Ya han pasado al menos dos horas, es extraño, pero ya el miedo se ha fugado
de mí, la obscuridad de esta cajuela se ha vuelto una especie de capullo que me
aísla del mal que me aguarda una vez que el auto se detenga. No hay
arrepentimiento, ni enojo, ni tristeza, al fin y al cabo, yo me lo busqué.
El carro al fin se detiene, y puede que mi vida con él, escucho cómo bajan
del vehículo, sus risas socarronas realmente me molestan, ¿qué derecho tienen
de burlarse de mi miseria? Si ellos hubieran estado en mi posición… Pero ¿qué
más da?, no lo estuvieron y yo sí, y así es como voy a terminar.
Al abrir la cajuela este par de monstruos me muestran sus patéticas sonrisas,
me toman del saco con singular facilidad, mi peso no es nada para ellos y
aparentemente mi vida tampoco; me sacan violentamente del que seguro ha
sido mi último refugio y me arrojan al piso. Hasta este momento la
tranquilidad no me había abandonado, pero entonces me doy cuenta de dónde
estoy, o al menos me doy una idea. El carro se ha detenido en alguna autopista
desierta, lugar perfecto para extinguir la vida de alguien, supongo. Entonces la
realidad habrá de caer sobre mí, despiadada como ella sola.
Los monstruos solo me miran y se sonríen uno al otro. No sé qué vayan a
hacer conmigo, solo espero sea algo certero y fulminante.
De pronto y sin mayor aviso me dan la espalda y suben al carro, yo estoy
atónito, ¿qué acaso no me iban a matar?, el carro arranca y se aleja
rápidamente, solo se aprecia a lo lejos el rojo de los cuartos traseros y de
pronto nada, solo yo y la noche.
Es curioso cómo pasé de la seguridad de una cajuela obscura a la seguridad
de un mundo en tinieblas, el cielo se encuentra totalmente nublado, no hay luz
alguna, pero está bien, estoy vivo, no sé qué vaya a pasar, pero en esta
oportunidad debo huir… debo vivir.
No estoy seguro hacia dónde estoy caminando, pero dada la situación solo
puedo seguir la carretera, sigo muy confundido, no sé si me han perdonado la
vida o solo juegan conmigo, pero no importa, de alguna manera habré de
sobrevivir.
…
Ya no puedo más, no sé cuánto llevo caminando, pero esto cada vez se hace
más difícil, tantas subidas y bajadas, y no llego a ningún lugar… Pero debo
mantener la calma, ellos quieren que me desespere, quieren verme sufrir, estoy
seguro, no les daré el gusto. No hoy.
De pronto mis miedos se hacen realidad, una luz blanca a lo lejos se hace
presente en mi refugio de penumbra, puede que sea mi boleto de salida de
aquí. Pero no, no, no, no puede ser tan fácil, tienen que ser ellos que han
vuelto a terminar el trabajo… Esos monstruos, ¡ESOS MALDITOS
MONSTRUOS!
Debo alejarme de la carretera, es mi única opción, espero no perderme.
Pero, ¿qué digo? ¡Si ya estoy perdido!
D
ebo alejarme rápido, debo correr, ¿cómo los podré perder? Me tiro al piso
con la esperanza de que la luz pase de largo, y por supuesto, la peor situación
esperada acontece, la luz se detiene donde yo estaba, y se sale de la carretera.
¡Saben dónde estoy! No hay opción… debo seguir corriendo.
…
La fatiga empieza a pesar demasiado, hace mucho que no tomo agua, siento
como si mi lengua quisiera llegar a mi garganta cuando trato de succionar las
últimas gotas de saliva que me quedan, mis pies están destrozados y mis
músculos en cualquier momento van a reventar. Maldigo a mi frágil cuerpo,
pero no me puedo detener hasta estar seguro de que ya perdí a la luz. Esta
sigue detrás de mí, sé que puede ir más rápido, sé que ya debería haberme
alcanzado, pero juega conmigo, parece disfrutar mis patéticos intentos por
huir, pero… ¿qué más puedo hacer…?
Caigo al piso derrotado, dejando atrás la vida que tanto luché por conservar,
al final supongo que por la existencia de un tipo como yo, un vil asesino, no
vale la pena que se dé tanta pelea, me rindo, espero acaben con esto de una
maldita vez, pero la luz también se ha detenido.
–¡¿QUÉ DIABLOS QUIEREN DE MÍ?! –grito.
La luz sigue inmóvil, los dos nos quedamos en medio de la nada uno frente
al otro, no son los monstruos… Solo… solo es una maldita luz.
Mientras más la contemplo más aterradora se vuelve, el pánico me invade y
me vuelvo a poner de pie para seguir huyendo, no sé qué pasa, pero mientras
miro esa luz puedo sentir cómo la vida se me escapa, como si mi piel se secara
y mis músculos se rindieran, como si fueran carne suavizada para ser devorada.
Esta vez la luz me sigue de cerca como esperando a que simplemente mi
cuerpo se dé cuenta de que ya no puede más y se desplome, sé que disfruta de
forma enfermiza esta cacería. Entonces a lo lejos veo a unas personas, tal vez
esté por salvarme, les grito con toda mi fuerza que me ayuden, mis gritos
provocan que me sangre un poco la comisura de la boca por la resequedad.
Cuando llego a ellos la visión me golpea como una bala en el rostro y caigo de
rodillas ante ellos.
No es posible que estén aquí, ellos son la razón de que tenga que padecer
tanto, con que mis pecados están aquí para presenciar mis últimos momentos,
¿cómo puede ser posible?, si yo mismo los maté.
La luz nos alcanza y los desvanece como si fueran sombras, y yo… me
desvanezco con ellos.
Al siguiente día en las noticias hablan de mí, la policía encontró el cuerpo de
un ejecutado en la carretera, una bala certera en la frente y nada más, no hubo
resistencia, no hubo nada que pelear.
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