Antología poética

Antología poética

Y. Tejeiro

28/08/2021

I – Rosal marchito

Llega el invierno 

y toca a mi puerta

y al abrir me asombro

 de encontrarla desierta

Se cuela el frio

por mi ventana entreabierta

como se cuela el hastío

donde tu amor se me ausenta

Como no estás conmigo

ya el amor no me asienta.

Tengo solo el olvido

que al igual que el invierno

viene y toca a mi puerta

y el olvido es tan burdo

como estas calles desiertas

como este invierno de blanco

que a mi juventud avejenta.

El olvido es tan triste

que el sol no calienta

y el frío en los huesos

mi dolor acrecienta.

El invierno ha acaba

con lo poco que queda

de mi jardín deshojado

y de la rosaleda.

Ni siquiera, mi rosal favorito

ha burlado el invierno

y el panorama externo

de este clima maldito

ya refleja en mi pecho

ese rosal marchito.

II – Mundo absurdo

Vivo en el mundo de lo absurdo

donde lo feo parece grato

y donde lo grato parece burdo. 

Donde maúllan los perros,

donde ladran los gatos

la vida dura solo un rato,

la eternidad es un segundo

y se puede comprar el mundo

a un precio muy barato.

En mi absurda realidad

pueden los peces volar

y las aves se van a posar

a las altas nubes grises,

aquí las almas felices

repudian su felicidad.

Todo es tan incoherente

que no tiene explicación.

Este mundo, que en mi mente

encontró su creación,

viene a ponerme de frente

con mi mayor dolor.

Y ese dolor que me enferma,

que me está volviendo loca

es ver como tú mermas

mi amor en otra boca.

Al amarte afanosa,

aunque no quiera, me aturdo

por eso yo soy la diosa

del mundo del gran absurdo. 

III – Madre siempre hermosa

Si yo tuviera un deseo

pendiente de realizar,

sería el poder parar

el tiempo que se posa en ti

porque únicamente así, 

creo yo, madre querida,

sería justa la vida

dejando que tu grandeza

se refleje en tu lozanía.

Y así, por consiguiente,

te tendría eternamente

si el tiempo caprichoso,

en su afán envidioso,

no te contara los días. 

Por esa bondad que posees

y todo el amor que me das

es que tu vida provee

la mía de gran beldad,

pero el tiempo con gran crueldad

se empeña en su vano intento,

de seguir su de cursar 

sin llegar a sospechar

que por más que sople el viento,

en su vil aborrecimiento,

no te podrá opacar.

No importa cuántos inviernos

vean tus huesos pasar

porque no existe deidad,

por gran poder que posea,

que al pasar del tiempo vea

tu belleza declinar. 

IV – Ella tan feliz y tan loca

Ella baila sola mientras tatarea.

No le importa que la vean,

que insinúen que está loca,

que comenten que la poca

cordura que la sostiene

morirá, como se mueren

los besos en una boca. 

_Ella está loca_ dicen cuando la ven

oliendo las flores frescas 

que comienzan a florecer. 

Dicen que está loca porque habla sola

y porque en la playa, las olas

la hacen permanecer

sentada hasta el anochecer,

en la arena sobre una roca

mientras contempla el mar

sin distraerse un instante

y que ignora petulante

a quien le intente hablar;

que se ocupa en alimentar

lo mismo a aves, que a peces

y que cuida, muchas veces,

a animales sin hogar.

_ ¡Qué triste, tan bonita y perturbada! _

decía una señora

que desde lejos la miraba.

Se ríen cuando la ven

en el parque sentarse sola

como en la playa viendo las olas,

en medio de vendavales,

ellos, tan triste e iguales,

ella, tan feliz y tan loca.

V – Técnicamente

Técnicamente no somos nada,

ni siquiera somos amigos.

No compartimos nuestras almohadas

ni el tibio roce bajo las sábanas,

ni he visto el cielo bajo tu ombligo. 

Tú no has calmado nunca mi llanto

ni has besado mis labios fríos,

ni has subsanado el desencanto

que se oculta en nuestro desvío. 

Y, sin embargo, por ironía

tu boca dulce mira la mía,

tus ojos grandes con gran presteza

miran los míos con la certeza 

de hallar en ellos su alegría…

y yo con ansias espero el día

en qué florezca ese jardín.

La flor de amor que ponga, al fin,

tu alma clara junto a la mía. 

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