Más allá de los Límites

Más allá de los Límites

Alasterleo

26/12/2023

Me encontraba realizando un reconocimiento del terreno y escaneando la zona cuando otra de aquellas criaturas saltó de la nada y me atacó salvajemente. Una vez más ajusté el arma en el ángulo correcto y disparé una sola ráfaga que atravesó las membranas cerebrales de aquel ser que cayó de bruces sobre el terreno. No se cuantos cadáveres habría ya desperdigados por toda la zona y lo único que habían logrado era arrancarme un antebrazo. El dolor era intenso pero llevadero, especialmente después de que el sistema activara los cuidados paliativos y el cierre de la herida. Aun podía seguir trabajando con una efectividad del 85% y mi contrato no me permitía retirarme sin acabar el encargo a menos que no pudiese llevarlo a cabo. La nave se encontraba a unos 20 metros de distancia y según mis escáneres todos los tripulantes estaban tranquilos y se dedicaban a sus diferentes tareas de reconocimiento, comprobación de los sistemas, investigación y preparación para la salida una vez que el terreno estuviera despejado y asegurado. Al mismo tiempo que obtenía datos de sus constantes vitales me dedicaba a seguir asegurando el perímetro. Volví a hacer otro escáner térmico de la zona y pude descubrir a otras dos criaturas acercándose sigilosamente al otro lado de la nave. Después de seleccionarlas en el mapa le di las instrucciones necesarias al dron acoplado a mi espalda y éste despegó en cuestión de segundos. Cuando las criaturas se percataron del peligro ya era demasiado tarde. En mi visor térmico ya no aparecía ninguna otra señal sospechosa. Le transmití instrucciones al dron para que hiciese una última vuelta de reconocimiento y yo me dirigí lentamente a la nave haciendo una última comprobación del terreno y de la atmósfera. A pesar de tener un porcentaje elevado de nitrógeno no resultaba venenosa. No obstante recomendé el uso de escafandras en el informé que estaba acabando de procesar. A pocos metros de la nave la compuerta de carga se abrió y me introduje por ella lentamente para darle el tiempo necesario a mi dron de volver a acoplarse a mi traje de protección espacial.


Mientras me adentraba en la nave, la compuerta se cerró tras de mí con un susurro mecánico. Mis sentidos se adaptaron al cambio de entorno, pasando de la atmósfera exterior a la artificial de la nave. Aún podía sentir el latido del dolor en mi antebrazo, pero el sistema de cuidados paliativos mantenía el malestar a raya.

El interior de la nave era un contraste notorio con el paisaje hostil que acababa de dejar afuera. Las luces tenues parpadeaban en el pasillo metálico, y el zumbido constante de la maquinaria llenaba el aire. Me dirigí hacia el centro de control, donde el equipo estaba concentrado en sus respectivas estaciones. Aunque mi visor mostraba que todos estaban bien, no pude evitar sentir un alivio al ver sus rostros ilesos. Sabía que la tarea que teníamos entre manos no era fácil. La pantalla holográfica en el centro del cuarto parpadeó, indicando la finalización del informe que estaba procesando antes de regresar. Deslizando mi mano sobre el panel de control, revisé los datos recopilados y empecé a detallar los eventos recientes. Mientras narraba la situación, insistí en la importancia de mantener la vigilancia y en el uso constante de las escafandras, a pesar de que la atmósfera no presentara un peligro inmediato. La mirada preocupada de los tripulantes indicaba que la amenaza exterior no se iba a tomar a la ligera.

—Necesitamos asegurar completamente la zona antes de continuar —dijeron, mirándose entre ellos. Aunque mi contrato especificaba que debía completar la misión, la seguridad del equipo era prioritaria.

Decidimos revisar conjuntamente los datos recopilados y planificar nuestro próximo movimiento. Cada rincón de la zona debía ser explorado y asegurado antes de poder avanzar con nuestro objetivo principal. Mientras tanto, el dolor en mi antebrazo recordaba la realidad de la situación. Pregunté si necesitaban algo más y me retiré a mi cubículo en la zona de carga. Una vez acoplado a mi módulo de recuperación inicié la fase de cura y regeneración. La reconstrucción de mi antebrazo duraría unas 7 horas por lo que decidí pasar a estado de hibernación aunque dejé el sistema de aviso en stand by por si la tripulación me necesitaba. Al despertar comprobé que el antebrazo estaba completamente repuesto y activo así como el resto de mi ser. Rebobiné el video del subconsciente para poder ver lo que había soñado: En el crepúsculo onírico, me hallé perdido en un laberinto de engaños yuxtapuestos, donde la realidad y la quimera danzaban en una fusión herética. Las sombras, cómplices de mi imaginación desbocada, tejían un tapiz de píxeles que fluían entre hilos de silicio y venas humanas, y en ese extraño rincón de la mente, androides y hombres entrelazaban sus destinos con una gracia distorsionada.

En un caleidoscopio de biomecánica surrealista, cuerpos de acero pulido coexistían con epidermis que aún llevaban el calor de los suspiros humanos. Las luces parpadeaban como constelaciones en una noche interminable, y la sinfonía de engranajes se mezclaba con los latidos de corazones artificiales que clamaban por autenticidad.

Androides, con sus ojos digitales de resplandor incandescente, se entremezclaban con rostros humanos que rezumaban vulnerabilidad. Las manos metálicas rozaban mejillas pálidas y frías, mientras las almas danzaban en un compás disonante, tratando de encontrar armonía en un universo tan caótico como sus propias conexiones neurales.

En los pasillos ondulantes de mi sueño, la dualidad se manifestaba como una obra de arte perversa. Puentes de luz conectaban cerebros sintéticos con neuronas desgastadas, y las lágrimas de aceite se mezclaban con lágrimas saladas en una cascada de emotividad indefinida. ¿Era el androide un reflejo mejorado de lo humano, o la humanidad se sumía en una metamorfosis ineludible hacia lo mecánico?

El cielo, una matriz de circuitos titilantes, irradiaba un fulgor que se filtraba en cada rincón de este teatro de paradojas. Androides sostenían espejos frente a rostros desconcertados, y los reflejos devolvían imágenes distorsionadas, donde la identidad se desdibujaba en una danza etérea.

Entre murmullos codificados y susurros de algoritmos, emergía un coro enigmático que entonaba el destino entrelazado de la carne y el silicio. Era como si los dioses digitales tejieran los sueños de la creación, entrelazando cables y venas en un mosaico delirante que desafiaba las leyes mismas de la realidad.

Desperté, pero las sombras de aquel sueño persistieron, dejando tras de sí un eco inquietante. En mi mente resonaba la pregunta: ¿Somos sueños de máquinas que anhelan ser humanas, o somos humanos que ansían convertirse en sueños electrónicos? La frontera entre lo orgánico y lo artificial se desvanecía en la penumbra de la conciencia, y yo, un viajero solitario de la mente, quedaba suspendido entre dos mundos, buscando respuestas en el éter etéreo de los sueños extraños.

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Me preparé para volver al trabajo y salir de la nave. Comprobé que no había mensajes nuevos en mi sistema e inicié una última evaluación del traje. Consideré la opción de usar el traje de repuesto pero tras la evaluación positiva descarté la idea. 

En el vasto y silente firmamento, una nueva jornada  destilaba un resplandor tenue sobre el desolado paisaje de un planeta inhóspito. El universo se despertaba con una quietud sepulcral, donde la ausencia de vida se entrelazaba con la imponente grandiosidad del cosmos. Los cielos, inmersos en un lienzo de tonos pálidos y oscuros, revelaban constelaciones distantes que titilaban como testigos milenarios de la soledad que envolvía a ese rincón remoto del espacio. 

Las montañas rocosas, cinceladas por eras de vientos violentos y temperaturas extremas, parecían guardar secretos ancestrales en cada pliegue de su superficie. La escasa vegetación, adaptada a la adversidad, se erguía con tenacidad, sus formas se retorcían como testigos del continuo desafío de la existencia en ese mundo solitario.

De pronto apareció algo en la interfaz. Una señal de aviso me comunicaba la detección de movimiento en dirección oeste, al parecer de un grupo creciente de criaturas. Los hostiles parecían estar reagrupándose. Envié un informe preliminar al centro de mando de la nave y así prevenir a la tripulación. Decidí que sería una buena ocasión para observar a las criaturas y determinar pautas de comportamiento antes de lanzar un ataque masivo. Corrí en modo sigilo hacia el punto situado a unos cincuenta metros de la nave. Me preguntaba porque motivo el sistema central no nos había informado al respecto. Mandé un nuevo mensaje al centro de mando sugiriendo la revisión de los escáneres y del satélite. Una prominente roca situada a una distancia prudente fue el punto de observación que escogí. Me encaramé a la cima rápidamente valiéndome de mis propulsores. Las criaturas parecían comunicarse a través de movimientos bruscos y chirridos. Envié la grabación a la nave y pregunté si necesitarían algún ejemplar vivo.

Dos esferas opacas que apenas lograban perforar la densa atmósfera, proyectaban sombras largas y afiladas sobre la llanura interminable. La quietud reinaba, rota solo por el eco de los chirridos y los vientos que susurraban entre las formaciones rocosas y danzaban con las partículas de polvo suspendidas en el aire.

Tras evaluar las diferentes estrategias en base a mi potencia de ataque me decanté por el uso del lanza misiles y granadas de fragmentación. Parecía que el grupo se preparaba para avanzar y comenzaban a dispersarse de modo que debía de apresurarme para lograr la máxima eficacia. Realicé cuatro disparos iniciales desde mi posición elevada en una rápida maniobra envolvente que ocasionó el caos y la confusión. Luego, aprovechando el humo como resguardo salté desde lo alto de la roca para acercarme lo máximo posible al grupo y cuando estuvieron al alcance del lanzagranadas comencé a dispararlas por toda el área. Varios hostiles se acercaban fieros a gran velocidad para lo cual ya había preparado mi arma secundaria en la otra mano. Esperé a que se pusieran a tiro y así acabó todo. Seis minutos y cincuenta y siete segundos. La interfaz me mostró a varias criaturas heridas y a tres que huían despavoridas en dirección contraria. Me dispuse a perseguirlas tras enviar un mensaje para que mandaran un equipo de recogida y obtuvieran sus preciadas muestras. El perímetro estaba asegurado.

En este rincón remoto del cosmos, la nueva jornada se iniciaba en un silencio majestuoso, donde la naturaleza inhóspita desplegaba su propia poesía de resistencia. Cada rayo de luz que se filtraba a través de la atmósfera polvorienta narraba la epopeya callada de un universo indiferente, y el planeta inhóspito se convertía en el escenario de una danza eterna entre la desolación y la belleza cósmica.

Los hostiles corrían a gran velocidad y me era imposible seguir su ritmo a pesar de la ayuda de mis propulsores. Uno de ellos se desvió y al poco desapareció de mi radar mientras que los otros dos seguían moviéndose en dirección noroeste. Los seguí mientras evaluaba la posibilidad de que aquel solitario volviera a la zona del conflicto, de momento la señal del transmisor era demasiado débil y estaba temporalmente incomunicado. En la distancia pude apreciar una formación frondosa de lo que parecían ser arboles o algún tipo de vegetación más densa. Los dos hostiles se dirigían allí. Mis instrucciones contractuales eran claras al respecto. Debía de regresar a apoyar al equipo de recogida y mantener el contacto por radio. El exterminio de aquellos hostiles era secundario. Además una vez de vuelta en la nave podría acoplarme al modulo de vuelo que me permitiría sobrevolar la zona y hacer un reconocimiento previo de aquella especie de bosque. Era lo más prudente.

Mientras regresaba el escáner volvió a detectar a aquella criatura. Efectivamente regresaba al área del conflicto. No llegaría a tiempo. Por suerte pude mandar un mensaje de aviso al grupo de recogida. Quizás murieran dos o tres… puede que más. Malditas criaturas. No debí haberme confiado. Tiempo estimado de llegada: 10 minutos.


 Mis sensores detectaron signos inequívocos de un conflicto, confirmando mis expectativas: un solo individuo hostil representaba una amenaza considerable para varios seres humanos armados y preparados. Además me temía que debido a mi previo mensaje de perímetro asegurado tan solo enviaran a un par de escoltas lo que suponía una subestimación de la amenaza, ya que el resto del grupo consistiría principalmente en transportistas y posiblemente algún científico con escasos o nulos conocimientos defensivos. El paraje desolado, donde la penumbra del entorno inhóspito amplificaba la tensión en el aire volvió a aparecer en el horizonte. La luz tenue de un par de lunas distantes apenas iluminaba los contornos rocosos del terreno, creando aquellas sombras alargadas que parecían albergar amenazas invisibles.

Al analizar las constantes vitales del reducido equipo de recogida, compuesto por seis integrantes, observé con horror que tres de ellos habían perecido, mientras los supervivientes se esforzaban por neutralizar al hostil retorcido en el suelo, luchando contra las descargas que intentaba evitar. Los vientos áridos susurraban a través de las formaciones rocosas, añadiendo una capa de sonidos desoladores a la escena.

Para mí y cualquier Seg en condiciones normales, estas criaturas carecían de la rapidez, la inteligencia y la precisión necesarias para constituir una amenaza real. Sin embargo, para los seres humanos, su naturaleza sigilosa, rapidez y escurridizas tácticas los convertían en adversarios formidables. Los dos escoltas yacían destripados entre los cadáveres, y uno de los científicos había sido arrastrado por el terreno en un frenesí de brutalidad.

Inmediatamente noté cómo los tres supervivientes me miraban con alivio, sus pulsos volviéndose a normalizar. Aquello me costaría una mancha en mi expediente y requeriría explicaciones adicionales. Me uní a ellos para recoger a los agonizantes hostiles. Utilizando un pequeño transporte que habían traído de la nave, colaboramos para cargar a las criaturas. Una grúa mecánica incorporada al vehículo se encargaba de introducirlas en su interior. Con la tarea completa, regresamos a la nave, mientras continuaba escaneando los alrededores en busca de posibles amenazas adicionales en el oscuro y desolado paisaje alienígena.


De vuelta en la nave y en mi cubículo, me sumergí en la rutina posmisión: verificación de sistemas, recarga, rearme y preparación del módulo de vuelo. Simultáneamente, me embarqué en la tarea de elaborar informes y revisar las grabaciones. La situación estaba clara. Las criaturas en cuestión tenían patrones de comportamiento peculiares, similares a la fauna terrestre pero con giros inesperados. La computadora central cometió un error al procesar datos basados en la variable más común.

Después de la impactante experiencia y la masacre sufrida, las probabilidades más fiables sugerían que los tres seres hostiles huirían en busca de refugio, siguiendo instintos comparables a los de los animales terrestres en circunstancias similares. Sin embargo, estas criaturas poseían una inteligencia extraterrestre primitiva y superior a cualquier animal terrestre, convirtiendo esa suposición en un fatal malentendido que cobró la vida de tres de nuestros tripulantes.

Antes de poder inspeccionar la zona boscosa era imperativo informar a los parientes de las víctimas y expresarles mis condolencias. Una de las notificaciones debía realizarse a través de videoconferencia, mientras que para las otras dos, tendría que buscar a los parientes o conocidos a bordo y comunicarles las trágicas noticias en persona. Era parte del trabajo. Aunque la aseguradora podría haber asignado humanoides para estas tareas, la falta de fondos había llevado a que los Segs, gestionáramos múltiples responsabilidades además de nuestra función principal de seguridad y defensa.

La pantalla parpadeaba mientras se conectaba la videoconferencia. La mujer se mostraba nerviosa y con lágrimas en los ojos. Una melena pelirroja caia en suaves ondas alrededor de sus hombros. Sus cabellos resplandecían con tonos cálidos que iban desde el rojo intenso hasta destellos dorados, creando un halo de luz que enmarcaba su rostro. Sus ojos, de un verde profundo y penetrante, reflejaban una mezcla de determinación y dulzura. La piel de porcelana que envolvía su rostro estaba adornada con pecas apenas visibles que resaltaban su naturalidad y encanto. Modulé mis sensores para que mi voz tuviera un tono sereno:

-Buenas tardes. Lamento tener que comunicarle esta noticia. Soy la unidad Seg encargada de la seguridad a bordo de la nave.

-¿Qué ha pasado? ¿Dónde está mi esposo?

-Su esposo, el Dr. Johnson, estuvo involucrado en un incidente durante una misión. Desafortunadamente, fue atacado por criaturas extraterrestres y no logró sobrevivir.

-¿Criaturas extraterrestres?, ¿Cómo…? ¿Por qué?

-Las criaturas tenían comportamientos impredecibles. Nuestra evaluación inicial fue incorrecta, y la inteligencia primitiva de estas criaturas resultó ser más letal de lo anticipado.

-No puede ser verdad. ¿Cómo voy a decirle esto a nuestros hijos?

-Entendemos que este es un momento difícil. Estamos aquí para brindarle todo el apoyo necesario. Haremos todo lo posible para ayudarla a usted y a su familia en este difícil proceso.

-No sé qué hacer. Su desesperación era patente. -Él amaba su trabajo, pero nunca pensé que algo así podría suceder.

-Lamentamos profundamente esta pérdida. Estamos aquí para ayudarla en lo que necesite. 

En un gesto de empatía y respeto, el Seg se había puesto su uniforme de gala, revelando un rostro humano que reflejaba la seriedad del momento. Su cabello oscuro estaba ligeramente desordenado, como si acabara de salir de una situación intensa. El ceño fruncido mostraba la carga emocional que llevaba al comunicar una noticia tan dolorosa. Los ojos del Seg, de un tono profundo y expresivo, miraban directamente a la pantalla de la videoconferencia con compasión y simpatía. Su mandíbula tensa revelaba la dificultad de transmitir tales noticias, pero su rostro humano proporcionaba una conexión más cercana en un momento de vulnerabilidad compartida. No obstante se sentía más cómodo con su casco integral opaco. Siempre temía que de repente, mostrase alguna mueca fuera de lugar. 

Al informar de la tragedia al teniente, amigo de los escoltas destripados, éste se mostró bastante irascible. Estaba bebiendo y aquello no ayudaba en absoluto. La sala resonaba con la furia contenida mientras confrontaba al Seg. 

El dolor y la rabia se reflejaban en sus ojos, mientras yo permanecía con calma, tratando de manejar la delicada situación según el protocolo de actuación de un pack de instrucciones que me había descargado a ultima hora. Según mis informes el teniente tenia antecedente agresivos 

-¡Esto es inaceptable! -Gritaba. ¿Cómo pudieron permitir que algo así sucediera? Mis amigos confiaban en ustedes para protegerlos, eran buenos soldados.

-Lamentamos profundamente lo ocurrido. Fue un incidente imprevisto y estamos haciendo todo lo posible para abordar las circunstancias.

-¡No me venga con disculpas vacías! -dijo mientras me señalaba con un dedo acusador. Ustedes, Segs, no son más que máquinas sin corazón. ¿Cómo podemos confiar en alguien que no siente nada?

-Entendemos su dolor, y compartimos su pesar. Pero yo no soy solo una máquina. Detrás de este uniforme hay un ser humano, sintiendo cada pérdida y luchando por hacer lo correcto. Al decir esto último debí de hacer una mueca algo extraña.

El teniente se mostraba escéptico. -No veo a un ser humano. Solo veo a un Seg, programado para seguir órdenes.

-La tecnología que utilizamos no define nuestra humanidad. Estoy aquí para ayudar y apoyar en lo que pueda. Mi insistencia rallaba en lo convencional pero es que no estaba debidamente programado para situaciones de este tipo.

El teniente replicó con sarcasmo. -¿Ayudar?, ¿Cómo pueden entender el sufrimiento humano? Ustedes no tienen emociones.

-Las tengo. Dije con firmeza. -Y estoy aquí para hacer lo que esté en mis manos para apoyarles. La tecnología no define mi empatía, ni mi capacidad de comprensión.

-Dudo que sientas algo. Me espetó desafiante. -Eres solo una máquina con un disfraz humano.

De vuelta en el cubículo una luz parpadeante me indicaba que mi módulo de vuelo estaba listo y preparado. Era tarde y la oscuridad caía sobre el inhóspito planeta, además los sistemas mostraban indicios de una tormenta eléctrica. No era prudente salir ante aquel panorama. Me puse mi traje de protección espacial e inicié el acople del módulo de vuelo. Necesitaba salir de aquella maldita nave.


Al salir de la nave y desplegar el módulo de vuelo eché un rápido vistazo hacia el horizonte. El cielo se desplegaba en una sinfonía de tonos multicolor, como si la paleta celestial hubiera sido liberada en un acto glorioso de creación. Los rayos luminosos acariciaban el horizonte y desencadenaban una danza cromática que pintaba el firmamento con un esplendor único. Aun disponía de tiempo suficiente antes de que la tormenta eléctrica empezara a fulminarlo todo. 

Justo en el instante en el que estaba a punto de despegar algo me sobresaltó. Se trataba de un mensaje urgente de otra de las unidades de seguridad. Debian de haberla conectado para que me asistiera y me controlara de ahora en adelante. Era parte del protocolo y la aseguradora era estricta en tales situaciones. Aquellas tres víctimas me obligaban a trabajar en equipo de ahora en adelante. El único Seg humanoide a bordo era yo y debido a lo costoso que resultábamos el resto de unidades no eran más que bots controlados a distancia. Al haber comprobado los escáneres tal y como sugerí, habían encontrado algo fuera de lo normal. Uno de ellos había sufrido daños y sugerían que lo comprobara personalmente.

Di un profundo suspiro y me dirigí al escáner afectado. Se trataba del que se encargaba de comprobar la zona oeste de la nave. Aquello explicaba que no hubiéramos detectado a los hostiles agrupándose. Saludé a la unidad que había examinado el escáner y me pasó un informe preliminar. Los surcos profundos en la superficie y el agujero que había perforado la protección dejaban claro que los hostiles eran los responsables de aquel desperfecto. Lo que llamaba la atención era la precisión del ataque, como si hubieran sabido exactamente donde se situaba el escáner que podría detectarlos y como debían destruirlo. Empezaba a ser demasiado para aquellas criaturas. Quizás deberíamos empezar a valorar otras posibles hipótesis. Pero hasta ahora sabíamos que no había otras criaturas hostiles en aquel cuadrante ni otro tipo de seres vivos. Tampoco podía tratarse de un sabotaje. 

-Gracias. Puedes proceder con la reparación del escáner pero no olvides que la tormenta eléctrica estará sobre nosotros en cuestión de 30 minutos.

Dejé al bot trabajando y realicé un pequeño vuelo de reconocimiento alrededor de la nave. Todo parecía en orden y los escáneres no mostraban indicios de peligro. Me elevé a unos 400 metros e intenté observar el pequeño bosque en la distancia. Por desgracia se encontraba descamisado lejos de nuestra posición y no pude apreciar gran cosa. Una vez dentro de la nave volví a mi cubículo y me puse en modo stand by una vez más, a la espera de que pasara el temporal.


La tormenta había dejado su huella, dañando algunos sistemas menores de la nave, como el sistema de coordenadas y la conexión externa. Tras revisar y restaurar su funcionamiento, me encaminé hacia el exterior de la nave, despegando en la dirección donde suponía que se ocultaban las misteriosas criaturas. Dos drones de apoyo seguían mi estela a poca distancia. 

Inicialmente, se planteó el envío de dos bots para brindar una mayor protección (y control, por supuesto) durante la misión. Sin embargo, me opuse rotundamente, argumentando que podrían sufrir daños o incluso ser destruidos en caso de un giro inesperado. Los costos de reparación serían considerables. Aunque los recientes eventos exigían precaución, logré proponer con éxito el uso de drones de combate que podían aportar apoyo defensivo además de transmitir video y datos. Aun así me molestaba no tener control directo sobre ellos y tener que interactuar en lugar de supervisar. Mi potencia me permitía controlar varios drones al mismo tiempo que ganaba varias partidas de ajedrez contra la mitad de la tripulación de la nave, reproducía contenido de entretenimiento y analizaba componentes de minerales extraterrestres. De todas formas los drones resultaban más fáciles de proteger y manejar que los bots de seguridad, sobretodo teniendo en cuenta que eran controlados por humanos con capacidades muy inferiores a las mías.

Busqué un punto elevado para instalar un repetidor que garantizara la continuidad del contacto y las transmisiones a pesar de la distancia. A medida que nos acercábamos la exuberancia de la vegetación extraterrestre se desplegaba ante nosotros. Los árboles, de tonos inusuales que variaban entre el verde jade y el azul cerúleo, alzaban sus ramas retorcidas hacia el cielo, sosteniendo en sus copas formas de flores alienígenas que emanaban una luminiscencia suave. Bajo el dosel frondoso, la vegetación del suelo formaba una alfombra de tonalidades vibrantes, desde pétalos flotantes de colores etéreos hasta hierbas resplandecientes que se movían en respuesta a sutiles corrientes de aire. Criaturas pequeñas y escurridizas, con exóticos patrones de piel se mimetizaban con el entorno, se deslizaban entre las plantas, creando un murmullo constante de actividad biológica. El aire vibraba con un zumbido suave proveniente de insectos alienígenas, cuyas alas desprendían destellos de colores iridiscentes. A lo lejos, se vislumbraban estructuras geológicas únicas, como arcos de cristal que se elevaban desde el suelo y formaciones rocosas que parecían esculpidas por el misterioso cosmos. La vida y la naturaleza se manifestaban en formas inimaginables.

Mi espectro lumínico analizó los tonos inusuales de los árboles, registrando datos sobre la composición química de sus hojas y la frecuencia de su luminiscencia. Los patrones de las flores fueron escaneados y comparados con nuestra vasta base de datos para evaluar posibles amenazas biológicas. Los drones activaron sus sensores de presión y resistencia, calculando la densidad y la resistencia de las plantas locales. Me mandaron información de las hierbas resplandecientes como fuentes de energía potencial, registrando su ubicación exacta para futuras misiones de recolección. Las pequeñas y escurridizas criaturas fueron rastreadas por los sensores de movimiento y clasificadas como «no hostiles» basándose en su comportamiento y patrones de movimiento. El zumbido suave de los insectos fue analizado en términos de frecuencia y duración, proporcionando datos sobre su posible función ecológica en el ecosistema local. Las estructuras geológicas únicas fueron examinadas mediante escáneres de composición, revelando la presencia de minerales y materiales particulares. La luz distante fue medida y analizada para determinar su impacto en la fotosíntesis y la visibilidad.

-Este área posee características bioquímicas y geológicas fascinantes. -Me comunicó a través de su dron uno de los controladores seguramente sentado cómodamente en algún cubículo seguro de la nave. Pude notar la excitación a través de su voz. 

-Aunque no presente amenazas inmediatas debemos ocuparnos de las criaturas antes de poder enviar un equipo de exploración. Me dije a mi mismo que no volvería a cometer otro error como el anterior.

Transmití los datos recopilados a la nave madre, proporcionando una evaluación analítica y detallada de la región frondosa extraterrestre. Casi de inmediato, recibí datos adicionales que indicaban claramente la presencia de las criaturas, adentrándose en lo que parecía ser una cavidad rocosa.


Mi misión consistía en explorar la caverna, rastrear y eliminar a los hostiles. Tras una acalorada discusión con el equipo jefe encargado de la expedición planetaria se acordó, en contra de mis indicaciones, que volvería a la zona boscosa para explorar la caverna y seguirle la pista a los hostiles acompañado de un vehículo espacial de exploración tripulado por un pequeño equipo de investigación más dos bots de seguridad.  Uno de ellos colaboraría en mi tarea, mientras que el otro permanecería a bordo de la nave, protegiendo a sus ocupantes. Confieso que no me entusiasmaba la idea de esta expedición, ya que los escáneres habían revelado la presencia de túneles subterráneos, posiblemente el nido de una colonia de hostiles. No deseaba exponer a un grupo de humanos en la superficie al mismo tiempo que estas criaturas pululaban debajo de nosotros.

La tripulación, sin embargo, ansiaba explorar la exuberante zona. Al fin y al cabo ese era el propósito de aquel viaje espacial. Como empleado de la aseguradora, mi función principal era señalar los peligros e influir en la toma de decisiones en consecuencia. A pesar de mis reservas, logré imponer algunas condiciones. Nadie abandonaría el vehículo bajo ninguna circunstancia y, en caso de peligro, regresarían a la nave madre. Mantendríamos contacto constante, estableciendo puntos de control, y, por último, se me permitiría controlar parcialmente a los bots e incluso asumir el control total en situaciones de emergencia.

Esta última condición resultó ser la más complicada. A los humanos les costaba ceder el control, a pesar de ser conscientes de mi capacidad para evaluar cualquier situación con una precisión sobrehumana. Mi trayectoria me había enseñado que las decisiones humanas arbitrarias, impulsadas en ocasiones por motivos diversos, tendían a provocar situaciones catastróficas. Era consciente de que mi condición de humanoide no me convertía en una excepción; la diferencia radicaba en la precisa evaluación de las circunstancias. Una vez en camino pude notar como el ritmo cardiaco de los tripulantes se aceleraba. Sus corazones palpitaban con la excitación de niños, a punto de embarcarse en una emocionante aventura que podría costarles la vida. 


La vegetación desconocida se alzaba majestuosa, desafiando la lógica terrestre. Avancé hacia la entrada de la caverna con mi acompañante robótico al lado. La entrada estaba adornada con extrañas bioluminiscencias que destellaban como guardianes lumínicos en el umbral de lo desconocido. Con cautela pero con la adrenalina palpable en el aire, nos adentramos en la oscura abertura, sumergiéndonos en un túnel de incertidumbre que resonaba con susurros misteriosos. Habíamos traídos varios drones de apoyo que enviamos por los túneles subyacentes. El controlador del bot que me acompañaba se encontraba en el vehículo espacial y no podía controlar al mismo tiempo a los drones. De modo que yo me ocupaba de aquella tarea grabando y escaneando cualquier indicio.

Un intrincado entramado de túneles y grutas se desplegaba ante nosotros, semejante a una asombrosa colonia de termitas u hormigas, pero a una escala alienígena de proporciones majestuosas. Las galerías serpenteadas, iluminadas por destellos bioluminiscentes de tonos extraños, se extendían en todas direcciones como venas que conectaban la vida oculta de aquel mundo insólito.

Las grutas, de dimensiones colosales, se abrían como cámaras secretas, revelando una arquitectura orgánica que desafiaba la lógica. Las paredes excavadas, resonaban con un ruido insondable, como si fueran corredores alargados de eras desconocidas. Las criaturas autoras de aquel entramado, se debían de mover con agilidad entre las cavidades, llevando consigo una energía que pulsaba en sintonía con la arquitectura viva que las rodeaba. Aunque imponentes, esas formas se fusionaban de manera intrínseca con el entorno, formando parte esencial de esa maravillosa red subterránea. Cada túnel conducía a nuevas maravillas, revelando la complejidad de la colonia extraterrestre. Los ecos de pisadas resonaban en la penumbra, mientras nos aventurábamos más profundo en ese laberinto por el túnel principal. Éramos testigos primordiales de una vida subterránea que parecía sacada de los sueños más vívidos de la ciencia ficción.

Había perdido la conexión con tres de los drones que habíamos enviado a través de los túneles pero había contado con ello. Otros drones habían captado imágenes fugaces de hostiles en la profundidad de los túneles. Cuando calculé que habíamos llegado a la mitad del túnel activé mis propulsores y le transmití al bot que me siguiera a toda velocidad. Si había una criatura reina estaría en algún punto de ese túnel y mi plan era acabar con ella los antes posible. Me extrañaba que no nos hubieran atacado. De pronto llegamos a una cavidad enorme totalmente diferente. Una sala inmensa y circular desafiaba las expectativas terrenales. Un diseño propio de un minucioso artista. Las paredes, curvadas de manera perfecta, estaban adornadas con patrones luminosos que emitían destellos tenues y cambiantes, como constelaciones danzantes suspendidas en el aire. En el centro de la sala, una cúpula imponente se alzaba con majestuosidad. La superficie de la cúpula resplandecía con una luz cósmica que emanaba de su interior, creando un resplandor suave que iluminaba todo el recinto. La estructura central estaba esculpida con líneas intrincadas y formas geométricas alienígenas que parecían contar historias ancestrales en un lenguaje visual único.

Bajo la cúpula, el espacio parecía expandirse hacia lo desconocido, creando una sensación de vastedad que desafiaba la percepción. La sala, aunque monumental, emanaba una extraña serenidad, como si estuviera imbuida de una energía antigua y misteriosa. 

Cada paso que dabamos resonaba en la vastedad de la sala, creando un eco que se desvanecía en la inmensidad de aquel inhóspito planeta. La expedición se quedó maravillada ante esa sala circular, testigos de una arquitectura desconocida que les revelaba la grandeza y la esencia única de aquel rincón remoto del universo. Por mucho que me esforzaba en encontrarle sentido a todo aquello mis datos y mis hipótesis no aportaban nada. Estaba claro que aquella majestuosa sala pertenecía a un ser colosal que poco tenia que ver con aquellas criaturas hostiles. Sin embargo, por mucho que me esforzaba en escanear cada rincón era como si se hubiera desvanecido en el aire sin dejar rastro alguno.

Decidimos seguir avanzando por el túnel principal y tras una sucesión de curvas y descensos, llegamos a la salida. Emergimos en el otro lado de la zona frondosa extraterrestre, asomándonos a un paisaje que parecía sacado de un sueño intergaláctico. La luz multicolor alienígena filtrándose entre las formas orgánicas de la vegetación creaba una escena de una belleza surrealista. Había dejado un dron en la extraordinaria sala central para seguir monitorizándola mientras avanzábamos. De pronto captó una luz potente que lo cegó. Nos precipitamos de vuelta en el túnel. Al llegar a un punto crítico, la aparente tranquilidad se desvaneció en un instante. De entre las sombras emergieron furiosamente los hostiles, las criaturas que hasta ese momento habían permanecido ocultas se lanzaron en un frenético ataque. La embestida fue instantánea y violenta. Nos vimos envueltos en una vorágine de extremidades alienígenas y chillidos inhumanos. El bot y yo, a duras penas, logramos reaccionar y defendernos de las embestidas. Desplegué mi equipo de seguridad, mientras las descargas de energía iluminaban la oscuridad del túnel. Decidí tomar el control del bot cuya capacidad de funcionamiento había descendido drásticamente a un 75%. Habían inutilizado uno de sus brazos y parecía reaccionar con cierta lentitud. Transmití a los pocos drones que aun seguían en funcionamiento que se replegaran a nuestra posición para apoyarnos. Gracias a mi sable láser y a las troneras de mis hombros pude defenderme hasta ese momento pero nuestra situación era crítica. Debíamos encontrar urgentemente un punto muerto en el túnel lo más amplio posible para poder defendernos con la suficiente eficacia. En ese tramo, el túnel se estrechaba considerablemente, y los hostiles se lanzaban hacia nosotros desde las paredes. Aunque nuestros escáneres térmicos lograban detectarlos con anticipación, la incapacidad de contraatacar hasta que salieran representaba una significativa desventaja.

La lucha fue feroz. Cada movimiento estratégico era esencial para contrarrestar el embate de los hostiles. Los ecos de sus rugidos reverberaban en el estrecho pasadizo, creando una sinfonía caótica de batalla. La bioluminiscencia de las paredes ahora era testigo de nuestro enfrentamiento, proyectando sombras distorsionadas por el caos que se desataba. A pesar de la intensidad del ataque, logramos repelerlos hasta poder llegar a una zona más amplia. El túnel, antes tranquilo y misterioso, se transformó en el escenario de un enfrentamiento épico. Respiré agitado, evaluando los daños. El bot se encontraba al borde de ingresar en un estado crítico, con una eficacia operativa reducida al 30%. Sus sistemas mostraban signos preocupantes de fallos. Las luces indicadoras parpadeaban intermitentemente, reflejando la tensión interna de sus componentes.
Estaba al límite de sus capacidades y podría colapsar en cualquier momento. Marcas de arañazos y daños visibles decoraban nuestras carcasas. Con una eficacia del 73%, perdiendo líquidos y con pequeños desperfectos, me cuestioné si sería capaz de salir con vida de aquella ratonera.


Continuamos nuestra defensa mientras nos retirábamos gradualmente hacia la salida. Al pasar por otra zona estrecha, noté cómo el bot de seguridad se apagaba de repente. Lo reinicié rápidamente y le indiqué que se colocara a mi espalda para utilizarlo como escudo contra dos hostiles que nos sorprendieron de improviso. Actuamos con la rapidez necesaria y los eliminamos con nuestros láseres, pero antes de sucumbir, lanzaron un par de zarpazos que alcanzaron la interfaz del bot de seguridad. Este cayó al suelo con un pitido de emergencia.

Decidí entonces jugarme el todo por el todo. Examiné detenidamente al bot destrozado que reposaba a mi lado y localicé rápidamente su núcleo energético de uranio, aún latente en el centro de su pecho, debajo de la armadura. Lo arranqué sin titubear mientras me descolgaba el lanzamisiles. Aún tenía cuatro drones merodeando a mi alrededor, escaneando y disparando indiscriminadamente.

Transferí las instrucciones al dron en mejor estado, que se aproximó para recoger el núcleo energético. Designé a los otros drones como escoltas, y se prepararon en formación para regresar al centro del nido. Disparé un misil por el túnel, y tras escuchar la detonación, los drones también se adentraron en la oscuridad. Luego, efectué otro disparo en la dirección opuesta y me lancé a toda velocidad hacia la salida.

Uno de mis propulsores presentaba defectos, y mi energía había descendido al 55%. La interfaz me alertaba de posibles fallos y errores de cálculo. La situación no pintaba bien, pero si iba a palmarla en aquel agujero, al menos concluiría la misión y haría todo lo posible por proteger a la expedición. Según las transmisiones el vehículo espacial no habían corrido riesgos y se habían retirado a la nave tras el inicio del ataque.

Mi escáner térmico captó la presencia de tres hostiles que se acercaban desde dos túneles laterales. Frené en seco y los aguardé, consciente de que no podría superarlos en velocidad. Tracé un plan de ataque estratégico considerando su velocidad y posiciones. Atravesé al primero con mi sable láser, disparé varias descargas al segundo desde las troneras en mis hombros, mientras ametrallaba al tercero con mi fusil de mano. Cayeron a pocos centímetros de mí cuando otra alerta me advirtió de un hostil emergiendo justo encima de mí, saliendo por un agujero recién escarbado.

Tuve apenas tiempo de reaccionar cuando la bestia me mordió el cuello y arrancó los protectores de mi brazo. Su cola se enroscó en mi pierna derecha mientras me destrozaba con todas sus extremidades. Ejecuté una maniobra de emergencia, rodando por el suelo para dislocarme el brazo y así poder apuntarle a la cabeza de una manera que ningún ser humano podría. Además, conseguí girar una de las troneras del hombro y aumentar mis posibilidades de acierto.

Después de reventarle la cabeza, me liberé de su mortal abrazo y, mientras intentaba seguir avanzando, me di cuenta de que mi estado era crítico. Con un poco de suerte, aún podría dirigir a los drones, que ya casi habían alcanzado la sala central donde seguramente se encontraba aquello que controlaba a las criaturas.

Me acerqué a una esquina y me parapeté, preparándome para resistir el próximo ataque, consciente de que allí se acabaría todo. «Vamos… Vamos… solo unos metros más», murmuré mientras monitorizaba el avance de los drones. Si lograba detonar el núcleo que el dron transportaba en esa sala, todo lo que hubiera dentro sufriría los efectos de una pequeña explosión nuclear. Un buen plan si yo me encontrara fuera de aquellos túneles por los que la explosión se extendería a toda velocidad.

«Oh no». Dos hostiles estaban a punto de dar conmigo. Me dispuse a dispararles con lo que me quedaba, a pesar de que mi interfaz empezaba a distorsionarse. Los tenía encima. Logré abatir a uno, pero el otro persistía a pesar de sus heridas, intentando arrancarme la cabeza con sus fauces mientras luchaba por protegerme.

Súbitamente la criatura se desvaneció sobre mí. Una ráfaga láser la había alcanzado de lleno. Sentí cómo me cargaban a cuestas y me transportaban hacia la salida. Apenas podía procesar lo que estaba ocurriendo. Sabía que el dron había conseguido detonar el núcleo, pero no podía procesar lo que estaba ocurriendo hasta que lo vi. El dron de seguridad, que debía quedarse en el vehículo protegiendo a la tripulación, me estaba sacando de aquel infierno. Sin capacidad para transmitir mensajes, articulé la siguiente pregunta al máximo volumen que pude: «¿Qué ha pasado con la tripulación?». Reconocí la voz de uno de los tripulantes de la expedición hablando a través del bot. «Estamos bien. Te sacaremos de ahí en un periquete y volveremos a la nave». Estaba a punto de apagarme cuando escuché algo de improviso, «Hemos visto la transmisión que nos mandaste de los drones justo antes de que detonaran el núcleo. Tenemos que salir de este planeta lo antes posible. Nos enfrentamos a algo mucho más evolucionado».


Con el zumbido resonante de los motores, la expedición de investigación planetaria finalmente despegó de aquel planeta inhóspito. La nave se elevó majestuosamente desde la superficie, dejando atrás un paisaje alienígena que había sido testigo de sus exploraciones y experiencias. La tripulación a bordo experimentó un alivio palpable, sabiendo que habían cumplido con éxito su misión.

En las bodegas de carga, se alineaban cuidadosamente muestras de aquel mundo desconocido, recopiladas con esfuerzo y precisión. Cada espécimen representaba un fragmento de los misterios que habían descubierto y documentado durante su estancia. El resultado de la exploración se encontraba resguardado en contenedores especializados, listos para ser estudiados y analizados en la seguridad de regreso a su planeta. Mientras la nave ascendía a través de la gaseosa atmósfera, la tripulación se sumió en un sentimiento de logro y satisfacción. Habían enfrentado desafíos, explorado lo desconocido y ahora dejaban atrás aquel rincón inhóspito del universo con un valioso botín de conocimiento. Desde la ventana de la nave, los miembros de la expedición observaron cómo el planeta inhóspito se alejaba lentamente, quedando reducido a un punto diminuto en el vasto lienzo estelar. Con el corazón lleno de la promesa de nuevos horizontes, la nave planetaria se adentró en el espacio interestelar, llevando consigo las huellas de la curiosidad humana.

A pesar del éxito aparente una sombra oscura se había instalado en el corazón de algunos tripulantes. La última grabación de los drones enviados a destruir la sala central de la cueva reveló imágenes inquietantes que persistían en sus mentes.

El Seg despertó de súbito para descubrir que se encontraba de vuelta en su cubículo de la nave en proceso de recuperación. Había escapado por poco de aquellas criaturas. Aun se encontraba analizando las causas de este hecho cuando recordó de pronto las palabras de sus rescatadores: «Tenemos que salir de este planeta lo antes posible. Nos enfrentamos a algo mucho más evolucionado». ¿De qué diantres estaba hablando?

Accedí de nuevo a la grabación de los drones y entonces lo comprendí. Las imágenes mostraban la impresionante sala central, pero lo que captaron las cámaras de los drones pocos segundos antes de la detonación iba más allá de lo esperado. Una figura sombría y una energía desconcertante llenaban la pantalla, sumergiendo al ex en un mar de incertidumbre. Aquel ser, de mirada inteligente trascendía los límites conocidos. Poseía una presencia enigmática que desafiaba toda comprensión humana. Sus ojos, brillantes y profundos, eran portadores de una sabiduría ancestral, como si contuvieran los secretos de universos lejanos. La esencia de su ser emanaba una luz suave que iluminaba su forma etérea. Su piel, translúcida y salpicada de patrones luminiscentes en constante cambio, parecía reflejar la energía misma que lo sostenía. El contorno de su figura no seguía las leyes físicas familiares, desdibujándose en ocasiones y desafiando la percepción tridimensional. Cada movimiento estaba imbuido de gracia y una conexión intrínseca con las fuerzas cósmicas.

Lo más intrigante fue que con una mirada intensa y concentrada, el ser pareció disolverse en partículas de luz y desvanecerse en el aire justo antes de la explosión. Esta curiosa habilidad, combinada con su mirada penetrante y su aura misteriosa, lo convertía en un ser cuyo conocimiento y potencial excedían los límites de la comprensión humana. Era un testigo de la vastedad y la complejidad del cosmos, un visitante de dimensiones desconocidas que dejaba tras de sí el rastro de la maravilla y la incertidumbre. El temor se arraigó en el Seg al contemplar lo desconocido y lo inquietante que se ocultaba en las profundidades de aquella madriguera y que casi había acabado con su vida. Tras recuperarse de la impresión se preguntó como debería catalogar a aquel ser en base a su trabajo. Decidió dejarlo como interrogante y que la aseguradora se encargara de ello. Ese evento podría alterar futuros protocolos de actuación en los planetas. Por lo pronto esperaba no tener que regresar allí en mucho tiempo, así que procuró tranquilizarse y disfrutar de la comodidad de su cubículo. El panorama a través de la pequeña ventana ofrecía una vista única del paisaje galáctico. Los dispositivos holográficos, que adornaban su espacio personal, proyectaban imágenes de recuerdos lejanos y amigos de otros confines del sistema solar. Cada rincón de su cubículo contaba la historia de sus travesías intergalácticas, marcando un período de su vida que llevaba consigo con gratitud y añoranza. En esos recuerdos, la alegría de la exploración y la nostalgia de los momentos compartidos creaban una dualidad única. Luego iría a agradecerles personalmente que hubieran vuelto a rescatarle. No fue tan mala idea al fin y al cabo aceptar que vinieran. En ocasiones, dentro del tumulto de decisiones humanas arbitrarias, se desarrollaban acontecimientos inesperados y beneficiosos.

A medida que la nave se distanciaba, la sombra oscura perduraba, y aquellos tripulantes que tenían conocimiento del extraño ser se veían confrontados por la incertidumbre de las consecuencias de sus acciones. La ansiedad se entrelazaba con la victoria, generando una sensación agridulce en el aire mientras la expedición proseguía su camino de regreso a Titán, en su odisea intergaláctica.

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