En una tarde nublada, la tenue llovizna empañaba el cristal de las ventanas, de una solitaria casa a las afueras de una olvidad ciudad; convirtiendo el vapor del ambiente en cortinas grises que, a su vez, transforman los reflejos en sombras y las luces en destellos.

Dentro de la apartada vivienda, vacía exceptuando por dos figuras femeninas, transcurría una conversación apenas audible.

Hola amiga, disculpa la demora, ¿cómo has estado?.

– Hola Erika, bien, gracias. Toma asiento.

Claro, gracias.

– Sírvete, el café está listo – La afitriona le alcanzó a su huésped una taza de café caliente.

Gracias. ¿Cómo has estado desde, ya sabes…. lo de Fernando?, ¿pudieron averiguar algo acerca de la causa?.

– Los doctores solo saben que fue un paro cardiaco.

¡Oh!, que pena, lo siento mucho Emma; él era un buen hombre.

– Jajaja, eso es mentira; él era un desgraciado, eso me consta.

¡¿Cómo puedes decir eso!?, él era tu esposo.

– «Mi esposo», si claro; era un bastardo infiel, eso es lo que era.

¿Eh… en serio?.

– Sí, él mismo me lo confesó, la noche de su muerte. Aunque, por supuesto, yo lo sabía desde antes.

¿Tú ya lo sabias?.

– Sí claro, sabia de su infidelidad desde hace meses. Cuando lo confronte ni siquiera trato de negarlo; sólo se dedicó a amenazarme acerca de quitarme la casa, arruinar mi reputación, asegurarme de que se encargaría de que nadie volvería a contratarme si lo dejaba…

No… eso no puede ser.

– Por favor, Erika. Ambas sabemos la clase de hombre que era, se había asegurado de acorralar me para que no pudiera dejarlo; así que no lo hice.

¿Pero eso qué tiene que ver con su muerte?

– Es muy simple en realidad, yo ya sabía de su infidelidad, también sabía que jamás me dejaría irme sin sufrir las consecuencias; así que decidí que la mejor forma de deshacerme de él era que el me dejara PERMANENTEMENTE.

¿Tú… tú lo….?

– ¿Mataste?, sí, yo lo maté; y si te preguntas el como, lo envenené… el nunca sospecho nada.

No puede ser ¡¿Cómo pudiste!?

– Claro que puede ser, y lo és. ¡¿Crees que no me dolió saber que mi esposo, el hombre al que amaba me había traicionado con la mujer que yo consideraba mi mejor amiga?!.

– ¿Sabías que yo …? Yo, lo siento… yo.

– Tú, tú… Jajaja, no te molestes en fingir cariño. Sabes que es lo más curioso, matarlo fue muy sencillo, debí haberlo hecho hace años.

Emma… ¿cómo…?.

– «¿Cómo?», ya te lo dije, con veneno; la noche de confrontación simplemente lo senté en la misma silla en la que estas sentada ahora, le serví en la misma taza que se encuentra entre tus manos, y le hice tomar en el café, cinco gotas del mismo veneno… que acabas de tomar tú.

El café es amargo, pero la venganza es dulce.

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