En las vísperas de las épocas más aclamadas por todas las personas en la faz de la tierra, me encuentro en una encrucijada de la vida, de esas cosas que se clavan en la mente o en el alma y no te las puedes sacar por nada. O a lo mejor no es nada de eso y simplemente una excusa para llevar la contraria a algunos y mantener andando los engranajes de mi pobre y perdido cerebro.

Empieza diciembre y ya tenemos casi dos meses de temporada navideña en los almacenes, en mi país, todos los años diferentes personas opinan en todos lados, ante todo en las redes sociales de hoy en día, de que sacan a bailar al panzón Santa Claus, desde principios de octubre, pero de igual manera, todos vamos a ver las ofertas prenavideñas a los diferentes almacenes y, aunque nos hacemos la firme promesa que no compraremos nada, regresamos a casa con algún adorno navideño que nos pareció monísimo o a un precio que no debíamos desaprovechar.

Recuerdo que cuando era niño, hace más años de los que en realidad quisiera admitir, la temporada navideña se inauguraba oficialmente el 7 de diciembre, con la tradicional quema del diablo, que en mi bella Guatemala era sacar a la calle todo lo que no servía en casa y prenderle fuego. Esto era una tradición que representaba sacar de los hogares todo lo malo del año para darle paso a lo bueno de la época y el nacimiento del niño Dios. En la televisión abierta de aquella época, empezaban a pasar los programas infantiles navideños y los grandes almacenes adornaban sus vitrinas con arbolitos de navidad y esferas multicolores, así como con las tradicionales lucecillas brillantes y destellantes de navidad.

Aunque en realidad siempre supe que los regalos los comparaban mis papás, me encantaba ver disfrazado a alguien de Papá Noel, sentía que era una época hecha para los niños que éramos en aquel entonces, todo era más ingenuo quizá, con la hecha del nacimiento en casa y arreglar un árbol de navidad que no se parecen en nada a los de hoy en día, en aquellas navidades eran árboles o ramas de “chirivisco” seco pintado de plateado lo que se adornaba en la mayoría de hogares chapines, con las bombas brillantes y los demás adornos, no como hoy en día que vemos los arbolitos verdes en forma de pino de cuento de hadas.

Tantas cosas han cambiado, pero las caritas sonrientes de los niños es algo que se mantiene en estos días. Los aparadores se han cambiado por las plazas de los centros comerciales que parecen competir con sus majestuosos adornos navideños y árboles que si no estuvieran dentro de los llamados “malls” tocarían el cielo.

Cuando era niño, la verdad es que la Navidad se centraba en la familia, en los niños y en el nacimiento del niño Jesús, siempre siendo una fiesta para la mayoría y un tiempo de reflexión para otros. Con los años a lo mejor han cambiado un poco las cosas, cada vez vemos menos un pesebre y más a un viejo panzón con una sonrisa y mejillas coloradas regalando juguetes a los niños, vemos más las ofertas de los almacenes y poder impresionar a nuestros seres queridos con regalos que detenernos un segundo y agradecer que estamos juntos un año más, como familia.

Ya no veo en la televisión los especiales del niño del tambor o de frosty el muñeco de nieve, ahora son películas navideñas de diferentes temas donde no importa los problemas, al final, se soluciona casi todo por la magia navideña y, casi siempre tratan de la vida amorosa de una pareja que se encuentra en una tormenta de nieve o algún lugar que parece estampa navideña de los años 80’s, que atraviesan una dificultad, pero como es navidad se solucionara sin más… No es que me desagraden esas producciones, pero sigo creyendo que esta época es más que todo eso que nos muestran hoy en día.

Ahora en mi Guatemala competimos con la cena de navidad, que si habrá pavo o pierna, cuando la cena por siempre era el tamal, ya sean colorados o negros, con muchas cosas agregadas o sencillos, de pollo o cerdo, dulces o salados, de masa de maíz o de arroz, los tamales de navidad de mi tierra evocan recuerdos, saben a familia grande, donde estaban los abuelos, todos los tíos y primos, los hermanos y padres, reunidos alrededor de una mesa para tomar sidra de manzana o quizá un chocolate caliente por el frío y luego salir a quemar cohetes con los vecinos de la cuadra.

Los personajes de las Navidades también han evolucionado, en mi niñez la estrella de las fechas era sin duda el niño Dios, que se le hacía todo su escenario para recibirlo la noche del 24 de diciembre a la media noche; luego la siguiente generación quitó los nacimientos y colocó el árbol siempre verde de navidad, para representar la vida que permanece y no sé que más cosas, pero siempre adornado de luces multicolores y listones y alegría de fin de año, combinado con los regalos que Santa dejaría debajo del él para el amanecer del 25 de diciembre…

Ahora ha salido un nuevo personaje que ha abarrotado la atención también, que a mí en lo particular me ha encantado, el Cascanueces. Sin saber muy bien, la mayoría de donde ha salido y en que momento las Navidades han sido también fiesta para un soldadito que es tan adorable como puede ser un tanto aterrador en su cara, según me han dicho. Lo cierto es que hace tal vez unos 50 años ni los veíamos por ningún lado, pero con el tiempo han surgido nuevos protagonistas y herederos de la tradición de fin de año, ahora vemos en los aparadores de muchos lados, como anunciando las buenas nuevas, con aire marcial, parado firmes siempre y un gesto a veces no muy celestial, un personaje vistiendo trajes militares al estilo de la guardia real, tocando tambores a veces y otros con espadas y cetros reales, de diferentes colores pero siempre con estilo marcial de palacio, basado en un cuento escrito por Ernst Theodor Amadeus Hoffmann en 1816, siendo un regalo de Navidad el cascanueces de fin de año.

Una cosa es cierta que nada se está estático, todo cambia y hasta las fiestas de fin de año no se salvaron de ello. Pero otra cosa ha de ser resaltada, que no importa si el día de mañana nos reuniremos de manera virtual a celebrar la Navidad, y que si los regalos sean una caja de Tifanny´s, o un abrazo de alguien que teníamos mucho tiempo de no ver, en mi Guatemala, la Navidad es la mejor época que podemos vivir, porque es tiempo para agradecer, agradecer que tenemos vida, casa y una familia, sin importar nada.

Espero que estos días de diciembre, más que convivios y fiesta, tengamos un tiempo para abrazar a todos los que amamos, hacer, aunque sea esa llamada telefónica a los que están lejos y desear paz y un nuevo año venturoso a todos a los que conozcamos…

¡De mi parte para todos ustedes, que tengan una muy feliz y venturosa Navidad!

FIN

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