Un Gato Bajo la Lluvia

Un Gato Bajo la Lluvia

Crimson Girl

18/10/2022

1. Días de Lluvia

(Narra: Himiko Mori)

¿Quieres que te cuente esa historia otra vez?, de acuerdo.

Esta historia me pone triste, igual que los días lluviosos como hoy. ¡Dios!, aún desde mi cama, puedo escuchar las gotas de lluvia chocar contra la ventana de la sala; detesto ese sonido, es más, detesto la lluvia y todo lo relacionado con ella desde que tengo memoria. Cuando era pequeña, solía pensar que el cielo debía de sentirse muy triste para llorar de esa forma, y eso me llenaba de pena.

Pero eso es una verdad a medias… Sabes que, empezaré contándote porque realmente odio la lluvia; verás, el día que cumplí siete años, llovió más fuerte que ningún otro día de todo ese mes, tal vez más que todo el resto de ese año. Gracias a eso, las carreteras mojadas, la falta de visibilidad y demás temas; mi padre, a quien yo amaba con todo mi corazón, tuvo un terrible accidente automovilístico, el cual terminó por costarle la vida; esa noche yo le había exigido a mi padre que regresara temprano, para celebrar mi cumpleaños, y dentro de mí, estoy segura que fue aquella prisa que le había impuesto, fue lo que causó su muerte.

Desde entonces, los días de lluvia arrastraban culpa y melancolía a partes iguales. Mi madre jamás lo dijo en voz alta, pero sé que me culpaba un poco por lo que había sucedido con papá; así que mientras más pasaba el tiempo, más crecía la distancia entre nosotras; es más, se podría decir que desde entonces, siempre he estado sola.

Cuando termine la escuela, creo que me sentía feliz, estaba emocionada de al fin poder mudarme de aquella casa y buscar mi camino por mi cuenta. Pero la vida es cruel en todos lados, no hay lugar para los sueños en la vida real, porque somos nosotros, las personas, quienes guardamos la crueldad en nuestros corazones.

Apenas en mi primer mes en la gran ciudad, bajo otra torrencial y fría lluvia, en uno de tantos parques, en una caja de cartón, encontré abandonado un pequeño gatito, de seguro el más pequeño y débil de su camada. 

¿Qué clase de persona sería si me negara a recoger a un pobre desdichado como este? – Pensé, más como una excusa para justificar el llevarme aquel gatito a casa.

Y así el tiempo pasó, me gradué como veterinaria y Kuro se volvió mi única familia; pero para mi eso estaba bien, siempre me fue más fácil tratar con los animales que con las personas.

Podría decirse que me iba bien, durante la universidad viví austeramente y ahorré lo necesario para alquilar la planta baja y el primer piso del edificio donde vivía; así, tenía mi pequeño consultorio abajo y mi departamento justo encima. No ganaba demasiado, pero vivía cómodamente, fue una existencia pacífica… hasta que él apareció.

Aún recuerdo claramente ese día, era viernes y, como podrás imaginar, estaba lloviendo. Después de atender a un par de clientes en el último horario de la tarde, me disponía a cerrar el local. Mientras sacaba la basura escuché ruidos extraños que venían del callejón de al lado; allí, tirado entre los contenedores y desperdicios, estaba inconsciente y malherido un hombre, de aproximadamente mi edad.

¿Qué crees que fué lo que hice?.

2. La Sangre se Mezcla con la Lluvia

(Narra: Taiki Miwa)

Otra vez estaba en problemas, la maldita banda rival me había descubierto manejando mercancía en su puto territorio, sin importar lo rápido que fuera, con una herida tan profunda como la que tenía, sabía que no llegaría muy lejos.

Había logrado perder a los imbéciles de los matones del clan Tsugawara, mezclándome entre la multitud, pues, para fortuna mía, era la hora de salida de las oficinas y cierre de los locales; así que escabullirme no fue un gran reto, pero había perdido demasiada sangre y no tarde demasiado en desplomarme en un callejón vacío. Las gotas de lluvia empezaron a caer y enfriaron aún más mi ya frío cuerpo; pensé que tal vez, en esta ocasión, realmente encontraría mi final, cerrando los ojos por última vez.

No sé bien en qué momento el frío se volvió calor, pero sentí un gran alivio y pude descansar. Cuando finalmente desperté, estaba en una sala, en un departamento que no reconocía, de lo único que tenía certeza es de que no había muerto, porque estaba seguro de que ni el cielo, ni el infierno, serían tan pequeños y ordinarios.

Es una herida muy profunda la que tienes ahí…

La voz provenía de una joven, estaba saliendo de lo que supongo era la cocina y llevaba en las manos dos tazas de café caliente. Era una chica bastante linda, pero tenía una expresión seria y un aura intimidante.

Supongo que debo agradecerte – Le dije con tono confiado, no quería mostrar más debilidad de la que ya le había mostrado al encontrarme en tal situación.

No te ayudé para recibir un agradecimiento, con que salgas lo más pronto posible de mi casa es suficiente.

¿Siquiera eres médico o algo parecido?.

Soy veterinaria, pero si eso no te es suficiente, te deseo suerte encontrando un médico que atienda gratis en los callejones.

Su actitud era aún más altanera que la mía, eso definitivamente me agradaba, pero aunque me gustase la conversación, tenía que salir de ahí, para evitar causarle problemas a aquella linda muchacha.

Agradezco mucho tu ayuda, aunque no entiendo como lograste cargarme con esos brazos flacuchos. Debo irme ahora, pero volveré en alguna ocasión para pagar mi… deuda médica, «doc-to-ra».

Me puse los zapatos y pasé del sofá en el que estaba recostado al marco de la ventana, con un solo salto; fue realmente una pésima idea, quería parecer ágil pero la punzada que sentía con tan solo moverme casi me hace llorar. Voltee disimulando el dolor para dedicarle una mirada cómplice y un guiño a la chica, y salte para hacer una gran salida… No se que mierda pasaba por mi cabeza.


3. Los Gatos Siempre Caen de Pie

(Narra: Himiko Mori)

No podía creer lo que acababan de ver mis ojos, después de ayudar a un completo desconocido, utilizar medicamentos que habían salido de mi bolsillo, e incluso haber cargado al ingrato hasta mi departamento; el maldito no había hecho nada más que burlarse de mí, para luego saltar por la ventana, como si se tratase de un gato callejero que se negaba a ser domesticado.

Me dispuse a recoger las vendas y ordenar la sala mientras pensaba lo mucho que le debió haber dolido la herida cuando aterrizó de su innecesario e intrépido salto.

Ni siquiera se tomó el café – dije para mí, con un pequeño suspiro.

Grato hubiera sido que esa fuera la primera y única vez que me haya encontrado con aquel hombre de nombre desconocido, pero tal parece que a la vida le gusta burlarse de las personas, porque no había pasado ni siquiera una semana cuando aquel mismo sujeto volvió a mostrar su rostro frente a mí.

Hola doctora, hoy trabajaste hasta tarde – dijo una voz que provenía de un perezoso cuerpo tirado sobre el sofá de mi sala.

¡¿Cómo has entrado aquí?!. Si descubro que me falta algo, no me tentare el corazón en llamar a la policía.

Wow, tranquila, tranquila; si tuviera la intención de robarte algo no te habría esperado hasta que cerraras la veterinaria.

¿Estabas espiándome?. ¿Esa es tu forma de dar las gracias a quien te ayudó?.

No estaba espiando, solo decidí pasar por aquí para saldar mi cuenta – dijo el chico mientras enseñaba una bolsa plástica que había traído consigo.

¿Qué es eso? – pregunté un tanto temerosa a su respuesta.

Es takoyaki – contestó él emocionado – ¿lo has probado antes?.

Suspire sin intención alguna de disimular mi descontento, pero me acerqué con cautela y terminé sentándome a su lado para comer.

Enojarme nunca había sido uno de mis fuertes, y sentía que sin importar cuanto le exigiera explicaciones, aquél extraño sujeto no me diría nada que no quisiera decirme voluntariamente.

Al menos dime tu nombre, si te va a dar la libertad de irrumpir en mi departamento como si fuese tu casa.

El hombre me miró sorprendido, y con un leve rubor en sus mejillas me contestó:

Miwa, Miwa Taiki.


4. Si Alimentas un Gato Callejero, te Seguirá a Casa 

(Narra: Taiki Miwa)

Antes de lo que yo mismo hubiese esperado, terminé herido en otra pelea, pero una parte de mí se alegró, porque sabía que tenía una excusa para volver a ver a mi linda médico personal.

No quería empezar mal esta visita, a diferencia de las dos previas, así que esta vez, decidí esperar afuera de su veterinaria; pero nunca he sido un hombre afortunado, al parecer mi linda Himiko había salido. El clima tampoco cooperó conmigo, la lluvia estaba fría, pero no me desanimaba de ver una vez más a aquella fascinante mujer.

Debí darme cuenta antes de que un yakuza sangrando en plena calle, sería llamativo, pero no pensé que espantaba tanto a la gente solo por mi cara. Aunque fue gracioso ver a Himiko sorprendida y molesta a partes iguales; afortunadamente, me trato de la misma fría pero amable forma en que siempre me trataba, me invitó a pasar a su departamento para secarme y calentarme; curó mis heridas y me reprendió por haberme quedado bajo la lluvia tanto tiempo, aunque, la verdad era que no me hubiese importado esperarla todo el día y toda la noche, solo quería poder verla de nuevo.

Sin importar cuánto tiempo pasase, o lo cada vez más corto de los periodos de espera entre visita y visita, por alguna razón que ni yo mismo alcanzaba a comprender; cada que se me presentaba una oportunidad, me escabullía de casa de mi patrón para ir a visitar a Himiko. A veces llegaba con comida, a veces solo iba a molestarla, y en más de una ocasión, me había ayudado curando mis heridas, como aquella primera vez.

Disfrutaba mucho de pasar tiempo con ella, era casi una rutina visitarla por lo menos una vez a la semana; y así, poco a poco, nos convertimos en amigos, en confidentes. Nos contábamos lo que queríamos, nos guardábamos lo que no era necesario decirse en voz alta; nos entendíamos a la perfección; poco a poco nos habíamos hecho muy cercanos, y yo empezaba a tenerle un cariño muy especial.

Sabía que era irresponsable de mi parte ir a verla tan seguido, teniendo en cuenta la posibilidad de que, tanto mi clan como alguna de las familias rivales, descubriesen su hogar y pensaran en hacerme daño a través de ella. Pero por más que me lo planteara una y otra vez, me era irresistible volver a ir a verla; era egoísta, si, pero habían pocas cosas en mi vida que me hacían tan feliz como ella.

Mi vida siempre había sido caótica, pero en estos últimos meses las peleas con las bandas rivales, y sobre todo con el clan Tsugawara se había vuelto más frecuentes y más peligrosas. En una ocasión incluso lograron herirme en la espalda muy gravemente, al punto que me vi en la necesidad de acudir a Himiko por ayuda, aunque me haya tentado la idea de no ir con ella; ya que no quería preocuparla, y menos aún que me hiciera preguntas que pudiesen meternos a ambos en problemas.

Los tatuajes de tu espalda… ¿Eres un Yakuza, verdad?

Esa pregunta me helo la sangre, supe en cuanto me hirieron, que no podría evitar que Himiko me preguntara acerca del tatuaje en mi espalda; aunque seguramente ya lo había sospechado desde mucho antes.

¿Tienes miedo?. ¿Me temes ahora que sabes que soy un criminal? – No pude frenar mi lengua, aunque realmente me aterrara su respuesta.

En realidad, lo he sabido desde el primer día, cuando te cure, aunque la herida estaba en tu abdomen, tuve que quitarte la camisa y me fue inevitable ver tus tatuajes.

¡¿Y has dejado a un Yakuza entrar en tu casa todo este tiempo?!. ¡¿Eres tonta o algo así?!.

No es como si dejase a cualquiera entrar a mi casa, tú eres… tú.

Realmente no me esperaba ese tipo de respuesta, y no pude evitar sonreír al escucharla.

5. Un Hogar para un Gato Callejero

(Narra: Himiko Mori)

No era la primera vez que Taiki llegaba a mi casa herido, pero no lo había visto en tan mal estado desde la primera vez que nos encontramos.

Después de curarlo, me senté a su lado, estaba listo para empezar una larga reprimenda enumerando todas las cosas que había hecho mal; pero entonces, Taiki se recostó en el sofá, colocando su cabeza en mi regazo y dirigió mi mano hasta su frente; ahí entendí que quería que lo acaricie, como si de un gatito se tratara.

¿Te has dado cuenta de que la mayoría de los días que nos vemos son días de lluvia? – Preguntó él, con los ojos cerrados.

Si… odio la lluvia.

Lo sé, ya me lo habías comentado. Pero creo que yo no te he dicho aún que de niño, solía pensar que cuando llovía mientras yo estaba triste, era porque el cielo lloraba conmigo; ahora que soy adulto, sé que el cielo llora por mí.

¿Por tí?, ¿Te refieres a en lugar de ti, o a causa de ti?

A veces creo que ambos.

El silencio llenó la habitación, no quería entrometerme, pero realmente me preocupaba el bienestar de Taiki; yo… realmente le tenía mucho cariño.

Quisiera decir que me preocupaba y lo quería como quería a mi gatito, Kuro; pero dentro de mí, sabía que era un sentimiento muy diferente, una clase de cariño, de amor, distinta… pero no podía admitirlo, tenía miedo de volver a perder a las personas que amo.

¿No has pensado en dejar esa vida?, ¿dedicarte a otra cosa?, yo podría ayudarte. – Trate de disimular el temblor de mi voz.

¿Sabes?… Nunca conocí a mi madre, murió el día que yo nací, mi padre hizo el intento de criarme solo, pero supongo que la perdida de mi madre le afecto demasiado, y el alcoholismo consumió su vida. Él se volvió una persona totalmente diferente, al punto de ser un maldito infierno el tener que vivir con él. 


Solía quedarme hasta tarde en la escuela para estar cerca de él lo menos posible; hasta que una tarde cuando volvía a casa, la puerta estaba cerrada, había un aviso de desalojo y el bastardo se había marchado, sin dejar un número o una dirección; ni siquiera se despidió.


En ese entonces sólo tenía 8 años, de repente me vi solo y sin un hogar, no había mucho que pudiese hacer, así que me vi obligado a robar para poder comer; sobreviví como pude en las calles, hasta que un día le robé al hombre equivocado. Puede que pienses que tengo muy mala suerte, pero en esa ocasión fuí bastante afortunado; sabía que el hombre al que le robaba era un Yakuza, y pensé que traería mucho dinero encima, fuí maldito imbécil ambicioso… Perdón por las malas palabras. 

No te preocupes, continúa con comodidad. – Taiki solía controlar su lengua cuando estaba conmigo, así que verlo soltarse así me ayudó a darme cuenta de lo sincero que era al narrarme esa parte de su vida.


Como sea, aquel yakuza me descubrió con facilidad, y hasta el momento en que sus hombres me sujetaron, creía que no le tenía miedo a él o a lo que pudiera hacerme, cicatrices tenía de sobra ya, e incluso llegue a considerar que si me matara sería una forma fácil de escapar de mi tormento. Pero cuando sus ojos miraron a los míos… «No quiero morir», fue lo único que pensé, aún así, más por miedo que valor, decidí no desviar la mirada.


Resultó que aquel hombre era el jefe del clan Miwa, y al parecer, entre mi habilidad con las manos y mi mirada desafiante, vio en mí a un futuro hombre de confianza; por lo que me tomó bajo su tutela y me convertí en parte de su clan. Además de ti, él es el único que ha demostrado algo de interés y cariño hacia mí, fué más un padre para mí que mi propio padre; es por eso que no puedo abandonar mi actual vida, no puedo abandonarlo, menos ahora que sé que más me necesita; le debo mi gratitud y lealtad, y no me perdonaría el traicionarlo.

Sin darme cuenta, las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas y cayeron sobre la frente de Taiki; él me miró sorprendido, como si no supiese que hacer, pero yo no podía dejar de llorar.

Lo siento, yo… – No podía articular las palabras.

Nunca nadie antes había llorado por mí, gracias.


6. La Lluvia Trae Malos Recuerdos

(Narra: Taiki Miwa)

Habían pasado muchos días desde la última vez que pude ver a Himiko, extrañaba comer su comida, jugar con su gato y pasar tiempo con ella; pero las peleas territoriales eran prácticamente diarias, y además teníamos a la policía sobre nosotros, no podía ponerla en peligro o involucrarla de cualquiera manera, era una chica buena y tenía un trabajo estable y se había esforzado para tener una vida recta; no podían relacionarla más con un criminal como yo.

Habían días en que lo único que me daba esperanza entre tanta sangre y violencia, era pensar en ella y en volver a ver su rostro sonriente; quizás cuando todo esto acabe podríamos tener una vida tranquila juntos.

Parecía que las cosas solo seguirían empeorando cada vez más y más, hasta que uno de esos días, los Tsugawara citaron al jefe a una reunión para establecer una alianza y cesar de una vez con estas constantes peleas. Sería una reunión sólo entre los Kumichos, las cabezas de cada familia, y solo dos de sus hombres de confianza.

Recuerdo que el señor Miwa dudo mucho en si aceptar asistir a la dichosa reunión, creo que todos sospechábamos que podría tratarse de una trampa, o una especie de emboscada; más aún si cumpliamos lo que exigía la invitación, asistir sin armas. Finalmente, el jefe aceptó, y por supuesto, me pidió a mi asistir junto a otro hermano más.

En el tiempo pactado hasta el día de la reunión, no pude ir a ver a Himiko ni una sola vez; la situación seguía siendo tensa, pero además, no quería decirle lo que iba a hacer, solo le preocupa y no quería ni siquiera pensar en que esa podría ser la última vez.

Finalmente, el día llegó; los Miwa asistiríamos a la reunión con los Tsugawara. Vestimos nuestros mejores trajes, y yo, por supuesto, guardé un tanto afilado en mi camisa, bien escondido; no pensaba asistir sin al menos algo con que defenderme.

Salimos en auto hasta el territorio de esos malditos perros, hasta donde nos dejaron ellos, al menos; el resto del camino lo recorrimos a pie. Nos dirigieron hasta una bodega con una mesa y un par de sillas colocadas frente a frente.

La discusión inició respetuosamente, pero pronto los ánimos se caldearon.

No hay nada que me gustaría más que terminar con esto por las buenas, Miwa; – Dijo el jefe de los Tsugawara, tratando de disimular la furia en su voz – pero me temo que no es una opción para mí, no después de haber perdido a mi hijo.

Lamento tu perdida Tsugawara, pero seguir luchando no resarcirá tu pérdida.

Tal vez no, pero la venganza le dará paz al alma de mi hijo, o por lo menos, a la mía.

Sabía que lo de no llevar armas era una tremenda mierda, jamás debimos venir a este lugar maldito; pero mientras logremos salir de aquí todo estará bien… si al menos el jefe logra salir ileso, había pagado mi deuda.

Una vez Himiko me habló de un timbre en la veterinaria, era el timbre de la entrada principal, el que tocaban los dueños cuando llevaban a sus mascotas con alguna emergencia. Supongo que mi situación podría encajar un poco en esa descripción.

¿Si, cuál es su emergen.. ¡Taiki!?

Al fin he llegado, no pensé que lo lograría, pero afortunadamente podré ver tu rostro una última vez, Himiko…. Lamento manchar tu piso de sangre.

¡¿Taiki, que te ha sucedido?!

He logrado salvar al señor Miwa, Himiko.

No sonrías idiota, te estás desangrando; siéntate, iré por algo para detener la hemorragia, y necesitaras una transfusion, hay que llevarte a un hospital y…

Me temo que esta vez, estas no son heridas que puedas curar, Himiko; ni tú, ni nadie… ya no.

No digas estupideces, sólo quédate quieto mientras llamo a una ambulancia.


– Ya es demasiado tarde para mí, solo he venido a despedirme. 


– Pero… – Ella había comenzado a llorar sin control.

Gracias, Himiko; por todo lo que has hecho por mi hasta ahora, nunca había tenido a nadie que me tratara como tu lo hiciste, nadie que llore por mí, como aquel día, como ahora… pero prométeme, que esta será la última vez que lo hagas.

No digas eso, iré por mi celular, vuelvo enseguida… presiona tu herida fuerte y no te muevas.

Yo… hubiera deseado poder quedarme un poco más con ella, pero lo último que quería era causarle problemas a la persona que tanto me había ayudado, y a quien más amo en este mundo. 

Así que solo me fuí, espero que pueda perdonarme…

Cada vez me siento más y más cansado, a cada paso puedo sentir menos la lluvia; necesito sentarme y descansar… Aquí estará bien, es lo suficientemente lejos de la casa de Himiko, yo… no puedo seguir manteniendo los ojos abiertos, y ya no quiero hacerlo; con los ojos cerrados puedo verla a ella, así que mantendré cerrados mis ojos para ver su sonrisa una última vez.


7. Cada Vez que Llueva

(Narra: Himiko Mori)

Ese día, tan violentamente como llegó, Taiki se fue, lo único que dejó como prueba de que lo que había sucedido fue real, fueron las manchas de sangre en el piso y este sentimiento de vacío en mi pecho.

Como si el destino se burlase de nuestra desgracia, ese día también estaba lloviendo.

Entendí que él se había marchado, porque si su vida concluyese allí, hubiese tenido muchos problemas para explicarlo, pero hubiera preferido una y mil veces que se quedase entre mis brazos esa última vez.

Sin pensarlo demasiado salí corriendo de la veterinaria con la esperanza de que aún se encontrara cerca, de que aún pudiera ayudarlo, o aunque sea despedirme apropiadamente de él. Pero todo fue en vano, sin importar cuanto busqué, Taiki se había ido, y esta vez, ya no regresaría. 

Ese día las gotas de lluvia se mezclaron con mis lágrimas y tanto el cielo como yo, lloramos por él; supe, que aquel gato callejero, jamás volvería a esperarme bajo la lluvia.

Pero aún ahora, siempre dejo la ventana abierta, quiero creer que él aún anda por ahí, en alguna parte. Y es que sé, que sin importar cuanto tiempo pase, seguiré recordando a Taiki cada vez que llueva.

Fin.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS