Monologo de la muerte

Monologo de la muerte

Space Invader

20/07/2022

La muerte se lo lleva todo. Yo hace algunos meses que ya no estoy vivo…

Pensar en la muerte es pensar en memorias, recuerdos, en lo que ya no existe. Al pensar en la muerte me siento distante, lejano, como si la muerte también me hubiera llevado a mí. Lo cual en parte es verdad pues, aunque he estado vivo todos estos días, no he vivido ninguno de ellos. Por eso pienso mucho en la muerte, es lo único que un muerto puede hacer.

Se dice que el dolor nos hace grandes, que nos fortalece, que no hay carga de dolor en este mundo que no traiga como recompensa alguna gratificación. Creo yo que es mentira, que el dolor es injusto y nosotros, cual premio de consolación, le hemos atribuido un valor romantizado. Para prueba de eso estamos nosotros a quienes, si bien el dolor nos moldea, jamás nos trasforma en algo mejor, Nos hace más fríos, nos forja corazas de armazón impenetrable que son mas carga de defensa que propia ganancia. El dolor nos arrebata, poco a poco, cada cosa que creíamos nuestra, incluso nuestra propia esencia, nuestra vida, nos mata lentamente hasta dejarnos siendo un minúsculo, insulso, fragmento de lo que solíamos ser.

La muerte lo mata todo y, tras de si no deja nada, solo trae a cambio cosas peores. La muerte solo deja novedades. Pero lo nuevo es caos, lo nuevo es soledad, espacios vacíos que jamás podrán ser habitados, corazones que jamás volverán a amar, lugares contaminados que se extienden como virus y que cada vez me dejan más sin sitio al que llamar hogar.

La muerte también es un proceso egocéntrico. Extrañamos lo que no nos pertenece, extrañamos sentirnos bien, extrañamos sentirnos amados y dichosos, aunque en el tiempo del que sentimos, no lo hayamos vivido así. Nos creemos dueños de los momentos cuando la verdad es que, los momentos son solo eso, momentos. De lo único que uno es enteramente dueño es del sentir. Y todo esto no está mal, a fin de cuentas, somos humanos y nuestra mayor ventaja es la capacidad de errar, errar una y otra vez hasta que, errar, ya no sea una opción.

La muerte vino y se fue, como un tren en un anden al que jamás regresara. En el tren aquel se fueron abordo todos aquellos a quienes no puede acompañar, todas esas cosas que ya no voy a poder hacer, tanta posibilidad descartada. Lo normal seria que, como buen no pasajero, me retirara yo, a buscar mi anden a esperar otro tren. Pero sigo aquí, en el anden de la muerte, parado, esperando a que el dichoso tren ese, vuelva y me regrese al menos algo de lo que sin piedad me arrebato. Porque lo que me dejo a cambio es poco, suficiente para armar un pequeño barco y navegar hacia el futuro, pero a fin de cuentas poco. No lo quiero, y no por capricho o por que esperase algo mejor. No es que no pueda hacer nada con lo que tengo, con lo que me queda. Es simple y sencillamente que no sé qué hacer.

Nunca me han gustado los panteones. Porque están llenos de imposibles, de vida que ya no está, de voces que ya no hablan y que quisiera escuchar. Los panteones son para los que se van, no para los que se quedan. Y de quedar, yo quisiera quedarme ahí. El día que te fuiste supe que yo ya jamás regresaría. Por eso, si hoy vengo acá es para visitarme a mí, a ver si chance esta vez dejo acá, todo lo que acá se tenia que quedar.

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