Páginas en blanco.

Edad de la Luna: 5,30 días.

Un salto de página imponentemente blanco busca ser el sostén de las palabras sueltas de una mujer, a la que el sonido del agua cayendo, la inspiran a llenarla de historias, piensa en darle vida a esas hojas pero parece demasiado, el teléfono vibrando, una vieja serie de cuando era niña sonando de fondo, una voz suave y extrañamente irritante diciendo que una luz sanadora cubre su cuerpo, hacen que estas palabras se transformen y se sientan, melancólicamente viejas, como las canciones infantiles que escucha de vez en cuando para sentirse un poco feliz, inútiles.
La silla vieja sobre la que está sentada le hace doler el cuerpo o quizás el hecho de que estuvo todo el día acostada, pensando cómo va a acabar a pesar de haber hecho tantas cosas para estar bien, es más lo que retrocede que lo que avanza, es su propio enemigo, se odia, odia en lo que se convirtió, sin embargo tiene días en los que piensa que no quiere desperdiciar la vida que tiene ahora, sea cual sea, aunque no sea la misma se pregunta ¿Qué estás haciendo? ¿Qué estás esperando entre estas oraciones, que te salve?
El viento sopla fuerte y solo este escrito sabe cómo desearía estar en el medio de un campo vacío, casi tan vacío como ella, gritando, con el aire envolviendo sus problemas y llevándoselos lejos, rogándole a un Dios que parece haberla abandonado que le saque ese dolor, que la ayude a vivir porque ya no puede más. Qué fácil es perder la fe ¿no? Qué fácil es creer que la fe te puede salvar, que un milagro puede pasar y vas a despertar sin pesadillas, abrazada a tu mamá como cuando eras chica y la cuidabas de la oscuridad, con el corazón vibrante y la sensación de plenitud de antes, cuando amabas la vida a pesar de los problemas, es fácil adjudicarle la salvación a Dios…
Si supieras al menos que es lo que quieres salvar.