CADENAS CARMESÍ – CAPÍTULO 1

CADENAS CARMESÍ – CAPÍTULO 1

Montse Samberino

08/09/2022


Capítulo 1
Manos Manchadas
Caminando de regreso a casa, un prematuro grupo de copos de nieve empezó a caer sobre él: era la primera nevada del año, y se alegró de haber tomado el abrigo de su primo el día anterior, pues había ido de visita a su casa. Le quedaba algo grande y holgado, pero era mejor que nada. En su camino no se topó con nadie, cosa que le resultaba muy extraña estando él acostumbrado al bullicio de los muchachos que vivían en su vecindario; pero ese día era diferente, ninguna persona se encontraba fuera de su casa o negocio, todos se resguardaban de la nieve que lentamente cobraba fuerza impulsada por un crudo viento invernal. Un escalofrío recorrió la espalda del muchacho, quien por un segundo, tuvo la sensación de que la tenue luz de la luna que se comenzaba a alzar poco a poco en el cielo nocturno alumbraba todas las inertes figuras del sigiloso pueblo…a excepción de él. ¿Era acaso un castigo prematuro por lo que había hecho? No tenía justificaciones válidas ante lo sucedido. Le fue imposible controlar su ira, y la desahogó clavando profundamente la daga que siempre llevaba en su bolsillo en el cuello de aquel que había vociferado tantas provocaciones hacia él.
No se reconocía a sí mismo, era completamente opuesto a su verdadera naturaleza; pero la cólera que le provocaron las palabras de su «amigo» lo habían hecho desatar una furia inconmensurable. Podrían meterse con quien sea y tampoco le importaba que lo maltratasen; pero… Hablar  de ella…
Era imperdonable.
El aroma a sangre fresca que emanaba de la herida le  provocó  arcadas. Ese olor tan increíblemente remarcado, asqueros. Así mismo, estaba consciente de que esa herida sería más que suficiente para que los rumores corrieran y le dieran el título de asesino, aunque su intención no fuera del todo mala dentro de su casi extinto raciocinio. Sin embargo eso no le importó, sólo quería callar esas palabras que tanto dolor  le causaban.
Quizá porque en el fondo sabía que se  trataba de toda la verdad…
El muchacho había logrado pronunciar unas últimas palabras antes de que su respiración se cortara y su corazón se detuviera completamente: «Nunca te perdonará lo que has hecho»
Mientras sus pensamientos  divagaban, no se percató de que su casa estaba ya muy cerca, y a unos cuantos metros de la entrada, un grupo de jóvenes se encontraba charlando casi en susurros, como si temieran ser escuchados o descubiertos por algo o alguien. Él continuó caminando a paso lento pero constante, recorriendo despaciosamente cada uno de los cuerpos que conformaban aquel perímetro de susurros con sus ojos dorados. Cuando finalmente estuvo a escasos centímetros del círculo que formaban los muchachos, buscó con la mirada a Natzira, pero no estaba por ahí. Por dentro se sintió aliviado, pero no pudo evitar sentir que eso podría ser un preludio a sus desgracias. Torció el gesto y miró al cielo que aún estaba cubierto de nubes oscuras, preguntándose si podría explicarle a a ella lo que en realidad sucedió, sin que le odiara o deseara su absoluta desaparición. Apretó la mandíbula y disimuladamente retiró una de sus manos del bolsillo de su abrigo, contemplándola por unos momentos; la sangre ya se había secado y el arma seguía dentro de su prenda, ¿Por qué no se había deshecho de ella si sólo serviría exponerlo de la peor  manera? De un momento a otro, su expresión se tornó demasiado tensa. Su amigo más  cercano, el único testigo, tampoco había regresado ¿Lo delataría? Claro… ¿Quién no lo haría? Después de presenciar un asesinato de esa índole justo frente a sus ojos.
Se dio cuenta de que sus manos habían empezado a temblar, y no era por el frío. Se negaba a aceptarlo, a creer que lo que había ocurrido era real, quiso pensar que todo era una horrible pesadilla de la que despertaría al darse un pellizco o una mordida en la mano. Él no era un asesino. Se exaltó al sentir una mano fría y tensa en su hombro acompañada de un «¿Cómo estás, Lance? Se te ve muy alterado desde entonces…»
Esta última palabra había sido pronunciada con un tono lleno de sátira, enfermo. Lentamente giró su cabeza hasta voltearse por completo y mirar al extraño que se encontraba cubriéndole la espalda como una penumbra en un callejón lóbrego y sin salida…

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