THE JOURNEY OF THE LIFELESS – CAP 1

THE JOURNEY OF THE LIFELESS – CAP 1

J.P Durán

14/01/2022

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CAPÍTULO 1: DESTINO

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La humanidad celebraba la semana más importante del año, el Deidaebo, semana donde los humanos hacían ofrendas de oro y ganado a los grandes dioses del Megálo. Toda la economía del continente se detenía para que los habitantes solo se dedicaran a agradar a las deidades. Mientras, los dioses se regocijaban de la obediencia de los humanos gracias a sus ofrendas y plegarias; además, hacían su propia celebración y festines desde el Megálo, ya que no podían bajar a la tierra a celebrar junto a ellos, porque los tres grandes: Zigmund, Äthlios y Thálassa invocaron una magia en el gran portón para que nadie pudiera salir o entrar. Esto se hacía para que ningún dios se saltará la celebración, o usara sus poderes en algún otro trabajo divino, ya que se tenía como objetivo que descansaran y recuperaran todo su poder, para así seguir bendiciendo a los humanos y a sus cosechas. Sin embargo, Constantine el hijo menor de Äthlios y el menor entre todos los dioses, mandó a su lacayo Dimateo al Megálo disfrazado a su semejanza, así Constantine pudo engañar a su padre para ascender del inframundo con su ejército y conquistar la tierra, mientras los demás dioses estaban encerrados en el Megálo.

Los demonios y dragones de las profundidades avanzaban mientras destruían todo a su paso, y al mismo tiempo los dioses veían desde el Megálo la masacre inundados de dolor, llanto e impotencia. Pero, a Zigmund se le ocurrió un plan para acabar con la conquista de Constantine al ver como su hijo, el semi- Dios Perseo luchaba cara a cara contra los demonios para salvar a la humanidad y a su familia. Entonces, Zigmund dijo:

  • Derramo esta lágrima sobre ti Perseo, con el fin de que sea la última lagrima derramada por esta guerra, y así te bendigo con el don de la fuerza, la resistencia y la agilidad del rayo de Zigmund. Para que vengues tanto a Dioses como a mortales del engaño del traidor mentiroso, y así la batalla termine con el mundo en tus manos.

Mientras la lágrima caía sobre Perseo, otros Dioses decidieron seguir la voluntad de Zigmund y derramaron más lágrimas sobre otros 3 humanos bendecidos. Thálassa derramó una lágrima sobre Entrifone la muda, bendiciéndola con el don de la magia de los cuatro elementos: Aire, Agua, Fuego y Tierra. Kouh derramó una lágrima sobre Thorium el sabio codicioso, bendiciéndolo con el don del maná, fuerza mágica utilizada por los Dioses para crear a los ángeles, y, por último, Ira y Äthlios derramaron ambos una lágrima sobre Herástocles el sacerdote de la paz, brindándole el don de la luz y de la oscuridad. Así fue como 3 humanos y un semi-Dios se levantaron como los 4 grandes pilares de la humanidad y lucharon contra el Dios Constantine y su ejército.

Pasadas 3 lunas los 4 pilares ganaron la guerra haciendo que gran parte de los demonios regresaran al inframundo, y otra gran parte se esparciera por el mundo huyendo de la batalla. Constantine muy malherido y a punto de morir decidió hacer una última hazaña en contra de los Dioses, y postrado en una nube derramó una lágrima sobre el mar diciendo:

  • He aquí lanzo mi alma y la mitad de mis poderes, dones y conocimientos. Con la fe puesta en la profecía de que, en un día, pasados cientos de años surgirá un ser digno que encuentre esta lágrima, y la use para revivir mi alma y la totalidad de mis poderes, para así vengarme de los humanos y de los demás Dioses.

Megálo:
Dimensión donde viven la gran mayoría de los Dioses según la mitología del continente de Voreia.

Posterior a esto derramó otra lágrima sobre una prostituta que se encontraba vagando por las calles de una ciudad, y gimió las siguientes palabras:

  • Maldigo a tu vientre y a todo lo que de él surja a una vida de esclavitud y dolor, de él saldrán los peores seres que la madre luna pudiera parir, aberraciones, deformes y bastardos. Pero a su vez lo bendigo, porque cuando llegue el día de la profecía, de su descendencia emergerá el ser que tenga la otra mitad de mis poderes, dones y conocimientos, y así cumplirá con todo lo anteriormente mencionado, y juntos nos unamos en una sola alma y una sola carne, para dominar la tierra con repudio hacia los demás Dioses.

Ya cuando de Constantine solo quedaba un esqueleto sin casi nada de poder y perseguido por los cuatro pilares, decidió hacer el punto final en su profecía de esta forma:

  • Dragon Enasdrakos, que en algún lugar del cosmos se encuentra esparcida tu alma después de ser asesinado por los traidores de tus hijos: Zigmund, Äthlios y Thálassa. Escucha esta plegaria como la última de mis voluntades. En tu nombre maldigo a los Dioses para que las puertas del Mégalo jamás les vuelvan a ser abiertas, y nunca más puedan descender a la Tierra para amar a los humanos. Así pues, los condeno a una eternidad atrapados en el mundo de lo divino. A cambio tomo este cuchillo y me arranco el corazón en tu nombre para que hagas verdadera esta maldición.

Así sucedió, Constantine se quitó la vida, y Enasdrakos con la poca fuerza que le quedaba a su espíritu, tomó su ofrenda y encerró a los Dioses por toda la eternidad.

Después de la victoria de la humanidad, los 4 pilares decidieron repartirse el territorio y formar 4 grandes naciones donde cada uno sería el rey y monarca. Thorium el sabio codicioso decidió quedarse con él centro, y fundó Tesalónica, país que gracias a su descendencia se convertiría en la tierra de los Sabios diestros en el uso del maná. Entrifone la reina muda, se quedó con el oeste y fundó Emeritia, tierra de los Magos con el poder de los 4 elementos. Herástocles el sacerdote de la paz se quedó con el Sur, fundando Corfinium la tierra de los Sacerdotes fieles a Äthlios e Ira. Por último Perseo el hijo de Zigmund, se quedó con el este fundando Olimpia, tierra de los Magnos y guerreros gigantes. Siglos después de la fundación de las 4 grandes naciones en el continente de Voreia, cada una fue creciendo en fuerza militar y económica, y gracias a la buena relación que existía entre ellas nunca hubo una guerra.

Los 4 pilares originales generación tras generación, fueron heredando su trono a uno de sus hijos que fuera portador del don original, y tras pasar más de 9 generaciones emergió un pilar que se convertiría en el más fuerte de la historia hasta el presente día. Deiu el gran Magno, descendiente de Perseo, era un guerrero al cual hasta los demás pilares le temían y guardaban recelo. Se dice que logró vencer él solo a un asentamiento de Demonios que se encontraba en lo más profundo del bosque de las emociones, logró matar con sus propias manos al Gigante durmiente en el calabozo de los colmillos, y, además conquistó gran parte del continente Aftolum junto con solo 5.000 hombres más. Así iba Deiu por el mundo, cazando bestias, demonios, y derrotando ejércitos de más de 20.000 hombres, no obstante, esto tuvo su fin cuando a Zigmund lo invadió el miedo de que, de alguna manera Deiu subiera al Megálo con su ejército a conquistar el mundo de lo divino. Así que Zigmund mandó su espíritu en forma de cuervo para hablar con Kiersten el intelectual, pilar de los Sabios y así organizar una trampa para Deiu.

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En el valle del desterrado Deiu fue citado por Finn el afortunado, amigo suyo de toda la vida y pilar de Emeritia, para que viniera a recibir un tesoro que había encontrado en una de sus conquistas como regalo. Al llegar allí fue emboscado por los otros tres pilares junto con sus ejércitos, y ese día la humanidad presenciaría una hazaña aún más increíble que la derrota de Constantine por parte de los pilares originales. Fueron dos días sin descanso que duró luchando Deiu el gran Magno, matando a Finn el afortunado y a Sedah el adivino junto con 24.000 hombres, pero a pesar de que hizo semejante milagro, ya al final se vio acorralado por Kiersten y los demás hombres restantes de los ejércitos, y antes que lo mataran decidió clavar su espada en el suelo y clamar a Perseo, quien se había convertido en Dios ya que Zigmund le otorgó un puesto en el Megálo tiempo después.

  • ¡Oh Dios Perseo! Escucha mis plegarias te lo ruego, ya que en mi sangre se encuentra la tuya, así como en la de mis hijos se encuentra la mía y la tuya. Te doy mi vida y proclamo la siguiente profecía: El reino de Olimpia caerá en la miseria y la pobreza, y serán sometidos durante siglos por un tirano, el cual los esclavizará y obligará a depender de un ejército extranjero, obedeciendo a crueles e injustos, así pues, mi descendencia será constantemente cazada, atacada y humillada por los ancestros del mismo tirano. Sin embargo, cuando llegue el día de la profecía, de ella emergerá el ser que tenga todos mis poderes, levantará mi espada y liberará a Olimpia de las manos del nauseabundo. Además, si por algún motivo el profeta no llegase a tiempo y no levántese mi espada, yo emergeré del inframundo para tomar su empuñadura, y no solo destruiré el reino de Olimpia, sino a todos los 4 grandes reinos, así como a sus habitantes.

Así sucedió, el Dios Perseo conmovido por el dolor de Deiu, decidió bendecirlo con su poder para que su profecía fuese cumplida para bien o para mal. Deiu tomó su espada lanzándola con toda su fuerza en dirección a Coliseum, y aterrizó en la gran plaza de la ciudad donde se convirtió en piedra al instante. Mientras esto ocurría, Deiu se arrodillaba lentamente hasta que su cuerpo se convirtió en piedra quedando totalmente petrificado.

La madre le seguía contando a su hijo las leyendas más alucinantes que conocía, mientras ella lavaba una vasija en una carpa donde vendía frutas en la calle. El infante no paraba de mirarla asombrado por las historias que escuchaba.

  • ¿Madre y cuánto tiempo ha pasado de que aquella espada en la plaza se convirtiera en piedra?, ¿no seré yo el descendiente de Deiu y futuro héroe del país? – Preguntó el niño
  •  Nadie sabe hace cuanto exactamente, ha pasado mucho de aquellas historias, aunque a lo mejor quien sabe, tal vez mi hijo sea el futuro héroe libertador de Olimpia.

El niño enrojecido y entusiasmado dio un salto de la carpa mientras sostenía una barita de madera, imaginándose a sí mismo como el guerrero legendario. No obstante, algo logró captar su atención.

  •  ¿Madre, quienes son eso sujetos que van con esos enormes grilletes?
  • ¡Vente para acá de inmediato!, son solo esclavos sin vida, si te acercas mucho a ellos puede que te quiten un dedo de un mordisco, puesto que deben estar muriéndose de hambre ya que nunca los alimentan.

Los sin vida: Son el tipo de esclavo más trágico en el continente de Voreia, normalmente son condenados por cometer algún delito demasiado grave, no tienen derecho a un nombre, ni de decir el de sus padres.

Uno de aquellos esclavos llamaba un poco más la atención sobre los demás, a pesar de que la mayoría se veía casi en los huesos, este conservaba cierta cantidad de tono muscular y además no era tan alto como el resto. Delante de los sin vida se encontraba un capataz que les indicaba a donde ir.

  • ¡Muévanse rápido hacia la catedral de la plaza!, ¡que no tenemos todo el día!, al próximo que se desmaye lo voy a obligar a comerse el excremento del resto durante dos días.

La pila de hombres se movía a la velocidad de un muerto viviente. Los 27 engrilletados se acercaban a la catedral mientras los habitantes los miraban con cierta lastima, y algunos hasta con asco. De las calles de la ciudad se desprendía un vapor muy tenue, con olor a basura que era producido por el fuerte rayo de sol sobre los charcos de agua, y la arena con el impacto directo del brillante sol de medio día hacía que los pies de los esclavos sintieran ese calor sofocante que lastimaba constantemente sus pies. Una vez llegaron a su destino fueron distribuidos por los soldados del capataz en diferentes zonas, para hacer algunos trabajos pesados o de construcción.

  • Alfonso ven acá. – ordenó el capataz.
  • ¡Si-sí señor a su orden estoy!
  • Necesito que coloques a dos hombres más con el Sfiry, para que puedan levantar eso entre 5 y así aplasten las láminas de metal de forma más eficiente. – Ordenó el capataz
  • ¡Si-si-si señor a su orden estoy!

El soldado Alfonso escogió a dos hombres que se encontraban levantando piedras para llevarlos al sfiry, porque pensó que ellos serían los más adecuados ya que eran los menos flacuchentos dentro de los sin vida. Por otra parte, el capataz estaba descansando en su sombrilla tranquilamente mientras todos trabajaban, hasta que se acercó un hombre alto con una reluciente armadura plateada.

  • ¿Quién osa interrumpir mi merecido descanso después de un día tan largo? –
    preguntó el capaz
  • Capataz Miracle, es un placer conocerlo, soy el Capitán del sexto batallón de Tesalónica, Hernesto Bonaponte, hijo de Heraldo hijo de Funod.

El capataz se cayó para atrás de su silla al oír ese nombre, nervioso y con un tono frenético se dirigía hacia al capitán así:

  • Capipipitan Hernesto por supuesto sé de su gran nombre y de sus innumerables batallas ¿Quién más podría ser si no usted? El hombre que hizo retroceder a los invasores del continente vecino con su gran alabarda, y déjeme decirle que a diferencia de estos lacayos hipócritas yo no tengo ningún problema con que usted sea descendiente de los Magnos. Una posición como la suya no la podría ocupar casi nadie, ni siquiera un muy buen Sabio, pero cuénteme ¿Qué lo trae a mi humilde campamento?

Sfiry:
Enorme martillo con 4 agarraderas que es usado para aplanar piedras, oro, metal o hierro. Es recomendado que para su uso se debe calentar previamente, y además debe ser empuñado por una cantidad de hombres igual al número de agarraderas.

  • Muchas gracias por su hospitalidad Capataz, pero temo decirle que vengo por un asunto de gran urgencia y que a lo mejor no sea muy grato para su centuria. – Señaló Hernesto.
  • ¿Qué podría ser? – preguntó nervioso Miracle.
  • Resulta que hemos recibido informes de que han visto a algunos esclavos pertenecientes al gobierno de Tesalónica, trabajando en minas extranjeras, esclavos que habían sido reportados muertos bajo su mando en los últimos 4 meses. Espero que sea consciente que el traficar con los esclavos pertenecientes al gran gobierno sin su consentimiento, es un delito muy grave que es considerado como traición, y se paga con la mayor de las penitencias.

El capataz inmovilizado por los nervios se quedó callado durante unos instantes mientras pensaba con mucho cuidado que decir. Mientras la discusión se tornaba cada vez más y más acalorada, uno de los esclavos que se encontraba en el Sfiry miraba desde lejos con una risa en su rostro.

  • ¡Ey! ¿Si vieron? Al cerdo le llegó, le llegó por fin la hora de pagar-
    Dijo uno.
  • Se habían demorado en notarlo ya, no puedo creer que ese gordo grasoso estuvo por casi medio año llenándose los bolsillos vendiendo a nuestros amigos a las minas, sin que el puto gobierno lo notara. – Dijo el otro.
  • Acfeler tú sabes perfectamente que ese gobierno está lleno de imbéciles. No puedo creer que Tesalónica sea la potencia del continente, dominándose a ella misma y a Olimpia con tanto retrasado en el poder– Dijo otro.
  • Si si, son solo unos cerdos imbéciles, jajajaja – Dijo el primero.
  • ¿Y tú? ¿Por qué no te ríes?, ¿Acaso el hambre y el sueño ya te nublaron hasta el sentido el humor? – Dijo el segundo mirando fijamente al único esclavo que no participaba en la conversación.

Los demás esclavos comenzaron a reírse en voz baja, aunque a uno de ellos se le escapó una carcajada dura y seca, que delataba una enfermedad bastante grave en él, y a medida que tosía se iba desplomando por el suelo poco a poco. El capataz vio esta escena y no desaprovechó la oportunidad.

  • Capitán Hernesto, como usted puede apreciar es muy normal que los esclavos mueran en estas épocas de sol. Con el agotamiento físico sumado a las condiciones del clima y la desnutrición, y ni hablar de las enfermedades y las plagas ¡Oh esas plagas!
  • Le daría la razón Capataz, si no fuera porque ya tenemos en nuestro poder a uno de esos supuestos esclavos suyos que dieron por muerto, lo tenemos vivo y testificando en la capital. Así que tendré que pedirle que se levante y me acompañe a Tesalónica de forma pacífica, a menos de que quiera sangre en su copa, para refrescarlo de este calor que está matando a sus esclavos.

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Mientras el capitán Hernesto forcejeaba con el capataz para esposarlo, del cielo sonó un estruendo que dejó a todos los ciudadanos paralizados, por un instante sintieron como sus corazones dejaban de latir. Entonces, de una nube negra que se formó después del sonido, cayó un relámpago en dirección a la estatua del gran héroe ubicada a las afueras de la ciudad en el valle del desterrado, despetrificándola mientras sonaba un llanto aclamado por una coral de 50 voces. Los habitantes de Coliseum- Olimpia, miraban atormentados como la estatua cobraba vida y se aproximaba poco a poco hacia la ciudad.

  • ¡Es la profecía! ¡El héroe ha resucitado! ¡Ha resucitado! -Gritó un pueblerino

De la nube negra también descendieron 10 docenas de demonios pálidos, que aterrizaron en la ciudad matando a cuanto habitante se encontraba en su perímetro. Eran seres enormes, de más de 4 metros de alto, y tenían una mirada perdida y profunda como si hubiesen presenciado lo peor del universo, además, eran de una contextura delgada con extremidades alargadas y grandes.

Uno de esos monstruos devoró al capataz de un solo mordisco dejando solo sus brazos sostenidos por el capitán, e inmediatamente todos los soldados hicieron un círculo para protegerse del ataque de los demonios.

  • ¡Formación de luna llena!, todos cubran sus espaldas, utilicen el rango de las lanzas para hacerlos retroceder. – Exclamó el capitán

Mientras los caballeros luchaban desesperadamente por sobrevivir, los sin vida aprovecharon la oportunidad y algunos huyeron; no obstante, muchos de ellos no pudieron escapar gracias a el dolor en las rodillas por el cansancio, obligándolos a quedarse donde estaban suplicando piedad a los demonios. Unos morían aterrorizados, otros con una sonrisa en el rostro ya que al fin se acabaría su vida sosegada por la esclavitud.

Justo cuando los 5 esclavos que estaban en el Sfiry reunieron fuerzas para escapar, un demonio aterrizó al frente de ellos aplastando a uno con sus enormes piernas, 3 esclavos retrocedieron rápidamente para atrás, mientras el sin vida restante se había quedado en el Sfiry hipnotizado por una voz que lo llamaba constantemente.

  • Cuando llegue el día de la profecía, de ella emergerá el ser que tenga todos mis poderes, levantará mi espada y liberará a Olimpia de las manos del tirano. – Decía la voz en su cabeza.

Los 3 esclavos estaban siendo devorados uno por uno. Al primero el demonio le aplastó la cabeza solo con dos de sus dedos, al segundo lo mató de una embestida y al tercero lo enrolló en su enorme lengua mientras trataba de huir, para así tragarlo de un solo movimiento. Cuando el demonio se postró frente al último esclavo del Sfiry, hubo un duelo de miradas que duró solo unos instantes. Por alguna razón aquel duelo llamó la atención de Hernesto desde la lejanía del campo de batalla, y veía como el demonio levantaba su mano lentamente para aplastar al sin vida, pero, para su sorpresa algo milagroso estaba a punto de suceder.

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El sin vida sintió como de su cuerpo comenzaba a emerger un poder que el mismo no podía comprender. Poco a poco fue sintiendo como un trueno lo recorría por el canal de sus arterias, y agarró el Sfiry con una sola mano mientras lo levantaba con mucha facilidad. Sí, el Sfiry, una herramienta que debe ser manipulada por al menos 4 hombres fuertes, estaba siendo dominada por un esclavo, y en un abrir y cerrar de ojos el sin vida logró aplastar al demonio completamente con la ayuda del enorme martillo, dejando a el capitán Hernesto boquiabierto. La voz en la cabeza del sin vida no dejaba de sonar, y buscando con su mirada de donde podía provenir se percató que venía de la plaza de la ciudad, e hipnotizado por aquella voz fue caminando lentamente mientras arrastraba al Sfiry con su mano derecha.

  • ¡Ey! Espera un momento, necesitamos tu ayuda. – Exclamó el capitán.

Las palabras del capitán solo fueron respondidas por las garras de los demonios. Cada vez estaban siendo más y más acorralados e iban muriendo más de sus hombres.

  • ¡Mantengan la formación! Debemos evitar que rompan el escudo de lanzas, o si no estaremos muertos.

A pesar de los esfuerzos del capitán por mantener a sus hombres en formación, comenzaron a desordenarse siendo ejecutados rápidamente por los demonios. Entonces, Hernesto decidió desenfundar su espada larga y luchar de forma independiente, y así logró salvar a uno de sus soldados que estaba a punto de ser devorado por uno de los demonios, haciéndole una herida en el costado izquierdo del vientre a la bestia. Pero, rápidamente la criatura con su cola lanzó al capitán hacia una pared lejana dejándolo aturdido, aunque con la suficiente capacidad para que él viera como devoraba pedazo a pedazo al soldado que intentó rescatar.

Cuando los demonios lograron masacrar a casi todos los soldados, uno de ellos se dirigió hacia donde se encontraba Hernesto recostado en la pared, y soltó una risa gruesa de ultratumba acompañándola de un escupitajo en el rostro del capitán. Pero de repente, el demonio fue degollado por un hacha gigante empuñada por un hombre de más de 2 metros de altura.

  • ¿Esto es todo lo que queda del gran capitán Hernesto de Tesalónica? – Preguntó el sujeto
  • Teodoro “el yeti”, así que es ahora cuando decides hacer tu entrada heroica hijo de perra.
  • ¡Oh! ¿No puedes ser tan malo conmigo sabes? Después de todo te he salvado de que un demonio te viole con su enorme porra.
  • No estoy de mucho humor Teodoro, en este momento me duele hasta respirar. – Señaló el capitán
  • Es una estupidez que hayas quedado en ese estado por un simple demonio pálido, para alguien como tú debería de ser sencillo. – Aclaró Teodoro.
  • No me molestes.
  • ¿Lo hago? – Preguntó Teodoro
  • Sí. – Respondió Hernesto
  • Que lastima, me quedé con las ganas de ver al gran capitán Hernesto en acción.
  • Mira, no me jodas más, sabes bien que no soy el mismo sin mi alabarda de espinas. La dejé en mi campamento a las afueras de la ciudad, soy malísimo con las armas de fuerza.

El reencuentro de dos viejos amigos se vio interrumpido por un joven muy parecido a Teodoro. Era pelirrojo y muy alto, y ayudó al capitán a levantarse con una enorme sonrisa.

  • Pero mira a quien tenemos aquí, sí que has crecido mucho Teo, se nota que tu padre te alimenta con buena carne todos los días. – Dijo el capitán mientras le daba unas palmadas al joven en la espalda.
  • Me llena de felicidad encontrarte a salvo Hernesto, por un momento pensé que el bruto de mi padre te degollaría a ti también junto con esa cosa.
  • Deberías mostrar un poco más de respeto hacia tu padre, teniendo en cuenta que te salvé hace un momento a ti también de una de esas bestias, por poco y te meas en tus pantaloncitos cortos.

Mientras los hombres hablaban, otros guerreros llegaron y comenzaron a matar a los demonios, eran Magnos que se unieron para salvar a la ciudad y sus habitantes.

  • Bueno tenía que venir la verdadera caballería para salvarnos de este mierdero. – Dijo Teodoro.
  • El verdadero mierdero está a punto de comenzar. – Dijo el capitán señalando hacia el sur, donde se veía como el cuerpo del gran héroe Deiu daba sus primeros pasos dentro de la ciudad.
  • Eso sí que va a complicar un poco las cosas. – Dijo Teo.
  • Bueno, según las historias que cuentan las ancianas para que los niños dejen de molestar en la noche, debemos impedir que llegue a la espada de la plaza.
    -Dijo Teodoro.
  • ¿Alguna idea? – Preguntó Teo.
  • Nop. – Dijo Teodoro.
  • Padre esto es un asunto serio, si ese espectro llega a agarrar su espada estaremos totalmente muertos. – Replicó Teo
  • ¿Y qué quieres que haga? ¿Qué me enfrente al hombre más poderoso de la historia junto con mi hijo de 19 años y un capitán herido y desarmado? Deberías mejor preguntarle al capitán alabarda a ver qué opina.

Hernesto no paraba de mirar desde su posición como el sin vida se movía hipnotizado hacia la plaza de la ciudad, en la misma dirección que el cuerpo de Deiu, y de repente escuchó una voz en su cabeza.

  • Más te vale que el héroe llegue sin un rasguño a su espada. – Dijo la voz retumbando en su cabeza
  • Creo que tengo un plan. – Dijo Hernesto.
  • Soy todo oídos. – Dijo Teodoro
  • Debemos proteger a ese sujeto que va en dirección a la plaza hasta que llegue ahí sano y salvo. – Dijo Hernesto.
  • ¿Estás borracho? – Pregunto Teodoro
  • No.
  • ¿Drogado?
  • No.
  • ¿Te afectó el cerebro el golpe que te acabas de dar? ¿En qué nos puede ayudar que ese desnutrido llegue a la plaza de la ciudad? Pesa más mi dedo pulgar que todo su cuerpo entero.
  • Confía. – Le dijo Hernesto
  • ¿En quién? – Preguntó Teodoro
  • En mí. – Respondió Hernesto
  • ¿Eres consciente de que nada de lo que dices tiene sentido?
  • Si lo tiene, ese sujeto que pesa menos que tu pulgar, agarro un Sfiry con una sola mano y aplastó a un demonio frente a mis ojos, él tiene que saber algo que nosotros no, y tenemos que averiguarlo.

Teodoro volteó a ver al enclenque sin vida con un rostro incrédulo. No sabía muy bien que pensar de todo lo que estaba pasando, y aunque él estaba convencido de que lo mejor que podían hacer era coger sus cosas y abandonar la ciudad, él sabía muy bien que Hernesto no era un mentiroso o un idiota.

  • De acuerdo, si has elegido este día para morir solo debías decírmelo, total yo también estoy cansado de la vida.
  • ¿Quién diría que volveríamos a luchar en un mismo bando? – Preguntó Hernesto.
  • Quién diría que fue ya hace 10 años cuando te vendiste al imperio de Tesalónica. – Respondió Teodoro
  • ¿Bueno, nos vamos a quedar aquí parados haciendo nada? ¿o vamos a actuar? – Preguntó Teo esparciendo la tensión del ambiente.
  • Síganme, yo iré por el centro y ustedes cúbranlo por derecha e izquierda. – Ordenó el capitán
  • ¡Clemente! ¡Fariñas! Ustedes vayan con Hernesto por arriba, Filipo y André irán con Teo por derecha, yo iré con Masto por la izquierda. – Dirigió Teodoro a unos magnos que se encontraban matando demonios cerca de ellos.
  • ¡Vamos!

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Mientras el misterioso esclavo se movía a paso lento, los guerreros lo protegían de los demonios que intentaban matarlo, matando a algunos de ellos sin recibir ni un rasguño a cambio. Pasados unos minutos, los demonios que se acercaban para atacarlos iban aumentando, y los hombres iban perdiendo fuerza al tratar de seguirle el ritmo a los agresores. Además, Teodoro notó algo que le había generado una gran preocupación al sentir que su hacha se estaba quebrando.

  • ¡Creo que tenemos un problema Hernesto! ¡Estos hijos de perra tienen su piel maldita y comienzan a petrificar nuestras armas cada vez que los atacamos!
  • ¡No tenemos de otra! tenemos que aguantar lo suficiente hasta llegar a la plaza de la ciudad. – Respondió Hernesto

La lucha se tornaba aún más intensa con el pasar de los minutos, causando que el espadón de Filipo se partiera por la mitad gracias a la maldición de la piel de los demonios. Filipo al quedar indefenso sin su arma, fue asesinado a sangre fría por uno de los monstruos.

  • ¡Noooooooooo! – Gritó Clemente lamentado la pérdida de su amigo con lágrimas en los ojos.

En reacción a lo anterior, Fariñas y Clemente se lanzaron poseídos por la irá hacia el demonio asesino, no obstante, los espadones de ambos también se rompieron después de matar al demonio, y fueron deborados por la espalda por otros dos demonios.

  • ¡Hernesto! Tenemos que salir de aquí o seremos devorados por estas cosas, no tenemos oportunidad son demasiados. – Exclamó Teodoro al ver como estaban siendo masacrados uno por uno.
  • ¡No! Tenemos que aguantar hasta que lleguemos a la plaza.

El siguiente en morir fue Masto, que, en un intento de escapar, fue capturado por un demonio y partido por la mitad, y después fue André, quien dio su vida para salvar a Teo de una mordida que casi lo toma por sorpresa.

  • ¡ANDREEEEEEEEEE! – Gritó el pelirrojo.

Teo quedó aturdido después de ver como André era devorado lentamente por su culpa. Por primera vez en toda la batalla sintió miedo y esto hizo que se desconcentrara, causando que un demonio aprovechara ese momento para golpearlo y estrellarlo contra la ventana de una vivienda. Su padre Teodoro, fue en su rescate rápidamente, pero fue embestido por otro demonio haciendo que perdiera el conocimiento. El único que quedaba en pie era el capitán, quien sin su alabarda era el más inútil de todos los guerreros, y fue emboscado por dos demonios que lo tiraron al suelo fracturándole el hombro. El panorama no podía ser peor, ya que su única esperanza había quedado totalmente descubierta.

Los habitantes que se encontraban aún en la ciudad eran masacrados por los demonios, sin importar que fueran hombres, mujeres o niños, y al capitán no le quedó más remedio que mirar desde el suelo como mataban a personas indefensas.

Cuatro demonios rodearon al esclavo impidiéndole el paso, y por alguna razón el capitán recordó algunas escenas traumáticas de su pasado, donde mataban a sus amigos y familiares en la guerra. Uno de aquellos demonios agarró al sin vida con una mano, alzándolo hasta su rostro para poder verlo de cerca, y abrió su boca hasta la máxima amplitud para emitir un grito que no inmutó ni un poco al sin vida. No obstante, cuando ya estaba preparado para devorarlo, el demonio fue destrozado por la mitad junto con los otros 3, por una espada que había sido lanzada en forma de boomerang por el cuerpo de Deiu, quien se encontraba ya solamente a 15 metros de distancia de su gran espadón.

El sin vida cayó en el suelo después de que la espada lanzada por Deiu regresará a su mano, y se miraron fijamente. Luego, el esclavo se levantó y se aproximó hacia el espadón petrificado que tenía a unos pocos pasos de distancia.

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    • Levantará mi espada y liberará a Olimpia de las manos del tirano. – Dijo de nuevo la misma voz en la cabeza del esclavo.

    El sin vida soltó el Sfiry y extendió su brazo tomando el mango del gran espadón, y en consecuencia cayó un rayo desde el cielo sobre el arma, que la despetrificaba alborotadamente. Por otra parte, el esclavo gritaba con todas sus fuerzas, y por sus ojos pasaban las imágenes de los últimos momentos de Deiu antes de convertirse en piedra. El esclavo sentía como si despertara de un largo sueño, un sueño en el que había estado inmerso toda su vida, además, volvió sentir aquel poder que lo había impulsado a matar al demonio con el Sfiry, y en esta nueva ocasión le indicaba nuevamente su nuevo objetivo.

    Poseído por la energía del rayo, el sin vida levantó el gran espadón para posarlo en su hombro y acercarse hasta Deiu. Ambos guerreros quedaron cara a cara, y a pesar de que Deiu era muchísimo más grande que el esclavo, todos los habitantes que se encontraban alrededor los miraban fijamente sin emitir ni una sola palabra. El capitán era otro de los que miraba paciente a la expectativa de los sucesos, junto con Teodoro que sostenía a Teo en uno de sus hombros. Los guerreros rompieron su postura rígida sin perderse de vista, para empuñar sus espadas lentamente en posición de ataque. El sin vida emanaba un aire caliente de su cuerpo que inundaba toda la plaza, causando un temblor masivo en toda la ciudad. Después de unos segundos, ambos guerreros chocaron sus enormes espadones liberando una fuerza que lanzó volando todos los objetos que se encontraban próximos a ellos, rompiendo el suelo donde se encontraban ubicados. Asimismo, el temblor empeoró hasta que se sintió por todo el continente.

    Los 3 grandes pilares de las potencias mundiales sintieron el temblor, y ellos presintieron lo que estaba pasando prostrados desde el trono de su reino. A su vez, el esclavo mantenía el pulso con el gran héroe sin retroceder, y a su mente llegaban voces de un pasado obscuro que creía haber dejado atrás.

    • Espero que mueras en el peor charco de sangre que puedas encontrar.
    • Él no es mi hijo solo es un bastardo malnacido.
    • Quiero que jales estas cadenas hasta que mueras niño desgraciado.
    • Tu padre es la perra más grande que he conocido en mi vida – Decían las voces del pasado en su cabeza.

    Los recuerdos que lo atormentaban lo hacían titubear en su forcejeo, y el gran héroe aprovechó esta oportunidad para ejercer más presión y hacerlo retroceder. El sin vida sentía como sus fibras musculares ardían de dolor por el sobre esfuerzo, pero fue una voz que escuchó en lo más profundo de su cabeza que le hizo recobrar la compostura.

    • Porque soy tu padre es que tu vida será muy dura hijo, pero no olvides que además de mí, los Dioses siempre estarán de tu parte. – Dijo una voz suave en su cabeza.

    El esclavo decidió poner todo de sí para acabar con la pelea de una vez por todas, y todo el mundo a su alrededor lo alentaba a no rendirse y a seguir adelante.

    • ¡No te rindas! ¡Hazlo por nuestras familias!
    • ¡Tú puedes!
    • ¡Eres nuestro libertador!
    • ¡Derríbalo de un solo golpe! – Gritaba la multitud.

    Cuantos más gritos se sumaban más presión ejercía el esclavo sobre el cuerpo de Deiu, y la multitud cambió los ruidos aleatorios para gritar algo al unisonó.

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    • ¡Larga vida al sin vida!, ¡Larga vida al sin vida!, ¡Larga vida al sin vida!, ¡Larga vida al sin vida! – Decía la multitud enfebrecida.

    El esclavo tomó aire por última vez, y cargando con todo el peso de sus hombros sobre ambas espadas poseídas por el trueno, destrozó el arma de Deiu junto con su armadura, desprendiendo el torso del gran héroe por la mitad en un solo movimiento.

    Cuando el torso del héroe calló al suelo, al sin vida lo invadió una nostalgia irracional a su corazón, como si de un evento ya vivido se tratase. La gente después de un momento de silencio, comenzó a gritar totalmente eufórica, no podían creer lo que había acabado de suceder. Hernesto fue abrazado por Teodoro y por Teo mientras toda la ciudad celebraba la victoria; además, el sin vida pese a lograr aquella gran hazaña no entendía nada de lo que había acabado de ocurrir, y abrió los ojos mirando hacia el cielo con una sonrisa, ya que por primera vez en mucho tiempo era consciente de su existencia, era consciente de que estaba vivo. Él no lograba precisar cuánto tiempo llevaba sin ser consciente de sí mismo, sin sentir el aire golpeando en su cara, sin sentir como la arena raspaba sus pies descalzos.

    Lo ultimó que escuchó el esclavo antes de desplomarse en el suelo, fue a la multitud aclamando aquel grito que impulsó al esclavo hacia la victoria, aquel grito que sin saberlo lo acompañaría por el resto de lo que le quedaba de vida, aquel grito que anunciaba el viaje del sin vida.

    • ¡Larga vida al sin vida!, ¡Larga vida al sin vida!, ¡Larga vida al sin vida!, ¡Larga vida al sin vida! – Decía la multitud enfebrecida.

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