«Buenos Aires come todo lo que encuentra, como todo buen narciso nadie como yo», sabias palabras de Sabina-Paez. Siempre supe y sentí que tarde o temprano los sueños tienen la puerta del túnel al hiperespacio que los llevará a ser reales en algún rincón de Buenos Aires. Siempre le tuve miedo. «La Ciudad de la Furia» también la bautizó Gustavo Cerati. Una furia con la que hay que alinearse para poder disfrutar del vertiginoso impulso en el que te transporta a las estrellas de las oportunidades, y hay muchas, hay para todos, sólo hay que creer en uno mismo y ser valiente para posar ante la luz que disparan. Hoy tengo la sensación y la convicción de que quiero estar en ese tobogán de sensaciones asombrosas que me permitan diseñar el camino que complete el rompecabezas de mi alma, cada pieza encajada fue dolorosa y al mismo tiempo felizmente obtenida durante el camino recorrido, pero todos, absolutamente todos los caminos conducen a Buenos Aires. La Ciudad Autónoma también llamada, y sí, autónoma porque tiene vida propia y es tanta la vida que posee que puede compartirla para completar lo que falte de la tuya. Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires también llegó a mis oídos, tengo turno, si, me llegó el turno, no tiene fecha ni horario, tiene un momento virgen esperando que le de forma con cada paso que en su cuerpo cementado pueda desplegar, que en cada oscuro suburbio pueda transitar y observar, que cada momento de paz pueda disfrutar y en cada tren viajar. No tiene condiciones, no tiene miramientos, no tiene prejuicios, en el día hace la guerra y en la noche el amor, tiene libertad, tiene fósiles por descubrir, tiene hilos de plata para todos los que quieran sujetarlo y escalar con valor, sin miedo, hacia el mirador del paisaje de la propia vida. Tiene las imágenes del destino que quiero dejar de soñar dándole cuerpo tangible de realidad. Tiene oxígeno plagado de átomos de smoke de vanidad, el pecado favorito del diablo, tiene infierno de fuegos que puedes tocar sin que lleguen a quemar, tiene todo lo que el mundo pudo crear, pero tiene una personalidad que alimenta miedos por un cordón umbilical, ese cordón es el que debemos cortar y así poder, de una vez, nacer. Buenos Aires, tendeme la cama por favor, que ya voy.

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