EL SONIDO DE LOS CLICKS

EL SONIDO DE LOS CLICKS

G. Villa

01/03/2023

Después de unos minutos se empiezan a obviar los clicks infinitos de las máquinas manejadas por autómatas. Suenan varios a la vez, precedidos, seguidos, fundidos con el tecleo. ¿Qué tantas cosas ciertas e inciertas se escribirán en tan solo un segundo? Veo las caras absortas por las luces y los pixeles, los ojos entrecerrados dañándose lentamente por la brillantez, los cuellos de borregos sumisos ante lo que no entienden, pero tienen que hacer. Dicen que la tecnología facilita la vida, pero desconocía que el significado de facilitar era deshumanizar. Buscar tan lejos el contacto que se tiene en la misma casa. ¿Se te olvidó lo divertido que era competir con tus amigos por ver quién lograba el escupitajo más grande? ¿Ver la playa que tienes en frente a través de tus ojos, y no de una pantalla? ¿Olvidaste el calor que te derretía las suelas de los zapatos cuando practicabas fútbol bajo pleno sol de medio día? ¿Y la brisa que enfriaba tu piel sudada al regresar en las noches de jugar al escondido, qué?

Sigo escuchando los clicks, las rueditas de las sillas de un lado al otro, las barras espaciadoras multiplicando lo insignificante, el aire acondicionado que me miente para mantenerme cómodo. El que me diga que el aire enfriado es igual al fresco miente. Está todo tan estandarizado que ya no sé la diferencia entre la persona que tengo en frente mío y yo. Una mesa se parece a la otra, un perro a otro perro y esos ojos resignados a los míos. Tomo café para ver si me vuelvo grande, pero solo me hace ir al baño y preguntarme por qué hago algo que no me gusta.

Extraño las tarjetas de invitación de cumpleaños impresas, con texturas y mi nombre escrito a mano; el olor de las fábricas de jabón cerca al estadio de béisbol y el ardor en mis ojos cuando botaban ceniza al aire; los veinticuatros de diciembre en los que no me enteraba de cómo se veían los arbolitos de los demás ni qué ropa vestían; la dureza de las cortezas de los palos de mango y el sonido de las emisoras en los carros. Todas esas cosas validaban mi nombre, me lo ponían. Hoy solo soy un nombre de usuario que me tocó escoger porque los demás estaban ocupados. Mañana no seré más que un montón de mensajes digitales de despedida que jamás leeré, escritos por personas que terminarán siendo lo mismo que yo: mensajes digitales de despedida que jamás leerán.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS