EL ERMITAÑO
© 2023 Horacio Wallace
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Lima, Perú
1.
«No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo.»
-Algo parecido dijo Voltaire.
El asunto es que es la segunda vez que me arrestan en el año pero ésta última para mala suerte se dieron cuenta de las vendas en mi rodilla derecha por la operación de los meniscos de hace un par de meses y le cayeron directo unos cuantos garrotazos que me la han dejado medio destruida. Pero lo que más me llega es que estos huevones finalmente me terminaran cagando, porque puede que quede cojo, rengo, lisiado, incapacitado para siempre, justo cuando iba recuperándome, recobrando fuerzas para salir a trepar cerros con confianza uno de estos días si el clima lo permitía. Sí, me parece hasta el culo me llega al huevo me jode como mierda que me quitaran lo que más disfrutaba, tanto como tirar o dormir, placenteras actividades en las que no se necesita pensar. Y ahora no sé qué carajos voy a hacer para mantener la cabeza ocupada, cómo la voy a distraer, engañar, porque el montañismo exige no pensar en nada más que no sea la ruta, concentrado en cada paso, en la respiración, en cómo van mis fuerzas, en el clima cambiando de un momento a otro, en seguir el camino correcto, en si la horas pasando volando me permitirán llegar a la cima y retornar antes de que oscurezca; analizando con estrategia la subida, pero también la bajada, que es cuando las energías empiezan a abandonarte y muchas veces resulta más dura que la trepada. Así me jodí la rodilla derecha, en los descensos, y luego de la golpiza de hace un par de noches creo que lo más sensato sería olvidarme de escalar, quizás para siempre.
Porque, para estos tiempos actuales, no sólo soy un tío de cincuenta y nueve, un poco sordo, algo ciego, con principios de alzhéimer y problemas en la espalda y articulaciones, además de la clásica hipertensión; ahora pa concha seré un cojo rengueando por irregulares caminos de tierra, o de herradura, mucho más difíciles de transitar. Presiento que lo que me toca, lo que me espera en adelante, será parecido a una muerta lenta, encerrado aún más en la casa, alejado de todo, aquí arriba, con excesivo tiempo libre que mi traicionera mente repleta de trastornos no desaprovechará para joder, confundirme, burlarse, mal aconsejarme, recordar mis cagadas pasadas, presentes y futuras, enredándolo todo, como un tren interminable que no para, saltando de una cosa a otra, con pensamientos que angustian y potencian mis ansiedades, voces que no me dejarán en paz, y por supuesto acompañadas de largos insomnios.
– No te dejaré dormir.
Pararme de la cama para hacer cualquier cosa es una joda porque me duele prácticamente todo, ya que de paso me rompieron un par de costillas, además de la cara abollada. Pero por suerte no sé cómo diablos Rubén me sacó en la mañana, porque si no, del centro de detención que la Policía Popular tiene en el pueblo, fácil me enviaban a la cárcel de Huaraz, de donde pocos salen vivos. Si eso pasaba podrían haberme fusilado de entrada, o lo más probable que me ahorcaran para ahorrar balas luego de torturarme por algunas horas para ver si me sacaban algo de información. O no sin algo de suerte podía ser que me mandaran de frente al frente, a formar parte de algún batallón de castigo, donde la esperanza de vida se reduce a unas pocas semanas, lo que también hubiera sido una huevada al verme obligado a pelear en esta guerra de mierda y peor aún del lado de los rojos. El peor escenario posible, reclutado a la fuerza como carne de cañón para el bando perdedor; el de los mandos incompetentes, los comisarios políticos, los inútiles ataques frontales, donde la estrategia militar depende de los objetivos ideológicos y la propaganda. Y a estas alturas es claro que los rojos están perdiendo la guerra ya que lo más probable es que los fascistas reconquisten el territorio por completo antes de que termine el año.
– Eso es lo que te gustaría. ¿Verdad, facho?
Si estuviera del otro lado del frente, sí, porque la verdad es que los republicanos hacen mejor las cosas. Están bien preparados, armados y entrenados. Lo sensato sería apostar por el lado que va a ganar, ¿cierto?
– Pero vives en este lado del frente. Por eso eres hombre muerto.
Ese es el problema, que si no me ahorcan los rojos antes, que me tienen hambre hace rato, me fusilan con seguridad los fascistas sólo por vivir de este lado del frente. Si hubiera sabido que se venía una guerra civil y quedaría atrapado en el lado que la va a perder, pues hubiera fugado para la capital, donde la guerra no se siente tanto, la vida continúa casi con normalidad y no les falta comida ni todo lo demás.
– ¡Fascista!
No soy fascista, no del todo. Me considero más anarquista que otra cosa. Pero si en algún momento me tocara la desdicha de tener que luchar para el Ejército Revolucionario, pues sería una cosa ridícula, como lo fue en España, donde comunistas y anarquistas lucharon para el mismo bando; por lo menos en teoría; por lo menos al principio de la guerra.
– No eres ningún anarquista. Eso solo tú te lo crees.
– Lo soy.
– ¿Un anarquista apoyando a los fascistas? No me jodas.
Sí puede ser posible, porque el anarquismo está formado por ideas y pensamientos flexibles, por eso hay desde anarcosindicalistas hasta anarcocapitalistas. No contiene principios fijos, excepto la libertad de decidir por uno mismo, lo que permite a cada persona armar su propio modelo, su Frankenstein ideológico individual. El mío tiene bastante de anarquismo, un poco de fascismo, algo de liberalismo y por supuesto nada de socialismo.
– Tú sí que eres un bicho bien raro.
Volviendo a lo del último arresto, lo irónico del asunto es que conozco a muy poca gente, y uno de esos pocos es el único que puede sacarme de este tipo de situaciones, porque Rubén es del partido y tiene algo de influencia como zorro astuto que es, y sabe con quién se tiene que hablar para resolver determinados asuntos. Aunque dice medio como justificándose -ya que a eso suena-, que conviene tener el carnet porque le abre algunas puertas, le consigue chambas y otras cosas, y cada vez que puede repite que no es socialista, que antes lo era, sólo un poco, más que todo para situaciones electorales; según él. Dice que ya no cree en todo eso del resentimiento social ni la lucha de clases ni la dictadura del proletariado, pero en estos tiempos de guerra considera conveniente apersonarse de vez en cuando en el local del partido para conseguir víveres y artículos que no consiguen por sus propios medios los que no pertenecen al partido, y de paso aprovecha para mover sus contactos tratando de que al Toño, su hijo mayor, no le toquen los campos de batalla más peligrosos. Pero Toño ya es teniente y un buen soldado según lo que sabemos, por eso siempre le asignan las posiciones más peligrosas del frente, donde existe mayor probabilidad que le caiga directo sobre la cabeza una bomba lanzada por los F-16 republicanos que algunas veces contienen napalm o fósforo blanco.
A lo que iba es que esta vez me han dejado hecho mierda, por eso anoche me decidí por los opiáceos para calmar el dolor y mejorar el ánimo y me zampé de frente cuatro tramadol de cincuenta, un par de clonas de dos, otro dúo de diclofenacos, omeprazol para preparar el estómago, unos cuantos paracetamoles que son buenos para el dolor pero la verdad es que sirven para todo, fumé medio cañón para potenciar sus efectos, y para la ocasión me pareció buena idea poner el The Final Cut para relajarme mientras supuestamente me entraba el sueño poco a poco. Pero la combinación de anoche en vez de tumbarme me regaló un vuelo bien rico, que se sentía como que flotaba un poco, pero sólo un poco sobre la cama, y bajaba y subía de un lado a otro, de una idea o imagen a otra, y los cambios en el cerebro llegaban suave, en fila, no todos juntos. Las drogas de anoche hicieron que todo se sintiera realmente bien, en mucha paz, y es que qué mejor cosa para aliviar las consecuencias de la paliza que doparme con mis fármacos preferidos. Lo único malo es que me fui de largo hasta el mediodía, pero por otro lado aseguré el sueño, calmé el dolor, alejé los pensamientos y voces, y dejé de psicosearme por ese huevón que nunca he visto pero sé que anda ahí merodeando en las noches, detrás de los arbustos, observando, espiando, no sé yo con qué propósito.
– Es tu locura la que te hace verlo.
– Tú eres mi locura.
– Pon Brain Damage. Es tu canción.
– Qué ladilla.
Puede que la medicación de a pequeñas dosis recetada por los expertos le funcione a las personas con menores niveles de ansiedad, ya que debido a mi alta tolerancia a las drogas no estoy para cosas tan light, por eso necesito de químicos potentes que resuelvan los asuntos rápido, sin tanta huevada. Y estoy casi seguro que es por esta razón que el ayahuasca no me manda a tripear como supuestamente debería ser, según lo que me dicen debía experimentar bajo los efectos del DMT natural con su chacruna. Además soy de la opinión que el ayahuasca está como que sobrevalorado para atraer turistas gringos -más mujeres que hombres, muchos de ellos drogos buscando rehabilitarse-, sacarles un culo de plata por los tres, cinco o siete austeros días que pasen en la selva obligados a comer vegetales, frutas y comidas sin sabor, y prohibidos -los cojudos que siguen las reglas al pie- de comer carne, beber, fumar, drogarse, tener sexo y ni siquiera sacudir el mono, desde una semana antes de la primera toma, porque dicen que puede perjudicar el viaje. Para mí son huevadas de hippies a la moda para tratar de lavarnos el cerebro para que seamos como ellos que supuestamente son mejores que los demás porque han sido iluminados de energías espirituales cósmicas. No como nosotros, los ignorantes y escépticos terrenales que aún no hemos hallado la verdad.
No puedo negar que algunas veces sí tuve buenos viajes, pero nunca me despegué mucho del suelo ni llegaron mágicamente las soluciones a mis problemas ni vi la anaconda de colores ni conversé con ella ni me dio sabios consejos amazónicos ni tampoco volé montando un cóndor sobre los Andes ancestrales como el quemado de César Calvo.
Por suerte conseguí tramadol en el hospital y hubiera sido perfecto si me agenciaba algo de oxicodona, pero los muy tacaños no me la quisieron dar porque dicen que la guardan para los heridos graves porque que se les está acabando la morfina. Y aunque lo que pasó ese día lo tengo medio borroso por lo sedado que estaba, creo que recuerdo que en algún momento me revisó las heridas una doctora que parecía que no era de la zona, porque estaba muy buena y tenía otro dejo, más como del norte, y pude disfrutar unos segundos lo delicioso que olía cuando se acercó para examinarme la cara, y además noté que tenía buenos pechos debajo de la bata. Me parece haberla visto antes en algún lado, pero no recuerdo dónde.
– Pendejo.
Al volver a casa ayer luego del hospital encontré todo de cabeza; muebles, platos y más cosas rotas. Lo peor fue que se llevaron mi vieja computadora, lo que me jode bastante porque ya no puedo escuchar música como antes, ver documentales, descargar libros en pdf ni ver pornos, además de tantas fotos, documentos y archivos perdidos para siempre, lo que duele más. En parte comprendo que me la hayan incautado para revisar lo que había dentro, al igual que la maliciosa destrucción de las pocas cosas que tengo, porque este segundo arresto fue por sospechas de espionaje, ya que las putas libélulas -sus odiosos mini drones que andan revoloteando por todos lados, vigilando desde las ventanas-, detectaron la señal que llegaba a la pequeña radio casera que me fabriqué yo mismo para escuchar las noticias de la costa, debido a lo importante que significa estar lo mejor informado que sea posible en medio de una guerra. Tiene mayor sentido darle mayor credibilidad -pero no toda, ciegamente- a los que están ganando, porque si dicen que han conquistado Bagua, lo más probable es que sea cierto, hasta cierto punto, ya que pueden llegar a exagerar algunos de sus logros. En el bando perdedor sucede lo opuesto, ya que los noticieros de la sierra no son para nada creíbles porque los rojos no quieren informar sobre lo que realmente pasa en el frente, de las continuas batallas perdidas y la enorme cantidad de bajas, lo que disminuiría aún más la moral de los combatientes. Aparte que no hay nada mejor que la desinformación para mantener el control, lo que va con declarar que se han ganado batallas que se perdieron o que se ha recuperado terreno cuando se está retrocediendo en todos los frentes.
Y aparte de que me quedé sin computadora tengo ahora el problema de cómo reordenar los libros desparramados, ya que para eso existen algunas configuraciones, que puede ser por ejemplo en orden alfabético por autor o título; o clasificarlos por categoría, donde es más sencillo agruparlos; o también puede ser por el año de publicación; o usando mi propia cronología, según cómo los he ido leyendo. Si fuera lo último empezaría con Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino y terminaría con Sapiens. O si los ordeno por el impacto que me causaron, pues los primeros serían dos de Antony Beevor, Berlín la Caída 1945 y La Guerra Civil Española, y por ahí que estaría Vida y Destino en tercer lugar. También me jode que se hayan llevado algunos textos que probablemente consideraron subversivos como The Anarchist Cookbook y La Sociedad Industrial y Su Futuro impresa. Y mis cuatro copias de Fight Club, clásica obra de cabecera.
Además estos pendejos destruyeron la poca decoración que tenía, y me da una pena tremenda ver el busto de Churchill hecho pedazos, el pobre Winston, y que estén tiradas por el suelo las fotos de mi tía Maggie Thatcher, de Franco, Pinochet, Von Manstein, Rommel y Hayek. Las de Zooey Deschanel, Ana Ivanovic y la de Gal Gadot y su en exceso bella sonrisa. La de Susanna Hoffs mi verdadero amor de toda la vida. El de Senna conduciendo su McLaren con el casco amarillo y verde que no lo salvó de la parca en Imola. El de Jordan volando por el United Center de Chicago. El de Peart con la Tama roja de la gira del Exit Stage Left, y uno en blanco y negro de Samuel L. Jackson con John Travolta sosteniendo sus pistolas Star Model-B antes de dispararle a los amigos de Marvin mientras desayunaban hamburguesas hawaianas del Big Kahuna luego de esa genial línea cuando Samuel recitó ese salmo sobre la tiranía del hombre malo y todo lo demás. Por suerte no se ensañaron con el inmenso retrato que tengo en la habitación de Napoleón montado en su caballo blanco -que en realidad fue un burro- con la capa roja al viento, pintado para rememorar el cruce de los Alpes con la Grande Armée siguiendo los pasos de Aníbal para enfrentarse a los austríacos en Marengo, que me sirve de recordatorio diario de que hasta los más grandes en algún momento pueden cagarla invadiendo Rusia.
– ¡Facho! Eres un nazi.
– No soy un nazi.
– Admiras a los señores de la guerra. A los mayores asesinos.
– Admiro a los genios.
– ¿Así sean nazis?
– Ninguno de ellos era nazi. Haber sido los mejores generales de la Wehrmacht no los hace nazis. Una cosa es el ejército, y otra el partido.
– Eres un nazi fascista de ultraderecha.
– No puedo serlo porque no soy nacionalista, y mucho menos socialista. Ni tampoco alemán. Y a Pancho tampoco lo pueden acusar de nacionalsocialista por más que se parezca a Blondi.
– ¡Neonazi!
– No seas anticuado.
Estos cojudos de paso me desbarataron el taller llevándose las lámparas que fabriqué la semana pasada, y mi huerto está hecho mierda, incluyendo las dos plantas de cannabis que cultivaba con dedicación, que las arrancaron de cuajo. Y yo que a estas alturas me ando metiendo en problemas con los revolucionarios por construirme aparatos clandestinos con el sano objetivo de informarme sobre qué es lo que pasa realmente en la guerra. Así es como sé que se están librando intensos combates en el sur, en el frente de Arequipa, y que los republicanos avanzan por el norte y no paran de bombardear Chota con saña para borrarla del mapa para siempre. Seguro luego irán por Cajamarca, y si siguen avanzando a ese ritmo entrarán en el callejón de Huaylas en pocos meses, y ahí sí que estaremos bien jodidos. Cada vez hay más bombardeos sobre Huaraz, ya que los republicanos son dueños de los cielos y su aviación viene ahora más seguido, con mayor confianza para cagar sus pepinos sobre la ciudad oyendo heavy metal, como diría Evaristo Páramos.
Cómo así acabé viviendo aquí, no lo sé con certeza. Será que una cosa llevó a otra, ésta a otra, y de ahí a otra. Más o menos lo que pasó, es que hace varios ya muchos años, me vino la necesidad ineludible, algo así como un potente llamado del universo, diciéndome que era hora de escapar, exiliarme, para buscar la auto sustentación en el campo. Lógicamente lo primero era salir de la ciudad como un primer paso para alejarme del sistema y su dominio. Así es como llegué aquí, casi por impulso, al centro poblado de Marián-Revolución de Atusparia, a sólo veinte minutos de Huaraz y al pie de la Cordillera Blanca, donde en el centro de la placita del pueblo se levanta orgullosa la estatua del rebelde anti impuestos del siglo XIX Pedro Pablo Atusparia, inmóvil y dorado sobre una torre de ladrillo, con su lanza en una mano y una actitud bien achorada. Y es que si el tipo luchaba en contra de los impuestos pues definitivamente es de mi gente. Pedro Pablo me terminó de convencer, y listo, ahí sería, decidí quedarme en Marián.
Al parecer mudarme para aquí fue una buena elección, porque como que siempre me atrajo la naturaleza, el campo, las montañas, pero nunca tomé este asunto de auto exiliarme en serio hasta que decidí comprar un pedazo de tierra en esta parte de los Andes, buscando estar cerca de los nevados y lo más alejado que pueda de los humanos. Y por supuesto escalar todo lo que quisiera. Así que este terreno barato que encontré en lo alto de Marián resultó perfecto, a pesar de no contar con los papeles en regla. Y es que por aquí casi nadie tiene los títulos de propiedad de sus terrenos porque muchas de las tierras disponibles para la venta son comunales, o hay disputas, o simplemente nunca completaron el proceso de inscripción por las molestias y corrupciones que generan las burocracias. Se lo compré a Rubén, que recién lo conocía, pero que ahora es mi amigo, y la verdad es que me vale verga todo eso de los contratos y formalidades y hasta ahora no he tenido ningún problema por ello, por lo que al final fue una buena compra. Poco tiempo después construí la casa y todo lo demás. Podrán pensar que en realidad es una cabaña porque es pequeña y utilicé materiales de la zona ya que sólo la necesito para mí y Pancho, pero eso de la cabañita me sonaba a muy rústico, pintoresco y medio amariconado, por eso prefiero referirme a ella como mi casa, porque al final eso es lo que es. La vista que tengo hacia el norte, este y sur es espectacular, porque me rodean en orden de izquierda a derecha el Vallunaraju 5686, el Ocshapalca 5888, el Palcaraju 6275, el Chinchey 6309, el Churup 5493. Y para el otro lado, hacia el oeste, tengo una buena vista del valle, las quebradas, las chacras, donde al fondo se ve la ciudad de Huaraz de color ladrillo y en la otra orilla del río Santa se empieza a elevar la Cordillera Negra.
En estos momentos de desesperanza sé que me va a dar tremenda tristeza ver los nevados tan de cerca y no poder treparlos, quizás nunca más, por lo de la rodilla cagada. Porque más que todo para eso es para lo que vine aquí, para escalar, casi sin descanso, tratando de manipular mi mente a limitarse a pensar solamente en cosas prácticas y concretas, en el momento presente, o como máximo en el futuro muy cercano, no más allá de la siguiente semana. Eso hicieron por mí cosas tan sencillas como seguir una ruta, un camino ascendente que me lleve lo más alto y profundo que me permitan mis fuerzas. Arriba y adentro. El andinismo se convirtió en mi carpe diem de sudor, tierra, rocas y hielo.
Antes yo era un talentoso ingeniero de sistemas y trabajé por muchos años para importantes compañías haciendo que sus redes, computadoras y equipos funcionaran bien, pero la verdad es que era un trabajo que me aburría totalmente, ni tampoco se me da eso de ser esclavo corporativo por mucho tiempo. Así que sin quererlo, poco a poco, fui haciendo algunos trabajos freelance en las noches y los fines de semana, hasta que comprendí que podía dedicarme a eso a tiempo completo, además de la seguridad de contar con algunos ahorros, por si el nuevo plan no me salía tan bien como lo esperado. Así que un viernes fui donde mi jefe que era un tío evangelista de lo más ignorante, y este cojudo me dijo que no me podía ir sin avisar con treinta días de anticipación, y yo le respondí algo así, pero de manera profesional, que ese ya no era mi problema, que me importaba un carajo si se caían los sistemas, y que podía meterse las computadoras por el orto. Por suerte la encargada de planillas que estaba más buena que el pan -algo raro en una contadora- era algo así como mi amiga de oficina, por lo que no tuve problemas para que me depositaran lo que me correspondía por los años de servicios prestados. Así que en agradecimiento y con motivo de despedida la invité a salir a pesar de que tenía novio, y esa noche nos bajamos un par de botellas de un buen malbec argentino en el restaurante de carnes al que fuimos primero, de ahí la seguimos a punta de chilcanos en no sé qué bar de mierda de Pueblo Libre, y al final terminamos en mi cama, como debía de ser. Buena chica Barbarita, de vez en cuando la recuerdo con cariño.
Un par de días después de esto compré dos onzas de marihuana con mi dealer de confianza, armé una mochila y llené el tanque, pero antes mezclé unos geniales playlists para escuchar en el camino, buena música de carretera, algo variado, pero también descargué algunos discos completos, como el Electric, el Flight 666 y el Vamos Entrando, para hacer el viaje más entretenido. Muy temprano cuando empezaba a amanecer cogí el auto con dirección a Huaraz, para recorrer unos días la cordillera y ver si por fin me decidía a mudarme a la sierra, ya que todavía estaba dudando entre sierra y selva, porque la zona alrededor de Tarapoto como el Huallaga o Lamas siempre me había gustado. Pero al final como ya saben me decidí por aquí, ya que me pareció más divertida la sierra por las montañas y nevados. Aunque la selva alta tampoco pintaba mal con sus verdes bosques y toda esa vida natural. También consideré por un breve tiempo terminar en alguna playa del norte, pero la verdad es que si no corres tabla, pescas o tienes una lancha o algo así me resulta aburrida la playa porque no hay nada más que hacer que reposar mirando el mar como cojudo con una chela en la mano.
Hoy por la tarde decidí pasar no sin esfuerzo de la cama al sofá, que está hecho trizas pero aún sirve, y puse en mi viejo reproductor de mp3 que por suerte no se llevaron el Dirt completo, uno de mis preferidos, porque es fuerte, oscuro, denso, depresivo y bastante suicida, perfecto para acompañar el estado de bajona que me acompaña hoy. Es claro que música así de buena ayuda a recuperar la energía, el orgullo y la agresividad. Y ya está sonando Sickman. Mañana, después de renegar un rato, iré poco a poco, sin apuro, con calma y buena actitud, a empezar a ordenar y reparar las cosas afectadas por la intervención revolucionaria. Pero en lo que más pienso es en recuperarme pronto, principalmente de la cara hinchada y moreteada, para darme una vuelta cojeando por el hospital tratando de conseguir más tramadol y ver si por ahí me cruzo con la guapa doctora de buenos pechos y acento norteño.
2.
«El único comunista bueno es el comunista muerto.»
– Gral. Augusto Pinochet
Hoy es viernes y algunos viernes viene Rubén para tomarnos unos tragos y charlar de cualquier cosa. Es el único día de la semana en que le dan permiso porque es un pisado, aunque no viene todos los viernes, más que todo uno sí uno no, pero seguro hoy sí porque sé que querrá escuchar las últimas noticias de la costa, y dice que cae como a las seis. Esta rutinaria vida nuestra de un par de viernes de chupeta al mes establecida buen tiempo atrás predice que llegará con medio jonca para comenzar, y para cuando se acabe la última chela arrancar con los macerados de variados sabores que preparo yo mismo con bastante dedicación, otro hobby mío más para mantener la cabeza ocupada esto de poner a macerar en alcohol de caña cosas como frutas, cortezas, hojas y raíces, que cuando se aprende a prepararlos como se debe y se tiene paciencia dejando que pase el tiempo sin tocarlos almacenados en un lugar fresco y oscuro para mejores resultados, pues resulta que últimamente me están saliendo muy buenos, y no es que quiera reventarme cuetes ni me crea la cagada si digo que ya soy casi como un experto en esto de las maceraciones en alcoholes, y me agrada que Rubén reconozca el esmero que le meto a la producción de cada sabor. Además es obvio que los disfruta porque se seca rápido cada copa que le sirvo o se sirve, como buen borracho que es. El único que no le gusta es el de muña, que le parece un asco, al igual que a mí.
Para cuando llega el turno de darle curso a los macerados los disfrutamos a la manera de algo parecido a una degustación prolongada, tomando una copita de cada uno de los sabores que tengo en la carta de bar del mes, que pueden ser entre ocho y doce si estoy stockeado, y si ese día la hemos comenzado temprano y estamos de sed y ganas propicias de celebrar o lamentar, puede que por ahí completemos una tercera o cuarta vuelta para repetir el gusto y calentar la helada noche altoandina. Así que de copita en copita y de sabor en sabor, resultan un huevo de copitas de un culo de sabores, hasta que llega la hora en que se aparece Violeta como un espectro de lo más terrorífico asomando su fea silueta por alguna ventana luego de espiarnos por un rato sin que nos diéramos cuenta, escuchando las huevadas sin sentido que normalmente balbuceamos con dificultad a esas horas y estados. O, puede que golpee la puerta con tanta fuerza que nos hace saltar de las sillas, porque como que se forma un miedo profundo al oír golpes que en esos microsegundos de sobresalto uno no sabe de dónde vienen, y a pesar que sé es Violeta la que toca por experiencia y sentido común, igual me psicoseo feo creyendo que quizás sean con alguna probabilidad los milicos, la Policía Popular, Sendero o los ronderos. Por eso la palta cuando la puerta retumba porque prácticamente nadie viene a buscarme y menos a esas horas, y es justo el susto si llegan por mí las fuerzas del orden o por él su mujer.
Una vez que entra me entrega las chelas, que tiene la suerte de conseguir por ser del partido, ya que la poca cerveza que queda en la región, o la decomisaron los rojos o se vende cara en el mercado negro. Las chelas siempre al tiempo, como se acostumbra en las serranías, lo que no está tan mal porque podemos destapar las dos primeras con un grado de enfriamiento aceptable, y el resto va al refri. Pongo el Exile on Main St. que me provocó escucharlo en mi viejo reproductor de mp3 que por suerte no me lo incautaron, fácil porque los ignorantes de mierda ni sabían lo que era. Me siento a rolear con calma en la sólida mesa de terraza de buena madera local que me construí yo mismo, mientras Rubén me va contando sobre las cosas que se entera por Violeta o sus amigos del partido.
Al rato me pide que prenda el nuevo receptor clandestino que armé desde cero hace poco con ingenio y algunas piezas que tenía por ahí, para informarnos sobre los acontecimientos en curso, sintonizando sólo por un breve momento las noticias de la costa antes de que las putas libélulas detecten nuevamente mi señal y nos caiga encima la cagada. Así es como sabemos que los fascistas continúan avanzando en Arequipa y el frente ahora está por Yura; que en Tarapoto y otros pueblos del Huallaga parte de las tropas rojas se han rebelado contra sus mandos, entablando escaramuzas por el control de la región; que la aviación fascista destruyó un convoy con armamento chino y ruso enviado a través de Bolivia, y de paso atacaron un par de aeródromos en los alrededores de Huancayo, inutilizando en tierra las pocas aeronaves que los rojos tenían en la zona; también dijeron que siguen llegando más y más voluntarios extranjeros desde cantidad de naciones para sumarse a las filas republicanas, formando un buen número de batallones con valiosa experiencia en combate y gran entusiasmo por entrar en batalla cuanto antes. La gran mayoría de combatientes extranjeros llegan por sus propios medios a los centros de enrolamiento fronterizos, cargando sus propias armas y equipos, esto con el noble propósito de ayudar al bando republicano a erradicar para siempre la lacra roja del país y parte de Sudamérica.
El nefasto socialismo que por años esparció mentiras, sembró odios y atrapó cerebros confundidos, polarizando a las gentes, tal como lo dicta el manual, clasificando y dividiendo a peruanos entre costeños y serranos, sureños y norteños, cobrizos y criollos, el campo y la ciudad, clase media trabajadora o izquierda mamadora de la teta estatal, progresistas y conservadores, libre mercado o control de la producción, alineación con occidente u oriente, libertad de expresión o silencio forzado, trabajo, emprendimiento y autosuficiencia versus dependencia, meritocracia contra amiguismo paisano, pragmatismo técnico o dogma ideológico, estupidez vs sentido común. Al final, peruanos contra peruanos. Y, lógicamente, el corrupto y desastroso gobierno de izquierdas copado por inútiles que por años retuvo el poder de manera fraudulenta, en tiempo récord deterioró la calidad de vida de las personas hasta alcanzar niveles desesperantes, sumado a la pérdida de derechos y libertades, reprimidos cada vez con mayor dureza. La inoperante proto dictadura ideologizada de mal socialismo y abundante corrupción, que cada día nos hunde más profundo en el oscuro hoyo económico y social en el que nos metieron, del que tardaremos años en salir, así los rojos dejaran de existir mañana.
El daño ya está hecho, desde el principio. Un año de gobierno socialista genera cinco de retroceso, si no más. Y eso todo el mundo lo sabe, porque país que desorienten ganando elecciones, es un hecho comprobado que la van a arruinar. Los nuevos oligarcas de escaso cerebro que llegan al poder por azar, reclamando con reivindicativa soberbia su derecho y turno de desgobernar en nombre y en contra del pueblo. Pero, al final, ¿quién es el pueblo? El término ha sido tan manoseado que ya perdió su significado. La dictadura socialista que hasta ahora no entiendo cómo así llegó al poder, definitivamente no es el pueblo; la descomunal cantidad de inútiles burócratas que copan las instituciones tampoco son el pueblo; los de raza peruana de costa, sierra y selva que poseen por herencia valiosas tierras y chacras, los que se dedican al comercio, tienen una profesión, o hasta un camión, me parece que no son el pueblo; los provincianos que la supieron hacer con ingenio y esfuerzo, aprovechando las décadas de liberalización y crecimiento económico, que estacionan sus camionetas 4X4 en sus casas de dos o tres pisos, tienen empotrada en la sala una pantalla gigante con cable y stereo de enormes parlantes, ya no pertenecen al pueblo; los que sus hijos visten zapatillas de marca -no importa si originales o bamba-, tienen celulares, trabajan en el pujante negocio familiar u ocupan con orgullo un puesto de nivel medio en una gran compañía nacional o de capitales extranjeros, ya no son el pueblo; los que comen pollo a la brasa por lo menos una vez a la semana con todas sus cremas y revientan billete como potentados los domingos con su buena comilona regional -generosa en carnes-, rodeados de torres granate de joncas apilados -al tiempo, siempre al tiempo- que se bajan en una sola tarde paisanos y paisanas por igual durante y después de cada fecha del torneo local de fútbol que se juega en la cancha del caserío, sí son el pueblo, pero no sus finanzas; ¿la costa y sus ciudades, son el pueblo, o no? Los militares no son el pueblo; el partido no es el pueblo, pero dice serlo; los intelectuales progre caviares que sufren indignados a causa de las terribles injusticias del mundo desde sus modernos lofts barranquinos con vista al mar, exigiendo insistentes desde sus redes y medios de comunicación resolver de un día para otro los problemas del pueblo, de ninguna puta manera son el pueblo; un pequeño emprendedor que ahorró o se prestó y arriesgó algo de capital para iniciar un negocio en el que tuvo éxito, ¿aún es del pueblo?; la tía que abrió un minimarket en parte de su casa, la que puso un restaurante para servir platos regionales que se llena todos los fines de semana de doce a cinco, el señor que adquirió una custer a plazos para llevar turistas, ¿todos ellos, siguen siendo el pueblo? La clase media trabajadora y endeudada, ni cagando es el pueblo.
Este asunto es muy confuso. Si ninguno de ellos es el pueblo, ¿quién carajos es el pueblo? Desde esta perspectiva sólo se le podría llamar pueblo a los pobres y pobres extremos -que los representantes del llamado pueblo se encargaron de hundir más en la pobreza- y a los pobladores del medio rural que no llegaron a aprovechar las ventajas que trajo el crecimiento de las décadas pasadas. ¿O la definición de quién es el pueblo y quién no, no depende en absoluto del nivel socio económico de la familia o el individuo? ¿Si se trata simplemente de un tema étnico, de razas? Una simple clasificación por colores, basada en la ascendencia y residencia. La preponderancia de la raza cobriza originaria sobre todas las demás. Desde esta concepción, el verdadero peruano del pueblo es el serrano andino, nadie más, ni siquiera los que habitan la Amazonía. Los criollos definitivamente no son el pueblo. Los negros tampoco lo son. Los de origen asiático menos. ¿Y los mestizos, que son la mayoría?, ¿Qué son?
Todo esto me suena a racismo puro y duro. Racismo directo, no a la inversa. Las Leyes de Nuremberg a la peruana. La voz del pueblo, su voluntad, sus necesidades, que por fin fueron escuchadas y atendidas por los nuevos oligarcas del gobierno, esos oportunistas ideologizados -todos millonarios corruptos- sin capacidad de gestión, pero llenos de resentimiento, envidia, hambre de venganza y excesivas y apresuradas ganas de saquear la poca riqueza del país. La exclusiva nomenklatura conformada por muy pocos, que decidieron para mal, por sus desfasadas ideas, dogmas y prácticas características de prácticamente todas las izquierdas del continente, el destino sin esperanza de los millones que continuarán sufriendo el alto costo a pagar por sus continuos desaciertos.
En consecuencia, la única alternativa posible para salvar al país en la práctica obligaba a las fuerzas armadas a dar el tan esperado golpe de estado de manera decidida, para de inmediato entrar en guerra abierta contra la revolución, que cada vez cobraba mayor fuerza y violencia, alimentada por los mezquinos intereses extranjeros que entraron en juego, especialmente desde Bolivia, siempre facilitados por el traicionero apoyo prestado por la mayoría de pueblos aymaras del sureste peruano, desde el mismo Puno y las regiones que invadieron y ocuparon como inmigrantes por décadas, como Arequipa, Tacna, Moquegua y partes del Cusco. La ancestral etnia de tontos útiles con sueños de nación que se vendieron ante las vacías e imposibles promesas de independencia que el enemigo extranjero les hizo creer. El vecino pobre del sureste, al otro lado del lago, ese al que se le ocurrió una cosa tan estúpida como pretender anexarse Puno, para formar su utópica por irrealizable nación de puros aymaras puros.
Por eso estoy seguro que cuando termine esta maldita guerra civil, el siguiente objetivo será Bolivia, de todas maneras. Las fuerzas armadas nacionales, equipadas con moderno y abundante armamento, las numerosas divisiones formadas por tropas con experiencia, sumada a la seguridad y motivación que el conflicto que los republicanos ganarán en pocos meses les otorgará, harán que sin duda alguna el Perú ataque con fuerza a Bolivia, destruyendo a su débil ejército en pocas semanas y apoderándose del oeste boliviano en condición de protectorado. Primero ocupar, para luego anexionar la mitad occidental de Bolivia, significaría recuperar territorios antes pertenecientes al Perú desde milenios atrás, ya sea como parte del Imperio Incaico, el Virreinato del Perú o la República del Perú. Hasta que en 1839 Simón Bolívar -el mayor enemigo que ha tenido el Perú- decidiera redefinir las fronteras nacionales arrebatándonos de un plumazo la extensa región del Altiplano, que sin pensarlo mucho le concedió al nuevo país creado por él mismo para que llevara su nombre en perjuicio del Perú, al reconocer la región como un estado independiente.
El Alto Perú volviendo al Perú, rescatado a la fuerza después de dos siglos de secuestro. Suena interesante, ¿verdad? Por ello es imprescindible que las fuerzas armadas nacionales aniquilen en poco tiempo al desproporcionadamente inferior en todo sentido ejército boliviano, para ocupar la región y gobernarla con la máxima dureza, y de esta manera forzar la firma de un tratado de paz sin condiciones, que incluya la redefinición de las fronteras con el retorno al territorio patrio del siempre peruano Alto Perú, y de paso acabar con la amenaza étnica binacional teñida de rojo que de manera ilusa pretende arrebatarnos una parte del territorio. Con lago y todo.
Apago las noticias. Lo veo preocupado, en silencio, con la vista perdida al piso y mueca de angustia. Entiendo que Rubén se ponga así por lo mal que va la guerra para los rojos. Y, aunque no del todo, cree más en las noticias que llegan de la costa que a la caradura desinformación propagada por las emisoras transmitiendo desde el territorio bajo control revolucionario. Y él, yo y todo el mundo sabemos que tarde o temprano la República reconquistará el territorio por completo, lo más probable antes de que termine el año. Aparte de todo esto, las tropas revolucionarias saben que si tienen la improbable suerte de, que en condición de prisioneros de guerra, de alguna manera fueran liberados por un imposible avance del Ejército Popular, igualmente serían ejecutados, pero por su mismo bando, porque no hay nada más desconfiado y paranoico que un rojo. Si no, pregúntenle a Stalin. Ésta en extremo irracional desconfianza hacia sus propios soldados, que de alguna manera lograron escapar de los fascistas antes de que los fusilen y retornan a sus filas para seguir luchando, se debe a que sospechan que existe una alta probabilidad de que sean espías enviados de vuelta a espiar, o que simplemente merecen la muerte por no haber luchado hasta la muerte en sus posiciones, para rendirse como cobardes ante el enemigo. Así que, de una u otra manera, si no caen muertos en combate, serán ejecutados por los fascistas o por sus mismos compañeros de armas. Situación difícil para las tropas de este lado, jodidos por todos lados. Por esto es que Rubén anda tan palteado, ya que si los republicanos ganan la guerra, como parece -aunque a estas alturas es casi un hecho-, sin duda lo fusilarán por ser del partido y tener un hijo combatiente, escenario que me preocupa un poco también a mí, porque si no me ahorcan antes los comunistas, que me tienen hambre hace rato, me fusilan con seguridad los fascistas sólo por estar viviendo en este lado del frente.
Al rato prendo el pequeño radio oficial aprobado por las autoridades, para enterarnos qué dicen las noticias de la sierra. A estas alturas del noticiario rojo ya casi todo es propaganda, porque aunque digan una cosa, es claro que no van a ganar la guerra, ya que es imposible que eso suceda. Y el principal motivo por el que la están perdiendo es porque no la supieron pelear desde el principio. Quizás tuvieron algunos éxitos militares durante los primeros meses de guerra, mientras vivían su romántica borrachera revolucionaria, creyendo ilusos que la fuerza de la convicción de sus equivocadas ideas por sí sola era suficiente para ganar batallas y conquistar ciudades, aún sabiendo que la república tenía la costa, el mar, buenos puertos y carreteras, las bases militares y ciudades más grandes, además del financiamiento para adquirir armamento y una mayor población para llamar a filas. Y todo el mundo sabe que las guerras las ganan la logística, por los inmensos recursos que se requiere mover de un lado a otro, con rapidez y eficacia, los que a su vez requieren de vías de abastecimiento abiertas y seguras. Los fascistas no tienen problemas por ello ya que reciben armas, alimento y voluntarios por mar, tierra y aire desde Sudamérica, Norteamérica y Europa. Y en esto los rojos están en gran desventaja, ya que no les queda otra que utilizar las difíciles de transitar fronteras de sierra y selva con Brasil y Bolivia, y las pocas aeronaves que intentan acercarse desde el este, sospechosas o no de trasladar armamento o tropas, son derribadas sin advertencia una vez que ingresan al espacio aéreo nacional.
Además de todo esto, para mala suerte de mis paisanos zurdos, los colombianos y chilenos recuperaron la razón y volvieron a votar por la derecha o centroderecha, expulsando a sus socialistas del poder. Es por este motivo que la mayor parte de la ayuda que recibe la República proviene de estos dos países, vecinos y amigos, lógicamente por el temor con fundamento sobre la alta probabilidad de que la guerra se extienda hasta el punto de cruzar sus fronteras. Aparte de la gran cantidad de armamento y pertrechos que Chile y Colombia despachan con regularidad en apoyo del bando fascista, material que reciben de los EEUU, Australia, Japón, el Reino Unido y otros países de la OTAN -en el papel supuestamente para sus propios ejércitos, pero no hay quien no sepa que nuestros vecinos aliados al norte y sur sirven como fachada para que armas y todo tipo de suministros lleguen seguros a manos republicanas-, también envían especialistas y tropas regulares de refuerzo, aunque sin distintivos de sus países, para no generar mucho escándalo si son capturados vivos o sus cadáveres por el enemigo.
A estas alturas del conflicto, los países del continente y el mundo occidental que de una u otra manera apoyan a la República, esperan confiados que los fascistas peruanos terminen de ganar la guerra, y pronto. Porque ya son tres años de guerra civil, cerca de entrar al cuarto, donde las posiciones de cada bando se han mantenido prácticamente estancadas, cada uno haciendo lo posible por conservar los territorios conquistados durante el primer año de conflicto. Por ello rápidamente se cavaron trincheras y se reforzaron las líneas del frente a ambos lados, que son las que presencian los más intensos aunque infructuosos combates, con un alto costo en vidas y pobres resultados, reflejados en pequeños avances y retrocesos sin mayor importancia militar. Por un lado, los republicanos tienen cubiertos los valles y pasos de montaña para llegar a la costa, y a su vez los rojos los que se deben superar para invadir la sierra. Por ello ningún bando ha logrado avances significativos, menos aún el rojo, que a pesar de que su estrategia de defensa se basa en aprovechar las ventajas que ofrecen los accidentados terrenos de montaña y selva -que conocen bien y les posibilita establecer sólidas fortificaciones a lo largo de las supuestamente insuperables posiciones defensivas-, vienen sufriendo continuos reveses frente a las arremetidas lanzadas cada cierto tiempo por las tropas fascistas. La accidentada geografía andina hubiera significado una gran ventaja para el bando rojo…si es que supieran cómo pelear una guerra.
Los objetivos militares antes que los políticos, siempre, algo tan claramente básico para cualquier ejército que pretenda ganar o por lo menos dar buena pelea en cualquier conflicto armado. Franco lo tuvo claro y así se hizo en España; la estrategia militar planificada al detalle antes que todo. Lo contrario si se compara con las desastrosas tácticas que aplicaron sin criterio comunistas, socialistas y anarquistas en el frente republicano español, unidos y desunidos a la vez, cada uno jalando para su lado, durante los patéticos intentos para detener el imparable avance de las tropas nacionales, compuestas en su mayoría por curtidos en batalla legionarios del ejército español -los africanos-, con el importante apoyo de mercenarios marroquíes, y por supuesto por los valientes, disciplinados y aguerridos batallones de voluntarios falangistas y carlistas que se formaron desde el principio para combatir a la amenaza roja dirigida desde Moscú que iba penetrando cada vez con mayor fuerza en su propia península.
Por eso los rojos perdieron la guerra en España, por cojudos. Y por los mismos estúpidos motivos la perderán aquí, por recontra cojudos. Porque para ser rojo hay que ser bruto, como proclamó Jaime Bayly alguna vez en sus años universitarios. Aunque debemos celebrar la suerte de que sean cojudos, porque si ese poder de convocatoria de masas fuera aplicado con inteligencia, existiría un alto riesgo de que conservaran el poder adquirido electoralmente, en comicios hasta cierto punto limpios. Un gobierno de izquierda seguido por otro gobierno de izquierda, y así, validados y amparados sobre una sólida base de democrático y significativamente mayoritario apoyo popular, tal como lo establece la doctrina vigente para secuestrar el poder acordada en el nefasto Foro de Sao Paulo, que indica claramente las nuevas pautas adecuadas al siglo en curso para alcanzar el anhelado objetivo de ser gobierno. El giro de timón que dictamina para todo socialista con hambre de revancha, que ya no es necesario alcanzar el poder por las armas, como antes, cuando emprendían en casi todos los país de la región violentas revoluciones, como Fidel y sus barbudos, que sirvió de ejemplo y por muchas décadas fue considerado como el único camino viable. Esta era la estrategia aceptada, acostumbrada y promovida por los movimientos de izquierdas en la región en el siglo pasado, plenamente convencidos que la lucha armada era la manera digna y correcta para cualquier revolucionario aspirante a dictador que decidiera apoderarse de su país y su gente, para no soltar el poder nunca más. El plan socialista para este siglo es menos sangriento; consiste en llegar al gobierno por la vía electoral, formando partidos para participar en elecciones; limpias o fraudulentas, da igual. Porque el objetivo final no ha variado, ya que ambas doctrinas -la vieja y la nueva-, coinciden en que no es una opción soltar el poder alcanzado a través de las urnas por nada del mundo, para sin perder tiempo desarmar y copar las instituciones desde adentro, eliminando de facto el estado derecho, lógicamente con el obvio fin de perpetuarse en el poder en su afán de destruir economías y futuros en cada país al que logren entrar. Pero por más planes actualizados acorde a los tiempos y foros que realicen, tenemos la suerte de que la izquierda es cojuda. Bien cojuda.
Cuando ocurrió la rebelión de los generales, el golpe de hace unos años atrás, y por el lado rojo se declaró de manera oficial la revolución, la marina y la aviación se plegaron al bando rebelde casi por completo; lo que no pasó con el ejército, donde la oficialidad estuvo dividida. Aunque la tropa casi en su totalidad se unió a la revolución -lo más probable debido a la identificación-, este hecho permitió a los rojos asegurar un buen número de bases en la sierra, muchas de ellas con regimientos blindados y artillería. Lo positivo de esto para los fascistas, es que los tanques que los revolucionarios hallaron en estas bases -armas imprescindibles en toda guerra terrestre- no les fueron de gran ayuda, por el simple hecho de que es sumamente difícil moverlos a través de los escarpados e irregulares terrenos de montaña, y no les quedó otra opción que mal utilizarlos como artillería defensiva en posiciones estáticas, algo absurdo para la vida de un tanque, armas ofensivas diseñadas para ataques basados en rápidos y envolventes movimientos, y no para acompañar a las tropas en sus trincheras en los pasos de la cordillera y pueblitos. Y, peor aún, desperdigados en pequeñas unidades dentro del territorio que controlan, lo que no se compara con la gran ventaja que significa poseer una fuerza aérea de primer nivel y una moderna marina, pero principalmente una poderosa aviación, que le otorga a los republicanos el dominio absoluto del cielo y así pueden bombardear sin descanso las posiciones enemigas.
Apago la radio oficial y me levanto para traer dos cervezas más. Cuando vuelvo lo noto aún más angustiado. Pero lo entiendo, porque no es para menos, ya que a nadie le gustaría tener un hijo peleando en el ejército que viene siendo derrotado. Por otro lado, si por alguna razón tuviera que pelear en esta guerra, a pesar de mi edad y la rodilla derecha hecha mierda, y pudiera escoger de qué lado estar, pues sin duda alguna elegiría luchar para la República, porque la verdad es que los fascistas hacen mejor la cosas y están mucho mejor armados. Y, si vamos un poco más allá, imaginando que tuviera que pelear por los fascistas sí o sí, ya sea cualquier tipo de fascista, en cualquier guerra, y que además existiera una máquina del tiempo, pues iría hacia el pasado cercano para enlistarme en la división Totenkopf o la Das Reich. O seguramente me hubiera ido bien de falangista, cantando Cara al Sol todos los días. O para ser más actuales también podría haber formado parte de las fieras tropas del batallón Azov.
Lo veo bien preocupado, por eso no quiero darle muchas vueltas al asunto, además que está un poco zampado y puede que se deprima mal, y no sabría qué decirle. Por eso no digo nada, porque, realmente qué le podría decir que no sepa ya. Lo mejor es quedarme callado, dejar que él hable, ya que no quisiera soltarle cosas como por ejemplo que los republicanos tienen varios escuadrones de cazabombarderos Sukhoi Su-25, Mig-29 y algunos F-16, y los rojos sólo una docena de Sukhoi Su-30; ni tampoco que los fascistas cuentan con más de 32 cazas K-Fir C-10 y 25 Mirage F-1, y los rojos sólo con un par de escuadrillas de cazas SAAB F-39 Gripen, proporcionados por los brasileros; ni que la artillería de los fascistas es muy superior porque cuentan con gran número de cañones de 155mm con un alcance de 24 kilómetros; ni que poseen modernas armas antitanque como los Javelin y sistemas de misiles tierra-tierra HIMAR, y los rojos nada parecido; ni que hasta sus fusiles son claramente mejores, ya que los fascistas usan el M16 gringo de calibre 5.56mm, no como el Toño y sus desafortunados soldados que portan viejos pero confiables Kalashnikov del siglo pasado.
Mucho menos quisiera recordarle dolorosas verdades como que la guerra terminará antes de que acabe el año, y que si quiere salvar el pellejo deberá huir a Bolivia con su familia, como refugiado, porque es del partido, tiene un hijo combatiente, y una hija la Lourdes que hace de enfermera, la que probablemente tendrá que coger un fusil pronto, ni que al menor de sus hijos, el Jonathan, que tiene sólo catorce, en cualquier momento le llegará su hora porque se espera que sea reclutado justo antes de que todo esté perdido; ni que perderá su casa, su chacra, su trabajo y su linda camioneta. Por eso callo y lo escucho, para por lo menos no contribuir aumentando el estado de desesperanzadora angustia que carga en estos momentos.
3.
«Clinton mintió: Un hombre puede olvidar donde aparcó el coche o donde vive, pero jamás olvidará una mamada, no importa lo mala que haya sido»
-Bárbara Bush
Hoy desperté temprano, recontra arriola, con el mono armado y la carpa extendida. Supongo que porque anoche soñé con Little Caprice. Además que mi compare deshuesado anda entusiasmado ya que el muy pendejo sospecha del plan que viene en la tarde, como a las cuatro, ansioso de impaciencia, esperando que las horas pasen volando para que llegue por fin el momento tan esperado en que le toque entrar en escena, luego de los diez, quince o veinte minutos de los infaltables previos que prenden y humedecen, para que sea invitado con consentimiento a pasar a su lugar favorito, donde se sentirá útil, y será feliz.
Aparte que anduvo despierto mucho antes de que yo abriera el ojo, porque mi inconsciente consciente de su labor programada por la biología evolutiva le dijo a mi organismo que en beneficio de todos debía prepararme para el evento de la tarde noche, de manera que la parte de mi cerebro a cargo de estas cosas -la que solo piensa en sexo- ha puesto en marcha el mecanismo que tiene como objetivo elevar mis niveles de calentura, estimulando mi mente con imágenes, pensamientos, recuerdos, deseos y fantasías, que de alguna manera activan ciertas glándulas que descargan al torrente sanguíneo las hormonas y demás moléculas que se requieren para este tipo de situaciones, que tienen la importante función de despertar al mono de su letargo, que sin darle muchas vueltas solicitará con urgencia le bombeen la cantidad de sangre necesaria para rellenar las cavernas que lo inflarán, mejorando su nada interesante aspecto cotidiano. Toda esta actividad fisiológica ocurre debido al gran poder que ejercen los pensamientos sobre la carne, ejecutando el truco casi semi metafísico de poner en actividad un objeto inanimado -pero con su propia personalidad-, logrando que con solo pensar ciertas cosas interesantes según mis gustos se ponga en actividad, recobrando vida y dinamismo, a la vez que cambia de forma, tamaño y temperatura. Y, como siempre, al rato comenzará a joder con que quiere entrar en acción ya, en ese mismo momento, porque la verdad es que es un adicto al sexo sin remedio, al igual que yo. Un par de adictos a la acogedora calidez de las profundidades femeninas.
– Tu pinga piensa por ti.
– A veces.
– Te mete en problemas.
– Algunas veces.
– Porque carece de empatía. No le importa el daño que los dos van dejando en el camino.
– No quieras zafar del asunto. Aquí somos tres.
– Pero dejas que el que menos piensa asuma el control de las decisiones. El impulsivo del grupo.
– No seas dramático. Lo que pasa es que te jode no poder hacer lo mismo que nosotros. Sólo te queda mirar.
– Qué cagón.
– ¿Para qué te pones quejoso, si ya sabes como son las cosas?
– Ya vas a empezar de nuevo con esa absurda teoría de que todo lo que hacen los hombres tiene un solo objetivo.
– Así es. Un único fin.
– Conseguir una mujer.
– O varias, a lo largo de su vida.
– Eso no tiene mucho sentido.
– Claro que sí.
– ¿Todo? ¿Absolutamente todo lo que hacen?
– Prácticamente.
– Estás exagerando.
– Quizá un poco. Pero míralo así; estudia una carrera para conocer chicas, consigue un trabajo para contar con dinero para comprarse ropa, equipar su casa, comprar un auto, o mejor aún un depa; salir a comer, tomar y gastar, viajar de vacaciones, etc, etc.
– Todo eso para conquistar a una mujer.
– O varias. Además de una calidad de vida respetable.
– Hablas huevadas.
– A veces. Pero como que tiene algo de sentido. ¿No crees?
– Puede ser. Pero no te la compro toda.
– Sólo es una teoría.
Resulta que mi compare cíclope ya está un poco mayorcito y el ejercicio lo deja agotado al culminar la faena, luego de expulsar la carga que ha venido acumulando durante la semana. Y, como bien sabemos por la ciencia, durante los siguientes minutos será bombardeado por determinadas sustancias que incrementarán la placentera y embriagante sensación de éxtasis que experimentará, sólo por un corto y alegre tiempo, añadiéndose en simultáneo un ingrediente diseñado específicamente con el objetivo de doparlo mientras se efectúa una nueva recarga, para que se relaje y asuma una posición de descanso, que lo ayudará a recuperar energía y sensibilidad luego del esfuerzo realizado. Tarea que realiza animoso siempre con la caballerosidad y generosidad que se espera de él, cumpliendo con su divertido deber sin apuro ni egoísmo, otorgando satisfacción en primer lugar a la anfitriona, que como siempre corresponderá su noble gesto con agradecida paciencia, hasta que llegue el momento en que empiece a convulsionar para deshacerse contento de los millones de microscópicos proto-seres que coleando y revoloteando buscan cobijo, aunque a veces sufren la decepción de ser engañados sobre el destino final de su emocionante aventura, culminando su corto ciclo de vida sobre la espalda, vientre o boca en la que les toque aterrizar. O, peor aún, en la punta de un tubo de látex.
Pero la verdad de las cosas es que mi querido compañero de toda la vida se vacila gozando con su placentera función, siempre y cuando no lo envuelva en plástico, porque no sin razón defiende con pasión y convencimiento su válida posición de que vestirlo en látex -sin importar el color, diseño o accesorios que lleve el traje-, sin duda alguna restringe sus libertades básicas, al privarlo contra su voluntad el poder disfrutar sin restricciones de su natural derecho de experimentar plenamente la placentera sensibilidad innata de su ser. Y, como en este asunto estoy de su lado, no busco darle la contra, ya que sé que nunca cambiará su comprensiblemente terca posición de que es un hecho real comprobado que existe una enorme diferencia entre hacerlo apretado, incómodo, disminuido, con menor interés, si se compara con la mayoría de veces en que puede actuar con naturalidad como naturista sin pudor, al tope de sus capacidades, además de la satisfacción de mostrarse orgulloso tal cual como es, y con la plena seguridad de presentar una mejor performance.
Pero lo bueno es que hace ya buen tiempo llegamos a un acuerdo, pensando en nuestra propia seguridad, de que sólo lo obligaré a ponerse el disfraz cuando se trate de una nueva situación en la que no contemos con la información necesaria para determinar quién o quiénes y cuánto tiempo antes pasaron por ahí, y qué tan sano es el lugar. Pero, por otro lado, sabe que le seré fiel, que nunca seré tan huevón de dejarme convencer de que lo más conveniente para el feminismo contemporáneo determina que las únicas dos alternativas de las que dispongo como métodos de protección para evitar embarazos no deseados -por ser hombre, el enemigo falo patriarcal-, ahora están en mi cancha, y éstas se limitan a, o ponerme un durex, que como vengo explicando a ambos nos llega al huevo por igual, o la otra mucho peor opción de hacerme una vasectomía, lo que nunca pasará, por más folletos, artículos, investigaciones, videos de youtube y floros monses que me metan, porque no soy tan cojudo de arriesgarme a pasar por una innecesaria intervención quirúrgica que dicen conlleva un mínimo grado de riesgo, pero que no anula por completo la posibilidad de disminuir mis capacidades. Y sería bien estúpido dejarme cortar y anudar lo que funciona bien hasta ahora, sin la necesidad de recurrir a artilugios artificiales como el sildenafilo.
Nunca nunca caeré en sus maliciosas obvias trampas para tratar de convencerme ilusas de que la operación es reversible y que saldré del consultorio caminando como si nada, tal como lo hicieron los huevones esposos de su círculo de brujas amigas. Por ello sus absurdas amenazas de castigo, como intentar negarme sus placeres si no hago lo que a alguna despistada se le ocurra pretender exigir, no pasarán bajo ningún motivo, por más esfuerzo que le metan, ya que defenderé con ahínco mi derecho innato de disfrutar a plenitud tirar como me gusta, amparándome en la comprobada certeza de que los condones lógicamente reducen enormemente el grado de sensibilidad de mi querido compañero, una cosa tan clara de comprender en todo sentido que ni siquiera debería tener que explicarse.
Lo que me interesa decir sobre este asunto acerca de la enorme influencia que ejerce sobre la pinga la porción del cerebro que sólo piensa en sexo es que ese puede que sea el motivo por el que soñé con Little Caprice, ya que yo no sé por qué justo anoche soñé con ella porque hace tiempo que no irrumpía tan sexy y desnuda una ricura total en mis sueños; sola, casi siempre, pero de vez en cuando cuando le entran las ganas de engreír mi subconsciente se aparece la muy pícara con una o dos de sus mejores bff, que calculo son checas como ella porque son igual de cueros, pero nunca tanto como Little Caprice. Me atrevo a pensar que son checas o de por ahí cerca por el hecho de que a través de la cultura popular transmitida verbalmente y validada por la simple observación, todo el mundo sabe que las chicas del este europeo -que hasta principios de la década de los noventa vivían dentro de las sólidas fronteras en alguna de las sombrías naciones detrás de la Cortina de Hierro- nacen con los genes que se requieren para ocupar los primeros lugares dentro del ranking de las más bellas y desinhibidas féminas que produce el viejo mundo. Y, si incluimos en la competición a las ucranianas, ya tenemos a las campeonas mundiales, superando con varios segundos de ventaja al resto de representantes de cada nación de ese y los demás continentes. Llegado a este punto, me encuentro en la obligación de aclarar que no sólo es mi opinión personal, ya que para otorgarle validez oficial al asunto cada año se realiza una participativa votación en línea a nivel mundial, mediante un proceso libre y democrático, que siempre ganan las chicas de Ucrania al contar con la mayor cantidad de votos clickeados a su favor, que reiteran su supremacía absoluta año tras año al llevarse siempre la de oro, debido a su rubia, esbelta y proporcionada naturaleza, lo más fino que la raza eslava puede ofrecer, y que les otorga el derecho de portar con orgullo patriótico la corona que las reconoce como las mujeres más hermosas del planeta. O, puede que, por otro lado, quizás sea sólo cosa mía el hecho de que las ucranianas me parezcan mucho más atractivas, especialmente cuando veo sus fotos o videos como temerarias combatientes equipadas para la guerra, con hartas ganas de matar muchos rusos. Pienso que esto puede deberse a que al verlas en servicio activo, como un soldado más, en equidad junto a su tropa, genera el efecto de elevar su grado de ricura, porque a lo bellas que son hay que sumarle la inevitable admiración que despierta la muestra de coraje que significa enrolarse como voluntarias en el ejército para en poco tiempo aprender a dominar sus armas con destreza para defender su tierra, su querido país, tantas veces invadido, saqueado y destruido por infinidad de pueblos guerreros nómadas, para que siglos después este territorio fuera absorbido en condición de vasallaje por los poderosos imperios de la época que rodeaban sus antiguas fronteras, atraídos por la seguridad alimentaria que sus fértiles, horizontales y extensos campos agrícolas garantizaban, proveyendo granos y cereales en abundancia. Por esta razón, esta tantas veces disputada región histórica sigue siendo reconocida desde milenios atrás como el granero de Europa.
– De nuevo te pones histórico.
Además que estas guapas, jóvenes y valientes féminas, en vez de refugiarse en Polonia optaron por quedarse a luchar para defender Kiev, recuperar el Donbas, y expulsar al invasor que subestimó con altanera ligereza la férrea defensa preparada para presentarles batalla en condición de inferioridad, aplicando con inteligencia tácticas bien coordinadas, movilizando con sorprendente rapidez tropas y armamento para cubrir las zonas por las que el enemigo planeaba avanzar. Lo que no hubiera sido posible sin el abundante y moderno armamento proporcionado por occidente con el objetivo de quitarle vigor y confianza a las intenciones expansionistas de su tradicional y a la vez fraternal por origen común eterno enemigo al este y norte de sus fronteras.
– ¿Qué te alucinas? ¿Von Clausewitz?
– No jodas.
– Háblame de las chicas.
– En esto estoy.
– Ya pues. Desvíate menos.
– Trataré.
Asimismo, esta admirable acción de unirse al ejército sabiendo que existe un alto riesgo de acabar pulverizadas por un misil hipersónico Kinzhal lanzado desde un cazabombardero MiG-31K, pues qué mejor ejemplo el exhibido por las combatientes ucranianas, demostrando a balazos y granadas antitanque lo que las mujeres pueden hacer cuando se proponen actuar en serio, para lograr cosas importantes, ganándose por ellas mismas sin mucho alarde ni la necesidad de exigirlo por medio de una ley un gran respeto y la igualdad de género que casi todas las mujeres del mundo buscan. En vez de optar por unirse a Femen como iracundas activistas, participando de esporádicas -pero interesantes- protestas en tetas, que, a causa de los innatos instintos biológicos masculinos, esta clase de demostraciones lamentablemente generan el efecto contrario al pretendido, ya que los varones que tienen la oportunidad de presenciar en vivo o video eventos de este tipo poco les importa las razones de su lucha, porque sus sentidos son atraídos hacia los perfectos senos exhibidos por estas malhumoradas ricuras, prestando poca atención a los mensajes pintados en sus cuerpos con el fin de generar conciencia tratando de cambiar la mentalidad natural del enemigo macho opresor, formado desde niño bajo la fuerte influencia ejercida por las supuestas construcciones sociales artificiales, según ellas creadas a propósito con el objetivo de garantizar el dominio que ellas suponen, aún en estos tiempos modernos, mantiene el sexo fuerte sobre el mal llamado sexo débil. Y para ser honestos, como que ya aburre la misma retórica de victimización, repetida hasta el cansancio, que por un lado ha ganado muchos simpatizantes para la causa, cambiando percepciones y opiniones, pero por el otro han perdido buena parte de los que pasivamente les daban su apoyo, debido a la antipatía generada por el grado de achoramiento verbal que alcanzan las decididamente desagradables actitudes que exhiben a grito pelado las femilocas más bravas.
– Eres un triste misógino.
– No lo soy.
– Sí lo eres. Un machista misógino retrógrado.
– Pero si adoro a las mujeres.
– Cuando sirven a tus sucios propósitos.
– Las respeto, y así las trato.
– Cuando te las quieres tirar.
– A veces me llegas al pincho.
– ¡Machirulo!
– ¿Qué? ¿Ahora eres un feministo?
– Eso nunca.
– ¿Entonces, por qué te pones idiota?
– Naa. Te estoy vacilando.
Volviendo al tema del por qué esta mañana desperté tan al palo, lo cierto es que uno no controla lo que sueña, así que si soñé con Little Caprice pues qué bueno, ya que es mil veces mejor que el insomnio, o las pesadillas. ¿O será que estoy quemando una mayor cantidad de neuronas del cerebro por ver tanta porno? Es que uno no puede evitar una que otra noche aburrida matar el tiempo haciendo un recorrido por las populares Pornhub, Youporn, Redtube, Redwap, Tubegalore, XHamster, Lesbea, XVideos, Tubesafari, Twistys, Ersties, Bratisis, Daredorm, Girlsgonewild, Ultrafilms, Collegerules, Collegefuckfest, Exploitedcollegegirls, Castingcouch, Putalocura, Vixen, Wowgirls, Tushy, Faphouse, Mrskin, Voyeurhit, Brazzers, Bravotube, Drtuber, Hellporno, Jizzbunker, Upornia, CzechAV, Nubilefilms, FTVGirls; o las locales Milky, Inkaporn o El Ekeko. Aunque dependiendo de mi estado de ánimo puede que opte por cosas más soft, como Redgifs, Flickr, Twitter, Reddit, Vimeo, Metart, Femjoy, Xcafe, Deviantart o cualquier otra web de esas, para pasar el rato, ver qué hay de nuevo y de paso chekear si Little Caprice, Janice Griffits, Mila Azul, Gloria Sol, Sheyla Jennings, Aruna Agora, Agatha Vega, Cassidy Klein, Apolonia LaPiedra, Carolina Abril, Abella Danger, Leah Gotti, Riled Reid, Remi Jones, Sophia Leone, Rebecca Volpetti, Valentina Nappi, Mia Malkova, Stacy Cruz, Keisha Grey, Chloe Amour, Gina Valentina, Ginebra Bellucci, Rebel Lynn o Veronica Leal han sacado algo nuevo; o puede que por ahí si esa noche ando como que medio patriota pongo a mis paisanas Jynx Maze, Alexis Amore, Marina Gold, Claudia García, Michi Sky, Artemis Carmona, Nomara Love, Valerie Vásquez o Isabella de Santos -que no estoy seguro si es colocha o perucha-, sólo por mencionar a las más conocidas.
Pero más que todo veo lesbianas, que son lo mejor. No lo puedo evitar aunque quiera, ya que los algoritmos de estos sitios lógicamente me sugieren para que no me vaya la clase de producciones que más me llaman la atención. Porque los bastardos nerds geeks hispters de Silicon Valley me conocen mejor que yo al tener almacenados, registrados, analizados dentro de sus enormes servidores mis gustos y preferencias basándose en los temas que busco con recurrencia, además de analizar el tiempo medido al segundo que paso revisando cada video durante la hora que tarda el troncho en convertirse en chicharra. Y, es por esta razón, la de utilizar las capacidades de sus avanzadas herramientas tecnológicas para analizar informáticamente mi comportamiento lo que les permite a los malditos de manera automática sugerirme ni bien entro interesantes videos de lesbianas amateur nuevas en la industria, de cuerpos naturales, libres de implantes, o bellezas ejecutando espectaculares solos. Y sabemos bien que un video lleva a otro y este a otros, y de pronto tengo más de veinte ventanas abiertas.
En este punto me gustaría aclarar que los videos que reviso con mayor frecuencia son los de las buenas lesbianas, ya que soy de los que opinan que las lesbianas se clasifican de dos maneras: las buenas lesbianas, y las malas lesbianas. Las buenas lesbianas son las que vemos principalmente en las pornos o las películas softcore, son fáciles de identificar porque son súper ricas, los videos incluyen lo que nos agrada ver y pueden juntarse en una escena tres, cuatro, cinco o más buenas o muy buenas lesbianas; además que le entran a los hombres y por eso nos gustan tanto. Y, por el otro lado, tenemos a las malas lesbianas, que son la mayoría, y van desde las que no son ricas hasta las que parecen hombre; son detectables por sus ropas, en su mayoría de color negro, llevan peinados extraños, de colores, con rapados, aparte que es probable que estén un poco subidas de peso o que sean realmente gordas; y una de cajón es que es un hecho que sean feminazis de intensos odios, traumas y rencores, como las que van a las marchas y cosas así; y definitivamente no le entran a los hombres, ni éstos a ellas. Por estos motivos es que no me gustan mucho las malas lesbianas, al igual que a nadie, aunque aclaro que sí estoy a favor de las buenas lesbianas, lo que demuestra la apertura hacia la modernidad que poseo.
– Enfermito.
Volviendo a este asunto acerca de la arrechura que me desborda hoy, lo que me preocupa un poco -pero no me angustia- es que si el ver tal cantidad de pornografía durante las últimas décadas pueda haberme causado algún tipo de daño psicológico irreversible que se haya sumado a mis demás trastornos, porque de todos tengo un poco. Algo así como un blend selecto de desórdenes mentales, en pequeñas dosis la mayoría, aunque soy consciente que uno que otro puede que crucen los límites de la normalidad, según parece. Lo que tampoco me preocupa tanto, ya que creo que un poco de locura calza bien conmigo, y tiene sus ventajas. Y al que le sirve, le sirve.
– Lindas palabras.
– Sabes que te estimo.
– Lo sé.
– Y te necesito. Por más lacroso que seas.
– Nos necesitamos uno al otro. Somos causas.
El asunto es que me he pasado la mañana distraído, difuso, dando vueltas por la casa realizando tareas menores, pero más que todo pensando en tetas y culos, lógicamente a causa de la expectativa por el encuentro pactado para la tarde. Y lo de Little Caprice, por supuesto. Esto de andar pensando en sexo durante horas no sería malo si pudiera de alguna manera dedicarle sólo el tiempo que quiera pensar en eso, y no el que mi cabeza dice que debo hacerlo. Pero lo cierto es que la mente es la que decide en qué se piensa y no uno mismo, sino todo sería más fácil. Aunque debo ver la manera de alejar los pensamientos de arrechura por lo menos hasta la tarde, en que tendré sexo con alguien nuevo, y en vez de pensarlo lo estaré haciendo probablemente hasta las siete u ocho de la noche ya que es casada y después de meternos un par de espero buenos polvos debe volver a su casa temprano según me ha dicho para atender a su familia, lo que por mí está bien, porque parece que no es de las que se quieren quedar a pasar el rato. Y es que no hay nada mejor que revolcarse con una chica nueva, a quien por primera vez voy a ver desnuda, y sentir sus aromas, sabores, movimientos, respiraciones y gemidos, el tipo de cosas que me motivan y alegran el día.
Aunque pienso que debería hacer algo productivo para distraer la mente, por lo que decido que tengo unas horas para avanzar trabajo y voy al taller para ordenar un poco los materiales que me quedan y ver más o menos qué modelos de lámparas puedo fabricar con lo que tengo, sin tener que conseguir nuevos componentes. Porque todos sabemos que el trabajo, la concentración en las tareas en desarrollo, sirven para mantener la cabeza ocupada en las cosas que se están haciendo, en vez de perder el tiempo con las que se van a hacer después. Antes de empezar a chambear me provocó poner el RATM de RATM a buen volumen, que resulta propicio para la ocasión ya que es un buen álbum para acompañar las tareas cotidianas, al igual que el legendario combo Highway to Hell/Back in Black, que pongo de corrido cuando debo, por ejemplo, realizar una limpieza profunda en la casa algún sábado en la mañana, si es que no andaba trepando cerros como solía hacer antes de joderme la rodilla yo mismo, para que unos meses después me la reventaran a palazos los rojos de mierda.
Continuando con el tema, la buena música al mango de volumen me funciona bien para mantener la energía durante la faena, y como por suerte no hay vecinos colindantes cerca nadie me jode por la bulla. Entro al taller que está al lado de la casa, pero no en los exteriores, con la primera que suena Bombtrack, que tiene un groove medio funk, habla de Sendero y en el video sale el perro de Abimael vestido a rayas encerrado en su jaula. Pero la que estoy esperando que llegue es Wake Up, la mejor del álbum, con tremenda letra, canción que suena al final de Matrix, cuando Keanu coge el fono para decirle a las máquinas que ya llegó decidido a cagarlos a todos porque tiene poderes que otros no tienen. Excepto Smith, con quien se da a la par.
Mientras observo los materiales desperdigados por el taller, en los anaqueles y mesas, abro las ventanas para que entre el sol, el aire y salga el humo, y me siento a planificar los trabajos para los siguientes días. Porque esto de las lámparas empezó como un hobby mío para mantenerme ocupado, pero con el tiempo se convirtió en mi principal actividad generadora de ingresos, ya que se comenzaron a vender a precios altos a las tías pitucas de Lima debido a que les gustaron por su arte, originalidad y buen gusto, lo que me permitía sobrevaluarlas sin hacerme problemas, pero después fue imposible enviarlas a Lima u otras ciudades de la costa desde que empezó la guerra, por ello me vi obligado a abrir nuevos mercados dentro de la zona roja, aunque a precios y demandas menores. Aun así, el asunto seguía siendo rentable, pero ya no lo es tanto últimamente ya que las personas dirigen sus ingresos para conseguir comida o enterrar a sus muertos, y lógicamente ya no les parece tanto que las lámparas para decorar y dar calidez a sus hogares sea algo importante en lo que gastar la poca plata que les queda. Por eso es que Rubén anda jode que jode para que vaya a instalar un puesto los sábados en el mercado de pulgas que abre junto a la feria para ofrecer mis lámparas a precios de feria, y yo no estoy muy seguro que eso sea una buena idea, porque nunca la he hecho de vendedor ambulante al menudeo ya que no es lo mío, además que tendría que hablar con las personas, y peor aún, verme forzado a sociabilizar, mostrarme amable y conversador, lo que es menos cosa mía. Y, sumado a esto, puede resultar en que lógicamente llame la atención del partido o los ronderos y les entren las ganas de arrestarme de nuevo -que ya van dos veces y no estoy buscando la tercera-, porque puede ser que esto de poner mi puestito de venta de lámparas a lo libre mercado capitalista origine algún tipo de malestar en ellos, los rojos, y que afloren los resentimientos y resulten en un nuevo arresto con incautación de mercadería, y quién sabe si de esta no me libro y me mandan a alguna atestada cárcel, o de frente me ahorcan por alguna razón que se inventen.
A lo que iba, es que supongo que el verdadero motivo por el que Rubén insiste tanto en que vaya a la feria de los sábados es para que conozca a alguien, y no se refiere a otra mujer más que me visite de vez en cuando, ya que sostiene que no debería seguir viviendo más este tipo de vida vacía e individualista, que según él no conduce a nada. Además, recalca que vivir con un perro no es lo mismo que tener a una mujer real, que esté ahí todo el tiempo, jodiendo, pero que por otro lado me quiera y cuide, que ya estoy algo mayor; y que cocine cosas ricas, guisos calientes, y prepare entradas, postres y refrescantes jugos. Y, como parte de sus intentos para convencerme, argumenta que así podría tirar parejo y no un par de veces al mes, como hasta hace poco, y que hasta podría tener hijos y esas cosas. Aunque pienso que aquí ya se está excediendo.
Puede que tenga razón, en parte, pero por eso no es que ya lo haya decidido, porque aún la sigo pensando esto de ir a la feria. Aunque, quizás puede que sea algo bueno conocer a alguien que me guste de verdad, con quien me sienta bien, y cómodo, sin que necesariamente esté desnuda. Con quien pueda conversar de cosas importantes y no importantes, planear el futuro y todo eso. Pero la verdad es que no estoy tan seguro que eso sea lo que realmente necesite. Aunque puede que sí, ya que siendo honesto, como que pienso que sería bueno alguna clase de cambio sustancial en mi forma de vida, pero no sé qué tanto, aparte de no tener la certeza si ese cambio involucra a una mujer de verdad, o debo seguir tal cual como estoy. Porque lo cierto es que no me va mal. Sexo no me falta, y está la duda de si teniendo una relación tradicional voy a tener más o menos sexo del que tengo ahora, porque de seguro que de todas maneras vamos a tirar como locos al principio, pero esto puede ir ralentizándose al pasar los años debido a la inevitable falta de interés que se presenta por tener relaciones siempre con la misma y misma persona todo el tiempo, lo que puede llegar a aburrir, quitándole un poco de gracia al asunto. Por otro lado, a pesar de que mi cocina no es de las mejores, pues me gusta lo que me preparo y a Pancho también, y ya nos acostumbramos a comer eso. También limpio la casa cuando me provoca, no al detalle, pero queda relativamente limpia, y lavo mi ropa yo mismo. Y si por soledad y aburrimiento quiero conversar con alguien, pues ahí estaban las amigas que venían de vez en cuando. O Rubén, para hablar huevadas con o sin tragos. O por último le hablo a Pancho, que sabe escuchar y hace gestos. Pero lo que más me preocupa sobre este asunto de compartir mi vida con otra persona es lo que dejaría de tener en vez de lo que ganaría a cambio, ya que valoro mi espacio, tiempo y libertad, y no existe manera alguna en donde uno esté metido hasta el cuello en una relación clásica sin tener que sacrificar buena parte de esto, y no me gustaría perder lo que he conseguido con tanto esfuerzo y decisión.
Ya veremos que decido al final, si ir a la feria, o no, donde ya veré lo que pasa, o no. Esto de la feria es algo reciente que ha vuelto hace poco, ya que hace años los rojos la clausuraron porque todos sabemos que están en contra de los pequeños emprendedores que buscan ganarse la vida con ingenio y trabajo sin la necesidad de tener que mamar de la selectiva y generosa pero flácida teta del estado, como todo buen socialista. Pero lo bueno es que no pudieron salirse con la suya ni aquí ni en otros pueblos, y desde hace algunas semanas que las ferias de los sábados han regresado a pedido, por presión y desobediencia del público, es decir del mismo libre mercado. Y los rojos hijos de su puta madre tuvieron que ceder, permitiendo que la gente ponga sus puestos para vender lo que venden, porque no les quedó otra, tratando en vano aliviar un poco la crisis derivada de la guerra y antes de su terrible gobierno de izquierdas. Pero en realidad pasó porque no pudieron impedir que las personas hagan lo que tienen que hacer para ganarse la vida, por ello el mismo pueblo se organizó e invadió su antiguo predio ferial, les guste o no a los rojos. Y esto a los rojos no les gustó para nada, y es un hecho que van a ver la manera de seguir jodiendo, corrompiendo, quitándole parte de su dinero a la gente que va a vender o comprar; e incautarán mercadería y arrestarán a unos cuantos para no perder la costumbre. Por eso debo evaluar bien si ir o no algún sábado, porque puedo ser de estos últimos, y sería la tercera, quizás la vencida.
Vaya o no, igual avanzaré fabricando algunas lámparas más, por si me animo; además que mantendré la mente ocupada hasta que llegue la tarde. Seguramente se preguntarán como un casi viejo de cincuenta y nueve años como yo puede tirar dos o tres veces al mes, metiéndome uno, dos y hasta tres polvos por sesión si ese día estoy entonado y me he reforzado con maca y un par de copitas de siete raíces, para asegurar un mejor desempeño. Supongo que también se preguntarán cómo hago para conocer mujeres si casi no interactúo con los humanos, y ando mayormente desaliñado y medio resinoso. Es que no se trata de conocer a mucha gente, sino solo a aquellas personas de las que busco obtener y entregar algún beneficio. Y una sana amistad, por supuesto. Además, considero que es importante que sólo conozcan una pequeña parte de mí, la que no es mi locura oscura, para que crean que soy amable, atento, tolerante, gracioso y educado. Un viejo buena onda, todo un caballero, para agradarles y caerles bien, pero siempre evitando crear ilusiones que luego se conviertan en desilusiones, ya que no pretendo dañar a nadie por culpa de mi innata individualidad egoísta. Es por ello que trato de pintarles la cancha clara desde el principio. Sexo y amistad. Amistad y sexo. Para que no crean que al poco tiempo lo que fuera se vaya a convertir en algo más, como una relación, profunda y romántica, porque no será así si yo no lo quiero. Y hasta ahora no he sentido eso. Quizás sólo un poco, algunas veces, hace mucho. Es que si no se siente algo más pues no se siente porque no está ahí, y qué se va a hacer. Pero quiero a mi Pancho, y adoraba a mi madre cuando vivía, y estoy seguro que si tuviera críos los querría infinitamente, lo que demuestra que no tengo un corazón de piedra incapaz de sentir amor. Además, reconozco que siento cosas buenas por algunas mujeres, para nada malas, como la ternura y la pasión, cuando estamos en la cama o en el sillón o en el otro sillón o en la ducha o la alfombra. O tirando en la orilla de algún río caleta, no dentro del agua porque por aquí viene helada y el mono se encoge a esas temperaturas, corriendo el riesgo de dar una impresión desfavorable, lo que no ocurre en las incontables, solitarias y deliciosas pocitas de agua tibia que se forman en los ríos de la selva, donde ahí sí podemos andar en cueros por horas chapoteando, o tirados tirando al sol, con la pinga en buena forma.
Y es que yo no sé qué es lo que tiene la selva que a uno lo pone más arriola. Aunque tengo algunas teorías, que van desde las claramente identificables como el calor, la humedad, el sudor, la alegría de su gente y la privacidad y la facilidad de hallar lugares para bañarse o perderse en el monte, y esa magia que tiene la naturaleza virgen, que simplemente excita sólo por estar allí. Motivos que se añaden a los de carácter cultural regional, me refiero específicamente a las mujeres charapas que por tradición sabemos son más ardientes, fogosas, dispuestas, desenfadadas y serviciales, con ese sexy natural vestir de ropas cortas y ligeras, que las hacen sentirse y verse más atractivas. Aunque no me refiero a todas las chicas de la selva, sólo a unas cuantas, quizás las más cosmopolitas, las que viven en las ciudades, ya que muchas de ellas son claramente más guapas que las del resto de la Amazonía. Por ejemplo en Tarapoto y sus alrededores, que allí sí vemos mujeres muy bellas, con clase y una irresistible sensualidad natural.
Una de ellas, bella hasta lo increíble, me tuvo atrapado por buen tiempo. La mujer más irresistible que he conocido. No se confundan, nunca pasó nada, la ví sólo una vez, una inolvidable tarde de hongos, que muy amable me sirvió en infusión ni bien llegué, en vaso grande y con refill. Fue mi guía durante el viaje, mi trip operadora, una dulce voz susurrándome que simplemente me dejara llevar, que me relaje y pare de hablar, para que sienta el interior más que el exterior. Latidos y respiración acelerados. El incesante movimiento de mis células. La contradicción entre la gran actividad que se siente claramente dentro del cuerpo, pero que hacia afuera se experimenta a la inversa, es decir en un estado de paz y relajación total. Me dijo que lo disfrute, que aprenda de ello, que sería bueno que use hongos regularmente, para que me ayuden a calmar los demonios que definitivamente vio en mí. Toda esa ansiedad, imposible de ocultar. Más que lo rica y encantadora que era, lo que hizo que me atrapara en realidad fue que se interesó, se preocupó, al verme tan perdido. Para cerrar la psicodélica sesión de auxilio me abrazó fuerte al despedirnos, y eso me sacudió por completo. Nunca antes había experimentado algo así, la potente transmisión de energía positiva psicosexual que me regaló en ese poderoso y delicioso abrazo. Imposibilitado de escapar a sus encantos. Pero la huevada era que estaba casada con un franchute de mierda, y parece que quería al huevón, lo que no impidió que por un tiempo considerara en serio robársela de alguna manera. Sólo en la selva me pasan cosas así. Aparte de todo esto, que es más que suficiente para explicar la atracción que destilan las mujeres de la Amazonía, se agrega este asunto ya más místico, que surge de mitos y leyendas, de chamico, de brujas, de agua de calzón, cosas que sólo ellas saben hacer para atrapar a calentones desprevenidos. Resumiendo, la selva pone, y pone bien.
Pero a lo que quería llegar es la razón por la que mis pocas amigas cariñosas estén dispuestas a pasarse la tarde y parte de la noche en extrañas posiciones en mi sillón y demás muebles, en realidad no lo sé. Aunque se me ocurren algunas explicaciones. Una, es que puede ser que con los años haya ganado algo de experiencia, y la experiencia la otorga las experiencias, ya que en todo este tiempo pues algunas cosas he aprendido, por ello busco aplicar el aprendizaje adquirido en todos y cada uno de los polvos y posiciones que me toque realizar, para mayor disfrute de ambos. Y es que, a pesar de que no soy ningún galán ni guapote, debe ser esto de la experiencia lo que hace que una que otra se quede rondando por un tiempo, y que sigan viniendo sin tener que esforzarme mucho para que vengan, lo que sí hago para que se vengan, porque todos sabemos que una de las cosas más importantes para ellas es que se metan uno o varios orgasmos; las deseadas petit morts. Si no, ¿para qué les servimos? Por suerte no tengo problemas en esto a pesar que a veces hay que meterle harta creatividad y esfuerzo para que lleguen al clímax, lo que en ocasiones no es tarea sencilla, ya que depende en gran medida no tanto de lo que yo haga, sino más bien de cada una, de sus cuerpos y mentes, ya que a algunas mujeres les es muy difícil alcanzar este estado por más que lo intenten.
Una cosa rescatable es que nunca me doy por vencido, así se demoren lo que se tarden, porque esta clase de detalles, de primero pensar en dar, para luego recibir, son los que definen la clase de persona que uno es, y esta actitud nada egoísta demuestra que estoy hecho de nobleza, paciencia y desprendimiento; todo lo contrario a lo que piensan de mí los pocos que me conocen. Esto se explica a que por más que yo quiera darla varias veces durante el proceso, me las tengo que aguantar y meter el flujo de nuevo para adentro aplicando algunas técnicas que conozco, lo que representa un admirable gesto de entrega con la finalidad de que mi compañera pueda llegar primero antes de que yo lo haga, y una o dos veces si es posible. Porque si soy tan huevonazo de acabar primero, pues también se acaba la diversión para ellas, ya que el mono deberá descansar por lo menos una hora, o por ahí media si estoy de buen humor. Pero, si aún no les he obsequiado satisfacción y quiero complacerlas porque se lo han ganado, pues debo recurrir a los dedos, boca y lengua para que disfrute y se venga, lo que no siempre es seguro, aunque a veces funciona a la perfección. Por ello es que es tan importante hacer lo posible que esté en mis manos y otras partes mías para que llegue delicioso un par de veces consecutivas si todo sale bien, y mejor aún si se viene disparando un squirt, y aún mucho mejor si suelta uno antes de venirse, ya que no existe nada más satisfactorio que ayudarla a alcanzar una trifecta perfecta, cosa excepcional que sólo ocurre cuando en un solo polvo, se mete un squirt, luego eyacula, y finalmente llega a un intenso orgasmo. Ahí sí que verás sonriente y sorprendido la cara de loquita que pone. A veces hasta se les voltean los ojos, como Linda Blair.
Por estos motivos es que vale la pena cortarme la venida cuando viene. Para ello se requiere tener fuerza de voluntad, buen timing y mucho autocontrol, ya que la verdad es que si ella disfruta, pues uno también. Y cuando decido de que es mi turno de soltar lo que vengo aguantando, pues sale fuerte y voluminoso por la represión autocausada, pudiendo a veces recorrer una buena distancia, llegando hasta su cuello; o mejor si le cae en la cara para que se lo unte formando una mascarilla orgánica aprovechando los beneficios del colágeno para prevenir las arrugas. Además, estoy estudiando artes tántricas con el fin de adquirir un mejor control de los impulsos. De esta manera he logrado un importante hito, al hacer que el orgasmo se me presente por etapas, tres etapas bien diferenciadas, alargando lo más que pueda cada una de estas fases finales de eyaculación, obviamente con el fin de obtener mayor placer; y ya soy casi como un experto en esto de aguantar hasta que ya no pueda aguantar más. También están las técnicas que hay que aplicar para que ella se meta un squirt sobre mi cara, porque me encanta ver cuando todo explota, en todas direcciones, y le tiemblan las piernas mientras me baña. Pero, no nos engañemos, que esto puede ser una mezcla de orina y algo más; o quizás es pura orina, lo que sospecho por el aroma y sabor.
– Puerco. Pervertido. Degenerado.
Algo importante a resaltar es saber estimularlas durante los previos, porque hay que ser bien imbécil para pretender meterla de frente, ya que todos sabemos que primero hay que humedecer para ser bienvenido cuando toque entrar. Para esto existen una amplia variedad de trucos a aplicar al gusto del usuario, que al final deben tener resultados similares, ya que no existe una ciencia exacta ni manuales para seguir al pie de la letra. Aunque, podría recomendar, por ejemplo, recurrir a la técnica de los tres dedos, o la de cuatro, que también involucra al chico, si se deben destinar mayores recursos para volverla loca sin haberla penetrado. Se debe tener en claro que estos movimientos son algo riesgosos, ya que pueden causar lesiones o calambre en el brazo si no se está acostumbrado o no se realiza como se debe. Para evitarlo puede incluirse en la figura un vibrador, no importa si prendido o apagado, pero sí lubricado, que cubra o incluso mejore el trabajo de un par de dedos. Así se puede acelerar la posibilidad de alcanzar el objetivo. Pero si ella funciona bien, y uno hace lo que tiene que hacer, pues debería venirse en unos minutos, a lo máximo, y a partir de allí ya puedo darle vueltas, llevarla de aquí para allá, acomodarla como quiera al ritmo que desee, hasta que llegue mi turno de darle cierre a la jornada.
Luego ya puede volver a su casa si lo prefiere, pero si estoy de buen humor puedo dejar que se recueste a mi lado, con algunas caricias que sabemos les gusta, y la verdad de las cosas es que a mí también. Pero evito hacer cucharita, que sabemos significa que el asunto se está poniendo sentimental, y no quiero dar a entender eso. Aunque sí le entro a las piernas enredadas, pero no por tanto tiempo, porque de ahí me duermo y no me gustaría verla en la mañana preparándome el desayuno con una de mis camisas puesta y cara de que ya encontró el amor porque eso sí que paltea.
4.
«Fucking hippie motherfuckers»
-Leonardo Di Caprio
La verdad de las cosas es que voy donde los putos hippies sólo por su pan que no sé cómo diablos hacen los vagos apestosos para hornear el mejor pan de la zona, y para el que valora el buen pan es una suerte poder conseguirlo en el mismo pueblo. De buena miga y corteza crocante. La panadería de la comuna queda más o menos a un kilómetro de mi casa, que no es lejos, pero tampoco cerca, aunque esta vez sí que sentí el camino más largo que de costumbre, sobre todo el de regreso, debido a la condición de inservible incapacitado adquirida recientemente, gracias a la innecesaria decisión revolucionaria de convertirme en un tambaleante cojo, un lisiado, de lento, penoso y adolorido andar, avanzando a duras penas por los tortuosos caminos que debo recorrer cada cierto tiempo para conseguir alimento, a pesar de contar con el soporte de la muleta que no sé cómo así me consiguió Rubén.
Como era de esperarse, la tercera pierna de aluminio desgastado loqueó a los perros de mierda que abundan en exceso en absolutamente todos los pueblos, ciudades y campiñas del mundo rural, que como siempre salieron en turba descontrolada de cinco, seis o más, entre grandes, medianos y chiquitos -pero todos bulleros escandalosos- desde todas y cada una de las casas y chacras por las que pasé. Los mismos perros de mierda a la ida y a la vuelta. Una jauría entera para cada vivienda, absurda arraigada costumbre rural en la que nadie se siente satisfecho si no tiene por lo menos cuatro o cinco perros, la mayoría de chacra, los más hijos de perra de todos, criados con malicia para proteger la propiedad de sus amos mordiendo y ladrando como psicóticos ante la presencia de cualquier desconocido que se atreva a acercarse en moto o a pie. Perros de chacra, la maldita raza cien por ciento peruana, originada del cruce de casi todas las especies caninas existentes. Estos perros del infierno son fáciles de reconocer porque la mayoría son de tamaño mediano, de colores beige, marrón, negro o combinado, y la misma mala actitud que todos comparten por igual. El verdadero perro peruano es el de chacra, muy parecido a sus patrones, tanto en lo físico como en el carácter, y no esos horribles gremlins pelados de piel grisácea que ni provoca acariciar porque parecen murciélagos.
Y, lógicamente, creyeron equivocados que este pechito iba a ser una presa fácil para morder, al verme herido, en desventaja numérica, sin posibilidades de huir, lo que envalentonó al más feo y rabioso de todos, el que se cree el alfa del grupo, el pendejo que se lanzó a toda viada para atacarme, seguido de cerca por un par de sus compinches. Pero, como todo el mundo sabe que la mejor defensa es el ataque, la fina puntería adquirida por tantos años de práctica lanzándoles rocas ha incrementado significativamente mi récord de impactos positivos, y piedra que les tiro, piedra que les cae; y les duele. Esta vez, hasta me di el gusto de empalmarle un buen muletazo en la mitra a ese perro lobo satanista que odio a muerte por faltoso agresivo, traumas adquiridos seguramente a consecuencia del rencor que carga desde cachorro por ser un bastardo hijo de perra, que nunca sabrá cuál de todos fue el gilero lanza de cuatro patas que preñó a su viejita, de entre la cantidad de aguantados perros de mierda que aprovecharon para darle vuelta en gang bang a su mamita cuando andaba en celo, toda coquetona, buscando que se la clavaran sólo aquellos que por instinto natural intuyera tuvieran la carga genética característica de los perros de chacra de raza pura; recontra achorados. La inquebrantable ley natural de la supervivencia del más apto. Y, como en el campo no hay nada para hacer por las noches, deben haber sido no pocos los perros de todo tamaño y color que le dieron en cuatro a su mamaíta. Por eso es que puedo afirmar con total seguridad que ese bastardo perro hijo de perra, es, literalmente, un bastardo hijo de perra. El abominable resultado de la mezcla de varias leches de perros de mierda. Debo reconocer que la verdad es que nos tenemos bronca desde hace tiempo, porque el maldito me desgarró la basta de dos pantalones, justo los menos viejos que tenía, el par de veces que por motero ebrio descoordinado fallé en empalmarle de lleno un tabaso en la mandíbula, para que aprenda a respetar, a la vez que trato de ayudarlo sin rencores a suprimir las expresiones de violencia innecesaria que manifiesta contra motociclistas y peatones por igual. Así que, a gritos, pedradas y muletazos, evité que se acercaran más de lo debido, y con sólo un rocaso certero por perro los muy cabrones se alejaron chillando. Espero que después de esta escaramuza en la que los vencí herido y en inferioridad, sirva para que les quede súper claro que soy y seguiré siendo la especie dominante, sin importar lo cojo que ande.
– ¿Qué tienes contra los pobres perros?
– Espera a que te muerdan.
– Eres abusivo.
– Ellos empezaron.
– ¿Por ladrarte?
– Y morderme, un par de veces.
– ¿Y, lo que esperas es…que los perros dejen de ladrar? Porque tú lo quieres.
– No sólo es eso. Se trata de ataques planificados.
– ¿Por los perros?
– Por los perros de chacra de mierda, en jaurías organizadas.
– Estás bien tronado.
– Mi rollo no es contra los perros en general, sólo tengo problemas con los perros de mierda, los de chacra, engendros malparidos por el mismo Satán.
– ¿Por eso les tiras piedras?
– ¿Qué más ves por aquí para lanzarles?
– Si te vieran sus dueños. O los animalistas.
– Me importan un carajo los animalistas. Los perros cuentan con infinidad de grupos de ese tipo para defenderlos de los humanos. Yo sólo con piedras y palos.
– No entiendo por qué pasas tanto tiempo pensando en esa clase de cosas.
– ¿Acaso no ves lo que pasa en las noches?
– ¿Qué?
– ¿No escuchas los aullidos, cada noche?
– Puede que sí, ahora que lo mencionas.
– Son iniciados por el llamado de los alfa, seguidos por la entusiasta respuesta de sus subordinados. Y, de pronto se forma ese insoportable coro de ladridos y aullidos. Algo así como un concierto a capella, cada medianoche. La desafinada unión de gargantas de la gran cantidad de perros de mierda que proliferan como ratas por aquí.
– Y eso, ¿en qué te jode?
– Me jode por varias razones.
– ¿Crees que son una de las causas de tus insomnios?
– En parte. Y mejor no menciones lo de mis insomnios, menos tú.
– ¿Por qué?
– Ahora te haces el desentendido.
– No me eches toda la culpa.
– Toda no, pero no te hagas el huevón, que ambos sabemos que tienes bastante que ver.
– Tus insomnios son el resultado de tus cagadas. De los errores sin posibilidad de enmienda.
– Dime algo que no sepa.
– Yo sólo te ayudo a recordarlos, cuando veo que es buen momento para intervenir. Para que no los olvides y así no pierdan vigencia, porque cada día que pasa disminuye tu capacidad de memoria.
– Lo sé, lo sé. El puto alzhéimer.
– No te preocupes tanto por ello, aún no. Por ahora sólo olvidas cosas sin importancia, como el nombre de las personas que no te importan. De tus vecinos, por ejemplo.
– ¿Crees que tanto clonazepam pueda haber contribuido?
– ¿En tu incipiente alzhéimer?
– Dicen que puede que…
– Si eso dicen, debe tener algo de cierto.
– La puta madre.
– Pero no vas a dejar el clona.
– Aún no. Lo necesito para dormir. Es mi buen amigo.
– Porque eres un adicto. A todo.
– Cada uno con sus gustos.
-Mira, huevón. Sólo por las noches, te metes clonazepam, magnesio, melatonina, las píldoras para las piernas inquietas, marihuana, té de valeriana, hongos cuando hay, losartan, amlodipino, atorvastatina y de vez en cuando clorfenamina para asegurarte. Y desde hace unos meses, aprovechando lo de la rodilla, te estás metiendo una sorprendente cantidad de tramadol, diclofenaco y tu preferido el paracetamol. Analgésicos como cancha. Tu hígado debe estar hecho mierda.
-Todo eso lo tengo que tomar para calmar el dolor y poder dormir, por culpa de ambos. Debo anestesiarme a mí para anestesiarte a tí, esperando que no aparezcas ni en sueños, que ahí también te gusta meterte.
-Los sueños son lo mejor, te agarro con la guardia baja y puedo incluir todo lo que se me ocurra. De ahí te fuuu despierto en medio de una pesadilla y te pones locaso y desconcertado, tratando de recordar todo lo que puedas y yo borrándolo de tu memoria de sueños a corto plazo lo más rápido posible.
-Qué bueno que lo disfrutes.
-Es mi trabajo. A ello debo mi existencia.
-Sólo un trabajo, ¿nada personal?
-Es todo lo personal que puede ser, porque tu cabeza es mi proyecto en desarrollo, y por ella y para ella existo.
-Si tú lo dices…
– Por eso te recuerdo tus cagadas pasadas, tus enredos presentes y tus preocupaciones futuras. Y qué mejor que las noches tranquilas para disturbar tu cabeza un poco.
-¿Un poco? No seas pendejo.
– Bueno…
– ¿Y crees que no dejarme dormir es la mejor manera de ayudarme? Pasarme la madrugada entera rebotando, pensando y pensando en las cosas que más me perturban.
– Exacto.
– ¿Pero por qué te gusta torturarme así?
– Porque mientras más vueltas le des, menor probabilidad de repetir las cagadas recurrentes. Nadie dice que no la vas a cagar de nuevo, es imposible. La vas a seguir cagando y recagando. Pero, por lo menos, intenta no embarrarla con cosas nuevas.
– Entiendo. Buscas protegerme. Gracias.
-Si algo puedo hacer por tí.
-Eso me confunde.
-¿Qué?
-Que a veces la haces de conciencia. Siempre has sido más locura que otra cosa, pero últimamente has cambiado.
-Tienes razón. He sido duro contigo, lo reconozco.
-Has jugado con mi cerebro como has querido.
-Pero decías que ya no tanto.
-Es lo que parece. Como que estás tratando de aconsejarme mejor.
-Puedo moderarme.
-¿Y cómo así?
-Por la coyuntura situacional.
-¿La guerra?
-La guerra y lo cercano de tu muerte.
-¿Te preocupa eso? ¿Morir? Si yo muero.
-Pues sí, claro. Aún no estoy listo. Sé que tú sí.
-A veces pienso que sí, a veces que todavía.
-No nos vamos a poner a filosofar.
-Está bien. Mejor ahora no.
– A lo que iba, es que me interesa más proteger a los demás, de ti. Me caen mejor.
– Ibas bien.
– Aunque la verdad, lo importante es hacerte pagar por los daños causados. Tómalo como si fuera un asunto del karma. El necesario balance universal.
– Vuelves a ser tú, el mismo lacroso de siempre. Ya entiendo mejor.
– Mis intenciones no son malas, no lo hago a propósito. Es lo que me sale natural.
– Joder.
– ¿Qué esperabas? Si soy la locura de tremendo locaso. ¿Cómo controlas una cosa de ese tipo?
– Yo no puedo. Menos tú.
– Por otro lado, aprovecho el momento para volverte a pedir que no me niegues, ni trates de ocultarme más de lo necesario. He sido tu servidor por muchos años, y ten por seguro que seguiré siendo tu fiel escudero. Y también tu amo cuando debo asumir el rol, ya que la verdad es que muchas veces soy más cuerdo que tú. Además, presiento que te seré de utilidad, más temprano que tarde.
– ¿Por qué?
– Me atrevo a pronosticar que estás por meterte en problemas bien jodidos.
– Sí. Yo también presiento algo parecido. Pero no sé si esta vez será por culpa mía.
– Lo más probable es que sí, será por tu culpa.
– No lo podemos afirmar con seguridad, puede ser posible que…
– Lo será. Aunque reconozco que no la cagas a propósito. Muy en el fondo, no eres una mala persona.
– ¿Verdad que no?
– Pero al final siempre la terminas jodiendo. Aunque pasaba más antes, que ahora. La vejez te ha hecho madurar un poco. Sólo un poco.
– Lo irónico de todo esto es que vivo alejado del resto, interactúo lo menos posible con las personas. Y, a menor número de interacciones, menores oportunidades de cagarla. Según lo que manda la probabilística.
– Pero, como siempre sucede, el daño lo sufren los más cercanos.
– ¿Te refieres, a…?
– Mejor cambiemos de tema.
– ¿Por qué?
– No quiero que te deprimas.
– Ok.
– Ya nos desviamos, como siempre.
– ¿En qué estábamos?
– Perros.
– Sí. En los perros de mierda que se reúnen en grandes grupos en las esquinas, a partir de las diez de la noche, cuando los humanos están en sus casas, cediéndoles el control total de las calles.
– Completa tu teoría imaginaria, que no tengo nada mejor que hacer.
– Me refiero a un gran reemplazo.
– ¿Crees que ese es el súper plan que los perros preparan por las noches?
– Sobre todo los perros de chacra. Son una mala influencia para los demás.
– No sé qué responder a eso. Para alucinar conspiraciones eres el mejor.
– Sólo es una hipótesis.
– Quemado.
Espero que no piensen que soy una persona insensible maltratadora de animales, ya que como vengo explicando, mi disputa es solamente con los perros de chacra, los de mal carácter. Males que provienen desde lo profundo de su instintiva personalidad innata, potenciada por el entorno social en el que viven. Pero más que todo se debe a que no fueron educados como se debe, por culpa de sus dueños, ya que, si realizamos una comparación, por ejemplo, con Pancho, hermoso pastor alemán de raza pura, grande, fuerte y peludo, con pinta de lobo y temible apariencia de depredador, gracias a la buena crianza que recibe y su gran corazón, mi Panchito es un perro recontra buena onda. Cariñoso, juguetón, noble, atento y disciplinado. Cuando los adopté hace ya siete años de tierno cachorrito para alegrar mi solitaria vida, hasta llegar a ser mejores amigos, desde el inicio me esforcé en educarlo de la manera correcta. Así, aprendió rápido a seguir mis instrucciones, como cuando entendió en pocos días que debía mear y cagar afuera, pero con la libertad de decisión para soltar sus mierdas donde le provoque, a lo natural, cagando y meando al viento. Aparte que nunca ha intentado morder a nadie, y solamente ha mostrado sus amenazantes colmillos cuando sabía que era el momento de hacerlo, o ante una sutil indicación de mi parte. Hasta sabe sus trucos, como cuando le digo ¡Pancho, sit!, se sienta sobre sus patas traseras; y si enseguida me paro firme y le digo ¡Pancho, Sieg!, levanta estirada una patita en señal de respetuoso saludo, seguido de un enérgico ladrido, que parece como si contestara ¡Heil!, lo que me parece súper divertido. Es inevitable que Pancho sienta orgullo por sus raíces arias comprobadas por varias generaciones, aunque ya sólo le queda de teutón la sangre que corre por sus venas, y el título de su raza. Pero como nació en el Perú, fue inscrito en la veterinaria con nacionalidad peruana como Francisco Guderian, pero le decimos Pancho desde chico. Además que no entiende mucho del alemán, sólo las pocas palabras que le enseñé. Y sin dudarlo un segundo saldría en su defensa, con argumentos bien sustentados, así me ponga en riesgo, por si a algún idiota se le ocurre la estupidez de etiquetarlo de fascista enemigo de la revolución. Por más que se parezca bastante a Blondi, no existe duda alguna que Pancho es peruano, por cuna, cultura, costumbres y residencia.
– Eres un nazi. No lo puedes negar.
– De nuevo con lo mismo.
– Pancho también.
– No lo somos, por la puta madre.
– ¿Entonces?
– Entonces, ¿qué?
– ¿Qué tanta huevada con los nazis?
– ¿Qué hay con eso?
– Se nota que te atraen. Y hasta como que les admiras algunas cosas.
– Algo por ahí, una que otra cosa, pero desde un punto de vista histórico, militar, no político.
– ¿Y las esvásticas? ¿Los saludos? ¿Las calaveras de las SS?
– ¿Qué hay con eso?
– Que eres como un fanático. Como si fueras de las juventudes hitlerianas.
– Te estás confundiendo. Es porque me gusta la historia.
– ¿Y?
– ¿Cómo que y? La historia fue y continuará siendo definida por las incontables guerras y conquistas a lo largo de los milenios transcurridos, hasta el día de hoy. Así como la guerra que ahora vivimos, que definirá el futuro del país. Y quizás de todo el continente.
– Pero no te afanan tanto los otros dictadores asesinos en masa totalitarios.
– ¿Cómo que no?
– ¿Franco?
– El Generalísimo Francisco Franco. Salvador de España.
– Ok, Franco.
– El General Augusto Pinochet. Salvador de Chile.
– Verdad, ese también.
– Y otros más.
– Ya sé, ya sé. El huevón de Napoleón.
– ¿Qué te pasa hoy, que estás con ganas de joder?
– ¿Pero por qué te ofendes así?
– Estás siendo irrespetuoso.
– Está bien. Napoleón Bonaparte.
– Te falta algo.
– ¿Qué?
– Ya sabes.
– De acuerdo…el Emperador Napoleón Bonaparte. Conquistador de Europa, genio de genios, el mejor militar de todos los tiempos.
-Ok.
Volviendo a lo que les contaba hace un momento, antes de desviarme con este asunto de los perros de chacra y lo que andan tramando, es que, en tiempos normales, lo usual era darme una vuelta por la panadería hippie una o dos veces por semana, más que todo los martes y viernes, porque los lunes, miércoles, jueves, sábado y domingo descansan, ya que como todo el mundo sabe los hippies en su gran mayoría son un poco o bien vagos. Realmente creo que los mugrosos hippies no hacen nada beneficioso de valor por el mundo, solamente su delicioso pan, ya que se la pasan semi dormidos por los hongos y la hierba. O dizque están meditando, relajada actividad a la que no le encuentro el menor sentido, ya que pienso se asemeja bastante a tomarse una mundana, carnal y nada espiritual siesta, con la única diferencia que lo hacen sentados en posiciones incómodas. O, lo más usual, es que se la pasen pintando, o fabricando cueritos y otras baratijas. Y yo no sé por qué será que la mayoría de los sucios hippies pintan, ya sea arte de verdad o huevadas sin sentido, otro de los motivos por los que me caen tan mal, porque pintando se pintan frente a las personas normales como si fueran grandes artistas, por más que no posean ni un carajo de talento.
La verdad de las cosas es que son muy pocos los resinosos aspirantes a pintores que realmente llegan a ganarse los frejoles como refinados y sensibleros seudo artistas, vendiendo a precios exorbitantes sus abstractas y postmodernas obras a los pocos incautos con fichas que logran convencer con elaborados y espirituales floros, para que cuelguen en las paredes de sus casas barranquinas las supuestamente excepcionales, originales y sobrevaluadas creaciones adquiridas, que por más que lo intento una y otra vez, no llego a entender una mierda sobre el supuesto mensaje subliminal para leer entre líneas oculto en sus trabajos, que solamente tienen la capacidad de comprender sólo unos pocos cuantos supuestos conocedores, poseedores de la supuesta experiencia que se requiere para entender la supuesta belleza camuflada que supuestamente transmiten esta clase de costosos objetos decorativos. Porque las huevadas que dibujan no estoy seguro si se les puede llamar arte en serio, o simplemente así es el arte contemporáneo. O, puede que les salgan cosas así de quemadas nada más que por quemados. Aunque puede que tenga cierta lógica otra más de mis teorías, que sostiene que los hippies son producidos en molde, porque se nota a leguas que la mayoría de hippiosos que desafortunadamente he conocido a lo largo de mi vida, no podemos negar que se ven, piensan, visten y huelen parecido, hecho corroborado por el natural sentido del olfato, función fisiológica que arroja la obvia conclusión de que la mayoría de hippies apestan un poco, si es que no huelen a mierda. Esta desagradable característica compartida por todas las especies de hippies que habitan el planeta se debe al simple hecho de que casi nunca se bañan, o simplemente creen que frotarse con trapitos mojados de vez en cuando para no apestar tanto puede ser considerado como un verdadero acto de higiene.
Además, las mujeres que practican el estilo de vida hippioso progresista ecológico lunar sagrado femenino matriarcal acostumbran colocarse extrañas copas menstruales para recolectar la sangre, moco y demás fluidos que fluyen hacia abajo cuando están con la regla, artilugios y prácticas que me parecen totalmente asquerosas, y hasta algo demenciales. Como todos sabemos, también están en contra de recortarse las vellosidades que les crecen, ya sea en las axilas, el pubis, o en cualquier lugar donde se les ocurran a los pelos crecer. Aunque para ser honesto, un poco de vello corporal, sólo un poco, no es algo que me desagrade, y hasta me parece medio erótico, porque no podemos negar que los arbustos recortados con elegancia le dan un aire medio vintage para decorar sus vaginas, siempre y cuando el peinado elegido no sea abundante ni voluminoso, porque puede parecer que la tiene descuidada y olorosa, además que bloquea la visión de una de las partes que más nos atraen de sus cuerpos. En lo personal prefiero algo intermedio, ni muy peluda, ni muy pelada, ya que soy de los que piensa que como que ya está pasando un poco de moda el rasurado total, que tampoco está mal, ya que nos permite desenvolvernos mejor cuando se trata de dar placer oral, además que evita que nos llenemos la boca de pelos por escupir a cada momento. Pero sus axilas si huelen algo raro, por los desodorantes naturales orgánicos que utilizan, que poco ayudan a camuflar el fuerte olor a ala. Sé bien que será tarea casi imposible convencer a una que otra para que se anime a volver a los tradicionales desodorantes en spray, en beneficio de todos, dañen o no la capa de ozono.
No sé por qué será que los resinosos hippies se bañan tan poco, mucho menos que yo, porque agua hay y más que suficiente. Quizás sea por el frío que hace aquí. O será de repente por conciencia ambientalista, para no contaminar los ríos con jabón, shampoo y su propia carca. Aunque he visto hippies en latitudes más cálidas y tampoco se bañan muy seguido, lo que me lleva a la conclusión que los putos hippies modernos están ahora más influenciados por el hippismo-hipsterismo europeo contemporáneo que por la onda de Haight y Ashbury, como era antes, y ahí como que calza un poco la cosa ya que sabemos que los europeos se bañan poco porque de vez en cuando tenemos la oportunidad de oler a algunos gringos realmente apestosos.
– ¿Qué tienes contra los putos hippies?
– No sé.
– No te han hecho nada. Sólo quieren esparcir su amor.
– Por eso mismo, toda esa paz y amor. Me parece tan falso.
– Tú pareces un hippie.
– No seas huevón. Yo no pienso ni hablo pichuladas espiritualiodes.
– Eso no, porque eres un ateo sin alma, orgulloso de tu incapacidad de creer en cosas que no ves o sientes.
– Lo dices por mi apariencia. Admito que puedo dar una impresión equivocada.
– Por eso digo que pareces un hippie.
– Pero no lo soy.
– Lo sé, carajo. Por eso, como te repito, puedes parecer un puto hippie, por tu apariencia y estilo de vida.
– El pelo crecido y despeinado. Un poco de barba. Por eso lo dices.
– Sí. Ni tampoco te bañas tan seguido. Tienes tu olorcito a rancio.
– Con este frío no provoca tanto.
– Eres como que medio artista.
– ¿Las lámparas? Eso es industria a pequeña escala.
– Exacto. Una pequeña producción en un pequeño taller, artesanal, como todo lo que ellos hacen. Pero te llega usar esa palabra, artesanal, sólo porque está de moda.
– No olvides que soy ingeniero. Planifico, diseño, produzco y controlo. Distribuyo, vendo y cobro. Aunque reducido y yo mismo me encargue de todo, es un negocio serio. O, lo era.
– Vives con lo mínimo necesario, produces tus propias energías limpias y alimento, reciclas, vives en la naturaleza. Todo un ecológico. Eres verde, bien verde.
– Auto sustento, autonomía, ahorro, independencia. Anarquismo de a uno.
– Tienes el estilo de vida hippie. No lo puedes negar.
– !Pero no soy ningún puto hippie!
– ¡Ya! Tranquilo.
– ¡Puta madre!
– Sé que no lo eres. No tienes el sentido de comunidad, de compartir, porque eres un ermitaño antisocial. Por eso digo que solo pareces.
– Cómo te gusta joder.
– ….
– ¿A ti te caen bien?
– No, también me llegan al pincho.
– Qué bueno que estemos de acuerdo en algo.
– Como que ya demasiado poseros.
– No los soporto. Ni a ellos, ni sus olores.
– Y toda esa onda espiritual. Los chakras y esas huevadas.
– Cuando empiezan con esas cosas me provoca meterles un puñetazo en la cara.
– ¿De qué trata todo eso?
– Ni ellos lo saben. Son cosas importadas de la india.
– ¿Desde que los Beatles fueron a la India?
– Sí, más o menos. Desde que los blanditos de los Beatles empezaron a seguir a esos falsos gurús.
– Los Stones no le entraban a ese tipo de cosas.
– Los Stones ni cagando hubieran dejado que les laven el cerebro.
– Esos cerebros repletos de drogas.
– Todas esas drogas y todo ese talento crearon esa música tan buena.
– Los Beatles también se drogaban.
– Sí, también, como todos. Pero los Beatles tenían muy poco rocknroll. Los Stones sí, eran puro rocknroll. Por eso no se volvieron unos hippies pacifistas, a pesar de los tiempos en que vivieron.
– Es difícil combinar rocknroll con hippismo.
– Exacto. Los Stones no pregonaban paz y amor. Su mensaje era otro. Más crudo. Más real.
– Sexo, drogas y rocknroll. Por eso sobrevivieron hasta viejos, y continuaron haciendo giras.
– No entiendo a los que dicen que les gustan los Beatles y también los Rolling Stones. A la vez. Eso es algo imposible. Una paradoja existencial. Mundos en colisión. No pueden juntarse, porque uno anula al otro.
– ¿Por qué?
– Porque son totalmente diferentes. Puede que se parecieran un poco, al comienzo, pero rápidamente los Stones tomaron otro camino, más auténtico. El mismo que siguieron The Who, Zeppelin, Hendrix. El del rock desafiante, virtuoso y distorsionado.
– ¿Y los Beatles?
– Se fueron pareciendo más a la onda de Bob Dylan. Se suavizaron.
– Protestando por Vietnam, las bombas y todo eso.
– Por ejemplo, las canciones de los Beatles llevan un mensaje de paz. Hey Jude, All You Need Is Love, y esas huevadas sensibleras.
– ¿Y los Stones?
– Los Stones te dicen: «Por favor permítanme presentarme, / soy un hombre de riqueza y buen gusto / He estado aquí por muchos, muchos años, / he robado el alma y la fe de muchos hombres. / Estuve ahí cuando Jesucristo tuvo su momento de duda y dolor, / y me aseguré que Pilatos se lavara las manos y sellara su destino. / Encantado de conocerte, espero adivines mi nombre. / Pero lo que te desconcierta, es la naturaleza de mi juego».
– Genios.
– Ahora comprendes la diferencia entre uno y otro. Por eso es imposible que te gusten ambas bandas a la vez. El que lo afirme está mintiendo, o no sabe nada de música.
Al llegar a la pequeña panadería rústica donde la comunidad de vagos con energías cósmicas alineadas venden su rico pan, no puedo evitar burlarme por un rato del nombre tan cojudo que estos huevones eligieron para su tiendita: «El Pan del Amor.» Por cosas así es que me provoca tanto agarrarlos a golpes. Es que no llego a entender cómo alguien puede ser tan imbécil para ponerle un nombre tan ridículo a su negocio; aunque de estos se puede esperar algo así de retardado. Y, además, resaltan en sus letreros de pizarra negra con tizas de colores el clásico tan manoseado supuesto atributo de que su puto pan es artesanal, y a mí ya me tiene podrido esto de que todo debe ser artesanal y orgánico, sin azúcar ni gluten. Ni sabor. En realidad no es necesario que me digan que su pan -que es muy bueno, debo aceptarlo- es artesanal y no industrial, porque todos sabemos que son los mismos resinosos hippies los que amasan y hornean el pan. Aunque esta actividad pueda calificarse como artesanal por el tamaño de la operación, estoy seguro de que ninguno de ellos es un artesano, por más cueritos que entrelacen o aretes que confeccionen.
Cuando entro me saluda Roly, el más buena gente de todos, que de verdad me cae bien porque es un tipo alegre y sencillo, además que para estonaso todo el tiempo y a veces le echamos juntos. Y así es como me recibe, bien reventado, como siempre. Hace algunos años, cuando recién lo conocí, cuando empezó a trabajar en la panadería, hubo veces en que trató de saludarme con un abrazo, diciéndome cosas como hermano, paz, y huevadas de ese tipo. Y a mí me llegaba al pincho que quisiera abrazarme ni que me deseara ninguna puta paz, ya que con hola amigo o wayki y un golpe de puños, o estrechando las manos como en estilo yin yang, era más que suficiente. Por suerte en poco tiempo pude establecer el estilo de saludo como lo hace un tipo normal, de manera casual, para así evitar esos incómodos abrazos entre hombres. Aparte que Roly es de los más apestosos porque es medio rastaman y le están creciendo los dredlocks y todo eso.
Pero no puedo negar que me agrada recibir de vez en cuando energéticos abrazos de paz y amor de las chicas de la comunidad. Esos ricos apretones que me alegran el día. Además que la mayoría de ellas no usan sostén y se siente bien el contacto cercano de mi pecho con los suyos. Y unas pocas, siempre las más bonitas, huelen normal y hasta rico. Ellas me conversan y yo las escucho cuando me cuentan sus cosas, y algunas están mejores que sus panes, ya que si tienen estilo el estilo hippie les va muy bien, con sus aretes largos, sandalias, pequeños tatuajes y la manera de amarrarse el pelo o llevarlo suelto que las hace ver más atractivas.
No es para pintarme de galán ni nada de eso, pero a lo largo de los años tuve la oportunidad de acostarme con una que otra, sólo por algún tiempo, en algo así como experiencias de amor libre, al puro estilo hippie, porque con las chicas liberales es normal entrarle a eso, a diferencia de las parejas convencionales donde se exigen derechos de fidelidad. Pero con mis amigas energéticas con los chakras y reikis alineados o desalineados no existen tantos tapujos, por su libre filosofía de vida, cosa que resultó siendo positiva por las veces en que, o supe hacerla bien, o simplemente me salió de puro suertudo que me ligaran algunos tríos de los que guardo gratos recuerdos, ya que no hay nada mejor que estar con un par de chicas lindas a la vez y darles por igual y que por supuesto que lo hagan entre ellas, con las correspondientes lamidas, corridas y tijeras, y que si están de humor puede que se animen por las bolas chinas, lo que indudablemente es algo digno de ver.
La verdad es que la pasé muy bien aquellas tardes y noches. Pero de pronto un día en que la cosa estaba bien prendida, uno de estos apestosos con cara de imbécil entró en la habitación y se quedó parado mirando lo que hacíamos, y yo pensé que este está bien huevón si pretende quedarse a ver, y que si se quedaba un segundo más me la iba a bajar toda. Y este huevón sin darme tiempo a reaccionar se quitó el mugriento polo que el resinoso vestía día tras día, por lo que muy rápido me di cuenta que era obvio que este cojudo se quería acoplar a la situación, y ahí mismo paré, la saqué de una de ellas, y con el condón todavía puesto le dije que no, que ni cagando, que se vaya, que no tenía nada que hacer ahí. Por suerte y gracias a lo enfático que fui, el huevón entendió rápido el mensaje y se fue con más cara de imbécil que con la que se apareció, el muy pendejo, porque era más que obvia su intención de darle a una de mis peludas amigas en paralelo, lo que podría resultar peligroso ya que se corre el riesgo que de casualidad se produzca un cruce de espadas, y eso las huevas. Por este tipo de cosas es que no le entro a las perversiones depravadas grupales como los swingers ni esas huevadas, y gracias a ese hecho es que me fui dando cuenta de que la comunidad casi por completo como que le entraba a lo de revolcarse entre todos, según parecía. Lo de meterme un trío MHM de vez en cuando estaba bien, lo veía normal, y hasta un poco romántico. Pero más gente metida y enredada sonaba a orgía, y como soy algo conservador -pero no tanto- me pareció que esta gente era medio degenerada y a partir de allí traté de no frecuentarlos tanto. Pero sigo yendo por su pan, porque no sé cómo es que hacen los apestosos para que les salga tan bien el pan que hornean. Aunque sea sólo un par de días a la semana.
Los putos hippies, como buenos vagabundos que son, siempre buscando agenciarse techo, comida y drogas, tratando de sacar ventaja por la pena que dan para obtener lo que no se permiten gastar debido a su particular estilo de vida, aquel camino en el que el trabajo duro entra en contradicción colisionando con sus principios de paz, amor y hueveo, llegan regularmente a la comuna pidiendo asilo, supuestamente por unos cuantos días, para asegurar cama y comida, ya que siempre andan misios, y de paso aprovechan para practicar el amor libre. Aunque son pocos los que quedan de los tiempos anteriores, ya que continuamente aparecían nuevos resinosos que no sé de dónde salían tantos, pero que al final son más de lo mismo.
Antes de que la izquierda asumiera el gobierno para recontra cagarla tanto hasta el punto en el que no quedó otra alternativa que declararles la totalen krieg por ser claramente enemigos del Perú y los peruanos, cada año se veía que venía más gente de afuera, principalmente de Europa. Los fracasados del viejo continente que buscaban escapar de sus países y culturas para auto exiliarse en el Perú rural, alejados de las ciudades, donde pueden comportarse como hippies y que no los miren tan raro. Así pueden formar sus comunas, sus círculos energéticos, cultivar sus propios alimentos creyendo que son orgánicos, rendirle tributo a la Pachamama, escuchar trova -desagradable música que no soporto por ser nada más que una forma homodelicada de propaganda comunista-, decorar sus casas como turistas recién llegados de la India, con telares, cojines, mantras, elefantitos, cuarzos, péndulos y todas esas huevadas. Y leen al pervertido de Osho, adoran al farsante de Sai Baba, intentan ser veganos, practican yoga, son antivacunas y endulzan con panela. Y se bañan poco, como ya sabemos.
Es por esto que pienso que estos huevones y huevonas salieron todos desde el mismo molde, ya que la mayoría son unos sensibles progres hiper conscientes sumamente indignados por las injusticias del mundo, siempre apoyando en bloque las mismas causas, comprando el paquete completo de ideas, absurdas o no, otro motivo más por el que me llegan al huevo estos hippies progresistas, porque no hay nada más falso que un hippie progresista, ya que un hippie progresista es lo mismo que un rojo, pero pituco. Por eso es que Jorge Gonzales los describió a la perfección, ya que les dijo hace tiempo que se creen rebeldes, pero no tienen los suficientes huevos para eso. Que se quejan de la polución y lloran porque el mundo está muy mal, que critican a la sociedad y dicen que todo debería cambiar. Que en el escenario folclorizan su voz, con sus lindas melodías y románticas simpatías. Porque nunca quedan mal con nadie. Y también que sólo buscan ganar aplausos, quejándose de las bombas que con el planeta van a acabar. En las facultades y en la televisión, junto a los conscientes snob, y que se alucinan revolucionarios acusativos. Pero nunca quedan mal con nadie. Además, dice que ya le aburrió su postura intelectual, que son una mala copia de un gringo hippie. Que las guitarras de los imbéciles barbones, se vendieron al aplauso de los cursis conscientes. Que contradicen su protesta famosa, con sus armonías rebuscadas y hermosas, que sólo son artistas y no guerrilleros, que pretenden pelear… ¡Pero sólo son una mierda buena onda! También les dice que se coman su miedo a la bomba de neutrones, que se queden con su poesía y sus razones, que la corten con la selva de cemento, y que ya no aguanta sus artísticos lamentos. Con sus ridículos bolsitos y ponchos artesanales, que su cultura cursi le cae muy mal, que su protesta le da igual. Porque nunca quedan mal, quedan mal con nadie (bis).
Esta canción tiene muy buena letra, que aún en estos tiempos sigue vigente, además que Jorge le mete un bajaso. Pero, volviendo al tema, sólo en esta comuna, por ponerla de ejemplo, habitan varios extranjeros con algo de fichas, que son los que compran los terrenos y a partir de allí inician su comunidad hippiosa que recibe a todo tipo de gente: pseudo artistas, músicos misios, mochileros de paso y los que se quedan más tiempo, bricheros y bricheras; los que hacen yoga, los que hacen cueritos, los que hacen happy brownies y los que no hacen nada. Una diversidad de bichos raros de toda clase. Pero lo más peligroso de estas comunas, que se asemejan a sectas, es que estos hippies de mierda siempre forman su pequeña escuelita, donde enseñan sobre sus cosas e ideologizan y adoctrinan a los niños con sus dogmas, y les meten ideas en la cabeza desde chicos y manipulan subliminalmente sus pequeñas mentes y les enseñan a hablar como tarados en lenguaje inclusivo. Y si por ahí está la influencia de la antroposofía -es decir del sistema Waldorf, del sistema Steiner- es mucho peor, porque los niños son educados por cualquiera, sea o no maestro, y al final los pobres chicos se gradúan como aspirantes a artistas con algo de personalidad pero con escaso conocimiento académico. Y si el chibolo quiere estudiar una carrera de verdad en alguna universidad, pues está bien jodido de desventajas, ya que lo que aprendió en la escuelita comunal progresista no le servirá de mucho en el mundo real.
Roly me atiende como siempre, buena onda, y me dice que en veinte minutos salen los baguettes, que son los panes más ricos que hacen. Realmente es un placer el pan recién horneado, caliente, crujiente y aromático. Pero hay que esperar veinte minutos, así que me quedo conversando con él. El problema es que Roly sólo puede hablar sobre unas cuantas cosas porque para reventado, y se puso a contarme con gracia una más de sus divertidas historias sobre sus años de mochilero misio itinerante en España.
– Huevón. Mira quién está por entrar.
– ¿Quién?
– No voltees. Quédate quieto.
– ¿Quién?
– Espera…espera…ya.
Era la doctora. La doctora de buenos pechos y acento norteño que me atendió hace un par de semanas. La guapa doctora que esperaba cruzarme de casualidad en los pasillos, que busqué por todo el hospital las tres veces que volví cojeando por más tramadol.
Saludó a Roly, risueña y amable, con su encantadora voz. Pero también me dijo hola, buenos días, a mí, y como que quede medio ahuevonado cuando me sonrió, y quedé aún más estúpido, -seguro con cara de cojudazo- cuando mientras esperaba a que le entregaran su pedido, giró para decirme que se llamaba Lucía y que sabía quién era yo, porque me dijo «Yo sé quién es usted. Le dicen el ermitaño.» Y sólo atiné a asentir, y para mi sorpresa mencionó que había visto una de mis lámparas en la casa de una amiga, que le gustó mucho, que súper linda, que poseía un arte muy original. Su dulce halago hacia mi trabajo me sacó del estado de parálisis, y por suerte pude balbucear que gracias, agregando que qué lindo lo que decía. Ella sonrió preciosa, y me dijo que por qué no iba a la feria de los sábados a exhibirlas, que la feria había vuelto, que se venderían bien, y que ella siempre iba de compradora.
Recogió su paquete y me dijo hasta luego, que un gusto conocerme y que le alegraba que me haya recuperado de la paliza que me llevó ensangrentado y aturdido hasta ella, exigiendo a gritos que me rellenen el torrente de drogas para dejar de sentir. Por supuesto que le agradecí por haberme tratado con delicadeza y preocupación. Nos sonreímos, y me pareció ver un casi imperceptible brillo en sus hermosos y grandes ojos. Y la vi salir, caminar de espaldas, y desde ese preciso momento supe que estaba por meterme en problemas.
– Nunca te había visto así.
– ¿Qué?
– Uy, uyuy. Ya estas jodido.
– ¿Qué?
– Hasta que al fin te tocó.
– ¿De qué hablas?
– Te veo.
– ¿Cómo?
– Cagado.
– ¿En serio?
– Es la primera vez que veo esa cara de estúpido.
– ¿En serio?
– No es para menos. Es muy bella. Esos ojazos. Y su sonrisa.
– ¿Te parece?
– Claro que sí.
– Está demasiado rica, ¿no crees?
– Además del cuerpazo.
– Sí.
– Tiene buenos mangos.
– Muy buenos.
– Se ve que es una mujer de verdad.
– Sí.
– No como tus amiguitas.
– No, para nada.
– Es una doctora. Se le ve inteligente.
– Sí.
– Parece que le gustas.
– Anda, huevón.
– Me pareció que sí.
– ¿Tú crees? No jodas.
– Pero está casada.
– Esa es la huevada.
– ¿Entonces?
– Entonces, ¿qué?
– ¿Qué vamos a hacer?
– Aún no lo sé. Déjame pensar.
– No creo que la dejes pasar, sólo por estar casada.
– No lo sé.
– Eso nunca te ha importado.
– No tanto.
– Iba bien vestida, con una que otra joya.
– ¿Sí? No me percaté.
– ¿Sabes lo que eso significa? En tiempos de guerra.
– Lo sé.
– Su marido debe ser un rojo, de todas maneras.
– ¿Tú crees?
– Tiene que serlo. Si no, ¿cómo?
– Puede ser.
– Debe tener una buena posición. Un rojo con poder.
– Por ahora.
– ¿Entonces?
– Debo pensar.
– ¿Dejarla pasar? ¿O Esperar, a ver qué pasa?
– No.
– ¿Irás por ella?
– Puede que sí.
– Bien. Es lo que esperaba de tí.
– La has visto.
– Debemos idear un plan.
– Un plan perfecto. Para robársela al rojo hijo de puta de su marido.
5.
«Ahí está ella. Ve y planta esa semilla. Esa es la clave. Espera a que se convierta en una planta. Luego vas… ¡y te coges la planta!»
-Seth Rogen
Lo que pasó es que al final medio como que me animé un poco esto de ir a la feria de los sábados a poner mi puesto de venta de lámparas en el mercado de pulgas que abre al lado. Como llegué temprano, pude ocupar un lugar algo apartado del centro, pero no tanto, e instalé una exhibición sencilla con una mesita cubierta de un mantel verde, tipo los de billar o casino, y jalé una extensión eléctrica para mostrar encendidas unas cuantas lámparas. Decidí llevar sólo doce; no muchas para no llamar la atención, pero tampoco tan pocas para no parecer comerciante misio. Por suerte esta sección del mercado de pulgas estaba toldada, por si las lluvias. Al rato se me acercó el administrador o algo así de la feria, un tipo bajito y amigable, pero muy profesional en su labor, para inscribirme y de paso cobrar por adelantado la cuota de participación, que en realidad no era cara. Como parte del proceso me solicitó muy amable que por favor complete una ficha de inscripción, la que llené en un par de minutos con mis datos algo tergiversados, por precaución, ya que nunca se sabe quién más revisa este tipo de listas, pero lo más probable es que lleguen a manos de la Policía Popular, o el partido, o los ronderos, o Sendero, para repasarlas minuciosamente buscando identificar comerciantes burgueses contrarrevolucionarios. De hecho varios de los que fueron este sábado y los anteriores ya deben estar marcados, o lo estarán pronto. Por eso es que nunca doy mis datos reales, mucho menos para asuntos que tengan que ver con la burocracia estatal. Además que me parece divertido cambiarme un poco el nombre, o dar uno completamente falso, y me invento cualquier número telefónico, y mi dirección es calle tal s/n, lo que no es difícil de hacer ya que por aquí muchas viviendas no cuentan con una dirección exacta y la complementan agregando que es la cuadra tal, la casa con la puerta de tal color, que queda al frente o al lado de tal lugar.
– Te la estás jugando.
– Pero, ¿no te parece divertido? Huevear a los rojos, con tonterías así.
– Sí, tremendo vacilón. Pero si te ampayan…
– Esto no es nada. Peores cosas pueden pasar.
– Por eso mismo. A lo que me refiero es a estar aquí, haciéndola de vendedor.
– Lo sé.
– Vas a llamar la atención.
– Obvio.
– Vender lámparas no es lo que te interesa en realidad.
– Bue…
– La doctora.
– Te veo lento hoy.
– Así te vuelvan a arrestar, con nueva sacada de mierda.
– El que no arriesga…
– ¿Estás seguro que vale la pena?
– Si no me cagan la rodilla sana, supongo que sí.
– Todo por una mujer.
– Ya vas entendiendo. Y no es cualquier mujer.
– ¿Tanto así te gusta?
– Puede que sí.
– Ya estás viejo para estas huevadas.
– Por eso mismo. Si no es ahora, ¿cuándo?
– ¿Y qué pasó con tus convicciones de libertad, espacio, y todas esas pelotudeces?
– Siguen ahí. Pero puedo flexibilizarlas un poco, adaptarlas a los nuevos tiempos.
– La doctora te tiene cagado.
– La has visto.
– Sí, es una ricura total. Pero te puede costar la vida.
– No necesariamente.
– ¿Por qué? ¿Ya tienes un plan?
– En eso estoy.
– Vas a necesitar de mi ayuda.
– De todas. Hace poco dijiste que presentías que estaba por meterme en problemas jodidos. Puede que esto sea.
– No la tienes fácil.
– Sabes que me gustan los retos, como a cualquier montañista. Aunque lo que se viene es mucho más complicado que coronar un seis mil.
– Eso es algo que valoro en ti. Los irracionales huevos que tienes.
– Aprecio que lo reconozcas.
– ¿Cómo puedo ayudarte?
– En muchas cosas. Porque lo que estoy craneando es realmente loco.
– ¡Y ahí entro yo!
– Ahí entras tú.
– ¿Cómo?
– Lo primero es conquistarla. Eso déjamelo a mí, que la puedes cagar si te dejo suelto.
– ¿Lo segundo?
– Eso es lo más jodido.
– Por lo del esposo rojo.
– Ajá.
– El rojo con poder.
– Por ahora.
– ¿A qué te refieres?
– A que la guerra está por llegar a nuestras puertas, pronto. En pocas semanas los fascistas entrarán al valle del Santa.
– ¿Y?
– Que cuando eso pase, se definirán muchas cosas.
– ¿Como que el tipo muera?
– Sería perfecto.
– Los fascistas igual te matarán.
– No necesariamente.
– ¿Piensas escapar?
– Con ella, si fuera posible. O sino solano, como siempre.
– ¿Y sus hijos? Debe tener un par, por lo menos.
– Roly me dijo que no tiene.
– Eso es bueno. Pero igual no te será nada fácil.
– Ahí es cuando entras tú.
– ¿Cómo?
– En eso estoy.
– Cuenta conmigo. Para lo que sea.
– Dale vueltas. Dame ideas.
– Ok.
– Las más descabelladas que se te ocurran.
– Está bien.
– Trabajemos en equipo.
– ¡Nuevo proyecto! Interesante.
– Solo a un loco con la ayuda de otro más loco le podría resultar un plan tan demencial.
– Para eso estamos.
Como era de esperarse, al final del día me arrestaron, por más que intenté pasar piola colocando mi puesto un poco alejado, pero no tanto. Hasta me puse un gorrito y los lentes que uso para leer de cerca porque tengo presbicia, ya que de lejos aún veo bien. Pero así y todo me cayó la mancada. Esta vez fue la tercera -pero no la vencida- y como de costumbre recibí una nueva golpiza de bienvenida ni bien llegamos al siniestro y maloliente local que la Policía Popular tiene en el pueblo. Pero a pesar de que me apalearon y patearon como quisieron con dolorosa dureza, por suerte esta vez no se ensañaron con mi rodilla derecha, que es casi como un milagro. Nuevamente, una vez más, el astuto de Rubén me salvó de nuevo el culo moviendo rápido sus influencias logrando que me soltaran en la mañana. Una vez libre le agradecí de nuevo por sacarme de nuevo, aunque la verdad de las cosas es que esta tercera vez Rubén fue como que medio responsable de que me arrestaran, ya que hacía tiempo que venía jodiendo para que vaya a la puta feria en plan de mercader capitalista. Y fui, y lógicamente me arrestaron, por querer dármelas de emprendedor pequeño burgués.
A pesar del nuevo problema que me gané con las autoridades revolucionarias, la cosa es que al parecer resultó siendo algo bueno esto de ir a la feria. Vendí unas ocho lámparas, que al final no valió de mucho porque me decomisaron el dinero de las ventas, al igual que las cuatro que me quedaron al cerrar el quiosco. Pero lo positivo del sábado, a pesar del arresto y la golpiza, es que vi a la doctora Lucía, que ese día estaba increíblemente preciosa. Me compró una lámpara con base de madera laqueada con varillas de fierro pintado de negro, cable del mismo color y pantalla color paja; un diseño clásico. Ese día llevaba un perfume frutado y juvenil, de aroma suave, que pude apreciar cuando se despidió dejándome un delicioso beso en el cachete, que me dejó medio mareado. Y es que yo no sé qué tienen los aromas tanto que ver en este asunto de la atracción, que además se suman a las hormonas que emanan de sus glándulas, salen por su piel, se meten en nuestras narices y hacen contacto con nuestros receptores para estas cosas. Cosa que resulta medio afrodisíaca, y ya no se piensa con la cabeza de arriba, porque entramos en un estado medio de trance cuando toman el control nuestros instintos más primitivos, diseñados inteligentemente por la biología para atraer a las hembras de nuestra especie con la capacidad de parir hijos sanos. De esta manera la naturaleza se asegura de que todos -casi todos- tengamos sexo. Y que se sienta bien hacerlo para continuar haciéndolo. Y así, tirando rico, es como nos reproducimos para preservar la especie sapiens sapiens y no extinguirnos para continuar poblando, dominando y destruyendo el planeta.
– Ya que lo mencionas, ¿por qué será que no tiene hijos?
– Aunque en estas cosas nunca se sabe, estoy seguro que es por él.
– ¿Por qué lo dices?
– He estado haciendo mis averiguaciones.
– ¿Cómo así?
– Con Violeta. Sabe todo lo que pasa en el pueblo, como buena vieja chismosa.
– ¿Qué dijo?
– Que, una vez sin querer, a la doctora se le escapó.
– ¿Qué?
– Que parece que el huevón es impotente.
– ¡No jodas!
– Es lo que Violeta dedujo.
– ¿No se le para?
– Así parece.
– Jajaja.
– Jajaja.
– ¿No se le arma? ¿O dispara salvas?
– No lo sé. Puede ser una cosa, o la otra. O ambas.
– Que tal huevonazo. Pobre tipo.
– No sientas lástima. Recuerda que es un rojo de mierda.
– Debe ser por él. Porque a ella se le ve bien hecha para parir.
– Por supuesto.
– Y buenos pechos para amamantar, hasta a cuatrillizos.
– Violeta también cree que la tiene chiquita.
– ¡Nooooo! ¿No levanta el manicito?
– Ni para jalar tripa.
– Que tal imbécil.
– Un pequeño y flácido rojo impotente.
– Son buenas noticias.
– Claro que lo son.
– Te facilitan las cosas, un montón.
– Eso espero.
– Claro que sí. Porque ella debe haberte sacado, por instinto.
– ¿Cómo así?
– Por lo arrecho que eres.
– Pero eso la doctora no lo sabe.
– Puede haberlo escuchado. O lo supone, lo huele, por la testosterona que destilas, como todo buen enfermito sexual.
– ¿Tú crees?
– Esa cara de carretón que tienes, debe haberlo notado. Por ello su interés en ti, que no eres para nada guapo y estás medio viejo. Debe intuir que aún te funciona, que tienes la capacidad de sembrarle tu semillita. De nuevo, la supervivencia del más apto, por más inválido que ahora estés. Aunque con todas las drogas que te has metido por tantos años, esos espermatozoides deben estar bien malogrados.
– Jajaja.
– Te veo de buen humor. Me alegro por ti.
– No es para menos.
– Entonces, parece que le gustas. Y al huevón no le funciona el pipilín.
– Espero que haya notado que a mi sí.
-¿Por qué?
– Es que se me paró cuando me saludó, automáticamente. Y creo que no se me bajó del todo durante el tiempo que estuvimos charlando.
– Qué faltoso.
– ¿Cómo evitarlo? Es involuntario.
– Tu pinga es un individuo independiente. Deberías sacarle DNI.
– ¿Habrá notado el bulto? Espero que sí. No estoy totalmente seguro, pero me parece que por ratos se le iba la mirada hacia abajo.
– Al igual que la tuya hacia sus tetas.
-Es muy jodido poder mantener la vista siempre arriba, cuando un poco más abajo empiezan los pechos.
-¿Y el culo?
-También muy bueno. Redondo, levantado y carnoso. Sin llegar a parecer de bataclana. Unas nalgas con clase.
– ¿Como para morderlas?
– Eso quiero. Dejarle mi marca en el poto. Apropiármela a mordiscones y nalgadas.
– ¿Qué cara puso cuando notó que la tenías armada?
– Puso cara de pendeja, tierna y arrochada. Eso me puso aún más loco.
– Parece que vas bien. Por lo menos no la has cagado, hasta ahora. Estás siendo cauto, pero activo, aplicando tácticas clásicas.
– Por eso tengo confianza en que el plan va a resultar.
– Tampoco lo des por hecho. Sería un error.
– Lo sé. Por eso debemos pulir bien la estrategia a seguir.
– Yo digo que le vamos, con todo.
– Yo también. Pero siendo cuidadosos.
– Está bien.
– ¿Vas a poder mantener el control?
– Sí. Creo.
– ¿Estás seguro? Espero que no me hagas cometer una de tus locuras, que lo arruine todo.
– Lo intentaré.
– Eso.
– Hasta que llegue mi turno de actuar.
– Ahí sí que vas a poder desatar lo más fino de tu insania.
– ¡Excelente! No te defraudaré.
A lo que voy es a que me compró una lámpara, y estaba preciosa. Dijo que admiraba la originalidad de mis diseños, que volvería por otra que le gustó, la siguiente semana, y le dije que probablemente cabía la posibilidad de que no volviera la siguiente semana, porque seguro que me arrestaban al terminar la jornada, y que en realidad sólo había ido para ver si la veía de nuevo. Esa que le lancé le sacó una coqueta sonrisa. Pero no dijo nada, aunque sé que supo que le mandé una buena y directa.
Nos quedamos conversando un buen rato. Ella vestía un jean despintado, zapatillas blancas, una blusa de algodón blanco, que le quedaba algo apretada, pero no tanto, que hacía que sus pechos resaltaran hacia adelante, como debe ser. Es que no hay nada mejor que una hermosa mujer con buenos mangos, y los suyos se notaba que eran de los realmente buenos; tetas perfectas, del tamaño y forma que prefiero. Y estoy seguro que aún están paradas sin el soporte del sujetador. Sus pezones deben apuntar hacia el frente, no hacia abajo, ya que no es tan señora porque no se le ve mayor, pero tampoco muy jovencita. Igual, la doctora está súper rica, y tuve que esforzarme bastante para no quedarme pegado viendo sus fenomenales tetas mientras me hablaba, que si me ampayaba era roche. Por ello, la decencia indica que hay que mirarlas sólo por unos breves segundos y retirar rápido la mirada, para observarlas luego con disimulo, y así se queden grabadas en la memoria.
En algún momento dijo que sabía que soy ingeniero, que le contaron que ayudo a mis vecinos de vez en cuando, arreglando los desperfectos en sus aparatos domésticos, sin cobrarles nada. Al decir esto comprendí que es bueno ayudar, porque eso de reparar gratis las cosas de los vecinos le causó una buena impresión, que me sumó unos cuantos puntos desde el arranque. Seguro piensa que soy super bondadoso por ayudar a la gente de manera desinteresada. Durante esta interesante etapa de afanar, me parece perfecto que crea algunas cosas positivas de mí -aunque erradas-, ya que, si quiero conquistarla rápido, pues tengo que mostrarme adecuadamente, casi perfecto. La escucharé con atención, lo que me cuente me parecerá súper interesante, lo que diga y piense está bien, aunque en el fondo crea todo lo contrario.
Así es la etapa de gileo, todo el mundo lo sabe y ella también lo tiene claro. Si es que esto es lo que pienso que es. Aunque aún no estoy tan seguro de que sea exactamente lo que pienso que es. O puede ser. Pero, si se diera el caso de que poco a poco se convierta en algo más, y si por algún motivo me preguntara cuáles son mis defectos, pues le respondería con absoluta confianza, como si fuera una entrevista laboral, que quizás trabajo mucho, que soy muy perfeccionista, y ese tipo de floros. Además, en esos momentos tratamos de mostrarnos como los más tolerantes; que los gays, trans y demás bichos raros tienen todo el derecho de hacer su vida como quieran, que con total libertad pongan sus penes maricas en los culos maricas donde quieran meterlos, y que eso a nadie le importe; que apoyamos a las mujeres en su esforzada búsqueda de igualdad y equidad; que nos encantan los niños y sus lindas travesuras. Igualmente podemos afirmar con total seguridad que nos agrada la música que escuchan -a menos que sea bachata o reggaetón-, que apreciamos el arte que les gusta, que nos caen bien sus mejores amigas, y su familia también. Hasta podemos ablandarnos tanto al nivel de llegar a mentir descaradamente asegurando que nos conmovió profundamente el libro de poesía que nos regaló, cuando lo más probable es que no hayamos comprendido un carajo y solo hojeamos de pasada las primeras páginas, para de inmediato retomar donde habíamos dejado el cuarto tomo de las Memorias de la Segunda Guerra Mundial de Winston Churchill.
A lo que iba es a que fue acompañada de una amiga, que de arranque me pareció medio pesada, porque dijo que seguramente mis lámparas eran caras -asumo por la notoria calidad de los bonitos y originales diseños-, pero por suerte se fue rápido, continuando el recorrido de puestos. La doctora se quedó, para conversar todo tipo de cosas, y justo fue a eso del medio atardecer, cuando el sol estaba a sus espaldas e iluminaba su cabello, que es un poco ondulado a la altura de los hombros, pero no tanto, y se lo había pintado un poco de rojo, un tono suave medio oscuro, que le quedaba perfecto.
Estaba realmente rebuena esa tarde que hablaba sin parar, y me preguntó algunas cosas que quería saber de mí. Que por qué vivo solo allá arriba, por qué no estoy casado o con novia si estoy como que medio guapo. Y esto fue de puta madre porque me soltó esa que me gustó, y otras más, la muy picarona. Por eso sospecho que también anduvo averiguando sobre mí, seguramente por medio de alguien que conocemos en común, lo que demuestra su interés. Yo le respondí que no estoy ni estuve casado, ni nada parecido, pero fui tan huevón de no repreguntarle lo mismo, para tratar de comprender mejor cuál era la situación con el atorrante de su marido.
Noté que tenía lindas manos, con dedos huesudos y un poco largos. El cuello también era estirado y delgado, como egipcia. Sus hombros eran delicados, al igual que sus delgados brazos. Y es que la doctora estaba perfecta, y no podía ser que una mujer así de buena estuviera bien casada y a la vez anduviera coqueteando conmigo. Porque lo del sábado en la feria sí que fue un coqueteo y bien maleado, por ambas partes, y no creo que sea tan pendeja de andar calentándome así si las cosas estuvieran bien en casa, por lo que lo más probable es que esté harta de su marido rojo y ande en proceso de separación, lo que justifica un poco el gileo si es que está saliendo de un mal matrimonio.
Es por su culpa lo del insomnio de esta noche, a pesar del clona que me tomé como a las once. Espero recuperarme pronto de las magulladuras en la cara por la golpiza del fin de semana para buscarla en el hospital, hacernos más amigos, y esperar que el futuro cachudo de su esposo esté fuera de la ciudad para organizar algo en mi casa. Si es que me liga. Cena con vinos, música amena, para empezar, pero nada pacharaco. Podría iniciar con un mix en español con Los Ratones, Pericos, Soda, Callejeros, La Renga, Los Rodríguez, Calamaro, Cristina, Julieta, El Último de la Fila, Radio Futura, Prisioneros, Catupecu, Jarabe, Molotov y de ahí que corran INXS, Talking Heads, Simple Minds, Tears for Fears, U2, Pulp, Blur, James, Happy Mondays, Cure, Smiths, Concrete Blonde, Calvin Harris, Robin Thicke, Pharrell, Fat Boy Slim, Daft Punk, Yeah Yeah Yeahs, Black Keys, Muse, Goldfinger, Depeche, Garbage, Hole, Pixies, No Doubt, Pink, Fiona Apple, Jovanotti, Cake, Taylor Swift, Rihanna, Bruno, Beyonce, Alicia Keys, Strokes, Killers, Gorillaz, Parquet Courts, Twenty One Pilots, R.E.M., Morcheeba, LCD Soundsystem, Dave Matthews, Jack Johnson y otros más. Cocinaría unas chuletas de cerdo, o puede ser costillar de cordero con pastel de papa y ensalada de acompañamiento. Para animar la cosa la invitaría a probar como bajativo una degustación de mis mejores macerados. Compraría en la ciudad un postre para compartir -que de todas maneras tenga chocolate- para cerrar la cena con clase, porque esto de un solo postre con dos cucharitas es de manual para generar intimidad, aparte que darle dulce funciona como un acelerador.
Si de verdad le entra, me dice que sí, cuando vea que se me presente el momento propicio de lanzarle la invitación, para vernos alguna tarde o noche, en algo así como una cita, he decidido que me portaré bien. Seré respetuoso para demostrarle que mis intenciones son nobles. Intentaré ir con calma, para cada vez hacernos más amigos. Se nota que es inteligente y temas de conversación habrán de todas maneras, y espero que en algún momento llegue el momento de treparse encima mio y montarme aún vestida en el sillón, para luego llevarla a la cama totalmente desvestida. Todo eso que imagino sólo sucederá si es que esa noche muevo bien mis fichas, con la importante colaboración de la música, los vinos, la conversación, los shots de macerados de caña, el chocolate y las luces bajas. Si me liga, haré todo lo posible para que esos primeros polvos nuestros sean espectaculares, en especial para ella, y que se quede con ganas de más.
Claro, aunque depende, de si eso es lo que yo quiero, después de acostarnos por primera vez, donde evaluaré qué tan bien nos podremos llevar en la cama. Si la doctora es medio o bien arrecha, ya que me huele debe conocer sus trucos; si vamos a tirar como locos o no tanto como me gustaría; si podrá seguirme el ritmo; si nuestras pelvis encajarán a la perfección en cualquier posición; si querrá chupármela siempre, cada vez que quiera y no quiera, que igual baje y se la coma, y que se la trague exactamente como me gusta; que tenga aguante para cuando le dé largo y duro en perrol; que le guste que le meta sus buenas nalgadas, de las que suenan a cachetada. Y, por supuesto, lo más importante, que se venga. Que llegue rico, todas las veces. Aunque sé que eso depende en buena medida de ella misma y de cómo yo me desenvuelva.
Con sólo esa primera vez sabré si lo nuestro tiene futuro, y si veo que es posible, de inmediato activaré la segunda parte del plan para despojarla del rojo csm que tiene por esposo. Por ahora. Aunque la verdad es que, si nos seguimos viendo y la cosa prende, ello degeneraría indefectiblemente en una relación, y no estoy tan seguro de que eso sea lo que quiera ahorita, en medio de una guerra, menos si este año puede que sea el último de mi vida. Aunque, por otro lado, quizás por eso mismo pueda ser que quiera entrarle a una relación de verdad, para vivir algo real antes de morir. O, que si se da el caso de que sobrevivamos la guerra, la parca no me encuentre como un viejo triste y solitario. De nuevo, el asunto que me tiene dándole vueltas y vueltas es que no estoy tan seguro de que eso sea lo que quiera en realidad.
Pero eso ya no importa, porque esta huevona ya me tiene donde quiere, en ese lugar que tanto me he esforzado en evitar, en el que estoy dispuesto a aceptar lo que sea que ella quiera cuando ya no tenga -o aún tenga- marido. Porque, si quiere algo relajado, ir poco a poco, yo normal puedo con eso, ya que es mi estilo. Y si quiere un tipo de relación más formal, pero aún medio como que casual, pues también le voy. Y si después eso crece -me refiero a los putos sentimientos que generan dependencia y quitan individualidad-, pues no me quedará otra más que adaptarme. Aclarando, claro está, que solamente será así si lo que sea que se dé sea mutuo en igual medida, una cosa súper importante. Porque si no es así de recíproco, definitivamente no va a funcionar, ni en mil años, aunque la doctora la rompa en la cama y cocine buenaso.
Esta lamentable situación en la que me encuentro demuestra que ya estoy jodido, debido al poder sobre mí que muy rápido le he otorgado, sin que ella lo pida realmente; poder que espero de igual manera haber obtenido yo sobre ella. Lo justo. Aunque no creo que la tenga así de acojudada como ando yo, porque es una mujer sociable y amiguera, y debe estar acostumbrada a relacionarse con la gente. A gustarle a no pocos idiotas porque es encantadora. No sé por qué, pero tengo la sensación que el asunto conmigo es real, porque, si uso la cabeza, entiendo por las palabras y las señales que en verdad quiere darme a entender que sí quiere. Si la mentalidad es que, sí o sí va a pasar con la doctora -siendo algo positivo, pero no tanto-, pues sería la primera vez que me pongo así de imbécil por una mujer. Debe ser por algo. Porque, ¿por algo pasan las cosas, verdad? ¿O es estúpido creer que las cosas pasan porque deben pasar? Como si todo estuviera regido por el destino, uno inamovible. ¡Bah! Tonterías sin sentido. Las cosas van a pasar porque voy a hacer que pasen.
El asunto es que valió totalmente la pena ir a la feria a pesar del tercer arresto con sacada de mierda y que me quitaran algunas lámparas. Ya no es necesario que vaya otro sábado más, porque hay que ser bien huevón para eso. Pero como definitivamente quiero verla, por ahí que voy de nuevo al hospital con la excusa de conseguir más tramadol, y por ahí oxicodona si estoy de suerte. Tratando de pasar desapercibido, recién el viernes, para no parecer muy entusiasmado si me aparezco antes. Aparte que tampoco sería mala idea si la hago esperar un poco, para que se pregunte que qué pasó conmigo, que me extrañe alguito, que se intrigue, que se haga bolas, que dude sólo un poco, si le voy o no, para evitar que me dé por sentado y se ponga toda sobrada y me la haga difícil.
Lo cierto es que le voy de todas maneras, y ella lo sabrá el viernes que iré, aunque todavía siga con la cara abollada. Me afeitaré un poco, dejándome una sombra de barba, para parecer un poco más aceptable, pero no tanto. Para no mostrarme muy afanoso con mi aspecto, ni tampoco darle a entender que me importa una mierda como me vea para ir a verla. Según como vayan fluyendo las cosas, ya veré en qué momento le suelto la invitación. Ojalá tenga unos minutos de descanso, para que podamos conversar un rato tranquilos. Pero como va la guerra, lo dudo, y de seguro me veré forzado a hablarle y hacerla reír mientras limpia la sangre y demás porquerías de los heridos, o le toca vendarlos o recoger sus tripas y partes amputadas del piso.
Por ello es que ando dando vueltas en la cama como insomnito crónico, por más voladaso que estoy por todas las drogas que recorren mi cuerpo, buscando anestesiar carne y mente, aparte del buen trip. Y para aliviar el alma…si es que tuviéramos una. Pero más que todo se debe a que ando afinando el plan maestro para capturarla. Me viene el calor y me destapo, luego el frío y me cubro de vuelta. Ya me paré a orinar un par de veces y ambas volví con la esperanza de quedarme dormido, pero naaa.
No sé por qué será que algunas mujeres tienen tanto poder sobre uno, cómo así nos hechizan de esa manera. ¿Será porque tendrán algo de brujas? Como afirman muchas de ellas, ahora que se puso de moda llamarse a ellas mismas brujas, con tanto orgullo y convicción. ¿O será el chamico u otro menjunje secreto que nos inoculan sin que nos demos cuenta? ¿O, será simplemente la atracción por la vista, la química y las hormonas haciendo su trabajo? O, quizás simplemente, será como pasó con la doctora Lucía, que con sólo acercarse a mi puesto como que ya me había atrapado. Creo que debe ser un poco de todo eso, pero en su caso quizás hay más de lo último que lo demás. Esa cualidad no la tienen todas, la de entrar en una habitación e iluminarla toda, de paso moviéndote el suelo bien jodido. No, eso no lo tienen todas, sólo muy pocas. Y la doctora sí que lo tiene.
6.
«La muerte está tan segura de vencer, que nos da toda una vida de ventaja.»
-Chizzo Nápoli y La Renga, aunque es un dicho popular.
Para mediados de mayo las tropas fascistas entraban en una Cajamarca en ruinas luego de soportar dos años de bombardeos y la arremetida final para capturar la ciudad, importante conquista que obligó a las diezmadas fuerzas revolucionarias que quedaron en pie a abandonar la devastada región a su suerte para replegarse hacia el sureste, estableciendo nuevas posiciones defensivas en las alturas de Huamachuco, en la sierra de La Libertad. Tarapoto y el Huallaga habían caído unos días antes, lo que significaba que la República controlaba todo el norte del país, desde las playas del Pacífico hasta los ríos de Loreto.
En el frente sur, la batalla de Arequipa había concluido dos semanas atrás y los republicanos finalmente tenían en sus manos la blanca y destruida ciudad, mientras el IV Ejército continuaba su imparable avance hacia el sureste en persecución de las tropas en desbande que lograron escapar en dirección a Puno. En Arequipa ya no hay catedral, ni arcos en la plaza, ni puentes de piedra o fierro, ni muchas casonas de sillar y picanterías, y su buen ganado era cosa del pasado porque se lo habían comido todo desde que la ciudad fuera sitiada seis meses atrás. Entre los defensores sumaban 35,000 los muertos y heridos y la República por su lado contaba 20,000 bajas desde que se inició una de las batallas más duras de la guerra, especialmente para los rojos, ya que aquí fue donde se libraron los combates más intensos por el control de la región.
En el frente central el III Ejército conquistaba Tarma y giraba hacia el sureste para capturar Jauja, en preparación de la ofensiva que se planeaba para tomar Huancayo, que ya soportaba varios meses de continuos ataques aéreos. La 4ta División Blindada penetraba en la selva central tomando San Ramón y La Merced casi sin resistencia, y se dirige en paralelo hacia Satipo, ingresando al VRAEM -extensa región gobernada por el narcotráfico- por el norte para atacar desde el este en apoyo del III Ejército y continuar en dirección sur para completar los cercos para capturar Ayacucho y Andahuaylas luego de que sea asegurado el valle del Mantaro.
Durante el transcurso de los combates en Arequipa, los fascistas habían modificado su estrategia, y al parecer ya no pretenden tomar las grandes ciudades penetrando con dificultad entre los escombros ocasionados por sus propios bombardeos, que dejaron las metrópolis en ruinas como parte de la preparación de las ofensivas como les fue ordenado, ya que el nivel de destrucción alcanzado resultó ser contraproducente al otorgar al enemigo infinidad de lugares entre los edificios en ruinas para establecer defensas, tender emboscadas y apostar francotiradores. En Arequipa se libró una sangrienta guerra de ratas -rattenkrieg-, de combate cercano, luchando por cada calle, edificio, casa, e inclusive habitación por habitación. El ímpetu fascista por acabar la guerra pronto no consideró importantes lecciones de historia militar cuando de conquistar una ciudad en ruinas se trata. Increíblemente, los estrategas republicanos olvidaron Stalingrado y Berlín.
Este tipo de operaciones son altamente desgastantes para el Ejército Nacional. Soldados veteranos que no será fácil reemplazar, al igual que el armamento que requieren para conquistar el territorio por completo y expulsar, encarcelar o acabar con los rojos antes de que termine el año, para luego -según todo indica-, entrar en guerra abierta contra Bolivia con el fin de eliminar la amenaza revolucionaria dentro y fuera de las fronteras nacionales. Por lo menos por algunas décadas.
Por ello durante las últimas semanas han recurrido a movimientos en forma de pinza, clásica maniobra para encerrar a las tropas enemigas en enormes bolsas, capturando a decenas de miles de prisioneros junto con su armamento, sin la necesidad de destruir las ciudades ni sacrificar tropas con experiencia; ni matar de forma indiscriminada a todos los rojos y no rojos que encuentren al otro lado del frente. Ahora los podían matar de forma selectiva, de a pocos, con un enfoque más político, ya que para eso sirven los cercos a la perfección. La nueva estrategia fascista dicta que las tropas de vanguardia continúen su avance y no se detengan en cada pueblo o ciudad tomada para encargarse de los prisioneros capturados; de esto se encarga la segunda ola, que va en retaguardia y tiene la tarea de pasar a los rendidos por interrogatorios para determinar quiénes van a las prisiones y campos de concentración, quiénes serán absorbidos como tropas de reserva esta vez peleando para el bando contrario, y quiénes irán a parar a una fosa común excavada por ellos mismos durante alguno de los paseos que se dan todas las noches a las afueras de cualquier campo de reclusión. Los que corren peor suerte son los comisarios políticos y los miembros del partido, que son ejecutados de inmediato de un balazo en la nuca. Lo mismo ocurre con los intelectuales, maestros y cualquier autoridad que haya trabajado para la administración socialista, aunque este tipo de prisioneros generalmente pasan por pelotones de fusilamiento.
Eso es lo que se espera también suceda aquí, que el callejón de Huaylas sea convertido en una gigantesca bolsa, añadiéndose a la considerable población que habita el valle del Santa los miles de refugiados y soldados que se replegarán hacia la cordillera Blanca desde la Negra, desde la sierra norte, desde Recuay en el sur y por el este desde Tingo María y Huánuco cuando caigan en poco tiempo, huyendo de las tropas republicanas y las oleadas de paracaidistas que lanzarán para capturar los puentes y pasos de montaña que necesitarán controlar para continuar su avance. Complicada situación la que se avecina, ya que el callejón de Huaylas es eso mismo, un callejón, un estrecho valle cerrado por sus cuatro costados, con dos elevadas cordilleras a los lados y cañones en los extremos; una geografía perfecta por su belleza y para convertirla sin mucha dificultad en un gigantesco encierro. Y seguirán atacando las líneas, las fábricas y las poblaciones, estrechando cada vez más el cerco, para que en dos o tres meses más quedemos completamente atrapados, sitiados, los que no logremos salir de aquí antes de que lleguen las tropas republicanas.
– ¿Entonces?
– ¿Qué?
– ¿Qué vamos a hacer?
– ¿Cuando lleguen los fascistas?
– Sí.
– No lo sé.
– Deberías saberlo.
– ¿Tú que piensas?
– ¿Tú, que piensas? Yo voy a donde va tu cabeza. No me refiero a tu mente, que anda por todos lados, si no a tu cabeza física, tu mitra.
– ¿Qué te parece la selva?
– Me gusta la selva.
– Si existe una manera de salir de aquí, para allí iría.
– No es mala idea.
– Es la idea menos mala.
– Tendría que ser pronto, antes de que caiga Tingo María.
– Tendría que ser ya. Pero no podemos, mi rodilla aún no se ha recuperado del todo. Sólo han pasado dos meses desde la última paliza.
– Estás jodido.
– Sí, porque además ya no tengo moto. Aunque estoy pensando negociar con Rubén para que me facilite la vieja Honda del Toño si es que tenemos que fugar de un momento a otro.
– En moto eres hombre muerto. Llamarás la atención. Te calificarán como desertor. O si te atrapan los fascistas, seguro pensarán que eres un hippie de montaña y te dan vuelta ahí nomás.
– Qué huevada.
– Tendrá que ser a pie.
– ¿Cruzar la cordillera y sus seis miles caminando? Con la rodilla cagada.
– Sólo digo.
– No creo que la haga, no así. Son como 200 kms, la mitad en ascenso. Hay que cruzar morrenas, escalar roca y hielo, el frío extremo, la mochila cargada de equipos, alimento y abrigo. Aparte que no tengo botellas de oxígeno llenas y no creo que consiga alguna.
– Nadie dijo que será fácil. Además de todo eso, lo más difícil será escabullirte de rojos y fascistas.
– ¿Entonces?
– La tienes peluda. Bien peluda.
– ¿Pero?
– Pero no te queda otra.
– No das ni un puta solución.
– ¿Qué te puedo decir? Las cosas como son.
– ¿Y si es mejor esperar? ¿A ver qué pasa?
– ¿Dejarlo al azar? Tu vida, y mi existencia.
– Quizás cuando lleguen los fascistas puede que me vean como a un viejo lisiado y…
– No. Te van a fusilar.
– ¿Por qué lo harían?
– Por estar en territorio rojo, sin ser ningún quintacolumnista reconocido.
– No es suficiente motivo.
– ¿Por ser un mugroso hippie?
– ¡No soy ningún puto hippie, por la puta madre!
– ¡Ok, carajo! Ya. Reformulo, porque «puedes parecer» un hippie progre liberal. Parecer, ¿entiendes?
– Pero no lo soy, para nada.
– Lo sé, necio de mierda. Sólo digo que lo pareces, por la pinta de loco resinoso. Además de tus olores.
– Puedo cambiar de imagen, no es problema.
– Ahora si estás pensando un poco.
-Puedo aparentar ser más viejo, y como ando cojo…
– Sería irónico que te maten los fascistas, a ti. Un anarcofacho, según tú. Que sean ellos, tus héroes autoritarios, los que pronto te maten.
– Tampoco es tanto así. No admiro ciegamente, menos con fanatismo. Lo veo con un enfoque más como de marketing, recogiendo los mejores atributos o métodos que cualquier cosa puede tener, así sea tu competencia, o en este caso, tu enemigo. Entonces, lo que mejor hace el fascismo es luchar contra el comunismo, o el socialismo, su versión más light. Eso es lo que rescato de ello, porque tiene un gran valor.
– Te contradices.
– Lo sé. Ese es uno de los grandes problemas del anarquismo, las contradicciones. Eso porque no contiene un dogma fijo, lo que permite pensar lo que a uno le dé la gana. Las características comunes que comparte el espectro anarquista por completo son la libertad absoluta, la flexibilidad y tolerancia de ideas, el sentimiento antisistema y por sobre todo el rechazo visceral al estado y la autoridad, tal como se conoce.
– Estás hablador. Estás nervioso.
– ¿Qué esperabas?
– ¿Por qué no fumamos? Para relajarnos. Rolea uno bueno.
– Mejor no. Debo mantener la cabeza clara. Y tú de stone te vas a poner a joder y distraerme.
– Pero siempre has dicho con convencimiento científico que las mejores ideas que has tenido han llegado a ti stone o cagando.
– No tengo ganas de cagar.
– Entonces prende un wiro, pues weon.
– Está bien. Puede que nos inspire.
– Dime, ¿por qué estás así de angustiado?
– Por la situación. ¿Por qué más?
– ¿Tienes miedo de morir?
– A mi edad, no le temo a la muerte. Si es rápida, sin dolor, y que de algo valga la pena.
– Pero, ¿te intriga cómo será? Cuando llegue tu hora.
– Gracias por profundizar en el tema.
– No lo hago para molestarte si te digo algunas verdades de forma directa. Es mejor anteponerse a los hechos, analizar las probabilidades y posibilidades, para que así tomes mejores decisiones, sabiendo lo que te espera.
– Te veo más sensato. Me aconsejas mejor, ahora último, para ser tú.
– Trato.
– ¿Y cómo así?
– ¿Qué?
– Que no estás utilizando mis trastornos en mi contra, como siempre.
– Vivimos circunstancias excepcionales. La joda puede esperar. Ahora lo importante es sacarte de aquí con vida. O, que si te toca morir, mantengas tu dignidad.
– No te pintes de altruista, porque si yo muero tú también. No hay vida sin consciencia, y la pérdida de la mía es también de la tuya.
– En eso tienes razón. Bueno, a lo importante. Luego de repasar brevemente los aspectos negativos del plan, lo que puede salir mal y probablemente salga mal, ahora veamos las posibilidades positivas de este casi imposible proyecto de intento de fuga.
– A ver, te escucho. Ya que hoy estás de sabihondo, y tus intenciones parecen un poco honestas.
– Por supuesto que sí, si somos dos en uno, o uno de dos. Te aprecio y hasta te admiro, después de tantos años de convivencia y manipulación. Tienes aguante. Además, como dices, si te matan yo también quedo ahí. Las locuras no cambian de huésped al morir la carne y la consciencia, no nos reencarnamos en potenciales nuevos locos por atormentar, como sí lo hacen los demonios.
– ¿Los demonios?
– Sí.
– ¿Decías que podría haber un lado positivo?
– Correcto, con varios aspectos a considerar. Primero, a pesar de que el frente se encuentra cada vez más cerca de Huaraz, todavía tienes algunas valiosas pocas semanas para preparar la fuga, mientras se sigue recuperando tu rodilla.
– Lógico.
– Algo muy importante, quizás la diferencia entre llegar vivo a la selva o morir en las heladas alturas serranas, es toda esa valiosa experiencia acumulada que posees como andinista solitario. Porque conoces las rutas, los tiempos de recorrido, las dificultades y características propias de cada camino, montaña, nevado y abra; sabes leer el clima y el entorno, eres bueno con los mapas, además de la habilidad para sobrevivir varios días en condiciones extremas con poco alimento y refugio. Conocimientos imprescindibles adquiridos a través de tus largos y viejos años de vagar por los cerros, sumándose a todo esto algunas cualidades como la resistencia, la paciencia, y un gran respeto hacia la aplastante energía que emana de los picos más altos.
– Me sorprende que digas algo bueno de mi.
– No te emociones, ni confundas, me refiero a tu lado de montañista, no a tu conducta como ser humano.
– Entonces, ¿crees que la haga? Llegar a la selva y encaletarme un tiempo, hasta que la carnicería termine.
– Si tu rodilla recupera fuerza, y con bastante suerte, no veo por qué no.
– Puede ser. Quizás en un mes ya estaré…
– Aunque huir es de cobardes.
– Puta madre. Ahora te pones moralista.
– Sólo digo.
– ¿Entonces?
– ¿Qué?
– ¿Me quedo? Para que me ejecuten.
– ¿Lo harías?
– No me gustaría. Pero parece que a ti sí.
– Como que va un poco con tus ideas suicidas.
– Nuestras, ideas suicidas. Pero no tiene nada que ver una cosa con la otra.
– Sí, porque igual acabarás muerto.
– Pero no es lo mismo, pues huevas. Entre hacerlo yo mismo, u otro. No es lo mismo.
– Bue…
– No hables huevadas.
– Ok.
– ¿Qué tan probable es que me maten los rojos? ¿O los fascistas?
– ¿Si que te quedas? ¿O te mueves?
– Sí.
– Cien por ciento.
– ¿En ambos casos?
– Sí.
– …
– …
– ¿Cómo lo sabes?
– Por lógica.
– …
– …
– ¿Entonces?
– Entonces, ¿qué?
– ¿Qué mierda hago?
– No lo sé, pero tenemos un mes para resolverlo. Déjame rayar con eso mientras mejora tu rodilla.
– Está bien. Para este tipo de situaciones eres bueno, las extremas. Escapar de ambos bandos en medio de una guerra. Cruzar la cordillera para llegar a la selva. Cuerdo no la hago.
– Necesitas locura.
– Gracias.
– Para servirte.
No será nada sencillo fugar antes de que lleguen los fascistas, ya que primero tendría que atravesar zonas controladas por el Ejército Popular. O Sendero. O los narcos. O los ronderos. Lo sensato sería dirigirme al sur para cruzar la cordillera por Chavín buscando entrar a la selva por el valle del Monzón, y de ahí continuar hasta Tingo María, pero esta ciudad aún está en manos rojas, y si me atrapan me acusarán de desertor enemigo del estado socialista y ahí mismo acaban conmigo; aunque si tengo algo de suerte puede que me recluten para sus batallones de volksturm a la peruana, formados por adolescentes y casi viejos como yo, unidades de sacrificio condenadas a la muerte. Pero lo más probable es que me disparen o ahorquen, por desconfiados. Entonces la tengo más difícil, porque tendría que cruzar la cordillera más al norte, subiendo por el valle, acercándome a los fuertemente resguardados pasos de montaña, para entrar a la selva por San Pedro de Chonta y llegar al Huallaga por Tocache, que pronto caerá en manos republicanas. Si logro eludir a los rojos durante el trayecto, que no será cosa fácil, me encontraré con los fascistas una vez que cruce el frente, y ahí comienza la otra mitad del problema.
Ese es el dilema, que, si me atrapan durante el intento, ¿quién será?…¿Los rojos o los fascistas? ¿Quién prefiero que lo haga? Ya que es altamente probable que cualquiera de los dos bandos me dé vuelta. Tremenda pregunta, de resultado incierto. A ver, entonces, analizando. Si me matan los republicanos sería algo muy duro de asimilar. Lo sentiría como una traición; o un error, que es peor. Que me maten los rojos tendría más sentido. Sería la consecuencia lógica, sin confusiones. Así se cerraría el círculo, y moriría con la mente clara. Pero serían los rojos de mierda los que acaben conmigo. Jodido.
La verdad de las cosas es que prefiero que no me mate nadie, ni rojos ni fascistas. Tampoco me gustaría morir por enfermedades, como que amebas devoradoras penetren mi cerebro y se propongan destruirlo desde adentro. ¿De viejo? ¿Causas naturales? Puede ser, si es que me conservo lúcido y no me agarra un alzheimer maleado; pero sería una carga, y si no hay nadie que quiera cargar conmigo ahora que estoy medio sano, aún no tan cagado, peor sería de viejo decrépito, así que no es una buena opción. Por otro lado, están los accidentes. En moto, auto, bus, avión, escalando o como sea que sea. Una muerte rápida cargada de adrenalina, pero con los segundos suficientes para darte cuenta de lo que va a pasar y no podrás evitar. Por ello creo que morir en un accidente es lo que me toca, como para continuar la tradición familiar, ya que no sé por qué motivo la mitad de mi familia paterna ha muerto en accidentes, incluido mi padre que se estrelló contra una montaña boscosa de selva alta piloteando un Buffalo DHC-5 en plena tormenta. En ese momento se definió más o menos mi vida y destino, cuando era un diminuto feto en gestación.
Otra opción, la clásica y más sencilla, es volarme los sesos de un balazo, como lo hicieron muchos grandes personajes de la historia, con honor, ejerciendo plenamente la libertad de decidir por ellos mismos el momento de darle a su vida el cierre con clase que se merecían. El mayor acto de autogobierno posible; decidir cuándo, dónde y cómo se termina. Una muerte libre y convencida que pensé y repasé por muchos años, durante los días más oscuros y desesperanzadores, estados inevitables de negatividad alimentados por mi auto buscada casi absoluta soledad. Cuando no ves una salida rápida y factible que cambie para bien lo mal que la estás pasando, el suicidio se percibe como una solución cálida y amigable, un abrazo acogedor, una acción liberadora, que, de pronto, sin mucho esfuerzo, elimina problemas y angustias. Y, claro, todo lo demás deja de existir, salvo tus huesos si es que te entierran.
Pero hace tiempo que ya no pienso en eso. Ahora me parece una cojudez, juvenil y debilucha, de perdedor. Aunque soy claramente autodestructivo con mi salud y me gusta desafiar la muerte cuando se presenta la oportunidad, en realidad me gustaría seguir viviendo, con algo de inexplicable suerte, por lo menos hasta los noventa años. Noventa y cinco, por ahí. Los últimos chequeos de corazón, pulmones y demás fueron positivos. No había nada de nada, todo bien, incluso para mi edad, y hasta mis pulmones estaban más limpios que los de un no fumador, a pesar de todo el tabaco y hierba que le meto. Un hígado sano para todas esas píldoras y macerados. Esto me sorprendió, ya que no pasaba por el médico como en quince años, y estaba seguro de que me iban a hablar de tumores en el pulmón, arritmias en el corazón y arterias taponeadas listas para el infarto; derrames cerebrales en potencia, principios de diabetes y hasta algo malo con la próstata -la única vez en que alguien me ha metido un dedo al culo, pero por suerte fue un viejito y ya que fue por motivos médicos sigo manteniendo mi integra dignitas-. No como otros.
Entonces, las saludables noticias sobre mi salud como que me repotenciaron, me hicieron sentir más fuerte, capaz de todo, y hasta quizás inmortal. La lógica de esto, el responsable de mi buena salud y de mantener mi mente bajo un relativo control es sin duda alguna el montañismo. Y el tabaco. Y la marihuana. El simple acto de trepar y bajar cerros significa mucho más que eso. Es elegir un objetivo retador, aunque razonable, un lugar a donde llegar con el máximo esfuerzo, para al poco tiempo dejarlo y volver al punto de partida. Es enfrentarse a las fuerzas de la naturaleza, que cuando anda de malas nos expulsa, quiebra y hasta atrapa para siempre, utilizando todos sus recursos. Escalar es volver a ser un ser primitivo, un humano real, un homo sapiens sin el segundo sapiens, alejado de todo confort y frivolidad, sólo y austero luchando contra la agresividad de las fuerzas y elementos, reduciéndose todo a no pensar en nada más que en llegar y también volver. Pero cruzar la cordillera Blanca en solitario de incógnito en medio de una guerra es otra cosa, una cuestión de sobrevivencia más que de andinismo. Así que tendré que pensar bien que, si al final fugo, cuál será la ruta a seguir. Por ahora sólo me queda ver qué pasa en las siguientes batallas, mientras mejora un poco más mi rodilla derecha. Aunque igual iré armando una mochila, por si las moscas.
7.
“El amor no es ciego, es retardado.”
-Charlie Sheen
Hace como un mes que no sé nada de nada de la doctora. La última vez que la vi fue en el hospital, cuando me escabullí de madrugada, que sabía esa noche estaba de guardia ya que anduve indagando sus horarios con la complicidad de una enfermera amiga, calculando que a esas horas no habría tanto ajetreo médico y quizás dispusiera de un poco más de tiempo para tomarse un descanso y un mate conmigo. Aquella vez la noté difusa, preocupada, cansada, y seguramente debido a mi clara cara de interrogante y la confianza que poco a poco iba sintiendo hacia su nuevo amigo vestido con piel de cordero, es que decidió contarme algunas cosas, personales, asuntos íntimos, de esos que sólo saben las amigas más cercanas.
Lo primero que me contó fue que en un par de días partía hacia el frente, para hacerse cargo del hospital de campaña que el Ejército Popular tenía a unos cuantos kilómetros de Recuay, ya que el jefe médico de la estación había muerto durante el último ataque de la aviación republicana, y que no tenía la menor idea de cuándo iba a volver. Si es que volvía. Dijo que estaba harta de la guerra, de ver tanta sangre y sufrimiento, que ya no lo soportaba, que se sentía a punto de un colapso nervioso y que no daba más del cansancio. El hospital de Huaraz ya había autorizado la licencia de una semana que había solicitado para recuperar sueño, ánimos y energías, pero ese mismo día recibió la orden que le informaba acerca de su nueva asignación, donde tendrá que amputar y suturar sin descanso, además de cargar con la desgarradora responsabilidad de tener que decidir a quién atender primero, segundo y tercero, y a quién suministrar la compasiva morfina para otorgar una muerte menos dolorosa.
No lo dijo, pero era obvio que sentía miedo, como que presentía que existía una alta probabilidad de ser una baja más en el mermado cuerpo médico, como su antecesor en el cargo. Lo que sí me confesó de manera increíble para mi sorpresa es que en algún momento pensaba huir, cuando las cosas se pusieran mucho peor, que aprovechará el estado de caos cuando los fascistas estén a las puertas de Huaraz para escapar de la sierra, que verá la manera de cruzar las líneas con una nueva identidad, tratando de llegar a la costa para de inmediato enrumbar a Piura y refugiarse con sus padres. Guardaba la esperanza que por ser médico no la iban a encarcelar ni pasar por las armas, que iban a comprender cuando les contara que por ética profesional había rescatado de la muerte a muchos soldados republicanos prisioneros; que no es socialista y menos comunista, que desprecia a todos los rojos por igual, que se había visto obligada a colaborar con el enemigo porque es su juramento de médico y su deber como ser humano. A pesar de haber convivido con tanta muerte, la doctora no estaba lista para ello. Pero lo que más le aterraba era la posibilidad de ser violada, por uno, dos o más soldados ebrios o sobrios, de cualquier bando, ya que era plenamente consciente de su riesgosa belleza. Me mostró la cápsula de estricnina que guardaba camuflada en uno de sus lápices labiales, que esperaba no tener que utilizar a menos que fuera inevitablemente necesario.
Me preguntó que qué pensaba de todo ello, si su plan tenía alguna posibilidad de éxito, que si era demasiado arriesgado, que si mejor se quedaba aquí, que por ahí quizás no la vieran como el odiado enemigo, por ser mujer, doctora y no parecer de la zona; que su inteligencia y capacidad de comunicarse con claridad la iban a diferenciar del resto, que cualquier oficial republicano lo notaría y le darían un trato especial. Toda esta esperanza de salir librada de una situación realmente complicada se debía a que la doctora estaba recurriendo al pensamiento mágico, aquel estado mental configurado en modo de auto engaño, pero que ayuda a pensar de manera positiva, en que al final todo va a salir bien, que su plan va a resultar, quizás mejor de lo esperado.
Pero existía un factor que podría arruinar su audaz intento de escape. Hasta ese momento yo casi no había dicho palabra, me limité a escucharla soltar lo que guardaba dentro, y justo cuando agarraba valor para mencionar lo que habíamos evitado mencionar desde que nos conocimos, la doctora se me adelantó y lo dijo, y en ese momento pude percibir cierta vergüenza y arrepentimiento cuando lo hizo. Me dijo que su esposo es del partido, que tiene un buen puesto en el estado socialista a punto de desaparecer, que es nada menos que Néstor Chacón, el jefe de la región. Esta información no era nueva para mí, ya lo sabía por Rubén y Violeta, que conocen bien a todos los miembros y no miembros del partido en Marián, Huaraz y alrededores. Ambos me advirtieron del peligro que corría sólo por conversar con ella esas pocas veces que la había ido a buscar al hospital. Dijeron que me olvide, que la olvide, que siga con lo mío, lo de siempre. Que me contente con mis amigas, como antes. Pero desde que me jodí la rodilla, sumado al par de palizas que me regaló la revolución, me he visto obligado a refugiarme en la casa aún más que de costumbre, aparte que la bajona depresiva que me acompaña desde hace unos meses ha disminuido mi apetito sexual considerablemente, con casi nulas ganas de pactar uno que otro encuentro. Además, supongo que algunas de mis amigas ya deben haber fugado, o puede que hayan sido reclutadas, o quizás ya estén muertas y yo ni enterado.
Violeta y Rubén, conociéndome, deben haber pensado que este asunto con la doctora se me iba a pasar al pasar los días, desanimado al saber quién era su marido y el efímero, aunque potencialmente peligroso poder que ostenta. Por ahora. Pero, si se analiza la coyuntura a profundidad, aquella en la cual los rojos están por perder la guerra, Y pronto, puede que sea una oportunidad favorable para concretar mis planes de conquista, sustracción y apropiación. Antes de que le diga que yo también estaba pensando en salir de aquí para refugiarme en la selva hasta que acabe la guerra y pueda salir a la luz libre de sospechas, me contó, no con pena, más bien con cólera y rencor, la bomba de que en realidad no quiere a su esposo, ni una mierda, que lo detesta con desprecio, por ser lo que es, un arribista a la venta al mejor postor, además de ignorante y maltratador. Aclaró que nunca le había pegado, pero que la tortura psicológica era despiadada. Que se casó con él por ser una joven estúpida, que no se dio el tiempo necesario para conocerlo a fondo antes de dar el sí, teniendo tantos pretendientes mil veces mejores que el enano con cara de rata con el que finalmente llegó al altar. Una brillante estudiante de medicina con un futuro prometedor, casada con un corrupto y cuadriculado burócrata municipal, que tenía como única ambición la de escalar posiciones en la administración estatal, confiado en sus rastreras habilidades políticas de engaño y manipulación. Para labrarse un futuro mejor y conservar así a su lado a su hermosa esposa, como si fuera un trofeo, una manera de intentar mostrarse como un gran hombre por haber conquistado a una gran mujer.
Me contó que estaba por dejarlo justo cuando estalló la guerra, pero en ese momento pensó que podría ser peligroso llegar a Piura en medio de tanta revuelta, y que le pidió que por favor no lo dejara, menos en esos momentos, ya que la revolución podría resultar beneficiosa para ambos -financieramente hablando- si movía sus contactos para asegurarse una posición de prestigio dentro del nuevo estado socialista. Pasaron los años, y las batallas perdidas, y su conducta y trato hacia ella fue cambiando para peor. Cada vez se sentía más frustrado al ver cómo las promesas revolucionarias para un mundo mejor -léase en su beneficio personal- estaban cada vez más lejos de su alcance mientras avanzaba la guerra. Pero lo que más le dolía era no poder haberle dado un hijo, y a pesar de saber por la ciencia que el problema lo tenía él, por infértil flácido impotente, el cobarde culpaba a su sana esposa por no poder quedar embarazada.
Esto último que me contó fue algo muy íntimo, cosas que no se cuentan así nomás, menos a quien se la está gileando,…pero con buenas intenciones. Lo que dijo se interpreta como que está viendo que ya no hay vuelta atrás, que ese matrimonio ya fue, y que al abandonarlo e irse de aquí cuando se presente el momento, que espera sea pronto, por fin lo alejará de su vida, para siempre. Porque, o el huevón huirá para Bolivia, o lo fusilarán los fascistas por ser un sucio rojo con credenciales oficiales.
Se le notaba consternada, esforzándose por contener el llanto, así que aproveche el momento para cogerle las manos con cariño, mirarla a los ojos y decirle que tenía mucha lógica lo que pensaba hacer, para quitárselo de encima y de paso sobrevivir la guerra; para comenzar de nuevo en un buen hospital piurano, donde iban a reconocer su talento y valiosa experiencia como médico de guerra. En ese momento, luego de decirle ese par de cosas, la doctora me miró diferente, con otros ojos, lo pude notar claramente. Como que me vio ya no sólo como su nuevo amigo, ese misterioso ermitaño del que había escuchado una que otra cosa pero que sólo había visto de lejos un par de veces. Pero de pronto, un día llegué apaleado semi inconsciente al hospital, hablando incoherencias y pidiendo a gritos que me administren las drogas más fuertes que tuvieran, para que unos días después recontra descarado la empiece a cortejar a pesar del lamentable estado en el que me encontraba; magullado, moreteado, con la cara hinchada y un ojo cerrado, más feo que nunca, pero totalmente confiado y carente de toda vergüenza a pesar de mi penoso aspecto. Yo no le di mucha importancia a esto, me preocupaba más la rodilla que la cara deformada, y no era ningún problema darme una vuelta de vez en cuando por su trabajo para conseguir mis analgésicos opiáceos favoritos y ver si por ahí la veía de casualidad recorriendo el hospital por completo. Pero la doctora sí lo notó, y valoró, rescató el esfuerzo y la insistencia asolapada de absurdas explicaciones, pretendiendo justificar por qué diablos no estaba reposando en vez de andar dando vueltas por los pasillos a paso de muleta tratando de agenciarme drogas mientras preguntaba por ella. Y, lo más importante, es que supo, o supuso, acerca de mis reales -aunque nobles- propósitos.
El momento estaba como para un abrazo. Esperaba que lo haga, con ganas, y la doctora debió sentir lo mismo porque de un segundo a otro me rodeó con sus brazos y apoyó su cabeza contra mi hombro. De todas maneras debe haber sentido lo fuerte que bombeaba mi corazón en ese momento y posiblemente la palpitante de lo más romántica inflamación que ocurría dentro de mis pantalones. Cuando nos soltamos me dijo que gracias, por escucharla, por ayudarla a convencerse sobre lo que debía hacer, sin llegar a recurrir a la clásica e instintiva manera que tienen los hombres para lidiar con este tipo de situaciones, limitándonos a dar soluciones racionales para resolver los problemas.
Este era el momento que había estado esperando. Sin soltarnos las manos, sentados en una dura banca de madera, envueltos en la penumbra a luz de cirios dentro de la pequeña capilla del hospital, que a esas horas estaba vacía, le dije que yo estaba planeando algo similar, pero en el otro sentido. Que pensaba ir hacia el este, no al oeste, como ella pretendía hacer. Al revelarle el plan secreto que estaba cocinando, algo así como una luz apareció en su mirada, en su expresión, señales que comprendí al instante. En esos momentos lo que ella quería era prestar atención, que ahora era mi turno de hablar, y que, aunque apreció que la haya escuchado y validado, mi deber como hombre, lo que esperaba de mí, era justamente aquella característica que poco antes no habría recibido con agrado, pero que ahora resultaba absolutamente necesaria. Debía ejecutar el rol para el que estaba programado, desplegando mis mejores recursos e ingenio. Debía dar soluciones. Soluciones prácticas que la protejan de los innumerables peligros que deberá sortear para llegar entera a su tierra y familia.
La doctora acercó una vela, me pidió que me bajara el pantalón, tocó y observó por unos segundos la rodilla envuelta en vendas con manchas de sangre, las retiró con gentileza, presionó con cautela para saber dónde me dolía más, se detuvo a pensar un momento, y finalmente dijo que no la veía bien, para nada bien, que estaba inflamada e infectada, y que si no quería quedar cojo para siempre lo mejor era que me operaran, cuanto antes mejor. Dijo que si mi plan era cruzar la cordillera, que me vaya olvidando de eso, la rodilla no lo aguantará, y sin poder caminar moriría congelado.
Le dije que llegar a la selva era un plan más, pero en el que tenía mayores probabilidades de pasar desapercibido tanto de rojos como de fascistas, por lo desolada e inclemente de la ruta, y que mi experiencia como viejo andinista me serviría de mucho. Pero que era consciente que con la rodilla así de jodida quizás no fuera una idea tan buena, menos ahora con su nuevo diagnóstico. Le dije que podía cambiar de planes, sin ningún problema, que quizás podríamos afinar el suyo con mi ayuda. En ese momento me convertí en esclavo de mis palabras, ya que estaba diciendo cosas importantes. No había vuelta atrás. Y la casual y coqueta amistad con la doctora, de pronto se volvió un asunto de vida o muerte. Tremenda responsabilidad.
Me puse de pie, ella hizo lo mismo, nos miramos por unos segundos, y se la solté directa. Le dije: «Lucía -primera vez que no le decía doctora, o doctora Lucía-, de alguna manera estamos en una situación parecida, cada uno por sus razones particulares, pero al final todo se reduce a cómo terminará esta maldita guerra. Las batallas por venir definirán nuestros destinos, y, al igual que tú, prefiero salir de aquí antes de que lleguen los fascistas, que quedarme a ver qué pasa. Si me toca morir, que sea en activo, y no en inercia. Lo que quiero decir, es que sí es posible escapar, juntos, tú y yo. Aunque no será nada fácil. Tendríamos que afinar bien la ruta y los detalles, pero confío en que podremos hacerla. Escabullirnos de tu esposo y el resto de rojos al dejar el valle del Santa, escalar la fuertemente resguardada cordillera Negra, cruzar las posiciones rojas sin ser detectados, llegar al frente, cruzar la tierra de nadie como fantasmas, descender la cordillera, alcanzar las líneas republicanas sin recibir un sólo disparo, ser capturados e interrogados, hacernos pasar por médicos colombianos, y, si todo sale bien, solicitar refugio, y luego asilo. Hasta que acabe la guerra. Luego ya podremos retomar nuestra verdadera identidad. O no.»
Escuchó atenta lo que le estaba planteando, y la muy lanza de la nada me preguntó que qué era lo que sentía por ella.
– ¿De verdad quieres saberlo? -le pregunté luego de unos cuantos largos segundos-.
– Sí.
– Creo que ya lo sabes.
– No. Dímelo.
– No es fácil.
– Sí lo es.
– ¿Acaso no lo ves? ¿En mis ojos? ¿En mi voz?
– Dilo de una vez.
– ¿De frente?
– Sí.
– Te podrías asustar.
– No lo haré.
– Pensarás que estoy loco.
– No. Nada de eso.
– Bueno. Ahí va. La cosa es que, de manera increíble, inédita, he llegado al punto, en tiempo récord, gracias a ti, a estar últimamente en un estado como de algo que medio creo que puede ser como que me estoy empezando a enamorar de tí.
– ¿En serio?
– Sí. No dejo de pensar en estar contigo.
– No me puedes decir algo así si no lo sientes con todo.
– No seas cruel, que me está costando.
– No juegues conmigo.
– Lo mismo te pido.
– No lo haría.
– Tampoco yo.
– Entonces…¿te mueres por mí?
– Me recontra cago por ti.
– Pensaba que sólo te gustaba. Que lo que querías era conquistar a la mujer más guapa de por aquí.
– ¿Por qué pensarías eso?
– Porque tienes tu famita.
– No. No. Son chismes, sólo chismes. Exageraciones.
– Ok. Exageraciones.
– ¿Y…?
– Y, ¿qué?
– ¿Y tú?
– No puedo creer que esté pasando esto.
– Pues créelo.
– También me gustas. Mucho.
– ¿Cuánto?
– Ya te dije que mucho.
– Está bien.
– Aunque, después de hoy, de todo lo dicho, de que exista una posibilidad de salir de aquí, contigo, de pronto siento muchas más cosas.
– ¿Cuáles cosas?
– No te lo diré. Aún no.
– Te vas a enamorar de mí.
– ¿Ah sí? Ya veremos.
– Entonces…
– Entonces…, ¿qué?
– Ven aquí.
La jalé hacia mí, y delante de Dios, Jesús, María y todos los santos, nos dimos el primer beso, un agarre de lo más rico. Luego de un par de minutos me soltó, se alisó la bata, pasó las manos por su cabello, me dijo que tenía que volver, y que ojalá que nadie nos haya visto.
– ¿No te estarán vigilando? Sus perros guardaespaldas.
– Sí. Ya te conocen.
– ¿Cómo lo sabes?
– Los he visto seguirte.
– Me estás jodiendo.
– ¿Eso te asusta? Que te puedan hacer daño.
– ¿Torturarme y ahorcarme?
– No seas dramático.
– No, no es drama ni exageración.
– No llegaría a eso. Aún no.
– ¿Por qué?
– Porque está en falta.
– ¿Cómo así?
– Por pendejo y por imbécil. Hace poco descubrí que tiene un romance o lo que sea con la viuda del general Pachas, muerto en combate hace no más de dos meses.
– Que tal desgraciado.
– No tiene bandera. Por eso ahora teme cuál será mi reacción.
– Tu despiadada venganza. No sólo dejarlo, sino también cagarlo, quebrarlo en todo sentido.
– Tengo el poder para hacerlo. Y no le temo a lo que venga después.
– Así que ya salí a la luz. Y con roche. Yo que intento en vano pasar desapercibido. Saben quién soy y de donde cojeo, literalmente.
– Lo siento. Aunque la verdad es que también te lo buscaste. Por buscarme tanto.
– No lo pude evitar. Y, después de esta noche, estoy seguro de que valió la pena.
– ¿Eso te preocupa? ¿Que te tengan marcado?
– La realidad de las cosas es que el partido, los senderistas, los ronderos, la Policía Revolucionaria y las putas libélulas ya me tienen marcado hace tiempo. Estoy acostumbrado a la vigilancia. Pero esto es otra cosa. Se puso personal.
– Y cada día será peor. Salgamos de aquí, lo antes posible.
– Tienes razón. Es lo más sensato. Cambio de planes, todo se adelanta.
– Pediré que traten tu rodilla antes de irme para Recuay. Estarás mucho mejor para cuando llegue ese día.
– Sería perfecto, gracias. Y lo sería aún más si me recetas tramadol, paracetamol y diclofenaco. Clonazepam si es que se puede.
– Veré lo que puedo hacer.
– ¿Cuándo te veré de nuevo?
– Supongo que cuando vuelva del frente, en algún momento. Espero que cuando eso pase tengas tu plan bien armado.
– Nuestro, plan.
– Sí. Nuestro plan.
– ¿No irás a arrugar, al final?
– No. Hablo en serio. Me voy de aquí, contigo.
– Está bien.
– ¿Me crees?
– Sí. Te creo. ¿Y tú? ¿Confías en mí?
– Sí.
– Sé que nos conocemos hace poco…
– Confío en ti. En que nos sacarás de aquí.
– Lo haré.
– Pero antes de irme, hay una cosa que quiero hacer.
– Lo que sea.
– A ti.
– ¿Te refieres, a..?
– Sí.
– ¿Aquí? ¿Ahora?
– El momento es perfecto. ¿Acaso no te pone una capilla oscura? Fantasear que todas esas imágenes santas y virginales nos miren.
– Eres una diablilla. Me encantas. Aunque…
– ¿Qué?
– Lo siento, pero tengo que preguntarlo. ¿No será por despecho, verdad? Devolvérsela. Sacarte el clavo. Balancear las cosas.
– Sí, todo eso también. Que se joda.
– No me hago problemas si puedo ser útil para esos fines, al contrario, pero…
– Escúchame. Fuera de todo eso, tienes que saber que quiero que pase simplemente porque muero de ganas de que me hagas el amor.
– Esta noche será inolvidable. Ven. Sígueme.
La cogí de la mano y la llevé hacia el altar. La doctora puso dos biblias sobre el frío piso de mármol detrás del púlpito, e hizo que me echara entre ambas. En la penumbra pude ver como se desabotonó el vestido, se desató el brasier y se quitó el calzón. Se acercó, me bajó el pantalón, y se trepó encima con una rodilla apoyada en cada biblia. Sentí con mis dedos lo mojada que estaba, me acomodé, la acomodé, la froté por fuera unos segundos, y dejé que entrara sola, sin esfuerzo, succionada por atracción gravitacional inversa. Nos quedamos quietos un momento, sintiendo; yo latiendo y ella apretando. Empecé a moverme lento, cada vez más profundo, consciente del perceptible cambio gradual en la intensidad de sus gemidos. Se inclinó y puso un seno en mi boca, que lamí con desesperación y mordí con delicadeza, para un minuto después darme el otro, igual de perfecto y delicioso. La cogí del cabello, la besé, la sujeté de una nalga y de manera sinérgica agarramos ritmo; la misma velocidad, presión e intensidad. El mismo beat. Después de un rato se irguió vertical y empezó a montarme, frotando las mágicas partes de su sagrado femenino sobre mí, con fuerza. Le cogí una teta, mojé mis dedos y le apreté el pezón, lo que le gustó, porque noté el aumento repentino en su nivel de excitación. Estaba seguro que iba a venirse de todas maneras, en cualquier momento. Me dijo mírame. La miré a los ojos, y su expresión de arrecha y sus movimientos me dijeron que estaba en cuenta regresiva, que ya se venía, con todo. Y yo que estaba más que listo, buen rato atrás. Sólo quedaba sincronizar el final. Cuando decidí iniciar el proceso de control de las etapas pseudo tántricas previas a la eyaculación, no pude evitar soltar unos cuantos auténticos sonidos viriles de placer máximo, que la excitaron lo necesario para que alcanzara el punto de no retorno, al igual que yo. Llegamos juntos, y fue espectacular.
8.
“Aquellos que son más sensitivos acerca de la terminología “políticamente incorrecta”, no son como el promedio que habita los guetos, los inmigrantes asiáticos, las mujeres abusadas o los minusválidos, sino una minoría de activistas que en su mayoría no pertenecen a ningún grupo “oprimido”; al contrario, vienen de los estratos privilegiados de la sociedad.”
-Ted Kaczynski, el Unabomber, refiriéndose claramente a los caviares.
Ni por un momento se me cruzó por la cabeza que podría ser capaz de desquitarse con Pancho. Mientras yo se lo hacía a su esposa, el maldito mataba a mi perro. Lo más probable es que sus sicarios nos hayan visto anoche en el hospital, y el cobarde en vez de enfrentarme prefirió enviarme un mensaje de sangre. La pura y noble sangre de Pancho Guderian. Hijo de puta. Y de qué manera lo hizo. Como buenos senderistas, después de balearlo y degollarlo, le sujetaron al cuello un cartel que decía «perro fascista» con tinta roja, y lo colgaron de la lanza que Pedro Pablo Atusparia sostiene orgulloso en lo alto de la torre de ladrillo que se levanta en medio de la placita de Marián.
Desde el instante en que vi una de mis lámparas hecha añicos en la entrada de la casa al volver del hospital, supe que los problemas habían comenzado. Porque no era cualquier lámpara, era la que la doctora se llevó para decorar, iluminar y dar calidez a su hogar, de modelo único. Al final la lámpara me importa una mierda, estoy seguro al igual que a ella, pero sí lo que el acto significa; ya sabe quién soy, dónde vivo, lo que tengo y no tengo y lo que hago y no hago. Pero no creo que sepa en realidad quién soy para su esposa. Debe pensar que otro pendejo más intentando acercarse a su encantadora mujer. Si supiera. Así se lo cuenten, no le creería al que le dijera que la vio tirando conmigo esa misma noche. ¿Mi esposa? ¿En la capilla del hospital? ¿Con ese ermitaño loco? No, no. Demasiado surreal. Uno más de sus tantos pacientes, con los que siempre ha mantenido un trato profesional. No, no. Imposible. Menos con él. Se deben haber confundido. No sería capaz. Así de mal estén las cosas en casa, no se metería con un viejo loco con nada que ofrecer. No se arriesgaría a perder lo que tiene conmigo. Dinero, seguridad, estatus. Lo que una mujer como ella se merece, a lo que está acostumbrada. No, no. Nunca haría algo así. Así ya no me quiera. Así nunca me haya querido. No sería tan rata de cagarme así. Menos con ese huevón.
O,…¿sí?
Sí, maldito asesino, te cagó conmigo. Te cagamos juntos. Ahora dale vueltas y más vueltas, piensa y repiensa, que la duda te carcoma y destruya. Vuélvete loco de celos, que tienes buenas razones. Que afloren tus inseguridades y que la incertidumbre se apodere de tu mente. Para que actúes mal y la cagues más, a pesar de ser tú el cagado. Que la ira te invada, que los insultos y amenazas fluyan con facilidad. Asústala, que sienta un miedo real hacia ti. Miedo a que le hagas más daño, esta vez físico, poseído por los irracionales demonios que aconsejan tu furia. Para que ese temor se la lleve lejos de ti. Directo hacia mí.
Definitivamente debe haberse armado una broncasa en casa de los Chacón, aunque confío en que la doctora lo haya podido manejar, como las chicas astutas saben sortear con cara de poker situaciones de este tipo. Negar, tergiversar, minimizar, indignarse, victimizarse, llorar, desviarlo, confundirlo, acusarlo, voltearle la tortilla. Que trate en vano sacudirse las dudas que atormentan su paranoia canalizando su creciente necesidad de manifestar violencia arremetiendo contra un simple objeto de poco valor. Que haga mierda la lámpara si quiere. En vez de que se vaya contra ella. O contra mí, por último, como debió ser. Pero el cobarde como buen cobarde optó por quitarme lo que más me importaba, el único que me quería, lo que sabía que realmente me iba a doler un culo.
Lo siento tanto, Panchito, compañero. Te fuiste por mi culpa. Por descuidarte. Por no pensar bien. Por dejarte solo, anoche, una noche cualquiera, como tantas otras, pero sin darme cuenta de que esta vez te había puesto en peligro. Intento convencerme que fue rápido, que sólo te dolió un poco, que enfrentaste valiente el inevitable final. Estoy seguro que la luchaste todo lo que pudiste, que te defendiste bien, que los amenazaste con tus grandes colmillos y desgarraste piel y carne antes de que te sometieran. Debes haber pensado en mí, en por qué diablos no estaba allí, contigo, peleando juntos contra los miserables que se atrevieron a entrar en nuestra casa. Esa casa que protegiste por tantos años, al igual que a mí. Y no estuve para ti cuando más me necesitabas. ¿Qué habrá pasado por tu cabeza, en esos momentos? Nunca supiste por qué moriste hoy. No tuviste tiempo para comprenderlo. Fue por mí, y te fuiste sin saberlo. Era sólo un día más, y no tenías la menor idea que sería el último.
– Hey.
– Ahora no.
– Lo siento mucho. En serio.
– …
– Yo también quería a Pancho.
– Tú no tienes sentimientos.
– No digas eso.
– …
– Era un buen perro.
– Lo era.
– Sí que lo era. Lo vamos a extrañar.
– ¿Sabes? Aún no lo asimilo. Tengo la sensación de que rascará la puerta en cualquier momento, pidiendo que le abra.
– Esto no es fácil, ni rápido. Toma su tiempo.
– ¿El duelo? Y sus etapas. Lo sé.
– Lo de la plaza fue muy duro.
– No sé cómo diablos haré para quitarme ese recuerdo de la cabeza.
– Déjame decirte que lo manejaste bien. Con hartos huevos.
– ¿Qué más podía hacer?
– Si te hubieras visto. Inmóvil, a unos metros de la torre, observando la escena con una expresión que nunca antes había visto. Rostro neutro, inexpresivo, al igual que el resto de tu cuerpo. Pero no así tu mirada. La plaza llena, tú al centro, decenas de ojos sobre ti. Todos te veían, pero tú no veías a nadie.
– Recuerdo poco. Destellos. No sé cuánto tiempo pasé ahí.
– Sólo unos minutos. El único que se compadeció fue el dueño de la farmacia, que se acercó para entregarte el cuchillo con el que cortaste la soga. Lo hiciste con cuidado, para que Pancho caiga suavemente en tus brazos. Le sacaste el cartel, la soga del cuello, lo envolviste en tu casaca, lo apretaste contra el pecho, descendiste las escaleras a paso lento, y atravesaste la plaza como si el resto del mundo no existiera.
– Recuerdo poco.
– De inmediato emprendiste el camino de subida, a paso lento, como si cada pisada doliera, mucho más que cuando tenías la rodilla reventada. La vista perdida en el suelo. Pero tu mirada, era muy diferente. Era de temer. Y aún sigue ahí. Se relajó un poco cuando terminamos de enterrarlo al lado de su árbol preferido, el que más le gustaba para tumbarse cuando quería sombra.
– Me estás cagando. Es demasiado pronto para recrear lo que pasó hoy.
– Lo siento. Créeme que te entiendo.
– Entonces, ¿qué buscas?
– Debemos hablarlo, para luego cerrarlo. Así funciona esto.
– ¿Tan pronto quieres que pase la página?
– Debes hacerlo, si quieres seguir vivo. Tienes que recuperar la fuerza que te robó la pena.
– …
– Vendrán por ti. Lo sabes, ¿verdad?
– Sí.
– Ya no tienes nada que perder. Salvo tu vida.
– Eso…
– Eso poco te importa. Lo que te convierte en alguien peligroso. Un loco solitario con sed de venganza. Eso era justo lo que tu mirada expresaba, y aún lo veo, en tus ojos. Venganza. Por eso ahora te teme. Vendrán por ti, antes que vayas por él.
– Iré por él, y lo mataré. Tenlo por seguro.
– ¿Le abrirás el cuello y lo colgarás de la estatua de Pedro Pablo?
– Si pudiera.
– Eso no va a pasar. No necesariamente tienes que replicarlo.
– Me basta con matarlo. Lento, sin apuro.
– A lo sádico.
– Deberá verme cuando lo haga. Y saber por qué.
– Me parece bien.
– …
– ¿Cómo puedo ayudarte?
– Prefiero que no intervengas.
– ¿..?
– Debo estar lo más lúcido que pueda.
– Entiendo. Pero cualquier cosa que…
– Lo sé, lo sé.
– Igual estaré a tu lado, cuando pase. Por si me necesitas.
– Gracias.
– Aunque deberás hacerlo pronto. Sentado en el sillón no…
– Debo pensar. Dame un momento.
– ¿Cómo así es que…?
– ¿Qué?
– Sabíamos que la podías cagar, pero que Pancho pagara así.
– ¡Carajo!
– Lo siento. No quería…
– Sí querías, como siempre.
– En realidad no.
– En realidad, sí. Recordarme mis cagadas. Que duela y me arrepienta. ¿Verdad?
– …
– …
– Lo siento, pero esta vez sí que la embarraste.
– Por mi culpa. Como todas las veces.
– Es que…qué manera la tuya, para buscarte problemas.
– ¿Tú lo viste venir?
– No precisamente así, pero intuía algo.
– No me digas que presentías que Pancho…
– No. Eso no.
– No me estás ayudando.
– Tenía que decirlo.
– No te guardas nada, menos cuando tienes la oportunidad de maletearme.
– Mira. Lo que sigue, no va a pasar de día. Tienes hasta que anochezca para resolverlo.
– Es lo más probable.
– Entonces, aprovechemos el tiempo que te queda. De vida, o para estrenarte como asesino.
– ¿Para hacer qué?
– Ya que estás en el sillón…
– ¿Quieres hacerla de terapeuta?
– Algo así, si me lo permites.
– La locura evaluando sus resultados.
– No te burles. Lo estoy tomando en serio. Por lo menos déjame intentarlo.
– A ver.
– No recuerdo exactamente cuándo nací. En tu cabeza. ¿Tú sí?
– No. Tampoco.
– Pero sabemos que llevamos muchos años juntos, ¿verdad?
– Demasiados.
– Puede ser que haya contribuido en algunas de tus cagadas, pero no en todas.
– ¿A dónde quieres llegar?
– A cuándo y cómo así empezaste a recontra cagarla.
– ¿En retrospectiva?
– Sí.
– Jodido saberlo.
– Inténtalo. Haz un ejercicio de memoria, medio catártico.
– ¿De qué serviría?
– Sólo hazlo. Dame el gusto.
– No es el mejor momento para eso.
– Al contrario, este es el momento.
– Me voy a hundir más. ¿Eso quieres?
– Sí. Primero desciende, toca fondo, para que después salgas a la superficie con las ideas más claras.
– ¿Qué quieres saber?
– ¿Cuándo fue que comenzaste a joder tu vida? Y de paso la de los demás.
– La concha tu madre.
– Vamos.
– ¿Quieres que retroceda tanto?
– Es la manera de hacerlo.
– ¿O lo que buscas es seguir restregándomelo?
– No. Ya pasamos esa etapa.
– Para que sea plenamente consciente de que pasó por mi culpa.
– No, no.
– Por pensar con la pichula.
– No. Bueno…
– Por no medir el nivel de riesgo, sabiendo en lo que me metía.
– Bueno…, pero no.
– ¿Entonces?
– Ya lo asumiste, que es lo correcto. De nada sirve seguir hundiendo el dedo en la llaga. Como tantas veces lo he hecho, lo reconozco.
– ¿Cuál es el punto? Dilo de una vez.
– Sé muy poco de ti de cuando eras joven, por eso me cuesta entender algunas cosas.
– No hay mucho que contar.
– Cuéntame eso.
– En resumen, tuve una buena infancia. Fui un chico tranquilo. Me gustaba leer, los videojuegos y las computadoras. Tímido, antisocial, desconfiado. Pajero. Algo lacroso en secundaria. Pero al final, todo un nerd. Si no, ¿por qué habría decidido estudiar sistemas?
– Tiene sentido.
– ¿Me sigues?
– Sí.
– Ya.
– ¿Ahí fue cuando te volviste ateo?
– Sí. A los quince o dieciséis. Ateo al mango.
– Y empezaste con todo eso de que Dios es gay.
– Yo no digo que Dios es gay.
– ¿Cómo que no?
– Ricky Gervais es quien lo dice. No, perdón, tampoco dice eso.
– ¿…?
– Lo que dice Ricky Gervais, es que Dios no es gay.
– Pero, ¿cómo saberlo?
– Porque Dios odia a los gays.
– Buen punto.
– Exacto. Además, la pregunta se cae de estúpida.
– ¿Por qué?
– Porque, ¿cómo puede tener sexualidad algo que no existe?
– Ajá. Asunto arreglado.
– Los dioses griegos puede que lo hayan sido.
– ¿Cómo así?
– Se les nota medio afeminados, ¿no crees?
– Ya que lo mencionas, puede que sí.
– Fácil. Hasta Alejandro Magno, el gran conquistador, pateaba con las dos.
– ¿Y Jesús?
– Ahí sí que me agarras. Sobre Jesús tengo mis dudas.
– ¿Crees que Jesús fuera gay?
– No necesariamente un homosexual clásico, aunque quizás bisexual.
– ¿Por qué?
– No sé. Andaba a todos lados con sus apóstoles. Un círculo íntimo de hombres, y esas cenas con vino a puerta cerrada. Quién sabe qué clase de cosas pasaron ahí.
– Y todo eso de amarse unos a otros.
– ¿Si o no? Suena medio homo orgiástico, para ser honestos.
– Torteo bravo. Full cacana.
– Tú lo has dicho. Pero son sólo suposiciones.
– ¿Y Magdalena? ¿La usaba de pantalla?
– No lo sabemos. Puede que sí. O, por último, como vientre de alquiler.
– Porque quería descendencia.
– Claro. El supuesto rey de reyes.
– Interesante punto de vista.
– Sólo es una hipótesis. El asunto es demasiado complejo para resolverlo ahora.
– Ok. Tienes razón. Nos hemos desviado.
– Tú metiste el tema.
– Entonces, estábamos en cuando eras adolescente.
– Sí. Recuerdo muy poco de los 90s. Y aún no nos habíamos conocido.
– Yo si recuerdo algunas cosas. De la universidad.
– ¿En serio?
– Pero muy poco. Creo que ahí fue cuando nací.
– No lo creo. Aún era medio cuerdo.
– No tanto. No notaste mi presencia porque estaba de observador, esperando el momento oportuno.
– No me jodas.
– Sí.
– ¿Y qué cosas recuerdas?
– Cómo empezaste a quemar neuronas, a una velocidad asombrosa.
– ¿Te refieres a…?
– Sí. A todas esas drogas. Tantas drogas.
– Igual que casi todos los demás.
– Y lo arrecho que eras. Eres.
– En la universidad todo el mundo…
– No todos. Pero tú sí que destacaste. Alcohol, drogas y sexo.
– Era inevitable. Nací para ser adicto. A lo que fuera. A lo que venga. A lo que me sacara de la realidad.
– Lo sé. No te culpo por todo lo que hiciste. Para algunas cosas ya estabas como que programado, desde antes de nacer.
– Tu psicoterapia monse no me está ayudando una mierda.
– Puede que estas sean tus últimas horas vivo. ¿No quisieras irte con la consciencia plenamente consciente?
– Me estás rayando.
– Ya. Está bien. No hay tiempo para profundizar más.
– El resto déjalo para otro día, si es que me salvo de esta.
– Ok. Volvamos a lo práctico.
– ¿Estás seguro de que vendrán por mí?
– ¿Qué crees?
– Si se entera lo que pasó en la capilla, definitivamente.
– Eso no creo que lo sepa. Aún.
– ¿Por qué lo dices?
– Si lo supiera hubiera tratado de matarte a ti de frente, no a Pancho.
– ¿Dices que la lámpara y lo de Pancho pasó sólo porque Lucía y yo nos hicimos amigos?
– Pasó porque te estás gileando a su esposa, pendejo. Chocaste con su ego. Le faltaste el respeto, haciendo que ella también lo irrespetara. Lo humillaste. Lo dejaste en ridículo frente a sus subordinados. Te burlaste de él, hiciste como si no existiera. Y no es cualquier huevón. Es el jefe del partido. Del puto partido. ¿Comprendes?
– Empezó el sermón.
– No seas imbécil. Piensa un poco. Usa el cerebro. En vez de repetir Comfortably Numb una y otra vez, desparramado en el sillón, dando lástima con esa cara de cojudazo culposo.
– No jodas. Déjame en paz.
– No lo haré. Si nunca lo he hecho, ¿por qué me quedaría callado justo ahora, cuando más me necesitas?
– Déjame escuchar el solo de Gilmour.
– Por la puta madre. ¡Reacciona, huevón!
– ¡Ya! ¡Mierda!
– Ya.
– ¿Qué quieres?
– Primero, que salgas de ese lamentable estado de autocompasión. Eres patético, y no me das lástima.
– ¿Y lo segundo?
– Lo mismo que tú. Venganza. La dulce venganza.
– ¿A lo John Wick?
– ¡Sí! Exacto. Como John Wick. Acabar con él antes de que lo hagan contigo. No veo otra manera.
– John Wick tuvo que matar a un culo de gente para vengar a su perrito.
– Pero tú sólo tendrás que acabar con uno.
– No olvides a sus guardaespaldas.
– Tienes razón. También a los sicarios que lo protegen.
– Entonces serán tres, por lo menos. Puede que más.
– Además que pueden derribar la puerta en cualquier momento.
– No se quedará tranquilo con lo que le hizo a Pancho, ¿verdad?
– No. Vendrán por ti. Por eso debes estar preparado.
– Sólo tengo una carabina de perdigones.
– Eso no sirve de nada. Lo que sí será útil, y mucho, es que puedes fabricar bombas.
– Nunca llegué a terminar ninguna.
– ¿Aún tienes los apuntes que sacaste de The Anarchist Cookbook? Antes de que te lo incautaran.
– Sí. Los tengo. Cifrados.
– ¡Excelente! Ahí están las recetas que necesitas.
– Mi conocimiento en la materia es sólo teórico.
– No olvides que eres ingeniero. Te las arreglarás con las notas y los materiales sobrantes que tienes en el taller.
– ¿Y dónde demonios colocaría las bombas? ¿En su casa? ¿En su auto? ¿En el local del partido?
– No. Aquí mismo.
– ¿Quieres que vuele la casa? ¿Mi propia casa? Estás más loco que nunca.
– Igual ya la perdiste. Muerto o en fuga, la casa ya fue. Pasará a ser propiedad de la dictadura socialista, o de la dictadura fascista. O por ahí que la parcela vuelve a la comunidad. Sea como fuera, en unas horas ya no tendrás casa. Ni cosas. Asúmelo.
– Te veo negativo.
– Y a ti, recontra iluso. Escúchame. Si el huevón de Chacón decide quebrarte, lo más probable es que te busque aquí, que estás alejado de todo y podría acabar contigo con calma, sin que se escuchen los disparos, o tus gritos si te torturan, y nadie se enterará.
– Y a nadie le sorprendería no verme por un tiempo. No notarían mi ausencia. Menos en plena guerra.
– Exacto. No es para nada difícil hacerte desaparecer.
– Estoy jodido.
– Bien jodido.
– Pero, ¿hacer volar la casa por los aires?
– ¿Pretendes enfrentarte a un grupo de rojos con armas automáticas? ¿Con una carabina y tu viejo cuchillo de Rambo?
– No. Ni cagando. Tampoco soy imbécil. Sería en vano.
– Entiendo que te duela perder la casa.
– Por supuesto que sí. Yo mismo la construí, hace mucho y con mucho esfuerzo.
– Pero no eres de los que se aferran a las cosas materiales, ¿cierto?
– No tanto.
– Entonces se te hace más fácil el desarraigo. Por segunda vez en tu vida.
– ¿Y mis libros? Tantos libros. Todo ese conocimiento. Tantas historias.
– Que leíste por lo menos un par de veces. Son parte de ti, ocupan una buena porción de tu culto y trastornado cerebro. Lo que queda es papel y tinta. Y el resto de tus posesiones son cachivaches, cosas viejas, que no valen nada y ya no te sirven para ni mierda.
– Perderlo todo, en menos de un día. Qué joda.
– Lo sé. Panchito. La casa, el terreno. Tu congelado y pacífico refugio al pie de los nevados.
– Mi forma de vida. La libertad y autonomía que tanto me costó alcanzar.
– Todo eso ya fue. Asúmelo de una vez, sacúdete la pena y empieza a mover el culo, que muy rápido llegará la noche acompañada de tipos armados decididos a matarte.
– De acuerdo.
– No hay tiempo que perder. Necesitas enfocarte.
– ¿Cuál es tu plan loco? Aparte de volar mi casa con unos cuantos rojos dentro.
– Nuestro plan. Lo primero es conseguir armas. Creo que Rubén tiene algunas.
– Sí. Tiene un par de revólveres.
– ¿Ningún rifle?
– No que yo sepa.
– ¿Te daría las pistolas?
– Cuando sepa del aprieto en el que estoy metido, seguro que sí.
– Ya debe saber lo que le hicieron a Pancho.
– A estas alturas todo el pueblo lo debe saber.
– Pero no ha venido por aquí.
– Supongo que por precaución. Si no se aparece antes que anochezca, iré a buscarlo, tratando de que nadie me vea.
– Y toda la munición que puedas.
– No es problema.
– Ok. Entonces, tenemos unas horas para trabajar en la casa.
– ¿En serio vamos a fabricar explosivos?
– Sí. Bombas caseras, con materiales corrientes. Como Ted Kaczynski, uno de tus ídolos.
– ¿El Unabomber?
– Como que ambos tienen algunas cosas en común. ¿No crees?
– No tanto.
-¿Cómo que no? Ermitaños locos solitarios antisociales antisistema autoexiliados fabricando bombas. Son casi igualitos.
– No creo que él y yo…
– Que sí, ¡carajo! Ya. Ojalá nos alcance el tiempo. Y esperemos que funcionen, cuando llegue la hora.
– De acuerdo. Lo que propones al final es lo más sensato, por más loco que suene.
– ¿Verdad que sí? Volar la casa y unos cuantos rojos.
– Me parece de puta madre.
– ¿Acaso no era esto lo que soñaste por tantos años? Contribuir con la causa, de manera real. Combatir al socialismo donde se le encuentre. Y si hay violencia, pues qué se va a hacer. Ahora tienes la oportunidad. ¿Querías matar rojos? Ahí lo tienes.
– Como Franco y sus falangistas. Como Pinochet, el salvador de Chile. Como Churchill, que combatió a los bolcheviques desde el principio. Como el Führer, decidido a erradicar el marxismo internacional, el máximo enemigo ideológico que penetraba cada vez con mayor fuerza en Europa. O, para ser más actual, como los Castaño en Colombia.
– No puessss, no puedes compararte con ellos. Alucinado. Aunque, al final, la idea es la misma. Exterminar rojos. Todos los que puedas. Y salir vivo. O si mueres, llévate a algunos contigo. Chacón, definitivamente.
– Chacón malparido. Te voy a cagar.
– ¡Así se habla! A trabajar. Saca las recetas y vayamos al taller.
– Vamos.
– ¿Estás listo para lo que se viene?
– Y con bastantes ganas.
– Me da gusto escucharlo.
– Volemos en pedazos a los miserables que se metieron con Pancho.
– Espera. Antes de empezar, tengo que hacerte la pregunta.
– Ya sé. Si valió la pena.
– ¿Y?
– No, porque Pancho terminó pagando.
– ¿Y si no hubiera pasado así? ¿Si Pancho seguiría aquí, durmiendo la siesta en la alfombra?
– Si ese hubiera sido el caso, por supuesto que lo hubiera valido. La doctora es una diosa.
– No más preguntas.
– Empecemos ya, que tenemos bastante trabajo y poco tiempo. Intentaré que nada nos explote en la cara durante el proceso.
– ¿Quién eres?
– El Unabomber.
– Eso.
9.
«Manejar el poder es como manejar explosivos…te podéis hacer mierda vos mismo.»
-Luca Prodan, músico italiano.
Desencadenar una reacción explosiva se basa en el principio de la combinación de un material combustible que se queme fácilmente, con un elemento que consuma oxígeno y estalle. Si junto fertilizante y otros compuestos tengo anfo. Si mezclo óxido de hierro y aluminio en polvo tengo termita. Si quiero un foco bomba lo lleno de pólvora y sello con silicona. Con salitre y azúcar se hace una bomba de humo. Gasolina y antídoto para mordedura de serpientes hacen una bomba de impacto. Si coloco yeso, agua y pólvora en una botella de vidrio tengo una bomba. Si le agrego clavos y tornillos se convierte en una granada.
Entro al taller y hago un inventario al ojo de los materiales y piezas de las que dispongo. Porque una cosa es fabricar lámparas, objetos sencillos -aunque con un arte muy original-, y otra muy diferente ponerme a ensamblar explosivos caseros en tiempo récord, y considerando que mi expertise en la materia es sólo teórico. Por ello no descarto del todo que cabe la posibilidad de que algún artefacto me explote en la cara durante la faena. Pero no seamos pesimistas, si se hace bien y con muuuucho cuidado, no tendría por qué salir mal. Aunque siempre está ahí Murphy con su ley de mierda, por eso algo de todas maneras saldrá mal, o por lo menos bastante diferente a la planeado.
Decido alejar las ideas fatalistas para concentrarme en lo práctico. Lo positivo del asunto es que cuento con una razonable cantidad de materiales, de todo tipo y para toda función: piezas metálicas, tuercas y tornillos, placas, resortes, cables y alambres, botellas, recipientes, sellantes y pegamentos, madera, mechas e infinidad de cosas que serán de utilidad. También tengo un cuarto de saco de urea que uso como fertilizante, fundamental para mis propósitos ya que contiene nitratos, además de una galonera de gasolina, media botella de kerosene y algo, pero no tanto de pólvora negra, que ya tiene sus años guardada pero se mantuvo seca. Además, cuento con componentes eléctricos, que usaré para los detonadores, y unas cuantas horas para terminar la producción e instalar estratégicamente la explosiva combinación de artefactos que pienso preparar para recibir a los indeseables invitados de esta noche, según lo que me dicta la lógica y el sentido común, pero principalmente el instinto.
Fabricar un par de focos bomba es una opción rápida y sencilla. Sólo debo taladrar un pequeño agujero por dónde meter la pólvora, sellar con silicona, y dejar secar. Los coloco en ambas entradas, para que cuando uno de estos cojudos entre a la casa activo el interruptor a la distancia y se calienten los filamentos lo suficiente para que el artefacto estalle sobre sus descerebradas cabezas. Pero no estoy seguro si causarán suficiente daño, ni tampoco espero que el resto de focos exploten como en una reacción en cadena. Si en algún momento durante el inminente asalto se me presentara la oportunidad de escapar, creo que me servirían un par de bombas de humo, fáciles de preparar, ya que puedo usar la pólvora negra que tengo como el material base que queme el elemento que produce el humo, que puede fácilmente ser azúcar blanca, y le agrego una parte de urea debido al sulfuro que contiene, el tercer ingrediente indispensable. Un tubo corto de aluminio, mecha, y ya, tenemos humo blanco para facilitar la huida, mucho más denso que cuando se elige a un nuevo Papa.
Como tengo gasolina puedo fabricar unas cuantas bombas de impacto; sólo debo mezclar la gasolina con el antídoto para mordedura de serpientes en un recipiente de vidrio y lanzarlo para que estalle, y a correr porque esta bomba tiene la mitad del poder de explosión de la dinamita. También puedo fabricar granadas, al agregarle clavos, tachuelas y lo que encuentre a una simple bomba de pólvora y yeso.
Tengo cinco o seis horas para armar los explosivos y un par más para colocarlos. En algún momento tengo que ir donde Rubén a pedirle los revólveres. Luego de eso, a esperar, atento, a que llegue la oscuridad junto a sicarios armados. Para estar mejor preparado necesito una buena dosis de agresividad inoculada con fuerza por los oídos. Pantera, Slayer, Suicidal Tendencies, Motorhead, Anthrax, Metallica. Así las libélulas no oirán el ruido del taller y puede que les haga creer que ando borracho, aturdido y despreocupado matando la pena con metal a todo volumen.
10.
«No existe el socialismo ‘seguro’. Si es seguro, no es socialismo. Y si es socialismo, no es seguro. Las señales del socialismo apuntan cuesta abajo a menos libertad, menos prosperidad, cuesta abajo a más desorden, más fracaso. Si los seguimos hasta su destino, llevarán a esta nación a la bancarrota».
-Margaret Thatcher
– Estos cojudos de izquierda me llegan al pincho.
– Igual que a todos.
– Resentidos de mierda.
– Animales sin cerebro.
– No entienden nada.
– Menos de economía.
– Ideologías empobrecedoras.
– Estados totalitarios.
– Gobiernos desastrosos.
– Un cáncer que destruye lo que toca.
– Vagos que se la quieren llevar fácil.
– Guiados por el rencor y la revancha.
– Cambiar viejos por nuevos oligarcas.
– Por los que no saben hacer nada bien.
– Ni siquiera robar.
– Más corruptos que cualquiera.
– País al que entran, país que joden.
– Viven en el siglo pasado.
– Creen que la guerra fría continúa.
– Admiran a Fidel.
– El multimillonario de los primeros lugares de Forbes.
– Al Ché.
– Ese andaba perdido.
– Deambulando como vagabundo por los cerros de Bolivia.
– Otro imbécil más.
– También a Lenin.
– El puto Lenin.
– A Stalin.
– Tremendo genocida.
– A Mao.
– El mayor asesino en masa de todos los tiempos.
– Con su Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural.
– Que mató a sesenta millones de sus propios chinos.
– Qué tal salvaje.
– También admiran a Chávez.
– Un payaso. Qué bueno que se murió.
– A Marx.
– Al huevonazo de Marx.
– El hijo de perra que inició toda esta cagada llamada izquierda.
– Marx no lo inició, ya se venía gestando, como consecuencia de la Revolución Industrial y por supuesto antes de esto de la Revolución Francesa. Marx sólo recogió las ideas de la época y les dio estructura. Y publicó un claro manual ideológico, al nombrarlo manifiesto.
– Marx de mierda.
– Marx de mierda.
– ¿Quién fue el peor de todos?
– ¿A qué te refieres?
– Genocida.
– Bueno, está entre Mao y Stalin.
– En segundo lugar está Hitler, dentro de tu perverso ranking de dictadores sanguinarios.
– Hitler no está en segundo lugar, porque los cuatro primeros los ocupan Mao, Stalin, Pol Pot y Leopoldo de Bélgica.
– Pero lo admiras.
– No, no admiro a Hitler.
– ¿Cómo que no?
– Quizás sólo un poco. Por las cosas buenas que hizo por los alemanes, antes de la guerra, mucho antes de dejar a Alemania en ruinas.
– ¿Las amplias carreteras? ¿El Volkswagen escarabajo? ¿La Fanta?
– Eso es nada.
– Entonces. ¿A qué te refieres?
– A que les devolvió a los alemanes el orgullo perdido, tan maltratado por los franceses y su tratado revanchista. Porque Hitler les hizo creer de nuevo en la grandeza de su nación y su raza, pero principalmente en ellos mismos. En el innegable e indetenible derecho de los germanos de ser por siempre una de las grandes potencias de Europa. Como lo fueron antes, por siglos y milenios, desde los tiempos de Roma.
– ¿Por eso lo admiras?
– Cómo jodes. No lo admiro, al contrario. Tremendo idiota.
– No te entiendo una mierda.
– Porque jodió una guerra que Alemania estaba en condiciones de ganar. Su legado fue dejar el país en ruinas. Y ocupado.
– Y Stalin como el gran vencedor.
– Eso fue lo peor. Stalin asesinó a millones, no sólo alemanes, polacos y más. Stalin mató más rusos y ucranianos que la Wehrmacht y las SS. Y nunca pagó por sus crímenes.
– Mao tampoco.
– Para que veas que la justicia es una ilusión.
– El Holodomor.
– Que tal desgraciado.
– Matar de hambre a diez millones de ucranianos.
– Por eso Rusia siempre será el mayor enemigo de Ucrania.
– Loco paranoico.
– La Gran Purga de 36 al 39.
– Balazo en la nuca para dos tercios de lo mejor del Ejército Rojo.
– Hay que ser un animal sanguinario para hacer algo así.
– Bajarte a tus mejores oficiales, los de mayor experiencia, por gusto.
– Debilitar a tus fuerzas armadas, sabiendo que la Alemania nazi se preparaba para la guerra.
– Mein Kampf lo explicaba claramente. El lebensraum era hacia el este.
– Con sus productivos campos, para alimentar a la creciente y pujante población germana.
– Expulsar y reemplazar eslavos por teutones.
– Una clara limpieza étnica, planificada y ejecutada por los organizados, disciplinados y eficientes alemanes.
– ¿Supón que el Tercer Reich ganaba la guerra?
– Muy buena pregunta.
– Ajá.
– Interesante.
– ¿Entonces?
– Nunca la iban a ganar. Pelear en dos frentes. Jodido.
– La cagaron por invadir Rusia.
– La cagaron años antes de eso. Por creer que franceses y británicos no irían de nuevo a la guerra, tan pronto, menos por Polonia, por más alianzas que hayan firmado.
– Lógico. Si remilitarizas Renania, anexas Austria, los Sudetes, y luego toda Checoslovaquia…
– Y nadie hace nada para impedirlo.
– Pues vas con confianza por Polonia.
– Polonia fue demasiado. Alemania volvería a ser potencia. El Reino Unido y Francia no lo podían permitir.
– Cierto. Menos los franceses, decididos a vengarse. Para que la guerrera Alemania fuera duramente castigada. Despojada de recursos y poder militar.
– El tratado fue nada más que un armisticio de veintiún años.
– Un pueblo tan orgulloso tan profundamente herido. El guerrero por naturaleza volvería. Era más que claro.
– Además, está el factor Estados Unidos.
– La potencia en ascenso al otro lado del charco, con recursos ilimitados y una enorme capacidad productiva. El gran amigo y aliado de los británicos. Además de toda esa ayuda material a los rusos.
– Sin la ayuda de los gringos los soviéticos la hubieran tenido mucho más difícil.
– Es posible. Aunque la verdad es que Hitler la cagó. Por idiota. Debió escuchar a sus generales.
– Qué tal cagada la de Stalingrado. Sacrificar así al VI Ejército, lo mejor de la Wehrmacht, de puro necio.
– Debió quedarse con lo que ya tenía al comienzo. Austria y Checoslovaquia. Alsacia y Lorena. Y la mitad de Polonia, por supuesto.
– ¿Y dejar en paz a tu mayor enemigo geopolítico e ideológico? El nefasto y odiado comunismo.
– Eso es algo que debe ser reconocido. Decidir acabar ellos solos con el comunismo, dando el ejemplo al resto.
– Churchill también luchó en contra de los soviéticos desde el inicio. Desde que los bolcheviques usurparon el poder. Apoyando a los blancos en su guerra contra la revolución. Churchill siempre supo que los soviéticos eran una mayor amenaza que la Alemania nazi.
– El gran Winston.
– ¿Entonces? ¿Si lo hubieran logrado?
– ¿Acabar con Stalin, la Unión Soviética, y el socialismo a la vez?
– ¿Qué hubiera pasado? Imagínalo por un momento.
– El mundo sería muy diferente.
– ¿Uno mejor?
– Uno sin socialismo. Quizás. Pero, ¿cómo saberlo?
– Imposible saberlo. Pero sí se puede deducir, aunque con un buen margen de error, el desarrollo de la historia de la humanidad bajo un escenario de ese tipo.
– ¿El Tercer Reich ganando la guerra?
– Imagina que no hubieran invadido la Unión Soviética. Que no hubiera existido el blitz contra Londres. Ni lo de Noruega, por lo del hierro. Que el huevón de Mussolini no los hubiera obligado a entrar en Grecia ni el norte de África.
– Habrían buscado la paz con Gran Bretaña, Francia y los demás países ocupados. Hubieran devuelto Francia, casi completa y casi intacta. Porque ya tendrían Alsacia y Lorena, y su ansiado lebensraum, por lo que no habría motivos para continuar ocupando a sus vecinos del oeste.
– ¿Churchill haciendo las paces con Hitler? No la veo.
– Difícil de imaginar. Los británicos fueron los únicos que pelearon la guerra entera contra el Tercer Reich. Y siempre les presentaron buena batalla; claro que con la ayuda de las tropas de la Commonwealth.
– Pienso que tarde o temprano Hitler hubiera sido depuesto. O más probable, asesinado.
– Si eso pasaba, posiblemente los aliados hubieran mostrado una mayor disposición para negociar la paz. Pero no si el nuevo Fuhrer era Goebbels, Goering, Himmler, Bormann o algún otro nazi de alto rango. Quizás hubieran aceptado negociar con un general opositor, representando a la disidencia militar.
– Rommel. Manstein. Guderian. Rundstedt. Raeder. Donitz. Quizás Speer.
– Olvidas a los judíos.
– Cierto. Eso les quitó humanidad. Extremadamente salvaje. Imposible de perdonar.
– Los generales sabían lo que las Einsatzgruppen de las SS siguiendo el avance de la Wehrmacht hacían con los judíos en los territorios ocupados. Incluso Manstein sabía de las matanzas.
– El genio de Erich Von Manstein. Nuestro general favorito de esa guerra.
– Porque el mejor de todos fue Napoleón.
– Sin duda. Que también la cagó invadiendo Rusia.
– Exacto.
– Ya es de noche.
– No creo que vengan tan temprano.
– Puede que no.
– ¿Sabes qué podemos hacer mientras tanto?
– ¿Qué?
– Sólo un rato, como para que agarres inspiración.
– ¿Qué cosa?
– Wagner.
– Jajaja. Eres un genio.
– Sabía que te iba a agradar la idea.
– ¿Algo en particular?
– Ya sabes cuál poner.
– La Cabalgata de las Valkirias será entonces.
– Perfecto.
– Cuando la escucho me entran las ganas de invadir Polonia.
– Excelente. Esa es la actitud. Pronto estarás listo para lo que se viene.
11.
«Ten el valor de la astucia que frena la cólera, y espera el momento propicio para desencadenarla.»
-Gengis Khan
La helada despejada noche altoandina de luna llena la recibí agradecido. Era una clara ventaja a mi favor, además de un buen augurio. Sería más fácil verlos cuando vinieran. Cubierto de negro cual ninja, subí al techo y me tumbé de codos en el tejado de aluminio verde a observar por los binoculares. Eran las 8:30pm, un jueves cualquiera. Todo lo que veía de un lado a otro eran nada más que sombras y contornos, y una que otra lejana ventana con la luz encendida. Pero mi interés y sentidos se centraban en la única trocha carrozable que sube hacia esta parte, y no hay que ser genio para adivinar que por allí llegarían tipos rojos en camionetas negras. Calculé que estacionarían unos cientos de metros más abajo, detrás de alguna pared de adobe o arboleda, y subirían en dos silenciosas columnas, para asaltar la casa desde dos direcciones. Eso era lo que suponía harían estos cojudos cuando vinieran. Pero dudaba. ¿Vendrán en verdad? ¿Hoy? ¿Mañana? ¿O, nada de eso? Podía ser que me agarraran en otro lado, otro día. Pero mi compañero mental decía que de todas maneras vendrían por mí, esa misma noche, en cualquier momento. Y yo creí que podía tener razón porque tenía sentido. Además que me las olía que así sería.
Pasaron las horas, se me congeló el culo, y nada. La verdad es que para ser francotirador hay que tener bastante aguante, y más que todo paciencia, al igual que el soldado en las horas previas a la batalla. Aparte que la adrenalina que mi cuerpo producía y distribuía para sí mismo en mayor dosis que la acostumbrada hacía parecer que el tiempo pasara más lento. A pesar de estar totalmente sobrio, sentí que esa noche en el valle era de las más bonitas que había visto en todos esos tantos años. La Luna iluminándolo todo, millares de estrellas decorando el cielo, y a mis espaldas el hielo de los nevados teñido de un suave azul. Espectacular. Y no pude evitar pensar melancólico en que esa podría ser mi última noche disfrutando en paz de la fría soledad que sólo se encuentra en lugares así de alejados, que ocupé y recorrí por tanto tiempo; no sé si sintiéndome feliz, porque no creo que haya sido así en realidad, pero puedo decir que tuve una vida de paz y libertad, y que nada me faltó, considerando mi austera existencia de desapego materialista y emocional. Así pasó, más o menos, hasta que los socialistas fueron gobierno y la recagaron toda completa.
Cuando se me empezaban a entumecer y acalambrar las extremidades los vi venir a lo no tan lejos. 11:27pm. Dos, cuatro, seis luces. Tres vehículos. Asumí dos, tres o cuatro puntas en cada uno. Mínimo seis, máximo doce. Promediando, nueve. La puta madre. Eran un culo de rojos. Rojos como mierda. Rojos de mierda con fusiles. Viniendo a matarme. Y yo que sólo quería escalar, tirar y fumar sin joder a nadie.
Al acercarse apagaron las luces y estacionaron separados uno del otro a unos doscientos metros de distancia de mi puesto de observación techero. Vi como descendieron con calma de los vehículos y prepararon sus armas, mientras recibían algunas indicaciones. Todos vestían de civil y ninguno llevaba chaleco antibalas. Eso significaba que mi potencial asesinato lo veían como un asunto sencillo, sin complicaciones, una cosa resuelta. Me estaban subestimando, y eso era bueno. Si hubiera sabido que le hice el amor a su esposa en la capilla del hospital -y bien rico-, y que el plan era robársela para siempre zafando de la sierra juntos, no lo hubiera hecho, nunca me habría subestimado así. Tremendo idiota. Mucho menos si supiera sobre el truco de pirotecnia casera que les tengo preparado.
Desde la izquierda vinieron dos, del extremo opuesto dos más y desde el centro tres. Eran sólo siete. Mejor de lo esperado. Definitivamente Chacón venía con el grupo del centro, ya que no se desprendía de su par de chacales por nada. Con la situación en desarrollo más clara, bajé del techo y entré en la casa por la puerta de atrás. Adentro la oscuridad era total, ni una sola luz encendida, y mis gruesas oscuras cortinas -que en algo ayudan a dormir mejor- estaban bien cerradas.
Los dos que llegaron desde abajo se agazaparon detrás de los arbustos que delimitan mi terreno al oeste, los que vinieron de arriba se escondieron tras los eucaliptos, y el grupo del centro, que llegó un par de minutos después, se ocultó detrás de la media pared de madera y plantas que hay en la entrada de la propiedad.
Sentí revolotear sus putas libélulas alrededor de la casa por unos minutos, y al no detectar movimiento ni ruido alguno, transmitieron la engañosa información que los llevó a concluir que lo más probable era que estuviera durmiendo la borrachera. Detrás de la cortina de la habitación vi cómo el dúo de arriba inició el avance a paso rápido y que cargaban AKMs, y desde la cocina observé cómo se acercaban los otros dos. Al llegar apoyaron sus espaldas en las paredes e intentaron mirar por las ventanas. Sólo era cuestión de segundos para que uno de ellos pisara la mezcla de vidrio y metal que había esparcido en ambas puertas, la ruidosa señal que daba inicio a los fuegos.
Yo estaba debajo de la pesada mesa de comedor, cubriéndome el cráneo con mi réplica -idéntica- de un stahlhelm de 1939, casi sin respirar, sosteniendo un detonador en cada mano. Luego escuché el crashhhh que venía de la puerta posterior, la que da a la terraza, le di clic al switch, la corriente calentó los filamentos que encendió en pólvora, y sentí el boom con la satisfacción de saber que el foco había estallado por lo menos sobre una cabeza, que pude corroborar por los gritos de dolor que soltó el infeliz unos pocos segundos después, en el preciso momento en el que me encontraba descargando media cacerina calibre 22 sobre la sombra que corría entre las ventanas huyendo aturdido y cegado, para finalmente caer como saco de papas sobre la sólida terraza de madera local que me construí yo mismo. Un herido confirmado, y otro más, herido o muerto. Debía saber la situación de este último, así que me asomé por la ventana y lo vi doblado y ensangrentado sobre el piso. Ese era cadáver, de todas, pero para ser precavido le metí una bala más en la espalda y otra en la cabeza, por siaca. El de la cara reventada seguía quejándose a gritos y sin dudarlo lo consideré como otra baja más.
La pequeña aunque mortífera explosión y la lluvia de balas que recibió el camarada hicieron que los demás retrocedieran, tomaran posiciones, y comenzaran a disparar a diestra y siniestra, llenando de agujeros las paredes de madera, con las astillas volando por todos lados, haciendo estallar los vidrios en mil cortantes pedazos y destruyendo con cada impacto los materiales que encontraba cada proyectil en su trayectoria. Yo estaba enroscado detrás de los ladrillos de adobe del mostrador de la cocina, ajustando el orto para que ninguna de ellas me alcanzara.
Mientras el grupo del centro continuaba disparando, los de arriba descendieron a toda velocidad lanzando ráfagas contra la habitación, que era de pura madera y vidrio. Todo volaba por todos lados, pero a pesar del confuso caos logré verlo entrar por la ventana y rodar por el piso buscando donde protegerse. Ahí fue cuando le lancé la granada, cuando aún no había cruzado la habitación, que rebotó en la pared y cayó justo a su lado antes de estallar y llenarlo de quemaduras y metralla. Ese rojo tenía que estar muerto, y así fue. Entonces, siete rojos menos tres rojos es igual a cuatro rojos.
Las balas siguieron entrando y saliendo de la casa, con ese hermoso espectáculo de cuando todo revienta en pedazos en todas direcciones. Una escena parecida -salvando las distancias- a cuando Neo y Trinity llegan al lobby del edificio donde tenían a Morfeo cocinándole el cerebro para que revele la ubicación de Zion, en ese espectacular tiroteo con los guardias donde las elegantes paredes de mármol enchapado estallan en pedazos con cada bala, un efecto visual que crea tremenda escena de acción. Aparte que Trinity estaba súper cuero vestida de cuero. Todos la amamos.
De pronto la balacera se detuvo. El silencio había vuelto, pero pude escuchar sus voces desde el exterior. Levanté por unos segundos la cabeza y vi cómo rociaban kerosene y prendían algunos atados de paja seca. Estos concha de su madre pensaban sacarme con fuego, o quemarme vivo adentro. De pronto la situación se puso peluda, bien peluda. Cuando levanté la mirada de nuevo vi cómo dos de ellos se acercaban cubiertos de siniestras luces y sombras en sus caras causadas por el fuego de la paja encendida, sin dejar de disparar con sus pistolas.
Aquí era, aquí se definía todo, el fuego me obligaría a salir. Así que, si esa era la única salida, mejor encontrarlos a medio camino a que esperar que lleguen. Corrí agachado, cortándome las manos con el vidrio que cubría el piso; llegué a la pared por la que venían, y esperé afinando el oído a que el sonido de su llegada estuviera a la distancia necesaria en la que pueda arrojarles una granada y disparar las doce balas que me quedaban en la pistola.
Bum. Bum. Rat tat tat. Bum. Bum. Bum. Rat tat tat. Rat tat tat.
Inconfundiblemente eran AKMs, pero los disparos venían de lejos.
– ¡No dispare!
– ¡Suelte el arma! ¡Al suelo!
– !Sí! Sí! Mi nombre es Néstor Chacón, soy el jefe del…
Vi cómo se lo tumbaron de un culatazo.
– !En la casa! !Salga con las manos arriba!
– ¡Es mi casa!
– ¡Afuera! ¡Ahora!
– ¡Voy! ¡Voy! !Salgo!
– ¡Muévete mierda!
– ¡Voy!
Al salir vi a tres rojos muertos en mi jardín, el techo empezando a arder, y no sentí nada cuando a mi también me noquearon de un culatazo.
12.
«Mambrú se fue a la guerra.»
-Canción de origen árabe, llevada a Francia por los cruzados.
El movimiento del camión al arrancar me sacó de inconsciente, y tirado en el frío piso de metal cubierto de sangre, casquillos y barro, con un ojo semi abierto y el otro lado de la cara nadando en mi propia sangre, pude ver cómo la casa ardía por sus cuatro costados. Y me dolió no haberla prendido yo mismo como planeaba. Y me jodió más que ellos lo hicieran.
– ¿A dónde me llevan?
– ¡Silencio!
– ¿A dónde vamos?
– Tienes suerte, viejo.
– ¿…?
– Por tener un amigo con influencias.
¡Rubén!
– Si no hubiéramos llegado justo en ese momento ya estarías muerto.
– ¡Chacón! ¿Dónde está Chacón?
– Ese hijo de puta está en el otro vehículo.
– ¿A dónde me llevan?
– Cerca del infierno. Muy cerca de él.
– ¿…?
– Bienvenido al Ejército Popular, viejo. Te vas pal frente.
Escuché al capitán decir con cacha antes de desvanecerme nuevamente.
13.
“Cuerpos llenan los campos que veo,
el final de los héroes hambrientos,
nadie para jugar al soldado ahora,
nadie para pretender.
Corriendo ciego a través de campos de muerte,
criado para matarlos a todos,
víctima de lo que se dijo sería,
un sirviente hasta que muera.
Niño soldado, hecho de arcilla,
ahora un caparazón vacío,
veintiuno, hijo único,
pero nos sirvió bien.
Criado para matar, no para pensar,
Haz lo que te digamos,
aquí terminó, saludando a la muerte,
es tuyo para que te lo lleves.
De vuelta al frente,
harás lo que yo diga, cuando lo diga.
De vuelta al frente,
cobarde, sirviente, ciego.
El ladrido de las ametralladoras, no me hace nada ahora,
el tic del reloj, como que me acostumbré a él.
Más hombre mientras más medallas muestres,
buscador de gloria.
Cuerpos llenan los campos que veo,
la matanza nunca termina.
¿Por qué estoy muriendo?
Mata, no tengas miedo.
Miente, vive mintiendo,
el infierno está aquí.
Nací para morir.”
-James Hetfield
La base del Ejército Popular en Caraz era un caos total. Prácticamente todos los que entraban y salían en camiones o a pie eran nuevos reclutas; jóvenes de entre quince y veinte años, la cuarta parte mujeres, ninguno vestía uniforme, y el terror y la confusión se notaban claramente en cada rostro. Estos chicos iban a morir pronto, la mayoría probablemente no llegaría al mes sin convertirse en una baja más; muerto, herido o desaparecido. Carne para la picadora.
Tal como lo vaticiné, si sucedía que por alguna extraña razón se presentara el lamentable caso de que me tocara pelear en esta guerra de mierda, pues sería para el bando rojo, y por supuesto formando parte de algún sacrificable batallón de castigo. Aunque, analizándolo bien, aquello no estaba tan mal, ya que a mi lado se juntaba por uno u otro criminal motivo lo más fino del mal vivir: asesinos, choros, narcos, drogos y bichos similares, que formaban fila junto a los desertores capturados que se salvaron del balazo en la nuca y los prisioneros de guerra fascistas que se ofrecieron a luchar para el bando de sus captores. Esta gente en especial no era tan joven, posiblemente ya habían matado antes o lo harían sin hacerse problemas; eran avezados, no le temían a la muerte, sabían cómo escabullirse y ocultarse, y, algo muy importante, que sin mucha dificultad se las agenciarán para escapar y desaparecer por un tiempo si se presentase la oportunidad.
El reducido batallón armado al apuro con retazos no pasaba de los doscientos hombres. Nuestro teniente era un joven de no más de veintiséis años, al parecer con educación universitaria, pero con nada o muy poca experiencia en combate. Se le notó nervioso al hablarle a la formación. El sargento si era un señor mayor, de alrededor de los cuarenta; porte recio, cara de pitbull y luciendo no pocas cicatrices recientes y otras no tanto que recorrían su enorme rostro. De hecho que el sargento venía peleando desde el principio, y eso se respeta. Algo debió haber hecho mal para que lo enviaran -degradaran- a hacerse cargo de este innoble grupo de indeseables listos para el sacrificio en nombre de la revolución. Nos miraba a cada uno con cara de culo mientras paseaba entre y alrededor de la mal formada tropa.
En resumen, el teniente Málaga nos dijo semi tartamudeando que esa misma noche partiríamos hacia Cachicadán, donde recibiríamos instrucción militar por dos o tres días, para finalmente dirigirnos al frente norte, a reforzar las posiciones del ejército en las montañas que rodean Huamachuco, donde se espera que los fascistas inicien otra ofensiva en pocas semanas con el objetivo de penetrar en el callejón de Huaylas por el norte, para así cercar a las tropas revolucionarias cuando unieran fuerzas con los ejércitos republicanos que vienen avanzando lento pero seguros desde el sur, subiendo por el estrecho valle, tomando pueblito por pueblito, seguidos de cerca por la segunda ola, que va arrestando y ejecutando a quienes considere necesario eliminar por ser claramente enemigos. Así como Franco, que lo aplicó a la perfección para demostrar que esa es la mejor manera de limpiar de rojos los territorios recuperados. Conquista, limpia, y sigue avanzando. Tómate tu tiempo, que no es tarea sencilla cuando tú y el odiado enemigo comparten la misma nacionalidad.
Luego formamos una fila y avanzamos a paso lento frente a una serie de mesas donde señoras de uniforme y polleras nos entregaron a cada uno lo que supuestamente necesitaríamos para ir al combate: casco, botas de hule, una guerrera -por suerte abrigadora, ya que no era más que una clásica casaca de montañista de colores vivos pintada a la mala de verde y negro-, y una incómoda mochila de tela liviana al parecer recién confeccionada por algún tipo de artesano, que al toque se notaba no soportaría mucho peso sin desfondarse. Raciones para tres días y en la última mesa me entregaron un viejo fusil AK-47 y tres cacerinas con treinta balas cada una. Eso fue todo lo que nos dieron.
Mientras revisaba mi equipo vi a un grupo de exploradores caminando cansados entrar al recinto, llevando en la espalda pesadas mochilas y rifles de francotirador. Al parecer regresaban de una patrulla de varios días o algo así. Me alegré bastante al distinguir a dos de ellos y de inmediato me alejé de mi unidad para darles el encuentro antes de que entraran en su barraca. Por suerte el sargento no se percató de mi repentina ausencia.
– ¡Toño! ¡Paco!
Voltearon tardando unos segundos en reconocerme, pero cuando lo hicieron se acercaron corriendo y sonriendo sin soltar sus pesados equipos.
– ¡Viejo! ¿Qué diablos hace aquí? -me dijo Toño con un auténtico gesto de sorpresa.
– Toño y Paco. El dúo inseparable. ¡Qué gusto verlos!
– Hasta que la guerra finalmente le llegó. Igual que a todos -me dijo Paco con una sonrisa cachosa.
– Tarde o temprano iba a pasar. Si es que no me ahorcaban antes.
– Eso es verdad -replicó.
– Jajaja. Peleando por los rojos. Tremendo facho -bromeó Toño.
– Shhhh. Eso queda entre nos. Me cagan aquí mismo si escuchan algo así.
– No se preocupe, lo estoy vacilando -me dijo Toño guiñando un ojo.
– ¿Batallón de castigo? -observó Paco. ¿Qué mierda habrá hecho?
– Larga historia. Eso no importa.
– Es por una mujer. Tiene que serlo.
– Opino igual. Apuesto a que sí.
– Algún día alguna lo iba a terminar metiendo en este tipo de situaciones.
– ¡En una puta guerra!
– Entonces, ¿qué fue?
– ¡Ya, carajo! Párenla. Los detalles no importan. La huevada es que estoy aquí, a punto de ir a pelear contra los fascistas y pa concha del lado de los rojos. ¡Qué cagada!
– La situación está por ponerse bien jodida. Pronto atacarán el frente norte con todo lo que tengan -intervino Toño, poniéndose serio.
– Lo sé. Ya nos dijeron que para allá vamos. Un par de días de instrucción y a cubrir los agujeros entre las líneas.
– Por lo menos sabe disparar, aparte de cómo moverse rápido en los nevados, sobrevivir el frío y las fracturas, los pasos de montaña que casi nadie conoce, que usted mismo descubrió -agregó Toño.
– Tengo la rodilla derecha hecha mierda, me cayeron dos buenas apaleadas antes que se terminara de recuperar luego de la operación. Además, batallón de castigo, no será nada fácil mantenerme mucho tiempo con vida.
– Escuche. Como exploradores gozamos de una relativa libertad para movernos por la cordillera. Generalmente estamos algo alejados del frente y del alcance de la artillería enemiga, y cuando nos toca entrar en combate lo hacemos como francotiradores.
– Y lo mejor de todo es que nuestra unidad no cuenta con comisario político, como todas las demás.
– A alguien se le escapó un tiro hace unos meses, y desde que murió nuestro pobre comisario no han vuelto a asignarnos uno nuevo -agregó Toño con una sonrisa.
– La verdad es que tenemos suerte de pertenecer al Cuerpo de Exploradores.
– Lo que tienen es experiencia, y un físico, aguante y velocidad envidiables. Están aquí porque son los mejores guías de montaña de la región, y quizás del país -les dije con convencimiento.
– Gracias a todo lo que aprendimos de usted, viejo, desde que empezamos a escalar de chibolos. Por eso también compartirá nuestra suerte. Veremos la manera de que lo asignen a nuestra unidad -prometió Paco.
– ¡Claro que lo haremos! Nadie conoce la cordillera mejor que este viejo ermitaño.
– Pero no será rápido, ni sencillo. Recién se está integrando al ejército. Lo que tiene que hacer es sobrevivir las siguientes batallas, que nosotros iremos hablándole a nuestro capitán sobre usted.
– Eso suena muy bien. ¡Gracias muchachos! Ojalá puedan sacarme del matadero.
– Haremos todo lo posible. Pero tenga paciencia -dijo Toño intentando que mantenga la esperanza que podría ayudarme a sobrevivir lo que se nos viene.
Me despedí de mis amigos andinistas y cuando volvía a mi unidad lo vi a los lejos. El hijo de perra de Chacón vestía un impecable uniforme de comisario político.
*novela en proceso
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