Te veo desde hace un tiempo, tú no lo sabías, pero mi ojo se me escapaba por tu andar, por tu mesa. Cabello negro, piel blanca. Así te conocí. En reuniones nos encontramos. Conversamos fugazmente, en la misma mesa, me regalaste tu voz, tímida, corta, dulce ¿A qué le tienes miedo, melodía baja e imperceptible? Me daba miedo hablarte, porque sentía que el tono de mi voz rompería tu cuerpo, tu silencio, tu misterio. Que no harías caso a las banalidades que pienso, que se me pasa por la cabeza cuando te veo. Una noche de baile, de jarana, de jolgorio, no sé si fui yo, mi poca vergüenza o mi anestesia la que te robó un beso. Salieron esas banalidades de mi boca, te reíste, seguro pensaste que era un tonto, pero uno bueno, uno empedernido. Pero ¿y después? Que incertidumbre es tanto para ti como para mí, no saber qué pasará después. Mente fría, corazón caliente, batallan siempre, pero la verdad es que, a veces, solo es suerte. Cualquiera pudo desconocerme, porque los labios dan amnesia, más en un momento fugaz. Pero decidiste escribirme. Yo, fui feliz, no lo niego, me emocioné y dejé todo por verte. Salimos, charlamos, reímos, lo repetimos casi diario. Salimos, charlamos, nos reímos, nos incomodamos. Comienza otra vez, una y otra vez. De pronto ya no eras la del cabello negro, la de voz tímida. Eras mi tarde, mi noche, mi pensamiento en la mañana y el café que tomaba un viernes. Ocupas en mi vida el tiempo que le guardé a quien yo pienso que será mi compañera de por vida.
Claro que no todo es bueno. Lo sería, pienso, tal vez un tanto cegado, pero te tengo algo de fe. El pequeño detalle que jode como una astilla en el dedo meñique es que no buscas lo que yo. Eres más liberal, más desprendida, más fría. Tienes tus razones, lo acepto, pero qué sería si no hubiera peros. Los rumores tampoco ayudan a la historia, sobran bocas y todas llegan a mi oído. Con cada palabra rayan el cuadro que poco a poco pinté sobre ti y tengo colgado en mi pared. Ahora no sé qué hacer. En parte quiero ver a dónde llegan tus gestos, nuestro vínculo, tu nombre en mi cabeza. A pesar de que mi corazón esté en la mesa, mis ojos puestos en la sombra y la razón censurada. Confío en ti.
OPINIONES Y COMENTARIOS