Espeluznante -decimotercer acto-

Espeluznante -decimotercer acto-

J. A. Gómez

12/10/2023

Y por fin abre sus puertas esta narrativa no inventada, punteada por melódicos sonetos tristes y charlas penosas entre amigos. Soy peregrino de la vida llegado de lejanas tierras; maestro para quienes deseen instruirse, quitándoles en ello cualquier rebaba del más enconado y oscuro desconocimiento. Llegué a este monasterio en busca de renovarme por dentro; espiritualmente herido y sin más presentes que mi humilde e imperfecta persona.

 Hacíase vital compartir mis vivencias, sobre todo una de ellas, aquella que más me angustia y aquella que en mayor medida me reconcome por dentro. Es ley no escrita que entre hombres de bien no existan secretos y por mi parte así será. Confío hallar la sosegada templanza de ánimo que tanto ansío, elevando mi espíritu más allá del firmamento. Por ello y como uno más de los hermanos que me han acogido con los brazos abiertos tomo pluma, papel y tinta para plasmar esta funesta historia que rueda sobre una venganza.

 Talijaman era una nación pequeña en extensión pero grande en ansias imperialistas y belicosas. Su rey ansiaba expandir fronteras, lo denominada “espacio vital” y para ello no dudó en enviar al grueso del ejército para tomar al asalto países vecinos y colindantes. Éstos no estaban preparados para la guerra y consecuentemente su capacidad de respuesta pasaba por poca o nula. Este hecho los condenó, tras algunas semanas resistiendo, a la rendición. Ante la sospecha de futuros alzamientos muchos oficiales serían fusilados a lo largo de las siguientes semanas. Por descontado cualquier ciudadano sospechoso de ser enemigo del régimen deportado a diferentes campos de “reeducación”.

 Sin embargo los años fueron pasando y vientos de cambio soplaban con fuerza. Y lo que parecía utópico se cumplió tras el ascenso al trono de su hijo Meruanok II, totalmente en contra del sometimiento y la fuerza. No sólo ordenó el regreso progresivo del ejército sino que devolvió el legítimo control autónomo a cada nación sometida.

 Algo inaudito que no despertaría simpatías entre los sectores más duros y conservadores del país pero bien por conveniencia o por miedo a posibles represalias aceptaron a regañadientes el nuevo rumbo social y político de Talijaman.

 Pero el ánimo del monarca pronto comenzó a flaquear. No fue algo de un día para otro sino prolongado en el minutero. Un extraño mal habíase instalado en su cada vez más frágil cuerpo. Esta circunstancia no era del todo desconocida en la alta sociedad porque antes que a él habíale acontecido a su padre…

 Del extranjero acudieron toda clase de oportunistas entre los que había adivinadores; videntes, hombres entregados a las artes oscuras, druidas, sacerdotisas egipcias y magos místicos. Alardeaban de poseer gran sapiencia y por ende nada escapaba a sus privilegiadas mentes. Fehacientemente estos charlatanes de medio pelo no fueron quienes de atinar con el suplicio que aquejaba al monarca. El susodicho lejos de mejorar merced a cuánto tipo existía de emplastes, potingues, jarabes, elixires y demás brebajes, empeoraba de manera progresiva. Sufría fuertes dolores de cabeza, acompañados de intolerancia a la luz. La piel tornaba mullida y esponjosa, los ojos aumentaban en tamaño pasando del marrón al naranja y hasta sus huesos parecían volverse huecos…

 Los ciudadanos extendían habladurías e hipótesis no sólo ceñidas a su persona sino comparándolo con el infortunio sobrevenido a su padre, Meruanok I El Conquistador, anterior rey y afectado curiosamente por el mismo mal.

 De su progenitor nunca más se supo, ni para bien ni para mal. Una noche de luna nueva desapareciera de sus reales aposentos sin dejar rastro. Dentro su guardia personal encontró todo revuelto; la ventana abierta de par en par y la puerta parcialmente bloqueada por los restos de una pequeña barricada que les había dificultado acceder al interior…

 ¡Diantre! Esperad amigos míos que voy a demandarle al padre Miguel más tinta. Con qué presteza he vaciado el tintero. Ya estoy aquí, ha sido rápido ¿verdad? Bueno pues damas y caballeros prosigamos.

 El joven Asdrúbal era un hombre de campo que con anterioridad a tomar la azada blandiera el sable de caballería para defender su patria de la invasión de Meruanok I. No era varón de armas, nada que ver con esas estiradas familias de larga tradición militar que hacen del ejército su vida y de la disciplina castrense su credo. Todo lo contrario, de hecho detestaba cualquier cosa que llevase pólvora o sirviese para cortar, a menos claro que se viese forzado a ello. Y no hubo mayor razón para caer en una espiral de locura y desesperación que el terrible asesinato de su familia a manos de la cuarta de zapadores, perteneciente al ejército de Talijaman. Se batían en retirada para reagruparse con la duodécima de infantería pertrechada al otro lado del río Perka. Tuvieron que pasar dos días enteros para que los acontecimientos tomasen punto de no retorno y a partir de ahí el infierno.

 Rompiendo las primeras luces del alba Asdrúbal llegaba a casa. Un par de días antes partiera al rancho de un amigo para ayudarle a reforzar el establo. Y lo peor del regreso no fue hallar los cadáveres de los suyos colgados de un árbol y picoteados por los cuervos sino no haber estado allí para morir con ellos. En tiempos de guerra algunas personas sacan hacia fuera el verdadero monstruo que transportan dentro…

 Pero hay algo que debo sacar también yo de mis adentros, amigos y amigas. Y qué mejor que dejarlo por escrito para que el futuro quede empapado del hoy y del ayer. Disculpadme un instante porque el padre Juan me ha traído algo de carne para cenar; un vaso de vino y otra vela para no quedarme a oscuras. ¿Dónde estaba? A veces mi memoria se va para volver cuando lo tiene a bien. ¡Ah sí! Ya recuerdo. Cenaré un poco más tarde…

 Ahora un detalle crucial. El joven Asdrúbal no era un hombre como los demás y no lo era porque no fuera parido por una mujer sino que su misterioso alumbramiento había tenido lugar en la angosta falda de la montaña de los Spurjias. Son entidades poderosas que en muchos casos están a medio camino entre águila, serpiente y tigre. Por el contrario otros tienen apariencia digamos más humana. La diferencia estribará en la altitud a la que le entrasen los dolores a la parturienta. Cuanto más a pie de la montaña el parto más aspecto reconocible por cualquiera y cuánto más tirando a la cumbre… pues eso aberraciones espantosas. Esto es así por la influencia de las brumas perpetúas del Okabongo, un gigantesco e inexplorado bosque húmedo que mira al mar…

 Trabajar la tierra fue para él rutinario, terapia soluble, un parche que no lograba aplacarle ni dolor ni ira. De día se afanaba en lo suyo para no pensar demasiado y al caer la noche se acostaba rendido. Pero las pesadillas terminaban por despertarlo a cualquier hora, empapado en sudor, gritando abatido y asustado. Podía cerrar los ojos o dejarlos abiertos pero ambos supuestos siempre su mujer e hijos implorando ayuda, un socorro que nunca llegó…

 Era evidente que antes o después la cosa explotaría. Asdrúbal no dejaba de tener sangre Spurjia y por lo tanto ciertos conocimientos aprendidos desde crío. Odio, consternación, padecimiento y resentimiento llevaban tiempo royéndole las entrañas. No podía con aquello, supuraba dolor por cada poro de la piel, maldecía al género humano y golpeaba con sus puños cerrados fuertemente las paredes…

 Tanto las artes Spurjias lumínicas como sombrías abarcaban complejas ramas, temáticas y demás, recogido en mamotretos que a su vez llenaban estanterías. Ninguna de las susodichas quedaba al alcance de un mortal normal y corriente. Él poseía ciertos conocimientos cultivados gracias a cinco libretos que componían las maldiciones Estrella de Kapisir. Sí amigos y amigas míos, Asdrúbal fue responsable directo de lo sucedido al viejo y déspota rey pero también de lo que le sobrevendría a su vástago. Y hablando de él, su esposa la reina estaba embarazada de cuatro meses.

 Al sobrevenir la noche de la última luna nueva del mes, la última ola del mar romper contra la costa y ser alumbrado el primogénito de una cortesana se cebarían sobre los reyes la maldición del conjuro animal, invocado por el propio Asdrúbal. ¡Oh sí! Mis queridos lectores tened por meridiano que la venganza es muy mala consejera. Un arma de doble filo que, y no lo pongáis en tela de juicio, raja por igual a victima y verdugo.

 El joven vengativo obvió que la maldición “In Aves Perpetum”, referenciada en los cinco libretos que componían las maldiciones Estrella de Kapisir no sólo perjudicaría a Meruanok I El Conquistador, realmente único culpable, sino a todos sus descendientes. Solamente cuando una generación quedase sin descendencia se desharía por sí mismo el maleficio. Terrible destino amigos míos…

 Él conocía tal circunstancia y a pesar de todo no le importó continuar. No miento si os digo que dominaba otras artes menos alargadas en el tiempo, digámoslo así, pero no le parecían suficiente castigo así pues aceptó cargar el peso de lo hecho sobre su conciencia. Esto sucede cuando dejamos que los desagravios nublen nuestro pensamiento racional. Al rey belicoso le sucedió, al hijo pacifista le sucederá y a todos cuántos vengan después. Con la noche de la última luna nueva, cuando la postrera ola del mar rompa contra la costa y el llanto de un recién nacido, primogénito de una cortesana, alce su llanto sobre los gritos de su madre.

 Al darse tal gabinete de casualidades irremediablemente su majestad despertará dentro de una ensoñación extenuante, bogando por tupidas tinieblas de días sin luz. Caminará como un zombi hasta la puerta de su alcoba para bloquearla con una barricada improvisada. Seguidamente abrirá la ventana de par en par y tras dar diez pasos atrás tomará carrerilla para saltar al vacío. En la caída su cuerpo se habrá metamorfoseado en ave, nada más y nada menos que un majestuoso búho real. Y agitando las alas se perderá en el olivar para ulular toda la noche durante todas las noches que le resten de vida. Esta terrible maldición se cumplirá hasta el último de los Meruanok…

 Al amparo de sombras gélidas Asdrúbal escuchaba el lastimero ulular de dos búhos posados en las ramas de un árbol cercano. ¡Dos reyes convertidos en hermosas aves nocturnas!

 -Ahora sois dos pero un día seréis tres… -Dijo sin alzar la voz ni dar concesiones a la alegría.

 Desde el viejo soportal oteaba la arboleda, solamente él podía verlos en plena oscuridad merced a sus ojos Spurjios. Seguidamente les gritó:

 -¡Buenas noches tengan sus majestades!… –A lo que siguió un fuerte puñetazo contra uno de los postes de madera del porche. No hubo mueca de dolor porque su sufrimiento lo llevaba por dentro no por fuera…

 ¿Veis a dónde conduce la venganza? Recapacitadlo detenidamente antes de contestarme. El joven Asdrúbal permitió que el veneno de la ira embriagara sus venas y un alma así de ennegrecida no podía por más que absorber hasta la última gota de ponzoña. Así se fue envenenando, nublándosele la razón y con ello todo ápice de misericordia. ¡Justa venganza! Pensareis muchos pero yo asevero que no. ¿Qué podría sentir después? ¿Sería mejor persona? ¿Se sentirá mejor? Evidentemente no, ni siquiera medianamente bien. Reflexionarlo. Tanto el aislamiento como las evocaciones y sus padecimientos continuarían moldeando su ser. Asdrúbal suspiraba por una vida que pudo haber sido pero no se dio; no estaba de Dios que lo fuera. Negarlo es lo mismo que morir en vida. Quizás con tiempo sus cicatrices sanasen, es más, imaginemos que así fuese. ¿Qué habría logrado? Lo sucedido en el pasado no se puede cambiar en el presente ni mucho menos desde el futuro.

 Oídme y mientras lo hacéis rumiadlo contenidamente. No sólo hizo pagar al verdadero culpable, el primer rey, sino a cada uno de sus descendientes. ¿Qué culpa puede tener un hijo de los pecados de su padre? Miserias humanas y no hay de otra. Puedo garantizaros que la venganza lo único que aporta es funesta y profunda desesperación más un vacío tan grande que no se puede rellenar con nada. Son hechos que no podemos cambiar pero sí podemos cambiar cómo afrontarlos…

 Estoy cansado amigos míos, mis ojos y huesos no son lo que eran. Dejaré la escritura por esta noche y mañana, a primera hora, continuaré. Tan pronto termine seguiré camino. Tal vez me acerque hasta la tumba del joven Asdrúbal.

 Dicen que algunas noches pueden verse búhos reales volando por las cercanías del enterramiento, incluso posándose sobre la lápida. Sé que tardaré en llegar sin embargo en el viaje está la aventura. También sé que merecerá la pena hablar con él aunque no quiera escucharme ni contestarme…

 Rezaré por la salvación de su alma si es que tiene salvación aquello que ha buscado su propia condena. Sea como fuere se retira a sus aposentos éste que les habla. Me llamo Mako Trusko, tercer escribano Spurjia. Sabed que mis hombros cargan una pesada losa, sí amigos míos, ni con toda mi sabiduría he sido capaz de evitar esta desgracia.

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