En el año 1936 d.c. o n.e. (nuestra era) extraían Wolframio de la mina de Los Condores en la Provincia de San Luis, Argentina. La mina fue comprada por capitales alemanes que extraían de la mina el wolframio para la fabricación de armas con la llegada de La Segunda Guerra Mundial. La mina ya existía desde antes, pero los alemanes la pudieron comprar justo al iniciar la guerra y luego fue vendida a capitales norteamericanos en los años 50, pero estaba abandonada y no prosperó. En el año 1936, un grupo de mineros argentinos contratados ingresaron a la mina que ya estaba socabada y con las vías de vagones puestas. Las paredes de la mina estaban llenas de un color verde producto de los minerales y la oxidación, o eso es lo que parecía. La idea era extraer el wolframio y transportarlo a Alemania. Los mineros comenzaron su trabajo hasta el año 1945, justo cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, al encontrar una piedra o mineral de color verde que los sobrevivientes llamaron «La tinta esmeralda». Realmente no sabían sí era esmeralda o no, le pusieron así por la fama característica de color verde que tenía el mineral. Los mineros en el año 1945 encontraron esa piedra, gema o mineral verde brilloso depositado encima de unas estacas de roca llamadas estalactitas, como si fuese puesto allí. La cueva no era como aquellas que tenían estalactitas, no debería haber allí. De hecho, solo existían esas estalactitas en toda la cueva que sostenían la gema verde como sí fuera una exposición. La encontraron al picar las paredes de las minas que cayeron fácilmente, ya que era una bóveda natural dentro de la cueva. No había señales de que antes haya entrado alguien allí, simplemente era natural. La gema estaba en el medio de esa bóveda, apoyada, y los mineros pensaron que se ganarían un buen dinero si la vendían. Nadie se iba a dar cuenta, mientras rindan cuentas del wolframio podían ocultar la adquisición de este tesoro. Los alemanes se habían rendido y perdieron la guerra, pero los mineros todavía no lo sabían.

Los 8 mineros que estaban allí se acercaron, mientras debatían como vender la gema verde y si debían llevarla. Uno de ellos tocó la gema verde y, mientras charlaban preguntándose que tipo de piedra podía ser, una mancha verdosa contaminó la mano del minero. La mancha no tenía sentido, ya qué la gema reflejaba la luz por su superficie vidriosa o transparente, no había manera que pueda manchar. El minero se dió cuenta de la mancha verde que tenía en la mano y se la mostró al resto diciendo que la gema tenía tinta. El mismo minero se frotaba con la otra mano la tinta para ver si se salía la tinta con el frotado, pero solo logro mancharse los dedos de la otra mano. La tinta era muy permeable y se filtraba rápidamente en los poros de la piel, era como la tinta de las lapiceras o fibrones.

El minero fue hasta un barril cercano que contenía agua para lavarse las manos y otro minero advirtió que no toque la gema hasta encontrar un trapo para agarrarla sin mancharse. El minero manchado se mojaba las manos para lavarse, pero la tinta se extendía y manchaba más en cada refregada, ganando terreno en la muñeca de la mano. El minero hizo un suspiro avisando que no salía la tinta y uno de ellos dijo que tal vez salía con alcohol o algún diluyente, mientras le tocaba la mano observando la tinta. Ése minero que le tocó la mano también se manchó los dedos de la tinta verde esmeralda y el minero que había tocado la gema se preocupó por el reciente manchado avisando que no lo toquen o podían mancharse todos. Ambos eran familiares, uno cuñado del otro, el qué tocó la gema se llamaba Alberto, quién recomendó a su cuñado para entrar a la mina llamado José. Alberto y José se empezaron a tocar sus propias manos manchadas de tinta. Los otros 6 se llamaban Gerardo, Julio, Juan, Martín, Roberto y Patricio.

Gerardo propuso salir para que Alberto y José se limpien, mientras Julio había encontrado un trapo. Alberto se negó ya que Julio había encontrado el trapo para agarrar la gema y que iban a salir cuando la sacaran, aprovechando la salida para sacar el wolframio y la limpieza de manos.

Julio fue con el trapo para envolver y agarrar la gema que emitía un finísimo zumbido de esos que se escuchan cuando se produce tinnitus temporal por una explosión. Julio no le dió importancia y agarró la gema con el trapo, pero el trapo se manchó todo de la tinta verde y él se dió cuenta cuando llevaba la gema en sus manos cuando la tinta empezó a manchar sus dedos. Julio dejo caer la gema al suelo del susto, sin lograr sacar la gema de la bóveda natural. Julio insultó y se preguntaba que clase de gema era esa que manchaba tanto. Julio se había manchado más que Alberto y José, se manchó de tinta verde hasta la mitad de ambos brazos sin darse cuenta. De repente, Julio vió que la tinta esmeralda de sus brazos se puso de color brillante fosforescente color verde y ambos brazos se le torcieron para arriba rompiendo los huesos, mientras la tinta esmeralda seguía ganando terreno en el brazo de Julio llegando hasta los hombros rápidamente. Julio gritó de dolor y desesperación, todos lo escucharon y fueron a ver que le pasaba a Julio. Todos vieron a Julio arrodillado en el piso con los brazos torcidos largando sangre y la tinta esmeralda llegandole al cuello. Julio gritaba pidiendo ayuda, mientras los demás quedaron paralizados.

Juan fue a ver que le pasaba y lo tocó manchandose también las manos sin darse cuenta, diciendo que había que llevarlo a un hospital y levantando a Julio del suelo. Gerardo se sumó a Juan para ayudar y cargar a Julio desde los hombros amarrándole cada uno un pie, manchandose Gerardo también en el cuello y brazo derecho. Juan también se manchó el cuello y brazo izquierdo cuando levantaron a Julio. Ambos dieron unos pasos para llevar a Julio pero, justo antes de salir de la bóveda, Julio gritó llorando tinta esmeralda por los ojos cuyas venas oculares también estaban mezcladas con rojo sangre y verde, y la cabeza de Julio giró 90 grados torciendola inmediatamente. Gerardo y Juan cayeron al suelo por el horror que vieron dejando caer a Julio que ya estaba muerto. Todos quedaron quietos. De repente, se escuchó un sonido medio gelatinoso mezclado con zumbido y el brazo de Alberto se giró para atrás rompiéndole el codo, rápidamente también el brazo giró hacía adelante estando al revés y su propia mano le atravesó la boca hasta la nuca. Alberto cayó de rodillas y, su propia mano que le atravesó la boca, le arrancó la lengua. Alberto cayó muerto. Todos empezaron gritar y correr. Gerardo y Juan, en el suelo, pedían a gritos que le saquen la tinta esa del cuerpo. Gerardo y Juan se arrastraban mientras sus brazos se torcian. Martín, Roberto y Patricio corrieron para salir y José estaba parado en las vías de los vagones que era el camino a la salida. José tenía la cabeza mirando hacia abajo, goteaba sangre y líquido verdoso brilloso desde sus manos. Los 3 se frenaron y Martín le hablaba a José, pero no respondía. Martín agarró un pico y volvió a hablarle a José diciéndole que había que salir del lugar y pedir ayuda, le preguntó si José estaba bien. José levantó la mirada, cuyas venas de los ojos estaban hinchadas de verde y abrió la boca como si fuera una anaconda. De la boca de José salió su lengua verdosa con baba, lengua que tenía varios ojos y orejas punteagudas. José-tinta hizo un rugido mientras se le torcieron los brazos hacia adelante y se puso en cuatro patas, empezando a correr como un animal. José, transformado en esa cosa por la tinta esmeralda, persiguió a los 3 que no habían sido manchados y agarró a Roberto por la espalda tirandolo al suelo. Martín y Patricio, que corrían al interior de la cueva junto con Roberto, escucharon a Roberto gritar y se dieron vuelta. Vieron a Roberto estirando las manos desde el suelo pidiendo ayuda y José, encima de Roberto, le atravesó con sus manos la espalda sacando los intestinos. Roberto murió y se manchó toda su vertebra de verde. Patricio corrió al interior de la cueva y le gritaba a Martín que corra, pero Martín se llenó de furia y con el pico atravesó la cabeza de José, cabeza y pico que quedaron clavados en la pared de la mina. De la entrada de la bóveda natural, donde estaba la gema verde, salieron Gerardo, Julio y Juan transformados igual que José. Martín no pudo sacar el pico y corrió junto con Patricio por la cueva mientras los perseguían Gerardo, Julio y Juan transformados. Habían muerto Alberto, Roberto y José transformado a manos de Martín por el pico.

Martín y Patricio lograron esconderse entre los laberintos de la cueva que conocían muy bien, no podían salir por esas criaturas. No tenían forma de defenderse y solo agarraron dos maderas que había por allí. Ambos se preguntaron que hacer, ya asimilando que sus compañeros ahora eran unas criaturas. Patricio propuso detonar el lugar con la dinamita que se encontraba en una de las salas de la cueva, pero debían llegar hasta ella. Ambos tenían encendedores para prenderlas, pero había que lograr la hazaña de llegar a las dinamitas y salir rápido. Martín vió desde un costado como estaba Gerardo transformado buscándolos como animal que huele las presas y agarró una piedra haciendole seña a Patricio. Martín arrojo la piedra y vió que Gerardo fue al lugar donde la piedra cayó, se confirmó que seguían el ruido. Martín y Patricio fueron avanzando sigilosamente, tirando objetos para distraer a los transformados que los denominaron como «Las Tintas». Increíblemente, llegaron hasta las dinamitas y deslizaron un carretel para encenderlo, cosa de que les de tiempo salir. Era el momento, sí salían sin detonar la cueva iban a salir las tintas para atraparlos. Allí habían 2 picos más que los cambiaron por los palos y se prepararon para la huida, mirando como rodeaban los caminos las tintas. Era momento de huir, encendían el carretel y correrían hasta la salida sin mirar atrás, no podían ser sigilosos cuando se encendiera el carretel. Cuándo Patricio estaba por encender el carretel, apareció detrás de él Gerardo-tinta que lo agarró del cuello dejando caer el encendedor. Patricio gritó y empujó a Gerardo-tinta caminando para atrás hasta la pared. Patricio apuntó con su pico para atrás y atravesó el hombro de Gerardo-tinta que gritó de dolor y, también, como llamando a las demás tintas. Martín se acercó para darle varios golpes con el pico a Gerardo-tinta en la costilla, mientras Gerardo-tinta no paraba de moverse agarrado de Patricio que tampoco dejaba de moverse. Finalmente, Patricio logró manotear su pico y con otro movimiento para atrás atravesó la cabeza de Gerardo-tinta que cayó en el suelo con el pico incrustado. Martín lo miró a Patricio y Patricio estaba metiendo y sacandole el pico de ira a Gerardo-tinta con cara de felicidad, pero sin gritar para no hacer más ruido del que hicieron. Patricio se dió cuenta que Martín lo quedó mirando y le dijo que debían encender esas dinamitas ya, preguntándole también que pasaba a Martín y Martín no le dijo nada, aunque Martín vió que Patricio tenía el cuello manchado de verde por Gerardo-tinta. En el fondo, sabía que Martín debía matar a Patricio, pero no era el momento y Martín solo atinó a decir que debían irse. Justo cuando prendieron el carretel, aparecieron Julio-tinta y Juan-tinta por el llamado de Gerardo-tinta. Ambos empezaron a correr hacia la salida, perseguidos por Julio y Juan. Martín y Patricio fueron alcanzados por Juan y Julio, Martín logró empujar a Juan contra la pared y darle con el pico en la cabeza, mientras Patricio fue alcanzado por Julio. Julio todavía tenía la cabeza torcida y volvió a torcerla como estaba originalmente, mirando a Patricio. Patricio le pidió ayuda a Martín, rogándole a Julio que vuelva a ser quién era. Martín miró hacia atrás y, ya cuando había sacado el pico de la cabeza de Juan, Julio había abierto la boca y con su filosa lengua verdosa (afilada como si fuera un cristal) atravesó el cráneo de Patricio. Martín gritó e intentó golpear a Julio con el pico, pero Julio lanzó el pico al aire con su brazo.

Martín empezó a correr y Julio-tinta lo miró correr mientras succionaba la sangre de Patricio hasta qué gritó y comenzó a buscar a Martín para perseguirlo. Martin corrió pasando por el camino de la entrada de la bóveda donde estaba la gema y la salida, pero Roberto-tinta lo agarró del pie. Había muerto Roberto, lo vieron morir, pero estaba en el suelo transformado en esa cosa. Roberto era las tintas, pero sin capacidad de mover las piernas. Martín le pateaba las manos a Roberto-tinta para que lo suelte y vió como Julio-tinta corría acercándose a Martín. Finalmente, Martín se liberó de Roberto-tinta y empezó a correr, justo cuando Julio-tinta estiró la mano para agarrarlo. Pero Julio-tinta se tropezó con el cuerpo de Roberto-tinta y Martín corrió hasta la salida, faltaba poco. Julio-tinta se reincorporó y retomo la persecución, estaba por alcanzar a Martín. Martín salió de la cueva y la cueva explotó por la dinamita, enterrando por el derrumbe a Julio-tinta que estaba a 7 metros de llegar a la salida, enterrandolos a todos.

Martín se había desmayado por la explosión y, luego de media hora, se levantó no creyendo que lo había logrado. Toda esta historia se sabe porque Martín llegó a un pueblo cercano a contarlo todo, pidiendo ayuda, y no le creyeron pero llamaron a la policía igualmente. Antes de que lleguen las autoridades, Martín había desaparecido, ni un rastro de Martín, se había retirado del pueblo tocándose el cuerpo y nunca más fue visto. Las autoridades llegaron, pero no encontraron ni los cuerpos ni la gema aquella ni nada descripto. Martín fue tomado por un minero delirante que ni si quiera apareció. Lo único que encontraron en la cueva fue aureolas de manchas verdes secas en el suelo por la oxidación, pero no pasaba nada al tocarlas. La cueva estaba en ruinas e intentaron retomar su funcionamiento unos años después con los capitales norteamericanos, pero dejó de funcionar a los pocos años. En los años 50 y 60, la gente del lugar charlaba sobre el relato, la mayoría no creyendo lo que decían y unos pocos testigos que vieron a Martín hipotetizaron que los cuerpos se habían filtrado por el suelo. Pero, lo que si afirmaban los lugareños es que vieron en el cuerpo de Martín una especie de lunar o manchita pequeña de tinta esmeralda en su cuello.

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