Llovía mientras nos bajamos del auto rojo,

Tus cabellos despeinados por el viento,

Los acomodaste a tu antojo. 

Un trueno cayo y nos callo un momento,

Mientras el frío empañó los vitrales de los ojos.

 

.

El inmenso silencio del atardecer sonó,

Tu voz, femenina y seductora, inconfundible,

Cuando se escapó de tus labios un «te amo»,

Y yo te respondí con los ojos, me pesaba el aire,

Me hiciste ver la música, alteraste mis sentidos.

.

Llegamos a la puerta, tu mano temblorosa errando la cerradura,

mi mano confiada agarrando tu cintura,

un beso en tu cuello, un suspiro bello,

el chirrido de la puerta, nuestras almas se desnudan,

Que locura, que locura.

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