Toda la vida nos lo han enseñado y lo hemos aceptado, bajamos la cabeza en sumisión, dejando de lado lo que podamos pensar y cualquier cosa contraria a ese precepto es casi llevado al nivel de la herejía.

Te validan como verdaderos en tu cabeza los sentimientos y razonamientos religiosos, sociales y familiares, los mismos que dejan de lado la innovación, creatividad, pensamiento lateral y todas las cosas que en momentos determinantes de la humanidad la han llevado a su evolución y permanencia en este planeta.

Recojo de los pertrechos de mi cerebro, con todo el fugaz entendimiento que puede ofrecer una existencia perturbada y una cansada mente, el famoso enunciado con el cual crecí toda mi vida y deseo refutar el día de hoy, en este mes tan especial como puede ser el mes de mayo, el mes de mamá.

¡Madre, solo hay una!… Eso escuchamos desde que nacimos y entendemos el lenguaje. Nos arraiga a respetar, obedecer, honrar y amar a ese ser único en nuestra existencia. Lo hacemos sin chistar, por obediencia, agradecimiento y aceptación, queriendo ser buenos hijos a los ojos de ese ser único en nuestra vida. Agradecemos con nuestra vida los momentos de dolor que tuvo esa persona como pago para traernos a este mundo, la veneramos casi como a una santa y sin importar lo que sea de nuestra vida, ella siempre tendrá el primer lugar dentro de nuestro corazón.

Pero hoy, debemos reconocer que en muchos casos no es ella la única que podemos llamar madre en nuestra vida.

Está ella, la primera, la que con dolor y llanto trajo a la existencia lo que estaba reservado solo a Dios, la vida. Pero en muchas ocasiones a la par estará quien crie, quien eduque y de lecciones de vida y que no son la misma persona.

Hay vidas bendecidas con una madre casi todopoderosa, que se ocupan de todas y cada una de las tareas y necesidades de su vástago. Pero la mayoría contará con apoyo de una abuela, una tía, quizá una prima o inclusive una maestra de kínder que apoyara en el cuidado, en satisfacer las necesidades de la criatura al crecer, ya sea porque mamá no está o se encuentra en otros roles que la vida le reclama.

Por ello me atrevo a pensar que ¡Madre, no hay solo una!…

Porque cada persona que ha jugado ese rol tenaz, aunque sea únicamente por uno o dos días, no más. Merece llamarse madre de esa personita que cuido, alimento y alentó en la vida, merece ser reconocida en un día tan difundido y estereotipado como es el día de las madres y darle las gracias por sus episodios de maternidad al cuidar, quizá un extraño, quizá un pariente o un hermano.

¡Madre, no hay solo una!… eso declaro, recordando cada ayuda que hemos tenido, tratando de ser agradecido porque compartir el mérito no es restarle importancia a la mujer que pujo para que yo llorando me abriera paso en la vida…

¡Gracias, mamá! Porque, aunque veo que no fuiste la única en mi vida que me cuido, arropo, alimento y educo. Siempre estaré agradecido porque tú escogiste a la mayoría de esas personas que te ayudaron a cuidarme.

¡Te amo mamá! Y agradecido estoy con todas las personas que al igual que tú me apoyaron, me dieron un regaño y me han enseñado, para así llegar en la vida a ser quien soy, aunque pueda ser una decepción para algunos, para ti sé que no lo soy. Porque logré ser quien pude ser, ni más ni menos.

FIN

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