La oscuridad que lo rodea es absoluta, sin la menor pizca de luz que guíe su camino. La sensación de caída libre provoca una mezcla de emociones: la sorpresa inicial, la ansiedad ante lo desconocido y la incapacidad de controlar la dirección o velocidad de su descenso.
Mientras cae, experimenta una serie de pensamientos fugaces, preguntándose cómo llegó a esta situación y qué le espera al final del oscuro túnel. La falta de referencias visuales hace que la experiencia sea aún más inquietante, ya que no puede discernir la distancia que ha recorrido ni la profundidad del agujero.
La sensación de velocidad y la ausencia de sonidos reconocibles contribuyen a la sensación surrealista de la caída. Siente la aceleración constante mientras el aire silba a su alrededor, y la incertidumbre sobre lo que le espera al final del agujero agudiza su intranquilidad.
Una mezcla de emociones inundan su ser, desde la confusión y el miedo hasta la curiosidad y la esperanza de que eventualmente encontrará aguas los suficientemente profundas. La oscuridad y la imprevisibilidad del entorno crean un ambiente que desafía los sentidos y le hace plantearse preguntas sobre el destino final de esta caída en la penumbra. De repente, un recuerdo…
-Él sonríe mientras sostiene la mano de Mel. -¿Viste qué hermoso está el atardecer hoy, mi amor? Mel asiente con una sonrisa -Sí, es precioso. Y más hermoso aún es estar aquí contigo.
Él le acaricia el cabello y dice. -Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. No cambiaría este momento por nada. Mel le mira a los ojos -Yo tampoco, Jasper. Eres mi todo.
El sol, un orbe de fuego, se sumerge lentamente en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos y suaves. Nubes dispersas reflejan la paleta de colores: naranjas intensos, rosas suaves y dorados resplandecen sobre un lienzo celestial. La silueta de árboles y edificios se recorta contra el resplandor crepuscular, mientras la tranquilidad se apodera del paisaje, marcando el fin de otro día con un espectáculo efímero pero inolvidable.
Pero algo le incomoda. -¿Recuerdas dónde dejaste las llaves del auto?. Mel frunce el ceño. -Sí, las dejé en la mesa de la entrada, como siempre. Él suspira. -No estaban ahí. ¿Podrías haberlas puesto en otro lugar?. Mel a la defensiva responde. Estoy segura de que las dejé en la mesa. No es mi culpa si alguien más las movió. Él eleva las cejas. -Siempre es «alguien más». No puedes responsabilizar a los demás por todo. Mel cruza los brazos. -¿Qué estás insinuando?
Mientras las últimas luces del día ceden ante la expansión imparable de la noche. Las sombras se intensifican, devorando lentamente los contornos familiares y marcando el inicio de un nuevo capítulo en el silencioso drama del anochecer. El tono entre los enamorados se vuelve más agudo:
Él frustrado dice. -Solo digo que a veces pareces olvidar las cosas y luego culpas a los demás. Mel un tanto molesta responde. -Y tú siempre encuentras algo de que quejarte. ¿No puedes simplemente disfrutar el momento?. Él ya irritado replica. -Podría si no tuviera que preocuparme por tus descuidos constantes.
Un incómodo silencio nubla el ambiente. La conexión que compartían queda repentinamente distorsionada.
Una vorágine de desconcierto y vértigo. La sensación de descenso libre se mezcla con la ansiedad palpable, mientras la oscuridad abrumadora niega cualquier punto de referencia.
¡Si tan solo hubiera dejado de lado tantas pequeñeces!
La aceleración constante induce una creciente mezcla de temor y asombro, creando una experiencia fuera de lo normal donde el tiempo parece estirarse infinitamente, dejando al hombre suspendido en la incertidumbre de lo que aguarda en el abismo sin fin.
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