I – Rosal marchito
Llega el invierno
y toca a mi puerta
y al abrir me asombro
de encontrarla desierta
Se cuela el frio
por mi ventana entreabierta
como se cuela el hastío
donde tu amor se me ausenta
Como no estás conmigo
ya el amor no me asienta.
Tengo solo el olvido
que al igual que el invierno
viene y toca a mi puerta
y el olvido es tan burdo
como estas calles desiertas
como este invierno de blanco
que a mi juventud avejenta.
El olvido es tan triste
que el sol no calienta
y el frío en los huesos
mi dolor acrecienta.
El invierno ha acaba
con lo poco que queda
de mi jardín deshojado
y de la rosaleda.
Ni siquiera, mi rosal favorito
ha burlado el invierno
y el panorama externo
de este clima maldito
ya refleja en mi pecho
ese rosal marchito.
II – Mundo absurdo
Vivo en el mundo de lo absurdo
donde lo feo parece grato
y donde lo grato parece burdo.
Donde maúllan los perros,
donde ladran los gatos
la vida dura solo un rato,
la eternidad es un segundo
y se puede comprar el mundo
a un precio muy barato.
En mi absurda realidad
pueden los peces volar
y las aves se van a posar
a las altas nubes grises,
aquí las almas felices
repudian su felicidad.
Todo es tan incoherente
que no tiene explicación.
Este mundo, que en mi mente
encontró su creación,
viene a ponerme de frente
con mi mayor dolor.
Y ese dolor que me enferma,
que me está volviendo loca
es ver como tú mermas
mi amor en otra boca.
Al amarte afanosa,
aunque no quiera, me aturdo
por eso yo soy la diosa
del mundo del gran absurdo.
III – Madre siempre hermosa
Si yo tuviera un deseo
pendiente de realizar,
sería el poder parar
el tiempo que se posa en ti
porque únicamente así,
creo yo, madre querida,
sería justa la vida
dejando que tu grandeza
se refleje en tu lozanía.
Y así, por consiguiente,
te tendría eternamente
si el tiempo caprichoso,
en su afán envidioso,
no te contara los días.
Por esa bondad que posees
y todo el amor que me das
es que tu vida provee
la mía de gran beldad,
pero el tiempo con gran crueldad
se empeña en su vano intento,
de seguir su de cursar
sin llegar a sospechar
que por más que sople el viento,
en su vil aborrecimiento,
no te podrá opacar.
No importa cuántos inviernos
vean tus huesos pasar
porque no existe deidad,
por gran poder que posea,
que al pasar del tiempo vea
tu belleza declinar.
IV – Ella tan feliz y tan loca
Ella baila sola mientras tatarea.
No le importa que la vean,
que insinúen que está loca,
que comenten que la poca
cordura que la sostiene
morirá, como se mueren
los besos en una boca.
_Ella está loca_ dicen cuando la ven
oliendo las flores frescas
que comienzan a florecer.
Dicen que está loca porque habla sola
y porque en la playa, las olas
la hacen permanecer
sentada hasta el anochecer,
en la arena sobre una roca
mientras contempla el mar
sin distraerse un instante
y que ignora petulante
a quien le intente hablar;
que se ocupa en alimentar
lo mismo a aves, que a peces
y que cuida, muchas veces,
a animales sin hogar.
_ ¡Qué triste, tan bonita y perturbada! _
decía una señora
que desde lejos la miraba.
Se ríen cuando la ven
en el parque sentarse sola
como en la playa viendo las olas,
en medio de vendavales,
ellos, tan triste e iguales,
ella, tan feliz y tan loca.
V – Técnicamente
Técnicamente no somos nada,
ni siquiera somos amigos.
No compartimos nuestras almohadas
ni el tibio roce bajo las sábanas,
ni he visto el cielo bajo tu ombligo.
Tú no has calmado nunca mi llanto
ni has besado mis labios fríos,
ni has subsanado el desencanto
que se oculta en nuestro desvío.
Y, sin embargo, por ironía
tu boca dulce mira la mía,
tus ojos grandes con gran presteza
miran los míos con la certeza
de hallar en ellos su alegría…
y yo con ansias espero el día
en qué florezca ese jardín.
La flor de amor que ponga, al fin,
tu alma clara junto a la mía.
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