No
te conozco,
no
sé quien eres,
pero
ya te quiero.
Solo necesito el hecho de encontrarte,
doncella misteriosa,
para poder amarte.
Que en mi cabeza rebota tu presencia,
la cual no tiene cuerpo,
ni nombre.
Tan solo vaga una tierna luz blanca,
llena
de sosiego.
Y
brilla como astro en mitad
de la penumbra de la noche.
Eres como la luz tenue,
apenas
perceptible,
de una estrella perdida entre el montón
que existe en el universo.
Y te quiero dedicar este poema.
Y
decirte
Que
si no sabes quien soy.
Me
presento.
Soy
el final del hilo rojo,
soy
el artista que dibujará
una
sonrisa en tu rostro,
soy
quien te regalará lindos recuerdos,
soy
un gran amigo
y
más que eso.
Así
que si un día,
si te cruzas conmigo por la calle.
Bésame, pero sin tocar mis labios.
Abrázame, pero sin acariciar mi piel.
Háblame, pero sin mediar palabra.
Todo eso hazlo, con solo una mirada.
Y reconoceré aquella luz blanca
que
rebota en mi cabeza.
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