Un predestinado encuentro, un esperado final, el resurgimiento de algo nuevo

Los reflectores de la arena calentaron sus agobiados músculos, múltiples moretones decoraron su piel y finos torrentes de sangre escurrieron desde su rostro hasta la espalda. Las feroces expectativas de muerte que inundaron la atmósfera le dificultaron inhalar una simple bocanada de aire, si la muerte tuviera aroma, sería éste; el de sangre y sudor mezclado en la arena a lo largo de los años, el putrefacto aroma ya era un olor familiar, conocido, suave. El cuerpo luchó inútilmente para adormecer el dolor al liberar un torrente de adrenalina; su cerebro chocó contra las paredes del cráneo en busca de una salida. La sangre se filtró por los lagrimales y las luces le arañaron las retinas, por momentos todo se vio rojo, se nubló y apenas se percató del enorme rival frente a él.

Su oponente, con doscientos kilos de peso, hizo temblar el suelo al aproximarse. Se había tomado su tiempo para dar un espectáculo decente, pero su profesionalidad le demandó concluir con lo que las apuestas dictaminaron sería el resultado del combate antes de haber empezado. Concentró las expectativas del público en su siguiente golpe para recibir la añorada y satisfactoria reacción de los fans.

― Vamos, ya dimos un buen espectáculo. ¿No puedes darme un respiro? ― Su rival sonrió con malicia.

― Cambio de planes, esta vez no saldrás vivo. el jefe quiere un mejor espectáculo. ― Ese era el entretenimiento de esta noche, ¡una ejecución privada!

Vio el golpe aproximarse, debía esquivarlo, pero sus piernas se rindieron. El enorme puño, más grande que su cabeza, impactó contra la última protección con la cual contó para salvar su existencia. La potencia lo mandó contra la barrera de madera destruyendo la estructura de está; no podía creer su suerte, ¡seguía vivo! El suelo evidenció la rabieta de su oponente por acallar los abucheos que atendían contra su intachable profesionialismo.

Se recriminó por no prever esta situación, las últimas semanas el público bajó, la calidad de las peleas fue menos que mediocre, necesitaban sangre para atraer de nuevo las ganancias, un sacrificio para la demandante muchedumbre, pero ese golpe no calmó la violenta e insaciable hambre del público, los gritos aumentaron, al igual que la frustración de su oponente. El sudor le escurrió por la frente y una nítida gota, atravesada por los rayos de la luz, cayó al suelo marcando el lugar donde su lápida sería erigida.

Una ráfaga de golpes regresó su mente a la pelea, eran un constante martilleo por sus brazos y abdomen, sin aire, volvió a caer en la arena y los abucheos se hicieron presentes. No puedo, no puedo más, sólo quiero descansar, repitió constantemente. Sintió la tierra mullida, cálida, sólo me dejaré envolver por el suave abrazo de la tierra, un minuto más y todo acabará. ¿Por qué pasó esto? Hice lo que me dijeron, he dado un buen espectáculo como las otras veces y ahora para mantener su intachable profesionalismo, me matará sin dudar, no puedo creer que admirara a quién será mi verdugo. ¿Por qué a mí? Teníamos un trato, yo pierdo y el favorito recolecta las ganancias.

El tiempo se alentó para él, observó las tribunas, donde las esbeltas curvas de las animadores y tonificados cuerpos de los meseros dispersaron la atención del público del combate. Percibió una vez más el aroma de la arena, ahora le pareció que olía más a desechos humanos. Al final lo único que conseguí será morir en un basurero como este y las apuestas de la siguiente pelea tienen más importancia que mi muerte Vio la sonrisa de su jefe perdida entre los pechos de la chica en su regazo, tenía los dientes tan torcidos como su ética, no prestaba el menor interés por la maquinación que efectuó en la arena. ¿Por qué debería de darte el gusto? Voy borrarte esa sonrisa.

Para mi maldita suerte me pusieron a este tipo con la habilidad de endurecer su piel. Maldito mundo, maldita suerte. Justo me ponen a este tipo y ni siquiera puedo darle un buen golpe, su piel es demasiado dura para mí. Aunque quisiera arruinarle los planes a ese desgraciado, echar por tierra sus ganancias de esta apuesta, ¿cómo podría? Una risa infantil se escuchó en su aturdida cabeza, ¿quién dejó entrar a una niña a aquí? ¿Tan pronto buscan enseñarle la ley que rige a este mundo? Una vez más se escuchó la risa y cuando pensó que era sólo su imaginación, vio una cabellera dorada semejante a la de su hermana recordándole la razón de estar ahí. Tantos golpes lo dejaron viendo cosas, no hay forma que ella este aquí, ¿o sí?

¿Quieren un espectáculo? ¡Bien, lo tendrán! El tiempo volvió a normalidad, el instinto de supervivencia se activó y la adrenalina recorrió su cuerpo a gran velocidad, los vasos sanguíneos se dilataron y la sangre fluyó por cada uno de sus músculos. Por menos de un segundo evitó el pisotón de su oponente, rodó a un lado ganando suficiente tiempo para levantarse. El dolor disminuyó, pero aún le costaba respirar, sabía que no podría pelear por mucho, debía de acabarlo pronto. Su oponente rezongó al no sentir la tierna carne bajo la planta de su pie.

El mastodonte de doscientos kilos corrió hacía él como un hipodus o al menos eso pensó de acuerdo a los relatos que ha escuchado. En el último minuto realizó una finta a la izquierda y giró a la derecha, su oponente cayó en la trampa y tuvo oportunidad de ponerle el pie. El estadio vibró ante el impacto de su cuerpo contra la arena. El público volteó sorprendido y el lugar enmudeció. Cerró la distancia entre ellos con rapidez y con todas sus fuerzas llevó su rodilla al rostro de su oponente y por primera vez en la noche, lo hizo sangrar. Tu piel no es tan dura en todo tu cuerpo maldito.

Con todo el impulso del momento impactó la planta de su pie en su rostro; rematando la nariz. Su oponente aún de rodillas sólo pudo cubrirse el rostro de la tempestuosa furia que le accedía desde arriba. Algunos en el público comenzaron a alentarlo. ¿Sí hay locos que apostaron por mí?

Al final sus puñetazos hicieron poco contra la dura piel de su oponente, era como pegarle a una placa de metal. En una pequeña abertura de su ataque recibió de regresó un golpe certero en el abdomen. Mientras rodaba al otro extremo del ring sus animadores callaron. Lo hizo sangrar, ¡sí podía matarlo!, debía de continuar sin darle un respiro. Encajó los dedos en la arena y tomó un puñado en ambas manos.

Sin saber de dónde, sacó fuerzas para levantarse antes de que su oponente le diera el golpe de gracia. Arrojó el primer puño de arena al rostro, pero ese truco lo conocía muy bien y se cubrió los ojos a tiempo, pero fue lo suficiente para dar un golpe certero a la entrepierna. Saltó a un lado y esquivó el golpe cargado de frustración ante esa agresión. Fue en ese momento que arrojó el segundo puño de su mano izquierda cegándolo por completó. Ante esa nueva brecha, saltó hacía el rostro del gigante y concentrando todas sus fuerzas impactó una vez más su rodilla contra la castigada nariz. Aún sin poderlo ver, su oponente lo aprisionó con sus manos, podía sentir la inmensa presión con la que lo apretaba. En un intento desesperado pateó de abajo hacia arriba una vez más la nariz, el agarre cedió y poco a poco los inmensos dedos que lo sujetaban lo fueron soltando.

La enorme masa de músculos permaneció estática en su lugar, el público estaba en silencio, hasta el mismo jefe estaba atento a lo que aconteció en la arena. Su oponente tenía la mirada perdida. El cuerpo se balanceó de lado a lado y como una enorme plancha de metal, cayó hacía atrás sacudiendo de nuevo la arena y las ilusiones de sus apostadores. Sin fuerzas para celebrar, colocó una rodilla en el suelo, no podía desplomarse. Tomó una bocanada de aire y después una segunda para reincorporarse. El silenció se rompió por sus pocos animadores que gritaron de júbilo al hacer una gran fortuna, el resto le gritó amenazas y maldiciones.

En pie de lucha vamos juntos contra este mundo

El viento sacudió las improvisadas paredes de la casa y el frío del ambiente se coló por las rendijas. Kira dio vueltas toda la noche por la pequeña habitación esperando por su hermano. Guijarros rodaron por el suelo y salieron por los espacios que hay entre la pared y el piso. ¡Ya debió regresar! Las primeras luces del día aumentaron ese sentimiento de fatalidad. ¿Habrá perdido? ¡¿Estará herido?! Observó a la niña que dormía con tranquilidad a tan sólo unos pasos, la cubrían los vestigios de una cobija deshilvanada por el contorno.

Kira salió al exterior y caminó un par de calles a la derecha, ahí se encontró con Rosaura, quien iba llegando del pantano con un botín poco frecuente en cantidad. Aun a la distancia, pudo sentir su aura de amabilidad. En una ocasión, esas yerbas malolientes salvaron a su hermano de morir tras una pelea en el coliseo, sin pedirles nada a cambio les compartió de sus ungüentos, desde entonces le han ayudado en lo que pueden para pagar esa deuda.

― ¡Oh, Kira, que sorpresa verte hoy tan temprano! ― La recibió con su habitual sonrisa, pero ésta se desvaneció al instante. ― ¡¿Ocurrió algo?! ― Ya los conocía bien.

― Damien no ha vuelto del coliseo y su pelea era temprano por la noche, creo que algo le pasó. ― Rosaura puso la cesta en el suelo y fue abrazarla. Kira se estremeció ante la fría caricia del lodo atravesando sus ropas.

― No te preocupes mi niña, seguro está bien. ― Le regaló una maternal caricia en la mejilla.

― ¿Podrías cuidar de Tría por un momento?, así puedo ir a buscarlo al coliseo.

― ¡Pero claro, ahorita que guarde unas cosas voy por ella y así me ayuda a preparar estas yerbas! ― Kira la abrazó, fue la única forma que encontró para expresarle su agradecimiento por esta vez, por la siguiente y su constante ayuda. Cuando por fin partió, el aroma del pantano la acompañó el resto del camino.

Lejos de la protección de los muros, a las afueras de la ciudad, Kira corrió por las inhóspitas y salvajes tierras bajo el brillo del nuevo día. Por un momento se vio a sí misma en la luna que aún era visible, se podía ver con claridad su fragmentada forma a causa de los múltiples meteoritos que la impactaron muchos años atrás, dicen que algún día llegará a caer y será el final de toda la vida. Kira no necesitaba esperar ese día.

Deseó encontrar a su hermano recostado en una de las camas de la enfermería, que se quedó dormido al recuperarse de la pelea o al menos con heridas leves y estaba esperando por ella para que lo ayudara a regresar.

Al poco tiempo llegó al coliseo. La noche aún cubría las gastadas paredes y pilares que conformaban la enorme estructura, las manchas de vomito y sangre se ocultaron entre las sombras proyectadas del coliseo y sólo el aroma las delató a la distancia, ella se acercó a esa barrera de olores que marcaba el paso a un reino de violencia y muerte; donde la civilidad se ausenta ante los bajos y primitivos instintos del público que, ávido, asiste cada noche por el banal entretenimiento.

Las graderías sostenían el sexo desnudo, tanto de animadoras y camareros, exhaustos por la larga jornada nocturna y del entretenimiento, del cual siempre formaban parte. Las arañas recuperaron rápido su amada posición para tejer sus trampas entre las frías lámparas y los roedores guarecidos por la oscuridad, escudriñaron las sobras que yacían por el suelo. Las gradas se encontraban ocupadas por una masa de piernas, brazos y sexos que yacían exhaustos sobre de ellas. Kira decidió cruzar por la arena que atestiguó los combates que la fertilizaron, pisó algo resbaloso, más bien viscoso, por suerte no pudo ver con claridad la substancia o trozo que alguien dejó.

Varias botellas vacías rodaron por el suelo al abrir la puerta, observó que dos secuaces estaban recostados sobre un sofá, otro tenía la cabeza pegada al escritorio y el último de ellos, estaba despierto revisando las ganancias de la noche. Los ojos de ella sufrieron el fustigue de una intensa humarada de tabaco proveniente del fondo, como si la guiara en esa dirección.

―Vengo a ver al jefe. ― Ignoró la mirada del tipo que la violó en la depravación de sus fantasías. ― Si tienes tiempo para masturbarte mentalmente, puedes llamarlo y no hacerme perder el tiempo, deja de babear cada vez que vengo aquí. ― Su petición fue ignorada. Kira entonces optó por una más directa y le mostró el mango de su cuchillo, ya una vez le había demostrado lo diestra que era con el arma.

―No está de humor para recibirte ni a ti, ni a cualquiera, pero… yo… sí te puedo atender… ― Al menos podía ser más original, ya sabía lo que iba a decir después. ― Te dejo pasar si me dejas pasar un rato a solas. ― Nunca dejaba de sorprenderla lo absurdo que el tipo era cada vez que venía y se lo demostró con una sarcástica carcajada.

― Recuerda lo que pasa cuando no controlas tu verga. ― Por debajo del escritorio, con su bota le aprisionó la entrepierna y aprovechó para limpiarse la suela.

― ¡Está bien, está bien! ¡Le avisaré al jefe de tu llegada! ― Saltó de la silla para huir de la bota, como si se tratara de una serpiente.

¿Estaré perdiendo mi tiempo, debería de buscar a Damien en ese otro lugar? No, no pienses eso, aún hay otros espacios donde pudiera estar, seguro y quedó atrapado en algún trabajo que le apareció y va de camino a la casa a sorprenderte. Más le vale que sea así. Pasó a la oficina del jefe y dos de sus lacayos le cerraron la salida.

― Vaya, vaya, vaya. ― Él se relamió los dedos de algún tipo de salsa. ― Iba a mandar a buscarte, pero me hiciste el favor de venir. ¡Que servicial! ― Con un movimiento de su mano dio la orden y los lacayos la sometieron contra el escritorio.

― ¡Maldito imbécil! ¡¿Qué crees que haces?! ― Forcejeó, pero era inútil, la superaban en fuerza, ella apenas es una Omega y ellos un par de Betas.

― ¡Tú querido hermano me ha costado en grande! ― Se incorporó y con un cuchillo recorrió la piel de Kira. ― Sólo tenía que morir, yo le daría una buena compensación por sus servicios, ¡pero no!, ¡con alguna trampa o alguna treta mató a mi campeón y arruinó la enorme ganancia que obtendría de esa pelea! ¡Después, mis tres lacayos no volvieron cuando fueron a darle una lección! Así que, ¿dónde…? ― Le realizó un pequeño corte por el hombro derecho. ― ¿…está… tú… her-ma-no? ― Remarcó las silabas con un tajo.

― ¡Aun si supiera donde está, nunca te lo diría! ― El jefe sonrió y le aplastó la cabeza contra el escritorio. La sangre le corrió por el hombro hasta la muñeca y se esparció sobre la madera del mueble que la absorbió sediento.

― ¡No malgastes mi tiempo, primor! ― Con el cuchillo le recorrió uno de sus senos subrayando las palabras. ― Tú y tu hermana saldarán la cuenta de lo que se me debe y quizás llegarás a ganar un pequeño extra por tus servicios, aún con el cabello en ese estado y poca carne sobre tus huesos te sacaremos un buen provecho. ― Los tipos que la tenían sometida rieron. ― Puedes resistirte, sólo lo empeorarás y sería una lástima dañar buena mercancía. ― Las manos de los secuaces del Jefe remarcaron la amenaza al recorrerle la piel con los dedos. ― No te preocupes, tu hermanita es una belleza exótica y pagarán muy bien por ella. ― Kira apretó los dientes con todas sus fuerzas.

― ¡Hijo de perra, es sólo una niña, maldito degenerado!

― Dime dónde está tu hermano y es posible que las deje ir. ― Le dio una chupada a un habano. ― No tienen que pasar por todo esto por un perdedor como él.

― Damien no es ningún perdedor, él hace lo que debe, cumple con su parte, tú eres el mal parido que rompe su palabra…

― ¡Yo no tengo que cumplirle a nadie, hago lo que se me viene en gana! ― La barriga del jefe vibró ante la intensa risa. ― Yo le pagaba por perder y si le pago por morir, él lo debió de hacer con total agrado. Depende de mí y de lo que más me convenga, lo demás es sólo un acto. ― Caminó a la salida. ― No te preocupes, ya lo entenderás, niña. ― Realizó un gesto con la cabeza. ― ¡Ya saben dónde viven, tráiganme a la otra! ― Kira se rebatió de nuevo, pero eran más fuerte, la sacaron de la oficina y la puerta se cerró de golpe.

Después, por órdenes del jefe, la llevaron al sótano. ― Ahora me toca a mí. ― Le susurró el lacayo que aún tenía las manchas de la bota en la entrepierna y se desquitó rasgándole la ropa para tantear con libertad la nueva mercancía obtenida, Kira aprovechó para propinarle una fuerte mordida, el tipo respondió con múltiples golpes al abdomen de la chica, pero la fortaleza de Kira no se vio mermada y siguió defendiéndose con las piernas y dientes. Exhaustos de batallar con ella, la dejaron encadenada a la pared y salieron a carcajadas, en un par de horas volverían, cuando a ella se le acabaran las fuerzas y entonces se divertirían.

Kira no dejó que las lágrimas le salieran, no solucionaría nada. Cada parte de su cuerpo le dolía, los grilletes le cercenaban la piel y le costó trabajo respirar ante el castigo sufrido a su cuerpo. Saldría de ahí y castraría a cada uno de esos y les haría probar lo que ella sintió hasta este momento. Al final, sólo sus pensamientos venganza le hicieron compañía junto con el constante goteo del agua. Que estúpida fue y ahora cómo saldrá de este problema.

A lo lejos de ahí descendiendo por el río, oculto entre los fortuitos reflejos del agua ante las primeras luces del día, flota el cuerpo de un muchacho por el señalado camino del rio sin oposición.

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