Ojos que miran con desdén, prefieren estar cerrados que ver a su alrededor, la oscuridad deja claro que ya no acabará; boca reseca de hablar y hacer promesas al vacío, promesas que se lleva el viento; mente que no para de pensar en una salida fácil; brazos sin fuerza alguna para seguir; piernas deseosas de no moverse más; corazón solitario, allí la sangre bombea sin más. Sin embargo, no es razón suficiente para tener fuerzas de nuevo.
Se ríe un rostro enfurecido por la aparente culpa denigrante, mal nieto, mal hijo, mal papá. Tratando de ocultar la verdad se relucen pavoneándose fervorosamente los temores más oscuros y las verdades más claras.
Como todo cáncer difícil de erradicar, la oscuridad puede desaparecer temporalmente pero fielmente vuelve, acosando sin darle al portador la opción de defenderse, dejando un único deseo forzoso de acabar con todo.
Ya las lágrimas no son de dolor, el arrepentimiento ahora es su dueño, dejando un sabor que no es un adiós, es solo un hasta luego.
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