Cuenta la historia o la historia que en realidad es puro cuento, eso según como lo vea usted mi querido lector al ver este relato que les presento a continuación…

En las viejas calles de los barrios más populares de mi querido terruño se agolpan los niños en las banquetas alrededor de los postes de luz, para hablar de historias que juran les han ocurrido a ellos en alguna ocasión o también aseguran que le ocurrió al primo de un amigo

del vecino donde vive la tía lejana de otro pueblo.

Es la clásica sesión de cuentos de miedo que separa a los niños más pequeños de los atrevidos y valientes; lanzan una y otra vez las historias de cementerios, de las leyendas más famosas, apariciones de espantos y espectros de todos los tiempos como la internacional llorona, por ejemplo. En mi bella Guatemala, también podemos hablar de como el Sombrerón deja trenzadas las crines de los caballos y enamora a la niñas bonitas e inocentes y siempre está el niño que afirma haberlo visto saltando de algún techo y botando la maseta que seguramente él fue quien la rompió…

En la reunión de hoy después de una animada historia de una monja que fue educadora en un antiguo colegio religioso y se volvió loca al enamorarse de un maestro, terminando por ello con su vida, los chicos estaban asqueados por los detalles del romanticismo mortal del relato.

Julián el narrador estrella de estos cuentos observaba a su audiencia, relamiéndose los labios del éxito que había tenido la historia, con una sonrisita entrecortada y picaresca decía a sus acompañantes, “por eso nunca hay que enamorarse de una monja loca o una maestra”, seguidamente lanzaba una carcajada burlona que rompía el silencio de todos.

Pero hubo un chico que no se rio al final, en la parte más oscura de la aglomeración de niños estaba muy callado Beto, un niño escuálido, mas bien de un color más pálido de lo normal para chicos de barrio que se la pasan todo el día en la calle jugando. Beto simplemente aplaudió de manera muy pausada y sombría, logro la atención de todos los otros y Julián al sentirse interrumpido le dijo: ¿qué te pasa Beto, no te gusto el cuento o te asusto?…

Beto solo sonrió con un toque sarcástico, dijo a la muchedumbre: esta bonito el cuento, para niños… Esto hizo automáticamente que se cruzaran las miradas entre todos los niños reunidos, con un aire de sorpresa y un tanto de miedo porque parecía estarse provocando una pelea.

Me imagino que tienes una mejor historia Beto, dijo Julián con un tono muy despectivo. Así es, aseguro Beto. Tengo una mejor historia y lo mejor de todo es que no es inventada ni me la contaron mis abuelitos, es algo que supe al ir al trabajo con mi papá. El viernes después de las clases, al llegar a mi casa, estaba almorzando mi papa porque empezaría ese día un turno en su nuevo trabajo, él es un médico, pero no cura a nadie, no tiene una clínica ni nada de eso. Mi papá, es un médico que opera a los muertos.

Esto hizo que a todos los niños le saliera un “Uuuy…” al unísono y a más de alguno le corriera un escalofrío en la espalda.

Mi papá es lo que dicen que es un médico de muertos, para saber porque se murieron. Ya después de semejante introducción, todos los muchachos estaban haciendo rueda a Beto con los ojos tan abiertos que reflejaban la pobre luz del poste de la calle. Beto dio un paso atrás y se sentó en la acera, a lo que le siguieron todos, algunos se sentaron en la orilla de la calle de tierra para poder escucharlo mejor y no perder detalle de la que se imaginaban sería una historia genial de miedo. Beto continuo con su relato; estaba mi papá comiendo y mamá se había ido a visitar a mi abuela al otro pueblo, yo debería haberme ido con ella, pero me quede en la escuela por un castigo de la maestra. Entonces al verme mi padre me regaño primero y luego se vio obligado a llevarme a su trabajo para no dejarme solo en casa…

Beto fue interrumpido por los chicos que dijeron casi al mismo tiempo: “¿Fuiste a ver a los muertos, como es?” … El niño que sabía que contaba con toda la atención, incluso la de Julián, el narrador de historias titular solo subió un poco la mirada y movió la cabeza como queriendo olvidar lo que había vivido.

Reinició la narrativa, es un lugar casi como cualquier otro, pareciendo un hospital, huele mucho a lejía y a jabón, también tenia un olor tan fuerte que casi vomito al entrar, mi papa me dijo que saliera a un pequeño patio donde estaban varios recipientes que pacerían ollas plateadas, me ordeno que no tocara nada.

En ese pequeño patio, aun sentía el olor tan profundo de una cosa que mi papá me dijo que se llamaba formol, que en eso ponían partes del cuerpo de algunas personas cuando no estaban seguras de que habían muerto, para evitar que se pudrieran esas partes o vísceras. Pero en realidad, no podía quedarme quieto mucho tiempo, empecé a explorar cerca del pequeño patio para regresar de inmediato si me hablaba mi padre, pero poco a poco estaba en otras habitaciones, tapándome la boca para no sentir tan fuerte ese aroma profundo y el otro olor como cuando pasas cerca de la venta de vísceras y cholojos de doña Alicia en el mercado. No se escuchaba ni siquiera la respiración del grupo de niños alrededor de Beto, todos estaban atónitos esperando el desarrollo de la historia, luego encontré un cuarto donde estaba una puerta grande de metal, me acerqué muy despacio para no hacer ruido a la puerta que parecía un gigantesco refrigerador cuando sin sentirlo, ¡POW!… Grito Beto y todos los niños dieron un brinco de donde estaban sentados. Era un compañero de trabajo de mi papá quien me sujeto del hombro, me pregunto ¿Qué estaba haciendo en ese lugar? De inmediato llego mi padre y le explico todo, volteándome a ver con una mirada que ya quería estar yo también debajo de alguna de las sábanas donde ponen a los muertos…

Nuevamente me dejaron en el patio junto con las ollas plateadas, pero esta vez tenia a dos carceleros enojados conmigo.

Empecé a lanzar piedritas al interior de una de las ollas, esto hacia un tintineo como de campanas, entonces pude ver a otra persona caminar de entre los diferentes corredores del lugar, esta caminaba suavemente, tanto que no se escuchaban sus pisadas a pesar del silencio del lugar, solo se lograba escuchar un viejo radio a lo lejos en una habitación cerrada, donde trabajaba mi papá.

Volteé a verlo un par de veces, incluso con un todo de voz entre tímida y asustada saludé, pero no recibí ninguna contestación, asumí que no me había escuchado. Pasaron quizás un par de horas, estaba muy aburrido, entonces logre ver una figura nuevamente que caminada pesadamente y decidí ir a ver a esa persona, quizás podría platicarme de algo…

¿Quién era? ¿era un espanto? Interrumpían los demás muchachos que escuchaban la historia alrededor de Beto.

Era simplemente Don Clemente, el conserje, al verme se sorprendió, estaba haciendo limpieza con su escoba y me dijo que, porque estaba allí, le explique todo y me invito a una taza de café con leche y una galleta. Estando con él me dijo que tuviera mucho cuidado, que no fuera a hablarle al olvidado.

¿El Olvidado? Dije con asombro, ¿Quién es él?… Don Clemente, me empezó a contar la historia de Fermín, en realidad no sabia su nombre real pero así le llama él a el olvidado. Cuenta que fue un difunto que llego hace tiempo a la morgue, llego después de ser asesinado, pero la policía no le puso mucha importancia, no era nadie importante. Tuvieron el cuerpo por mucho tiempo, pero a pesar de que se dieron avisos a las diferentes estaciones de policía, por si existía alguna denuncia de persona desparecida, nadie reclamo ni identifico al pobre. Después de casi tres meses, el estado el cuerpo, a pesar de los esfuerzos de conservación era desastroso. Ya ni siquiera servía para donarlo a la universidad como era costumbre con varios cadáveres sin identificar para los estudiantes de medicina.

Como no había familia que reclamara el cuerpo, tampoco existía alguien que pagara por el entierro. Así que en la morgue lo incineraron, era más barato, decía don Clemente. Pero el cuerpo no se quemaba con normalidad, se apago varias veces el horno de cremación, algo muy extraño, pero nadie le puso atención en ese instante, al final, de Fermín solo quedaron cenizas y unos pocos huesos quemados que los trituraron en un molino para meter todo en una caja, como de zapatos.

En realidad, nada fuera de lo común como era el proceso en aquellos casos por esos tiempos. De esto, mencionó don Clemente ya habían pasado como diez años. Unos meses antes de que él empezara a trabajar en el lugar.

Al final de esto alguien debía llevar la caja al sitio donde se enterraría, una especia de fosa común, al fin y al cabo, es más sencillo tirar unas cenizas en un pozo seco que hacer abrir una tumba para un desconocido…

Resulto que el encargado de hacer esto se le olvido por completo y al salir de su turno se fue a tomar unos tragos con sus amigos, el asunto no tuvo importancia por unos días, hasta que apareció la caja de zapatos toda mal trecha en un rincón de la morgue, estaba volteada, rota y medio vacía. La descubrió el conserje de esa época, esto lo lleno de miedo y reclamó a todos que esa negligencia valdría tener a un espanto en el lugar rondando para siempre.

Al ver los empleados del lugar lo que había ocurrido, empezaron a averiguar quién debía deshacerse de eso, encontraron a quien se le olvido y fue despedido por el descuido, esto hizo enojar mucho a esta persona, amenazo al conserje y a los pocos días apareció muerto dentro de la morgue.

¡Muerto! Exclamaron todos los niños que estaban escuchando el relato, más de alguno se invento en ese instante que lo estaba llamando ya su mamá para que se entrara de la calle, provocado por el miedo de a donde iba esa historia.

Por supuesto que esto llevo a la policía a arrestar al exempleado del lugar, porque había amenazado al conserje enfrente de todos. Pero la autopsia del conserje dijo que había muerto de un infarto, era ya una persona de edad y no era poco común que esto podría pasar. En el reporte del médico forense que lo examino, puso una pequeña nota: “Causa de muerte un infarto masivo, al ver todo el cadáver, parece que murió de un susto”.

Yo estaba sorbiendo mi café con leche cuando Don Clemente hizo una pausa a su relato, me dijo que no debería estar ahí, que él sabe que el anterior conserje murió porque vio al olvidado, eso lo asusto tanto que se fue de este mundo. Yo baje mi taza y le pregunte: ¿Por qué dice eso? Don Clemente me contesto, porque yo lo he visto, no me he muerto de miedo porque yo creo en esas cosas y sé que pasan en casi todos lados, cuando un alma no tiene paz, no sabe a donde ir o la han olvidado…

Yo, pensé en ese momento que esa era solamente una historia de miedo para que me quedara quieto, que no molestara y quizá mi papá le había dicho al viejo conserje que me la contara para asustarme un poco.

Le dije a Don Clemente que en realidad no le creía, que esa era solo una historia para asustar a niños como yo. El viejo conserje solo sorbio más de su café y dijo sin ánimo: Cree lo que tu quieras… Entonces le dije que había sido el de seguro quien había visto antes caminar silenciosamente por los corredores hace rato.

Don Clemente levanto la mirada como no creyendo lo que le había dicho, ¿hace un rato dices? Me pregunto. Yo venía directo de la calle cuando te encontré en el patio niño, la figura que viste, ¿te habló, hizo algún ruido? No, solo la vi caminando, de hecho, caminada muy suave, nunca escuché sus pasos, pero si se escuchaba el radio a lo lejos, como ahora.

¿Y tu le hablaste?… No, dije de inmediato, pero recordé que si había saludado tímidamente. Don Clemente bajo la mirada y susurró, sabe que estas aquí. ¿Quién sabe? Pregunte ya con tono asustadizo, mi papá fue quien me trajo, el no debería haberme traído, dije como queja.

Eso ya no importa, me interrumpió el viejo conserje, él sabe que estas aquí, lo viste o mejor dicho él dejo que lo vieras, Fermín quiere conocerte de seguro.

¡Usted está loco! Conteste faltándole todo respeto a un mayor, lo cual no era mi costumbre; como se le ocurre que yo le vaya a hablar a un espanto, si es que existe, menos después de que me conto que mato a un viejo del susto.

Don Clemente se recostó en su silla y encendió un su cigarrillo que tenia en su bolsillo todo torcido y arrugado, saco una bocanada de humo y dijo calmadamente, estarás bien. Fermín no quiere matarte, él no hace esas cosas, lo que ocurrió con el anterior conserje fue más su culpa que otra cosa, era un tipo asustadizo y muy supersticioso. Sus palabras no me tranquilizaban para nada, quería que mi padre saliera de inmediato de su trabajo y nos fuéramos a casa.

En esos instantes, como si el cielo hubiera escuchado mis pensamientos, vi a papá, él llego a donde estábamos, se disculpo con Don Clemente si le estaba dando molestias, a lo que él dijo que, para nada, era reconfortante tener con quien platicar y que le contestaran para varia en ese lugar…

Le pregunte a papá si ya nos íbamos, a lo que él me dijo que en realidad estaban muy atrasados con el trabajo esa tarde, que había llamado mi mama, que ella se quedaría a dormir en casa de la abuela porque ya no consiguió transporte, entonces debía esperar más a que saliera él y me dijo que me compraría un trozo de pizza si me portaba bien. Yo pensaba, no me servirá de nada la pizza si muero aquí, pero no dije nada, don Clemente interrumpió y le dijo a mi padre que no era molestia cuidarme mientras tanto, que él en realidad no tenía mucho que hacer esa tarde.

Dando las gracias, regresó apresuradamente mi padre al cuarto donde se escucha el viejo radio con música instrumental, Yo voltee a ver a Don Clemente, y solo esperaba a escuchar que haríamos con ese asunto del olvidado…

Estábamos ambos en un total silencio, Don Clemente seguía fumando, con esa paciencia que solo los ancianos tienen. Yo por mi lado estaba impaciente, hacia sonar mis nudillos y movía incansablemente una de mis rodillas. Finalmente, el viejo hablo, tenemos que encontrar a Fermín, dijo, debemos preséntate y esperar a ver qué es lo que él desea, porque se dejo ver por ti, que tienes de especial.

Sigo pensando que usted está loco, dije más calmado, no se ofenda, pero lo que está diciendo no me gusta nada. Vamos a buscar a un espanto, que en realidad no sabeos como se llama porque nadie lo recuerda, que provoco la muerte de alguien hace tiempo y ahora usted cree que este espíritu olvidado quiere que lo conozca. ¿Dígame si no le parece loco?

El viejo Clemente lanzo una carcajada que provoco eco en casi todo el lugar. Eso mi querido muchacho es exactamente lo que vamos a hacer. Yo quería salir corriendo de allí, pero, por otro lado, sería el único niño que conocería a Fermín, un espanto real, eso me empezó a rondar en la cabeza y no se quizá me lleno de valentía o se me contagio la locura de Clemente.

Entonces que hacemos, pregunté, vamos por unas velas, empezamos a rezar, yo no se me el rosario, advertí, pero me recuerdo del padre nuestro. Don Clemente me callo, no digas tonterías niño, haz visto demasiada televisión. Solo dime que estabas haciendo cuando lo viste en el corredor…

¡Estabas tirando piedras a las ollas en el patio! Grito un niño de la audiencia de Beto, que escuchaba y ponía atención a cada detalle de su relato. A lo que todos los demás le contestaron con un gran “Shhhh…” para que callara.

Beto recobro el hilo de su relato y dijo irónicamente; sí, estaba tirando piedras a las ollas y eso le dije al viejo Clemente. Entonces él me dijo que volviera a hacerlo, que él se quedaría conmigo todo el tiempo, que no tuviera miedo.

Empecé a tirar las piedrecillas a diferentes ollas en el patio, al escuchar el tintineo de las ollas parecía campañillas de iglesia pequeñita o de camión de helados. Después de como veinte piedrecillas que había tirado, Clemente solo levanto la mirada al corredor, aún el viejo experimentado en espatos se le veía una cara de asustado, imaginen como estaba yo.

¿Y qué paso? ¿viste al espanto? Interrumpieron un par de muchachos en ese instante el relato de Beto. Calma que ahora sigo, contesto el pícaro niño tomando un refresco que alguien había comprado hace un rato.

Pues yo volteé a ver al viejo Celemente y le vi esa cara de muerto en vida, pensé que solo estaba fingiendo, pero levanto la mano señalando a mis espaldas. Yo me di vuelta y vi una figura confusa, estaba entero, pero se veía muy viejo y acartonado, como si fuera un antiguo pergamino de esos que hemos visto fotos en la escuela. De un color no natural, entre azul y grisáceo. Me quede congelado, esperando lo peor; pero solo me señalo y me indico que caminar con él en el corredor, al ver esto, Clemente se levantó y solo vimos la mano de esta criatura hacerle la señal de alto, escuchamos de inmediato por primera vez la voz del espanto con un severo ¡No! Luego dijo: “solo el niño, estará bien” …

Empecé a caminar pesadamente con el espíritu, espanto, alma en pena o lo que fuera. Note que, por supuesto no se escuchaban las pisadas de este, parecía caminar, pero en realidad flotaba a ras del piso, estuvimos en silencio un par de minutos, luego, no se de donde saque conversación. Don Clemente me dijo que te llama Fermín, ¿así te llamabas cuando vivías? Respondió; no, pero es agradable que te llamen de alguna manera, te hace sentir que eres alguien. El viejecito que estaba contigo me cae bien, y lamento mucho haber asustado tanto al anterior conserje que murió, pero al menos a él si lo enterraron y saben quién es…

Yo por mi lado, ya ni recuerdo como era mi vida, no se si era un vagabundo o un padre de familia, se que nadie me busco cuando desaparecí, sé que era tan poco importante que nadie se preocupo por darle un fin decente a mis cenizas y por eso estoy condenado a vagar y sentir que no soy nada y no merezco nada, ni premio, ni castigo, ni cielo o infierno.

Nos quedamos callados nuevamente, seguimos caminando en el corredor que parecía no tener fin, luego pregunte a Fermín, como deseaba que le llamara, ¿Por qué quisiste verme a mi y comunicarte? Nunca al parecer lo habías intentado, Clemente contaba que te había visto antes, pero mas como una sombra fugaz, como si escaparas, no lo amenazabas, en realidad le temias un poco a él o lo que pudieras hacerle, como al otro conserje, verdad. Fermín asintió con su cabeza, pero ¿porque conmigo fue diferente? El espíritu solo contesto, no lo sé, me gusto el sonido de las piedras en las ollas, me hicieron recordar algo, no lo sé.

Seguimos caminando, dando vueltas en los corredores lúgubres del lugar, ya no me molestaba el olor al formol, a pesar de que no hablamos mucho, realmente sentí comunicarme con Fermín.

Le pregunte que, si sabía cómo había muerto, quien lo había hecho. Pero él no me contesto en realidad, solo dijo que a veces hay cosas que nos parecen importantes, pero en realidad no lo son, saber esas cosas no cambiaría nada, él estaba muerto desde hace ya mucho tiempo y quien lo haya hecho probablemente ya está pagando de una u ora forma su crimen.

En la vida niño, lo mas importante no es ganar o tener la razón en todo, no es quien te ve con buenos ojos, aunque eso es muy agradable, dijo. Yo que no entendía muy bien todo, me quedaba callado.

Quiero que alguien me recuerde, dijo Fermín, eso debe ser lo mas importante, mas aun que si fuiste una buena o mala persona. Yo nunca olvidare esto dije sin pensar, el espanto volteo a verme y pude ver una sonrisa en su extraña cara. Eso es un principio dijo…

Cuando regresé con Don Clemente, le dije que debíamos averiguar quién había sido en vida Fermín, que si existía alguna manera de averiguarlo. Él se quedo viendo fijamente al suelo, como pensando, luego se levantó y fuimos juntos a una habitación que olía a humedad, llena de archivos viejos. Yo sé cuándo murió el conserje, dijo Clemente, entonces desde esa fecha veamos para atrás que reportes tenemos de cadáveres sin reconocer, no deben ser muchos porque el pueblo es pequeño.

Con cada libro que levantaban a revisar se esparcía una nube de polvo que ahogaba al anciano conserje y a Beto. Como que aquí no limpiaba usted mucho, ¿verdad? Decía Beto de forma irreverente, a lo que Clemente contestaba que en realidad esa no era área que él debía limpiar, pero se le podía ver lo avergonzado por el comentario mordaz del niño.

Encontraron un par de documentos casi deshechos, muy húmedos y difíciles de leer. En ambos casos habían sido asesinados y sus casos no habían sido cerrados por la policía del lugar. Nadie reclamos los cuerpos, pero uno fue entregado a la Universidad, entonces ese no podía ser el cuerpo del olvidado.

Seguimos buscando, dijo Beto a su audiencia, los niños a su alrededor estaban expectantes, comiéndose las uñas, Beto se quedó en silencio un par de segundos, como todo un hábil narrador, hasta que alguien no aguanto mas y dijo: ¿¡Y que paso!? A lo que el niño contesto con un desanimado, nada…

No encontramos nada más, no había nombre, no había fecha de nada, parecía a que todo había sido borrado o destruido para tapar el error de la caja de zapatos que nunca fue desechada como debía ser.

Esa noche, después de comer pizza con su papá, Beto se sentía muy triste. Estaba en el patio de su casa y quería hablarle al olvidado, decirle que no encontró nada para ayudarlo, pero sin saber como regresar al trabajo de su papá estaba abatido. Tenia un jarrito de peltre donde tomaba chocolate y suspiraba; sin darse cuenta dejo caer el pocillo y sonó en el cemento del suelo. Emitiendo ese ruido como de un cencerro.

Que pasa Beto, escucho el muchacho, quien volteo a ver porque no era la voz de su papá. ¿Fermín, que haces aquí?…

Al escuchar esto se escucho un coro de ¡Que Miedo! Entre todos los niños, unos dijeron ¡Te siguió el espanto! Otros solo se veían que empezaban a persignarse todos… Beto al contar esta parte de la historia solo dijo: Si, estaba sentado a la par mía en el patio de mi casa.

¿Qué haces aquí? Dijo Beto, retomando la historia, a lo que el espíritu del olvidado solo junto sus hombros como contestando ¿porque no?… nunca había dejado la morgue, pero no porque no pudiera hacerlo, es que no tenía motivo, agrego el alma en pena, tan calmadamente que eso de “en pena” podemos quizás dudarlo.

Pero te va a ver mi papa, interrumpió de inmediato Beto, que haremos… No te preocupes que solo tu puedes verme, dijo el espíritu, has sabido algo Beto. ¿Sabes cómo me llamaba en vida al menos?… El niño se quedo callado y muy triste, entonces entendiendo todo el olvidado dijo con calma, sabes una cosa: Fermín me gusta como nombre, a lo mejor así debo llamarme oficialmente, ¿no te parece? Lo demás en realidad ya no importa. Termino diciendo el espíritu.

Fermín cuanto lo siento, sollozo Beto, de verdad que buscamos con Clemente por todos lados pero parecía que habían destruido todo, no quedaba casi nada de nada en ese lugar y no sé qué más puedo hacer… Fermín, como se autobautizo ya el olvidado, coloco un huesudo dedo en la boca del chico, como callándolo, y dijo que rodo estaba bien, que le agradecía que lo hubiera olvidado como lo hizo todo el mundo.

Ahora, somos amigos, termino Beto diciéndole a todos sus oyentes. Esto sorprendió a todos, algunos se rieron y casi todos se desilusionaron porque no era una historia de terror real, no había sangre ni matanzas en la historia. Todos dijeron que eran mentiras de Beto y Julián fue el que lo decía más fuerte. Nos has engañado Beto, esto no es una historia, solo son mentiras…

Beto solo los escuchaba y miraba sabiendo que solo él sabia si lo que había contado era real o no, al rato solo termino diciendo, si mi historia es verdad o no, ustedes nunca lo sabrán, pero si les puso los pelos de punta, incluso a ti Julián. No podrás negarlo jamás. Con eso estoy contento.

Y recuerden que no debemos olvidar a nadie en la vida amigos míos, continuo el niño levantándose de la banqueta ya para irse a su casa, sin importar si es buena o mala persona, ser olvidado es lo peor, así me lo dijo mi amigo Fermín. Alejándose de los demás a la luz del poste, Julián pudo ver una sombra a la par de la de Beto que se deslizaba silenciosamente con ese niño flacucho que se alejaba.

FIN

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