Acostado en la cama la bruma comía su cabeza. Temía quedarse quieto, pero mas temia su necesidad de hacerlo. Las ideas volaban en su cabeza, los recuerdos se mezclaban con los sueños, las pesadillas atravesaban sus secretos. Se apretaba la cabeza con las manos, y cerraba los ojos con fuerza. Los susurros se volvian palabras, las palabras se volvían imágenes. Las imágenes se volvían reales. Sentia su respiracion , su roce húmedo y caliente, su presencia. Las bestias lo miraban, lo observaban. Pero no lo tocaban. El no abría los ojos. Los susurros aumentaban, en número y fuerza. Lo instaban a hacerlo.
Su respiración se agitaba, y abrió la boca para intentar respirar, solo para darse cuenta que el aire no llegaba a sus pulmones. Su rostro se comenzó a tornar morado, su cuerpo se sentía más pesado.
Un zumbido se había unido a los susurros, aturdiendole los oídos, pero sin acallar a los susurros. Estirando el brazo y palpando con desesperación, encontró el pestillo de la ventana. Con las pocas fuerzas que le quedaban, sofocandose hacia la muerte, logró deslizar la ventana hacia arriba. Saco su cabeza hacia afuera, y un viento le chocó el rostro, haciéndolo respirar nuevamente, acallando los susurros y el zumbido, haciendo desaparecer a las bestias. Al menos por aquel momento. Entonces, abrió sus ojos.
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