Carta a un hombre desterrado

Querido G:

Hoy vi un cadáver otra vez. La boca atrapada en una oración muerta, los ojos capturados en una emoción que desconoce espacio, tiempo, raza o sensibilidad. Parecía un cuadro, olvidado allí, teñido de pensamientos desconocidos y una memoria que se tornó de dominio público. 

 Hoy vi un cadáver, hermano de circunstancias y final de los otros, víctima de tus manos, producto de tu falsedad ¿Cuantas más olvidaste, le desheredaste importancia? Ahora te toca encarnar tu papel, el de pobre cito, el de a quien nadie tiene nada para criticar: tu máscara es tu genuina incapacidad de operar con tu lado imparcial, y tu discurso el desconcierto. 

 Y ahora me toca a mí verte y odiarte, por una historia que clasificaste como unilateral. Sos el protagonista de mis persecuciones, y la indiferencia que te genera el hecho te hace olvidar lo, lavarte las manos y volver a matar. 

Buscaré en tus conocidos la identidad de tu próxima víctima, mientras intento convivir con el rostro de la última.  

                                                                                                         Con odio, la sepultadora