Hace mucho, mucho tiempo atrás, tanto que nadie sabe cuándo. Quizá más de dos mil años antes, cuando estaba en uso la calzada en la Danta y se reunían todos en fechas especiales en el Gran Jaguar de Tikal. Mucho tiempo antes de que se levantara la cruz en estos lados del mundo y las sombras de las catedrales católicas se proyectaran en las cabezas de todos. Cuando adorábamos a las estaciones y a la madre tierra como dioses reales de la vida y la naturaleza.
En esos tiempos se levantaba con suma importancia el mensajero de toda la creación, así como los griegos en su cultura tuvieron a mercurio, nosotros teníamos al “Colibrí”, ave mágica que con sus plumas de arcoíris y su vuelo veloz llevaba los mensajes de los dioses y mortales desde las tierras de Copan hasta el impero azteca de Tenochtitlán. Se comunicaba desde nuestro Xibalbá hasta el Mictlán.
Una avecilla tan pequeña, pero que atraviesa los mundos, los corazones y las vidas, como vemos que atraviesa las flores en su camino, en su pico lleno de néctar, comunica la voluntad de los dioses, la vida en los campos y la muerte de los hombres…
Cuenta la leyenda maya que un colibrí fue quien le aviso a Kaibil Balam de la invasión extranjera, para que se levantara en armas en su contra. Que un colibrí fue quien le hablo al quetzal par que acompañara a Tecún Umán en su sacrificio ante la espada española voraz.
El colibrí estuvo con Moctezuma al dejar este mundo después de sufrir y lo llevo a las puertas del Mictlán para dar cuentas a sus dioses…
Avecilla que hoy en día está muriendo porque el hombre moderno ha dejado de creer en ella, le arrebata su hogar y sus alimentos, ha dejado de creer en los antepasados mayas con los que ella habla todos los días y les envía el mensaje de la madre tierra que agoniza.
Hermoso colibrí que danza entre flores, que se alimenta de su néctar y a cambio entrega su vida entre aleteos rápidos para entregar el mensaje de la vida. Polinizando cada planta que toca para la continuidad del maravilloso círculo de la pacha mamá, la madre tierra y la vida.
Insuperable animal que viaja entre los mundos, que se posa en cada flor, como puede posarse en cada vida, que lleva el mensaje de cada quien que desea darle uno. Cuando veas al Colibrí que parece volar errante entre flores es porque va y deja cada mensaje a cada espíritu que visita y habita entre ellas, recoge sin cesar cada misiva que representa vida y la lleva sin pausa a su destino.
Maravilla de la naturaleza que damos por sentada porque hoy en día la ciencia lo explica todo y deja fuera la magia de los ancestros.
Imagino a esta pequeña ave, sentada a la diestra de los mayores dioses de esa época milenaria, en la palma de la mano de Gucumatz o como es conocido también el gran Quetzalcóatl; para enviar sus recados a todos en sus diferentes reinos. Imagino en el Popol Vuh que quizá de esa manera fue como se pudieron comunicar los dos gemelos dentro de las cavernas del mundo de Xibalbá, quizá dentro de sus morrales Hunahpú e Ixbalanqué llevaban consigo unos colibríes para enviar mensajes a sus dioses o entre ellos si llegaban a separarse.
Fantástica y frágil avecilla es el Colibrí, que todos los días debe consumir su peso en comida para sobrellevar la carga de su trabajo diario. Ese aleteo que hipnotiza a todo aquel ser humano que lo ve, que sirvió quizá de inspiración para la invención de alguno de tantos aparatos voladores que tenemos hoy en día.
Maravilloso Colibrí, si aún puedes en tu pico llevar mensajes, te encomiendo uno a la humanidad, para que voltee a ver a donde va, que no desprecie todo lo antiguo que puede parecer mágico, porque la vida sin magia carece de importancia para vivirla.
Notable mensajero de los dioses de mi tierra, espero puedas llevar y meter en los corazones de todos los que lean estas líneas, el amor por nuestras raíces ancestrales; el respeto por la sangre que corre en nuestras venas que dio vida a las etnias más importantes de esta parte del planeta, que dejemos de menospreciar lo nuestro, para empezar a verlo como lo mejor de nuestra realidad.
Amado Colibrí, por favor, lleva en tu pico el mensaje que todos somos descendientes del linaje ancestral, orgullosos de nuestra herencia cultural. Sin distinción de clases, hijos de la madre tierra que debemos cuidar.
Entrega el mensaje a quien quiera recibirlo en esta tierra y llévalo a los dioses antiguos que veremos cuando este mundo dejemos.
FIN
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