La Tierra de lo Inimaginablemente Posible

La Tierra de lo Inimaginablemente Posible

Mauricio Castaño

05/09/2023

PARTE UNO:

Violaron la integridad de tus sueños y ahora rondan libres entre tu realidad y la fantasía

¡No es un sueño, no es un truco de magia! ¡Sólo aquí encontrarás la verdadera diversión! ¡Una única e inigualable experiencia!

― Despierta, Despierta… ¡Des-pier-ta!… ¡Despierta! ¡Vaya, por fin abres los ojos! Sí, descuida, siempre cuesta trabajo las primeras veces, ya te irás acostumbrando, hermano. ― ¿¡Qué carajo!? El Sol me deslumbró, nada tapaba su intenso brillo, un inmenso azul se extendió, generando una visión de verticalidad. Una silueta se movió frente a mí, tal vez un… ¿árbol? Que extendió sus ramas a voluntad para marcar el horizonte. ― ¡Bienvenido a «La Tierra de Todo lo Inimaginablemente Posible»! – ¿habló el… árbol? ¡Me golpeé la cabeza, ahora los árboles me hablan! La imagen se aclaró y distinguí no a un árbol, sino a un chico con un enorme «afro». ― ¡Observa, hermano…! – Sus brazos, antes ramas, insistieron en remarcar el horizonte. ― Montañas rusas, pistas de carreras, cascadas de chocolate, vainilla, fresa, guayaba, melón y una infinidad más, exuberantes montañas de gómitas, papa fritas, galletas, cines convencionales y otros al aire libre, establecimientos de comida rápida de todas partes del mundo, en fin, una tierra de posibilidades. ― Levanté la ceja derecha remarcando lo extraño que me pareció. ― Hermano, ¿si me estás haciendo caso? – Se rascó la cabeza. El aire meneó su afro, recordándome una vez más al follaje, donde podían habitar ardillas, pájaros y demás animales en miniatura.

– ¡Sí, sí…claro! ¿En dónde dices que estamos? – Se rascó de nuevo la cabeza como si eso fuera a ayudarme a comprender mejor la situación.

– ¿No pones atención, hermano? ¡En «La Tierra de Todo lo Inimaginablemente Posible»! – La insistencia de sus brazos me hizo sentir estúpido.

No podía creer que esto fuera real. Percibí olores a mi alrededor y en los sueños hasta donde sé, el olfato no forma parte, ¿o sí? ¿Tal vez esto no fuera un sueño?, pero estoy dormido, ¿no estaba en mi cuarto…?

― ¡Ey!, ¡ey, hermano! ¡Andas por las nubes, con razón ni sabes dónde estás!

― No estaba en las nubes, sólo quería entender…esto. – Señalé a mí alrededor tomando distancia de su aroma, era extraño, irreconocible y eso me perturbó, aunque no sé por qué. Extendió los brazos de nuevo en un exagerado ademan y repitió el nombre del lugar.

― ¡Es en «La Tierra…!

¡de Todo lo Inimaginablemente Posible»! – Disfruté de su gesto al romper sus esperanzas de hacerme comprender este lugar.

― Hermano, mira, el nombre debe de ser tan largo para poder abarcar todo lo posible de lo posiblemente más impensable de las imposibles cosas que puedas imaginar. ¡Abre tu mente, observa el paraíso y déjate fluir! ― Hizo una pose de rezo budista o un intento de, mejor dicho.

– Sí, sí, ya lo vi, lo que no comprendo es, ¿qué es este lugar?

– Este lugar, es este lugar; son todos los lugares imaginables y ninguno a la vez, es un lugar donde todo es todo y nada existe.

– ¿Cómo que nada existe?

– ¡Sólo velo a tu alrededor, todas tus respuestas están aquí! Existe lo que sea que imagines y donde no hay nada hay algo y donde había algo, antes no había nada. – Su rostro remarcó la obviedad de las cosas. – Por eso, todo lo inimaginablemente posible, es posible, ¡no es genial eso, hermano! – En ningún momento bajo los brazos. ¿No se cansará nunca de hacer ese ademan o es tanto su entusiasmo que ni se percata? – ¡No lo razones tanto, hermano, este es el mejor lugar del mundo, la neta del planeta y tú te la pasas contradiciéndome! Se uno con nosotros, hermano, se parte de la corriente. ― Juntó sus manos como si hiciera yoga. Su felicidad era odiosa, no todos podemos ser felices o aparentar estarlo, pero él no piensa eso.

De pronto unos tipos cayeron del cielo en paracaídas de colores y la fiesta comenzó: una sombra se extendió sobre nosotros, la música resonó por los valles y cordilleras del horizonte, hasta hacer eco en mis oídos llenándolos, sin dejar espacio para ningún otro sonido. A mi lado el del «afro» gritó y dio de brincos, pero no escuchaba nada de lo que decía. La oscuridad provocada por este extraño eclipse se iluminó por luces de disco que vibraban y danzaban al son de la música.

La iluminación provenía de una nave espacial y era ésta la que eclipsaba al sol. Un pequeño momento de silencio y después… Tambores resonaron como una tormenta y la «tierra» gritó de emoción. Sentí el llamado de mi cuerpo. La música recorrió cada bello de mi piel incitándome a bailar.

― ¡No te quedes ahí con cara de idiota, vamos hermano, mueve ese esqueleto! – Se fue moviendo entre oscilaciones y ondulaciones similares a las de un árbol azotado por el viento creando un baile tan excéntrico como su propia personalidad.

Unos tipos se lanzaron de bungee y a pocos centímetros del suelo el tiempo se detuvo un instante, un segundo; lo suficiente para que nuestras miradas se cruzaran y recibiera un guiño por parte de uno de ellos, fue un golpe en el pecho. Inmediatamente la cuerda tiró y se perdieron entre las luces y fuegos artificiales que se unían a la locura de un cielo iluminado por las extravagancias imaginadas.

De la nave salieron chorros de agua que formaron esferas como si fueran albercas tridimensionales, sostenidas en una ingravidez que sólo en películas de ciencia ficción podrías ver. La gente nadaba dentro y no parecía importarles si abajo era arriba o arriba era abajo.

Un grupo de chicos salieron corriendo de lo que parecía ser una panza gigante, en realidad era la excéntrica fachada de un restaurante buffet. En una mano llevaban una pierna de cerdo asada y en la otra un enorme tarro de cerveza, algunos vestían sus cuerpos por medio de sábanas a manera de togas, otros ya la habían dejado atrás uniéndose a una fiesta nudista.

-Es la competencia de todo lo que puedas comer y beber que organizan en ese restaurante. Este lugar te provee de todos tus deseos.

No tuve ni tiempo para preguntar. De la nave cayó una lluvia que pronto se volvió una cascada de pintura fosforescente haciendo ríos y pequeños lagos por las calles del lugar. Por todo el lugar cayeron tambores, bombos, bongos y demás objetos musicales de diferentes formas y tamaños; desde el modelo más sencillo al más excéntrico, de varios pies de alto y ancho La gente tomó los instrumentos y tocaron al ritmo de la música que envolvía todo el ambiente. Salpicaron la pintura por las paredes y por cada parte de sus cuerpos.

Un terreno baldío se movió. Primero el suelo hizo olas con los charcos de pintura, mezclando los diferentes tonos hasta volverla del color negro. Las olas crecieron semejantes a una tormentosa marea, que cada vez fue aumentando en tamaño y fuerza. Los extremos del terreno se elevaron y formaron una curvatura de un medio tubo. La tierra pasó a volverse madera y la madera se barnizó a medida que iba tomando la forma final de una pista de patinaje. Desde las azoteas, ventanas y desde la misma nave espacial varios saltaron con sus patinetas, bicis o patines y empezaron a hacer trucos y piruetas por toda la estructura recientemente armada sin detenerse a pensar el cómo fue eso posible.

– ¡Eso es otra onda, de pronto hizo pfff y sacaron eso! ¡¿No es genial, hermano?! ¡Mira, hermano, ves, la nada se volvió algo ¿no es eso súper wow?! Te quedaste sin palabras, ¿verdad?, y eso que aún no has visto nada. No, hermano, tenemos a unos tipos bien locos aquí. Una vez uno se trajo el invierno. Por allá por el norte.

– ¿Cómo es eso de traer el invierno?

– ¡Ay hermano eso no importa! Lo importante es que: ¡podemos esquiar en cualquier época del año! Siempre hay nieve en las montañas de por allá, esas que están en el horizonte, ¿no las ves, hermano?

– ¿Sí, pero cómo es…?

– ¡Y luego, otro tipo, nos trajo un mar! ¡No, no, las broncas que tuvimos para sacarlo, le perdonamos el desmadre porque nos puso playa, bien chida, blanquita, blanquita y suavecita, sin rocas! Claro, tuvimos que mudar todo a unos kilómetros tierra adentro para evitar otra inundación. Mira, aquí tengo un mapa para ti. – De su «afro» sacó un folleto con una gran variedad de información de la «tierra». – Es un desmadre tenerlo actualizado, hermano, pero esté es el último y el más auténtico del momento. – Se aproximó a mí y me susurró al oído. ― No confíes en quién te diga tener uno mejor, hay muchos falsos por ahí llenos de «bromas».

― Pero, ¿cómo hacen esas cosas, un mar, una montaña?

― Sí, qué te digo, algunos de estos cuates tienen los deseos reprimidos más locos, siempre me sorprenden. ― Rebuscó en el folleto, extendiéndolo por metros y metros, como si fuera un mago sacando paliacates entrelazados uno por uno.

– ¿Deseos reprimidos? ― Interrumpí su interminable búsqueda en el folleto. De pronto un pájaro voló directo a su cabeza y en lugar de estrellarse o irse volando con lo que parece una peluca, se encogió y se internó en el bosque, para después de unos cuantos segundos, salir por el otro lado y volver a su tamaño natural. ¿Qué clase de deseo reprimido te lleva a tener una biósfera en tu cabeza?

– Son las cosas que anhelas por hacer, por experimentar y no te atreves a hacer. Aquí se materializan y se vuelven realidad, para que puedas cumplir tus sueños, por eso es que la gente siempre regresa y seguimos creciendo. – No escuché lo demás que dijo, seguro volvió a decir hermano, no es eso maravilloso, no es wow, súper o algo por el estilo. Levantó los brazos de nuevo y para ser alguien tan desaliñado, me sorprendió que no tuviera las axilas desbordadas de vellos.

Se quedó observando a un lado y luego al otro, me miró de arriba abajo, se acercó a mí y volvió a recorrerme con la mirada y al final después de poner cara de que le dolía la cabeza por pensar mucho, dijo: ― Supongo que tú eres de los comunes, ¿o acaso trajiste algo como un invierno y no lo podemos ver ya que está lejos de aquí? – No supe que responderle – No, no tienes la pinta de ser uno de esos, aunque nunca se sabe, quizás trajiste alguna cosa absurda contigo. ¿Cuál es tu mayor anheló? ― Señaló los varios metros de papel que cubrían el suelo. ― A menos que… ¿Traes algo en tus bolsillos? ― Al revisar sentí algo pesado, era una llave, lisa, sin dientes, ni cortes; era nueva, como antes de ser esculpida por algún cerrajero. ― Hermano, de verdad que a ti si te patina el coco, ¿una llave? Esto sí que es de las cosas más absurdas que he visto y mira que he pasado bastante tiempo en este lugar, pero esto en verdad me rebasa. De todo lo posiblemente imaginable, ¿una simple llave? Además, ni abre nada. – A mí también me pareció extraño.

― Bueno, si tu imaginaste ese estúpido afro, ¿por qué yo no una simple llave?, nunca se sabe, podría ser algo increíble, ¿no? – Imité el tono que usó en todo el día.

― Vale, muy bien, ya no te diré nada.

Mi visión se nubló, el horizonte se volvió una pintura abstracta, no podía diferenciar nada; incluso el tipo raro volvió a semejarse a un árbol. ¿Qué me está ocurriendo?

― Se te está pasando el efecto, usa otra de las «llaves» para seguir aquí o ya nos veremos mañana, amigo. – A medida que él hablaba, el suelo me tragó, pero en vez de zambullirme y asfixiarme con la tierra, atravesé el suelo y cada vez vi al tipo más y más lejos y a medida que ese mundo se alejaba, el otro regresaba; la inmensa verticalidad azul se iba y sólo quedó la gris llanura de la horizontalidad, de ese techo bajo, tan cercano que lo sentí encima de mí.

Las ramas del árbol golpearon la ventana y al otro extremo de la puerta soledad. Me gustaría que por lo menos se estuvieran gritando, peleándose como la mayoría de las parejas, algo que no haga sentir la casa tan vacía. Bienvenido al Pobre y Nada Maravilloso Mundo Normal. Creo que el nombre me quedó un poco largo, le tomé gusto al excéntrico nombre para ese lugar. Se me antojó usar otra «llave», pero me decidí por irme a dormir, estaba muy cansado aún al estar todo ese tiempo en la «tierra».

¡Ven a saciar ese gran vacío y a volar a la velocidad de la luz! ¡La Tierra de Todo lo Inimaginablemente Posible, es tu segunda casa!

Jorge llegó temprano al parque; una pareja estiraba antes de ponerse a correr, una mujer mayor con un sombrero caqui paseaba con su perro alrededor de la fuente y en la única banca del lugar, un señor con muchos inviernos sobre sus hombros alimentaba a las palomas. ¿Dónde estaría su contacto?

No había nadie con grandes músculos, mirada de asesino, cabello rapado, exuberante joyería, nada, nada que se asemejara a lo que había visto en los noticieros o esperado para su primer encuentro; sólo había gente común. La pareja de corredores lo obligó a moverse de la ciclo vía. Al acercarse a la fuente, el perrito de la señora le mordió el pantalón, la señora sólo fingió regañar a su pequeño canino, quien amenazaba con devorarlo de ser liberado de su correa.

Ante la duda, revisó su teléfono. El mensaje sólo decía: En la banca del parque, frente a la fuente, mediodía. Mando una respuesta: Estoy aquí, pero fue en balde, el número no existía. ¿Cómo iba a cerciorarse de estar en el lugar correcto? ¿Qué tal que era el lugar incorrecto, se equivocó de parque? Fue al otro extremo del parque, pero no había más que una única banca en la cual estaba el viejo. No podía llamarles, ¿y sí no le daban otra oportunidad por haber faltado a la cita? Respiró profundo y dejó de pensar tanto las cosas. Caminó a la banca de regreso, tal vez su contacto llegaría y movería al viejo fuera de la banca. Esperaría unos minutos y si no veía nada, se iría y quizás lo contactarán después.

― ¡Hola, Jorge! Acompáñame. ― La voz del anciano era grave, ronca, un sonido obtenido sólo a través del desgaste de las cuerdas vocales por el pasar de las décadas; a Jorge le recordó a su abuelo.

― ¿Cómo sabe mi nombre? ― Aunque se tratara de un viejo, que supiera su nombre le erizó la piel.

― Lo importante es que te estábamos esperando. Siéntate, hay suficiente banca para los dos. ― Motivado por saber más de ese viejo, se sentó. Su cuerpo magullado seguía reclamando ante los pequeños movimientos. ― Estás herido, ¿verdad? ― Pudo oler el aroma a café hecho a mano que su abuelo solía emanar de sus ropas.

― Sólo un poco golpeado. ― Mintió.

― No sólo es un poco Jorge, nosotros lo sabemos. ― ¿Estará adivinando, o sólo fue un comentario al azar?

―Me encuentro bien, no se preocupe. ― Observó a su alrededor impaciente ante la plática que el viejo buscaba con él. ― Yo… estoy esperando por alguien, de hecho. ― La pareja de corredores pasó a su lado de manera coincidente, Jorge sintió un escalofrió, se arrepintió de haber venido con ropa ligera.

― No te preocupes, ya estamos hablando. ― Jorge cayó en cuenta de que este podría tratarse de su contacto. ― Hablemos de tu costumbre de acabar lastimado. ― Apoyó su mano en el hombro de él como muestra de apoyo emocional.

― No, no, no hay mucho que pensar, jugué brusco con unos amigos. ― Mintió justó como lo haría con su abuelo.

― ¿Amigos? ¿Y te dejaron en esas condiciones? Necesitas nuevos amigos, como… nosotros. ― Lo miró de reojo como si lo invitará a ser su cómplice en alguna travesura.

― ¿Me uno a usted para dar de comer a las palomas? ― Este viejo le tomaba el pelo y él estaba cayendo en su juego.

― ¡Ahh, pobres, nos olvidamos de ellas! ― El viejo les tiró un puñado de pan. Varías se acercaron para comer de ese maná caído de la arrugada mano. ― Casi perdemos a nuestro público. ― Rio de su propia broma, sin lograr contagiar su carisma a Jorge.

― ¿Me deberían de importar unas estúpidas palomas?

― ¡Mucho! Todos obvian a las palomas, aun cuando están por todos lados, desde los andenes del subterráneo, hasta el rascacielos más alto y nadie les presta atención. ― Tiro más pan. ― Ellas ven todo. ¿No sería genial ser cómo ellas?

― ¡¿Quién quiere ser una estúpida paloma?! ― Cruzó los brazos y se recargó en la banca.

― A ti. ― Lo miró fijamente y en sus ojos se reflejó la experiencia de alguien que ha visto el mundo por varias décadas. ― Obsérvalas bien, no tienen dignidad, ni lealtad, aceptan agradecidas las migajas de mi mano y si las trato mal. ― Agitó la bolsa cerca de ellas. ― Regresan y no porque perdonen, sino por necesidad.

― ¿Qué tienen que ver las palomas conmigo? ― De nuevo pasó la pareja y sintió una fresca brisa.

― Míralas. ― Arrojó un puñado de pan, ― Es pan, simple pan y ni siquiera es bueno, es rancio y duro, pero esto me vuelve indispensable para ellas y nosotros te haremos indispensable para los demás. Ten. ― Le entregó una bolsa. ― Sabemos lo trabajador que eres, por eso te hemos elegido a ti.

― Gracias… ― Tomó con vacilación la bolsa y se asomó dentro pensando que ahí estaría su encargo, pero sólo encontró, migas de pan.

― ¿Pensabas que te daríamos la mercancía de esa forma? Acostúmbrate a que no hacemos las cosas como las esperas. ― En sus ojos se mostró la evidencia de alguien que ha visto la formación de una estrella y la destrucción de la misma. ― Nuestro producto es como las migas de pan y tus compañeros serán las palomas. Rondan por ahí necesitados de un subsidio, de ti, pero aún no lo saben.

― ¿Por qué a mí? ― El ser apreciado por primera vez le remarcó el rostro con una tímida sonrisa.

― Nosotros tenemos nuestras razones. ― A Jorge le pareció extraño que hablara en plural, pero quizás era cosa de la edad.

― ¿Cómo es que ese producto me va a llevar a eso?

― Digamos que te vamos a dar lo que denominamos «llaves», la entrada a un mundo de maravillas inimaginables y tú serás el que decidirá quién puede entrar y quién no. Serás el cadenero del reino que hemos creado y podrás decidir el destino de los demás, como otros decidieron por ti. Además, nadie se meterá contigo, porque detrás de ti nos encontraremos nosotros. ― Le palmeó la cabeza. ― Nosotros vamos a cuidar de ti.

― ¡¿Ustedes?! ¡¿Quiénes son?! ¡¿Cómo me protegerán?!

― Nos haremos cargo, no te preocupes. Si ellos vuelven a golpearte con un bate, nosotros haremos un ejemplo de ellos. ― ¿Cómo sabían lo del bate? ― Ya verás, cómo las cosas mejorarán. ― ¿Mejorarán? Ni que fuera tan sencillo. Sus promesas eran inusitadas, pero una parte de él deseo que fueran cumplidas.

― Sigue sin decirme el, ¿cómo?

― No te preocupes por nimiedades. ― Le palmeó el muslo como si fueran viejos conocidos.

― Yo… no puedo creerlo, suena demasiado bueno para ser verdad.

― Jorge, Jorge, ¿quieres seguir siendo el costal de resentimientos de tus padres y compañeros, o deseas llevar la batuta de una vez? ― Expulsó honestidad de sus pulmones. ― ¿Hasta cuando quieres ser la victima? Hagamos esto. Te mostraremos lo efectivo de nuestros métodos y en la mañana nos informas de tu decisión, ¿te parece? ― Sin esperar respuesta el viejo se levantó y se alejó de la banca. ¿Qué cosa me va a mostrar y a qué se refería con eso? La pareja dio su última vuelta. Vaya que refrescó esta tarde.

Cerca de la medianoche, tocaron a su puerta. Jorge estaba solo, como lo había estado por los últimos meses, desde que su madre fue encarcelada. No esperaba a nadie, y seguro no era una visita del gobierno. Abrió la puerta y ahí estaba el tipo que abusó de él la vez que su madre se desmayó al consumir demasiada heroína.

Los rasguños de su rostro eran como surcos en un campo, aún tenían sangre sin coagular. Los múltiples moretones oscurecían más su piel morena. Le faltaban mechones de cabello y su ropa estaba hecha girones dejando al descubierto más rasguños y golpes.

Los dedos del tipo estaban ensangrentados, algunos no tenían uñas. Para Jorge resultó evidente que el sujeto se había lacerado y magullado el cuerpo, como si el mismo se hubiera impactado contra la pared o el suelo en repetidas ocasiones.

La pesadilla aún no terminaba para el hombre, buscaba a su alrededor los terrores que lo llevaron hasta este lugar. Ante cualquier pequeño ruido saltó y su respiración se aceleró. Jorge se compadeció de él. Ni dijo, ni hizo nada, dio media vuelta y regresó por donde vino, como si sólo hubiera ido a entregar un mensaje y su cuerpo fuera la carta y las heridas la estampilla. El celular de Jorge sonó, tenía un mensaje de un número desconocido: ¿Satisfecho? Otro mensaje llegó, con instrucciones como la primera vez: El parque, frente a la fuente.

28 de septiembre

En la noche del sábado recibí una llamada. A las dieciocho horas se encontró el cuerpo de un joven: diecisiete años, complexión media, caucásico y con prematuras señales de vello facial. Los padres lo encontraron en su cama, suponen que falleció al dormir, muy similar a los otros seis casos. Nunca son fácil los casos donde menores de edad son involucrados.

No se encontró ningún rastro relacionado con el consumo de adicciones, ni piquetes de agujas, ni cortes superficiales o algún sangrado por la nariz. Tampoco hallaron una nota suicida y al parecer no muestra señales de intentar acabar con su vida. Mi propia inspección superficial corroboró los datos de los peritos, de nuevo no había ni una sola marca o señal que apuntara a la razón del final de su vida. Los testimonios de los padres, señalan que no sufría de ninguna distorsión o enfermedad mental, era un chico promedio y no había tenido comportamientos extraños. Me gustaría estar en una serie policiaca donde las pistas cruciales son encontradas en un mechón de cabello o en las fibras de algún material y el caso se resuelve en unos cuantos días y no se escalaba a hasta una séptima víctima.

Por lo demás no he encontrado otras semejanzas salvo el rango de edad, pero no están involucradas: ni la clase social, ni el género, ni la locación geográfica, ni la institución educativa y ninguna marca post mortem. De los siete casos, dos abusaban de uno o varios estupefacientes conocidos, pero los otros cinco restantes jamás consumieron droga alguna. ¿Será posible que se trate de un asesino serial capaz de tener un modus operandi que no podemos rastrear o ver? ¿Será una nueva droga, una que se disuelve por completo en el torrente sanguíneo sin dejar rastro alguno?

Algo que predominante, son los ojos, son como los de un muñeco, que nunca tuvieron vida o eso puedo deducir por medio de las fotos de los otros casos y otro es haber experimentado un leve descenso en la temperatura al entrar en las habitaciones de los chicos cuando me fueron asignados los siguientes casos, aun cuando ha sido un mes caluroso, Los análisis no arrojan ningún tipo de fármaco o estupefaciente.

Debieron de asignarme los primeros casos, sólo me queda el confiar en las notas de mis colegas y esperar no hayan pasado algún detalle importante, espero yo no estar perdiendo pista alguna.

Como siempre, alguien en el departamento debió abrir la boca y ahora la prensa sensacionalista y ciertos blogers por su parte llaman al fenómeno del Deathdream y lo mesclan con temas sobre conspiraciones gubernamentales, terrorismo y una nueva enfermedad y aunque no han provocado ningún efecto en la población, si han aumentado la presión al departamento. El comisionado Bubowsky demandó por cerrar la investigación lo más pronto posible, no quieres más inconvenientes pues se acercan el tiempo de elecciones.

¿Cómo atrapar a algo o alguien si no sabemos las causas o motivaciones que causan estas muertes? A falta de evidencias para entender a la afamada: Deathdream, me temo que tomará muchas más víctimas antes de que podamos dar con alguna pista para comprender este fenómeno.

Tu horóscopo de hoy: Mantén a tus amistades cerca, que en parvada se es más fuerte, nuevas experiencias están por venir y sólo en compañía se disfrutarán más

– ¡Ya, ya, dinos de quién se trata! – Santa soltó una insistente humarada que se estrelló en las vanas negaciones de su amiga.

– ¡Sí, ya dinos! ¿Se trata de Alex…? – Claudia le tronó la virginidad al bote de tetra pack que liberó un aroma a uvas fermentadas.

– ¡Claudia, ya le estoy preguntando yo, no me interrumpas!¡ Además, ¡cómo crees que va a salir con ese! – Santa succionó el tuétano del cigarrillo de marihuana.

– ¡No, no: es…!

– ¡Ya sé! ¿Se trata de, Erick eeeh? – Claudia le encajó las uñas al empaque y bebió triunfal del cartoncillo. – Porque fíjate que ayer los vi platicando muy juntitos después de clases… hasta le compró unas papas. – Las dos revoletearon alrededor de Emily que en vanó trató de esconder los restos del chisme que sus amigas ansiaban por devorar.

– ¡Ay no mames!, ¿unas papas?, por lo menos consíguete uno con lana, amiga. – Miró con desaprobación a Emily mientras le daba una calada al cigarrillo de mariguana.

– Déjala, que no ves que unas papas son unas papas. ― Claudia miró a Emily con ojos de rapiña deseosa por confirmar las buenas nuevas de su amiga.

– Al menos algo que dure, que lo puedas presumir. – La dulce promesa fue aplastada contra el cenicero y sólo quedó el regusto amargo de la hierba, se frotó los dedos y prendió un cigarrillo de tabaco para quitarse el mal sabor de boca, exhaló una humarada de decepción que cubrió el centro de la habitación. – Unas joyas, ropa o algo.

– ¡Ya, par de chismosas! – Emily reaccionó ante los dos zopilotes y alejó sus intenciones. Tomó el cigarrillo de Santa y se lo llevó a los labios obligándola a prenderse otro. – Alex no está mal… pero prefiero salir con Erick, aunque no creo gustarle, me ve como una amiga y sólo me in-vi-tó, unas papas. Además… lo vi besándose con la Jessica. – Emily simuló un llanto de desconsuelo, para llamar la atención de sus amigas. Ellas respondieron atentamente con fingidas palabras de ánimo y consuelo.

-Pues mira, tengo tu solución amiga. – Santa sacó la discordia de su bolsillo en vuelta de manera sencilla y de apariencia casera

– ¿Y eso es…? ― Ensayadas lágrimas remarcaron su interrogante.

– Estuve hablando con Jorge y me comentó sobre esto. – Lo presentó como una jugosa fruta con el centro podrido de mentiras.

– ¿Qué es eso, Santa? – La maravillosa promesa que el alcohol ofrecía, perdió todo atractivo ante la intriga del contenido en la mano de su amiga y quedó relegada en el suelo donde permaneció en el olvidó.

– Esto es lo que están usando ahora, es muy popular en la escuela. ¿No han escuchado de esto? – Santa miró al techo con fastidio ante la negación de cabeza por parte de las dos. ― El punto es que Erick y sus amigos están muy interesados en esto y si tú lo usas, tendrás más en común con él y te llegará a hacer caso. – La habitación se encogió y la discordia creció entre el grupo de tres chicas. – Porque la Jessica es una apretada y todos sabemos que es la hija buena de papi. – El paquete se ofreció en frescas promesas.

– ¡No digas mamadas, Santa! ¡Emily no, no lo hagas!, no sabemos qué es eso, tal vez es peligroso. ― Alejó la mano de Santa.

– ¡Cállate, Claudia, a nadie le gustan las aguafiestas! ¡Si no te parece lo que hacemos, mejor consíguete otras amigas, Claudia!

– ¡Chicas, basta! ¡Dame eso, Santa! – Emily le arrebató el paquete y lo observó meditando su decisión, mientras se terminaba el cigarrillo. – ¿Tener algo en común con Erick…? ¡Bien, lo haré! ― Ofreció el contenido de la bolsa a su amiga. ― ¡Vamos Claudia, ¿o me vas a abandonar?!

― Yo… no lo sé, no creo que se buena idea.

― Sí todo el mundo lo está usando.

– Sé que esto hará todo mejor. – Santa extrajo las promesas y repartió la dosis correcta en la palma de cada una. – ¡Ya sé! – Santa sacó su botella de agua de su mochila. – Dejémoslo al azar, a ver a quién le toca probar primero. – Tres expectantes pares de ojos fingieron observar su destino. El vino se regó por el suelo, los cigarrillos terminaron por consumirse en el cenicero y tres chicas yacieron en el suelo.

¡Aprovecha nuestras grandes ofertas, tenemos increíbles descuentos para ti! ¡Te ofrecemos un mundo de oportunidades, no te quedes atrás!

Sus compañeros no entendieron el producto, ni las maravillas que escondía cada una de estas «llaves», para ser sinceros, él tampoco. Venderlo fue más difícil de lo esperado. Primero intentó con los que consumen drogas de forma más asidua, pero ellos prefirieron las más conocidas. Necesitaba ir con los populares, si ellos se volvían sus clientes, el resto de la escuela los seguiría, hasta los cerebritos. Les ofreció muestras gratis a un mundo de posibilidades inimaginables, pero como él imaginó, le presentaron el camino al callejón detrás de la escuela y le dieron una muestra gratis de cómo se siente ser un saco de boxeo, por suerte no le robaron su cargamento.

¿No que sería la llave para un mejor mundo para él? ¿Qué sería como el pan para las palomas y ellos comerían de su mano? Maldito viejo me puso a vender un producto inservible. ¿Por qué no pueden salirme las cosas como quiero, como si esta oportunidad fuera una barita mágica y cambiará mi mundo con un simple muñequeó? Nada era igual a su producto, o eso le dijeron, pero si era así, ¿Qué estaba haciendo mal? No podía cambiar a sus padres, el pasado que ha vivido, no obstante, si puede transformar su futuro, le dieron la oportunidad, por primera vez alguien cree en él, no podía fallar ahora y no lo haré. Se levantó agarrándose de la reja y abandonó el callejón para nunca volver ahí.

Para su sorpresa, su mejor cliente al día siguiente fue de quien menos lo esperaba, Connor compró una con cierto escepticismo, pero al día siguiente regresó por más y al siguiente también. La primera paloma llegó y pronto otras se le unieron, pero no eran suficientes, la escuela entera debía de subyugarse a sus pies, en especial aquellos que abusaron de él.

Parecía ser un vaticinio a lo que sería el alza del negocio, que se volvió pronto una errónea estimación, no vendió nada en las siguientes dos semanas, sólo obtendría el empuje que deseaba si los sectores populares se volvían sus palomas. Fue así como se le ocurrió acercarse a Carlos y Erick. Los demás los seguían a todos lados y tenían conexiones en varios grupos de la escuela. Una cicatriz con forma de «C» en su abdomen le recordó lo que le podría pasar si se cruzaba con ellos. ¿Tan desesperado estoy?

Conocía su lugar de reunión durante y fuera de clases, era un lugar tan común como el de la mafia italiana reuniéndose en un restaurante de pasta. Ni los mismos conserjes entraban y como se esperaba, hasta el profesorado se hacía de la vista gorda; todos sabían que era el lugar perfecto para fumar, drogarse e incluso tener sexo. Sí el fuego y el color rojo se han vueltos típicos para describir al infierno, los baños son el típico lugar para encontrar a los despojos de la escuela.

Ahí estaban Erick y Carlos admirando los nuevos grafitis y mensajes en las paredes del lugar como críticos de arte, cada uno sentado en el tanque de un excusado. Debió pensarlo mejor, ahora van a poner una «E» a lado de la «C».

― Vaya, vaya, ¿a quién tenemos aquí, no aprendiste la última vez? ― Carlos se levantó de su asiento de porcelana, se aproximó a Jorge y le arrancó la mochila de la espalda. ― ¡Cuando estamos aquí no puedes entrar, aún si te estas meando en los pantalones!

― ¡Te dijimos que te mantuvieras lejos de nuestra vista! ― Erick también se aproximó a él e incrustó su puño en el estómago de Jorge. El dolor le refrescó la memoria de como sucedió la otra vez. Sabía que sería una experiencia dolorosa desde el principio, pero tal vez valdría la pena. Se hizo un ovillo y su abdomen recibió una patada. Entre los dos golpearon cada zona desprotegida de su cuerpo con múltiples pisotones y puntapiés.

― Sí, quédate ahí. ― Para ese punto sólo pudo permanecer en posición fetal. ― Es más, necesitas de un chapuzón para refrescarte la memoria.

― Sí, él se lo buscó. ― Olvidé el cambio de ropa, que idiota soy.

― ¡No, esperen, esperen! ― Jorge se aferró de manera inútil a las losetas del baño. ― ¡Les traigo un regalo, algo maravilloso! ― Conocía los riesgos de ir ahí.

― ¡Sí, nosotros también! ― Lo levantaron de ambas piernas y apuntaron su cabeza directo al centro del inodoro, con el agua tan oscurecida por las múltiples vejigas e intestinos que han sido liberados durante el día. Ahora debía de aguantar y esperar porque valiera la pena al final.

― ¡No, esperen, esperen, deben escucharme, por favor, no lo hagan! ― Jorge tomó una gran bocanada de aire y se preparó para la inmersión. Fue sumergido varias veces, para su suerte la continua práctica le permitió contener la respiración en cada una de las zambullidas.

― ¡Eso te enseñará, no vuelvas a cruzar tu repugnante presencia cerca de nosotros! ― Ambos chocaron las palmas alabando la acción de cada uno.

― Sí, hasta el baño huele mejor que tú. ¿Qué, mami no te enseño a limpiarte? ― Ambos rieron.

― ¿Qué más deberíamos de hacer contigo?

― Busquen en la mochila… tomen una «llave»… no se… arrepentirán. ― Señaló a la mochila de forma débil, mientras contenía las arcadas al sentir las heces resbalando por su rostro. Al final logró imponer su voluntad a su cuerpo.

― Vaya, vas aprendiendo Jorgito, nos trajiste regalos.

― ¿Para qué necesitamos esto? ― Erick tenía un par de «llaves» en la mano.

― Abren la puerta a un mundo maravilloso. ― Jorge logró incorporarse lo suficiente para apoyar su espalda en la pared. ― Un lugar lejos de esto. ― Señaló al inodoro. ― Un lugar donde no eres desechable, un lugar lejos de esta escuela, ahí eres lo que quieras. ― Con la cabeza les hizo fijarse en un grafiti de un Superman.

― Llévatelas, podríamos cambiarlas por unas cervezas. ― Los dos abandonaron el baño.

Jorge tardó varios minutos en recomponerse. Para su suerte el lavabo aún funcionaba y logró limpiarse la cara y cabello. Con el grifo abierto, observó su rostro, una sonrisa sobresalió entre la suciedad de su rostro y lo pringado del espejo. Consiguió su objetivo, sí las «llaves» son tan geniales como el viejo dijo, pronto esos dos no sólo harán correr la voz, sino que también se volverán mis lacayos y si este es el precio, pasará por lo mismo una y otra vez para conseguirlo, nada impedirá que tenga éxito.

Al día siguiente Carlos y Erick no se aparecieron por la escuela, quizás lograron usar las que se llevaron y se olvidaron de la hora o al menos así Jorge lo esperó. Vendió algunas «llaves» a sus pocos clientes regulares, pero aún no incrementaron las ventas. Para el final del curso, las ventas mejoraron, primero unos cuantos regulares, luego algunos cerebritos y para él final del día las mismas porristas fueron por una. Era como si «alguien» hubiera esparcido la voz y él sabía quién era ese «alguien», ya que todos venían diciendo si tenía la «llave» para ese mundo tan inimaginable. el viejo tenía sus palomas y ahora el también.

No sólo la cartera se benefició de sus esfuerzos, ahora la gente lo trató como siempre mereció. Aún no había visto a sus dos hostigadores principales, pero de momento lograron su cometido, ya los irá domesticando mejor para su beneficio.

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