La secundaria… un hermoso tiempo para algunos, lleno de amigos y fiestas, y un periodo de sufrimiento para otros, lleno de momentos incómodos y acoso escolar, jajaja.
Yo tengo la fortuna de estar disfrutando al máximo mi tiempo en la secundaria, si bien no soy la más popular de la escuela, tengo buenas amigas y una relación agradable con el escuadrón de porristas y los miembros del equipo de football americano.
No he tenido suerte con el amor, las parejas y eso, pero no me quejo; he recibido propuestas y declaraciones tanto de guapos chicos como de lindas chicas, no obstante, creo que simplemente no estoy hecha para las relaciones románticas. Supongo que es debido a que es difícil encontrar alguien parecido a mí y que comparta mis gustos y pasatiempos.
Aún así, hay algo que amo hacer y que todos los demás también aman, cocinar. Cocino unos deliciosos pasteles de carne para mis compañeros, cupcakes bajos en calorías y carbohidratos para las animadoras, batidos proteicos para los jugadores, e incluso «brownies espaciales» para llevar a las fiestas; en general cualquier platillo o postre que la gente me pida y puedan disfrutar, soy muy buena en ello.
Los ingredientes nunca me faltan, pues es la escuela quien me los provee, a mí y a todo el club de cocina y gastronomía de la secundaria. Es un pasatiempo estupendo porque tengo acceso a un buen presupuesto y así puedo conseguir grandes cantidades de las mejores y más variadas especias de la ciudad; yo… realmente amo cocinar, pues, para mí, el mundo es una gran mesa y todos son mis comensales.
Solía pensar: «Que estos días pacíficos jamás terminen». Pero la vida no es un cuento de hadas, así que todo cambio un día… el día que él llegó.
Presentaron al nuevo alumno a mitad de año, al inicio del segundo semestre, era un chico muy alto y esbelto, tal vez algo delgado pero no flacucho. Tenía la piel blanca, muy pálida, unas leves ojeras debajo de unos ojos azules, casi celestes y cabello oscuro, algo despeinado. Estoy segura que sería el prototipo perfecto de internet y pues, de la mayoría de la secundaria también.
Se volvió popular en poco tiempo y empezó a desplazar la atención que solían recibir mis postres; eso no me gustó, pero… «Es algo del momento, ya pasar» pensé.
Lamentablemente, las cosas no hicieron más que empeorar. Los rumores de mascotas desapareciendo empezaron a crecer, coincidentemente desde que él había llegado; y la situación no se detuvo con eso, no; pronto empezaron a desaparecer los vagabundos, la gente sin hogar que vive en las calle, luego los adictos que solían desconectar su mente de sus cuerpos en algunas casas abandonadas y, posteriormente, las chicas y chicos de mi escuela.
Yo podré ser muchas cosas, pero tonta no es una de ellas; era obvio que algo andaba mal con ese chico, algo andaba terriblemente mal.
Poco a poco el malestar crecía en la comunidad, pero por experiencia propia, puedo decirles que la gente prefiere ignorar los problemas ajenos, mientras no les afecte a ellos mismos.
Los días continuaron su curso, hasta que en una ocasión, en un almuerzo cómo cualquier otro, el dichoso joven se acercó a mí en la cafetería, solo así, sin más.
– Hola linda, ¿comiendo sola? – el nuevo se sentó a la mesa, en la silla que se encontraba justo frente a mí.
– ¡Hola!, Henrry, ¿verdad?. Pues una de mis amigas está perdida, así que la mayoría de mi grupo de amistades decidió no venir hoy a la escuela.
– Que pena, pero cambiando de tema a algo más alegre, ¿cómo es posible que tú y yo nunca hayamos hablado? – se le notaba en el rostro que la situación con mi amiga le incomodaba, pero era obvio que no lo lamentaba en lo más mínimo.
– Pues no lo sé, supongo que nunca has aceptado ninguno de los cupcakes que siempre llevo a clases.
– Soy intolerante al gluten, y no me gustan los postres… Pero si me gustas tú, guapa.
– Te digo algo raro, nunca te he visto comer, siempre vienes a la cafetería a charlar pero jamás tomas una bandeja ni tares tu almuerzo – dije, mirándolo fijamente a los ojos.
– No me gusta la comida de aquí, pero veo que tú siempre traes la tuya preciosa, ¿tu mamá te enseño a cocinar así de bien?.
– Mi abuela, en realidad, vivo con ella desde los siete. ¿Quieres probar un poco de mi shawarma?, la comida árabe es mi especialidad; aunque eso aprendí a hacerlo yo, no me lo ha enseñado mi abuela, jajaja.
– Se ve bien, pero no gracias – era obvio que mi insistencia en el tema de la comida lo estaba irritando.
– Sabes Henrry, tengo que decirlo, pero usas demasiada colonia, jajaja.
– ¿E…en serio? – se había puesto nervioso.
– Sí, apestas a colonia, pero aún así, mi nariz es muy sensible y puedo asegurarte que no cubre bien tu mal olor.
– Oye, ¡¿qué te pasa?!
– Dime Henrry, ¿Alguna vez has sentido el aroma de la muerte?.
No me refiero a algo metafórico, ni tampoco estoy tratando de ser poética; así que mejor déjame reformular mi pregunta… ¿Alguna vez has sentido el olor de un cuerpo?, ¿el olor a muerto?.
El olor de un cadáver humano que ha estado descomponiéndose por quince a veinte días, digamos.
– … – el muchacho me miró sorprendido, sin proferir sonido alguno.
– Bueno, yo sí. Verás, cuando era niña mis padres discutían mucho, poco a poco esa violencia fue escalando; el lanzarse insultos se convirtió en lanzarse objetos y luego en lanzarse golpes.
Una vez, cuando paso más de un mes sin saberse nada de nosotros, mi abuela fue a buscarnos a nuestro pequeño departamento. El lugar siempre había sido sucio y maloliente, pero aquella vez, en cuanto abrió la puerta, ella supo que algo andaba mal… terriblemente mal.
Al entrar me vio a mí, de siente años, sentada al lado del cuerpo de mis padres, quienes llevaban más o menos entre quince y veinte días de muertos; mi padre había asesinado a mi madre y luego se había suicidado; lo sé porque yo lo ví todo. Cuando mi abuela llegó, sus cuerpos estaban en tal mal estado que les faltaban pedazos en los brazos, piernas y rostros, estaban hinchados, llenos de larvas y moscas… Incluso ya no existían huesos en las puntas de sus dedos, las falanges distales de sus manos y pies se habían licuificado.
Yo viví con ellos todo ese proceso, por eso puedo asegurar que el olor de un cuerpo humano en descomposición no es algo fácil de olvidar, pero si muy fácil de distinguir… Y tú hueles a muerte Henrry.
El chico se levantó espantado y salió a toda prisa del comedor, tratando de llamar la atención lo menos posible; mientras tanto yo seguí comiendo, depues de todo, odio que la comida se desperdicie.
Esa noche me quedé horas extras en la escuela, al haber menos gente había más trabajo en el club de cocina, así que me quedé sola, el salón era todo para mí.
– Hoy toca preparar carne seca, si sobra carne, la moleré y haré Kebabs para mí y para la abuela.
Después de pensar en voz alta, puse música en la pequeña radio que teníamos en el salón y me puse a prepara la sal y las especias mientras bailaba al ritmo de la canción.
♪~Mis desayunos son deliciosos
dignos de una princesa hindú~♫
Aún con el elevado volumen de la música, podía escuchar claramente el sonido de un par de pies, arrastrando los pasos, que se dirigían en dirección de mi salón.
♪~Nada mejor que un buen caviar
cuando todo va mal, todo mal~♫
Sequé el sudor de mi frente, acomodé la pañoleta de mi cabeza, ajusté la cintura a mi delantal y me aseguré de que mis guantes etuvieran bien puestos.
♪~En mi dieta todo está permitido
pero nada me gusta si no es contigo
Porque mi plato favorito
sabes bien que eres tú~♫
Los pasos finalmente llegaron hasta donde yo estaba, Henry entró al salón y cerró la puerta detrás de él, pero no conforme con ello, colocó una silla atascando el picaporte de la puerta, para asegurarse de que la única salida estuviera obstruida.
– Hola Henry, ¿viniste para ser mi comensal está noche?. – le hablé sin voltearme.
– Pues sí, vine a comer, pero no tus postres; sino a tí, lindura.
– ¿Es eso una propuesta indecorosa? – repuse, en tono coqueto.
– Lo de hoy a medio día… me sorprende que me hayas descubierto y que me hayas confrontado, en lugar de intentar delatarme o huir de mí.
– ¿Descubrir que cosa?. Yo sólo te conté una historia de mi infancia. – me di la vuelta para mirarle, mientras sostenía un tazón contra mi cuerpo y hacia el ademán de batir.
– Muy graciosa, pero no me gusta andarme con vueltas. Es en serio, ¿sólo por mi olor te diste cuenta de que soy un cadáver?
– ¿Eres un que…? – eso me había tomado por sorpresa.
– Espera, ¿no era eso lo que digiste hoy?
– Yo hacía alusión a que es obvio que las desapariciones de animales y gente son culpa tuya; es cuestión de fijarse las fechas. Pero pensé que eras alguna clase de psicópata o sociópata que disfruta matar gente sin razón… – el idiota acaba de delatarse a sí mismo – ¿estás muerto?, ¿cómo es posible que…
– ¿Camine, hablé, piense?. No lo sé, me gustaría saber cómo; lo único que te puedo decir es que una noche regresaba a casa y unos imbéciles ebrios me atropellaron, y morí… Pero volví, regresé tal como me vez ahora, pero con algunos inconvenientes.
– ¿Inconvenientes?
– Necesito comer carne humana, de gente aún viva para ser preciso, eso ayuda a ralentizar mi proceso de descomposición. En el caso de algunos órganos importantes, cómo el hígado o el corazón, directamente los remplazo por nuevos cada cierto tiempo; no tengo que preocuparme por unir venas o nervios, se regeneran solos, muy lento, pero lo hacen. Lo malo es que también se pudren, eventualmente. – Henry se levantó la camiseta para dejar ver la abertura típica que tendría un cadáver tras una autopsia, pero las suturas parecían recientes y mal hechas, ejecutadas por un novato más que por un médico.
– ¿Sólo te sirve si son personas vivas?
– ¿En serio es eso lo que quieres saber?, cualquiera hubiera intentado huir para este punto.
– Si bueno, admito que me sorprende y creeo que aún no consigo procesarlo del todo, pero huir… ¿Acaso vas a comerme a mí ahora?
– Sabes demasiado, ternura; no puedo correr riesgos – el chico se acercó hacia mí, amenzante.
– La verdad es que me sorprende que nadie te haya descubierto hasta ahora, ¿cuanto llevas viviendo de esta forma?, ¿un par de meses? – al escucharme, Henry detuvo su acercamiento.
– Si, algo cercano a eso… ¡pero es imposible que me descubran, mis excusas son perfectas!. Enfermedad cardíaca para no hacer deportes ni entrar a la ducha, intolerancia al gluten para las comidas y nunca nadie me ve llevarme las víctimas.
– ¿Y qué haces?. ¿Pones los restos en una heladera llena que apenas funciona, limpias la sangre solo con agua y lavas tu ropa con apenas solo jabón, entierras las sobras cada cierto tiempo, en algún lugar al azar, seguramente a poca profundidad, por tu falta de fuerza, y usas colonia barata para disimular tu peste?; ¿algo así?.
– Yo…
– Estás a nada de que te descubran. Cazas sin control, sin reglas y a gente que obviamente buscarán; iniciaste bien pero te descontrolaste. Yo llevo años haciendo esto y jamás nadie ha sospechado de mí, ni una sola vez.
– ¿Tú… Tú también eres…
– Yo, soy solo una chica, «una linda estudiante que adora cocinar, la comida árabe es mi especialidad», jajaja…. ¿Sabes por qué la comida árabe lleva tanto condimento?, Henrry. Claro que no lo sabes; es poruqe en sus largas travesías por el desierto la carne solía pudrirse, así que tenían que disimular.
– Tú eres humana y… comes gente… !Eres una caníbal!.
– ¡Bien!, y uno más uno es dos; que chico tan listo, jajaja. Es broma, en realidad eres un tonto; tan tonto como para no darte cuenta de anuncie a todos que estaría acá esta noche, que me asegure de que escucharas eso para que vinieras a por mí, y que todo esté tiempo no he estado batiendo nada en este recipiente, e incluso de que esto no es una cuchara, sino un cuchillo de carnicero.
Solté el tazón y dejé ver a Henry mi utencilio de cocina favorito. El chico inmediatamente retrocedió, ahora era yo quien se acercaba a él.
– Recuerdas la historia que te conté, acerca de la muerte de mis padres, que crees que podía comer una niña sola, abandonada a su suerte, por casi un mes.
– ¿Te comiste a tus padres…?
– En ese entonces, a pesar de los gritos, a pesar de los disparos, nadie vino; a la gente no le gusta meterse en los problemas de los demás, no les agrada ayudar. Es por eso que sé que ahora nadie vendrá ayudarte, mi pequeño y dulce Henry.
El chico había retrocedido tanto que su cuerpo choco contra la pared, de inmediato dirigió su mirada hacia la puerta, pero esta se encontraba bloqueada, tal cual el la había dejado.
Y que puedo decirles, no soy ni muy fuerte, ni muy grande; pero tengo experiencia lidiando con gente de mayor tamaño y fuerza que yo. La carne podrida no es mi favorita, pero no era la primera vez que la comía, y, a diferencia del pasado, ahora sabía cómo cocinarla apropiadamente.
Limpiar, condimentar, salar, ahumar, dejar al sol para secar. Carne cerca, carne molida y sasonada, charque y relleño de pasteles y empanadas; siempre hay un sin número de opciones.
Incluso una carne tan blanda y desabrida cómo la suya, pude aprovecharla excelentemente.
Al día siguiente el nombre de Henry se sumó a los desaparecidos, pero después de él, el número de personas perdidas disminuyó abruptamente. Aún así, en este pueblo siempre desaparece una o dos personas, esporádicamente; siempre gente anciana, solitaria o despreciable que nadie se molesta en buscar.
En cuanto a mi, pensé que tal vez comer la carne de Henry conllevaría algún riesgo, peor no. A la mañana siguiente todos en la escuela comimos unos deliciosos falafel de carne bien molida y sazonada; todos quedaron satisfechos y contentos, me encanta ver a la gente feliz.
Aunque es un poco solitario cuando el comensal pasa de estar en silla a estar en el plato, me gusta compartir la mesa con ellos; peor más que nada, amo cocinar.
Espero que en la universidad también exista un club de cocina.
♪~Las meriendas son un placer
bollos caseros empapados de miel
zumos relajantes, dulces excitantes,
soy feliz cuando empiezo a… COMER~♫
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