar que cuando me encuentren, cientos de lágrimas caerán en mi nombre, pero la realidad es otra, mi muerte será nada más que una lástima, un mal día que les traerá recuerdos más agrios que dulces. Aquí y ahora, daría mi cuerpo, mi sangre y mi dolor, solo para decirles que lo siento, que me gustaría volver a empezar incluso si fuera durante el poco de vida que me queda, llenar de dulzor las memorias que tengan al recordar mi rostro.

Habiendo pensado esto, noto la falta de luz en las hendiduras de la ventana, por lo que me preparo para continuar la agobiante rutina, cayendo con facilidad en un profundo sueño.

Mis ojos se vuelven a abrir todavía en la oscuridad de la habitación, no fue ni el poco sueño ni el dolor quienes me despertaron, sino un par de moscas recorriendo mi rostro. Mis fríos dedos las espantan sin esfuerzo, pero al enderezar mi cuerpo para observar su origen, me encuentro decenas de insectos devorando mis pies abiertos con la carne al aire, un olor horrible emanando de ellos.

El letargo que llevaba se transformó en horror, mi cuerpo se encorva en una lentitud forzosa para llevar mis brazos a movimientos desesperados que intentan ahuyentar al resto, ya más cerca, vi frente a mí lo que solían ser mis pies, rotos en un intento fútil de mantener su forma, pequeños retales de piel dando el aspecto de un cascarón ya desprendido ¿Cuánto tiempo he dormido para que este horrible suceso de eventos ocurriera? Sin embargo, mi tormento continúa al observar mis manos, veo la misma carencia de vida que se halla en mis pies, los movimientos parecen toscos y aún más débiles que antes de dormir, sé que es solo cuestión de tiempo para que mi cuerpo comience a pudrirse.

-Ayuda… Ayuda por favor.-Mi voz, seca y atrapada al final de mi garganta, es silenciosa y ahogante, siento que si fuera a gritar, mis pulmones no volverían a hincharse.

En esta posición, esforzándome por mantenerme sentado sobre la cama, mi intenso agobio despierta mi instinto de supervivencia, girando sobre mí mismo y usando mis brazos como remos, me arrastro al borde de la cama, dejándome caer al duro suelo en un golpe que levanta polvo de manera violenta. Mi cuerpo parecía indoloro en este punto, y aunque el adormecimiento solía ser un mal augurio, ahora parecía ser una bendición que me dejaba moverme tan brusco como delicado quisiera.

Mis movimientos por el suelo mueven la inmundicia que es el cuarto, mis ojos se entrecierran con cada mota de polvo que se acerca, aun así, no me puedo permitir detenerme, sosteniendo como puedo muebles para acelerar el movimiento, logro al fin llegar a la puerta de la habitación, tomo las patas de un mueble cercano y empujo con una mano la puerta. A pesar de mis esfuerzos, esta no se mueve, dándole un sobresalto a mi corazón y un latido lleno de angustia, pero sin rendirme lo vuelvo a intentar, ahora con más fuerza, colorando mi rostro e hiriéndome la mano, pero finalmente observo la suciedad caer como si de una antigüedad se tratara, el sonido del óxido cediendo resuena como gritos en la habitación, hasta que la puerta queda en un ángulo inconveniente, pero suficiente para dejarme pasar.

Tengo sentimientos confusos respecto la sala de estar, se siente como si cientos de años han pasado desde que toque este suelo, ahora es solo un vestigio de lo que solía ser en su tiempo, aun lleno de recuerdos de cómo solíamos sentarnos a disfrutar de nuestra compañía, y ahora con el pecho en el suelo parezco corromper un lugar sagrado. Me gustaría sentir nostalgia de dichos recuerdos, pero el silencio que debería acompañar un momento así, se encuentra cubierto por las moscas que rondan a mi alrededor.

-Detenlo, huye, sobrevive, detenlo, huye, sobrevive…- dice el viento en una clara voz que me motiva a continuar hacia la salida esperando encontrar a quien sea en la calle y ser salvado.

El camino hacia la salida es constante, sin embargo, el esfuerzo ya ha hecho un efecto claro, las puntas de mis pies ya casi inexistentes se han impregnado en el suelo, dejando un claro recorrido por el que avancé, mis brazos comienzan a rendirse, pero ya he casi llegando a la puerta, los rayos del sol matutino casi encandilantes parecen esperanza, y en el frío suelo se sienten vigorizantes.

Una vez frente a la puerta, imponente como siempre, el cansancio se olvida por un último esfuerzo hacia la salvación. Ayudándome de la cortina, me elevo hacia el pomo, el cual en unos cortos movimientos me indica algo con claridad. La puerta se encuentra cerrada.

La realización me lanza al suelo, la fatiga y el sentimiento de un camino sin salida hierven mi cerebro en desesperanza, mis ojos tiemblan en el pensar en que este es el fin, pero el viento me repite:

-Detenlo, sobrevive, detenlo, sobrevive, detenlo…

Con rapidez observo la habitación, ¿Podré recordar donde hace tanto tiempo deje unas llaves? La incertidumbre se va tan rápido como fue introducida, al observar los dedos de mi mano pudrirse frente a mis ojos, el golpe debió hacer la fuerza necesaria para que la uña se saliera, dejando ver la flácida carne que la sostenía, sangrando en un carmesí que destaca entre la ahora profunda carencia de color en mis dedos. Donde sea que esté la llave, debo encontrarla.

Arrastrándome entre la sala de estar y las habitaciones, entre los cojines y los muebles, entre los ganchos de pared vacíos hasta las cajas repletas de basura, tortuoso es el sentir mi piel desprenderse de sí misma, las largas manchas de sangre comienzan a formar en las idas y vueltas distintas formas en el piso, hasta que no soy más que un conjunto de cortes que dejan ver de lo que está hecho un anciano hombre, este ejercicio de desesperación continua, hasta que una encimera en la cocina se vuelve el último lugar por revisar. Agarrando un cajón deseando que me permita ver lo que hay encima, este colapsa enviándome al piso a mí y al contenido del mismo. Allí en el suelo de la cocina, observando el desastre que existió todo este tiempo detrás de mí, pienso:

-¿Qué más da si muero? He vivido suficientes pesares esperando que algo mejore, y aquí estoy, creando más dolor, solo logrando hacer una pintura de sangre que de manera morbosa dibuja el no querer morir.

El cansancio ya es mucho, la esperanza es poca, nada queda más que la última energía de a quien nunca encontrarán, por lo que llevo mis manos a mi frente, sintiendo mis dedos, que me horrorizan al ver que parecen plátanos podridos regurgitando su contenido. Toma unos segundos, pero el viento me vuelve a hablar.

-Detenlo, detenlo, detenlo, detenlo, detenlo, detenlo…

No tardo en encontrar un cuchillo en los contenidos del cajón, y tampoco parece difícil el tomar dicho cuchillo. Abalanzo mi cuerpo hacia adelante para apoyarme con la mano sobre mi muslo, y el cuchillo lo dirijo a lo último con color en mi pierna, quitar lo que me pudre es mi única opción.

-Detenlo, detenlo, detenlo, detenlo, detenlo…

Puedo sentir los pinchazos de dolor, pero nada que no pueda soportar, la piel se hace a un lado como si fuera natural de ella, se levanta dejando ver un rojo vivo por detrás que se escurre hacia el suelo, impregnando mi alrededor con el olor del metal, pero continuo.

-Detenlo, detenlo, detenlo, detenlo…

Mi propia carne no tiene oportunidad alguna ante el filo, el músculo se separa fibra por fibra, dejándose retraer una vez colapsa por su propia elasticidad, sin embargo, el hueso me supone un obstáculo que no tenía en mente, por lo que corto alrededor de este hasta formar un círculo que lo rodea, las capas visibles de la anatomía humana se vuelven hasta curiosas de observar, si no fuera por la sangre que gotea sin parar.

-Detenlo, detenlo, detenlo…

Sigo con la otra pierna, descontento con el resultado de la otra, corto a nivel de la rodilla, quizá los ligamentos permitan un corte limpio, eso pensé, pero a diferencia de la otra pierna, esta me escuece con fuerza y aunque quiero gritar, solo sale un quejido ahogado que alimenta a los músculos de mi brazo, dándoles un esfuerzo constante para rebanar mi pierna, y al llegar al hueso mi teoría se vuelve realidad, dejando mi rodilla libre del peso que suponía mi putrefacta pierna, la cual al alejarse de mí, comienza a llenarse de moscas listas para la cena.

-Detenlo, detenlo…

Con la descomposición principal ya eliminada, solo queda el riesgo de mis manos, se ponen frente a mí y a la vida que deseo. Caigo sobre mi codo para posicionarme, salpicando la sangre con fuerza y dejando el paso libre a mi otra mano para comenzar a cortar mi mano. La descomposición había llegado mucho más lejos de lo que recordaba en la mañana, por lo que apresuro a cortar desde la muñeca, múltiples huesos intentan detener el paso, pero solo requiere reposicionar el cuchillo y continuar cortando, pequeños atisbos de la forma que tenía aparecen y desaparecen, pero no me detienen, continuo cortando hasta que la mano se desliza por el suelo, dejando detrás un grotesco muñón abierto.

-Detenlo…

-¿Papá?

Una voz casi irreal alza mi rostro del suelo, desvelando una figura tan resplandeciente que parecía no tener sombra. Su rostro era una mezcla de horror, agobio y arrepentimiento. Por mi parte, tuve el reflejo de mirarme a mí y el desastre que tenía a mi alrededor, mis morenas piernas manchadas de sangre tiradas en el suelo como basura, y mi pecosa mano junto a mí. Poco había que hacer, así que mi mirada se esfuerza por encontrarse con la suya, y le entrego una sonrisa sincera, con la esperanza de que dicha sonrisa, sea un último recuerdo dulce de mí.

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