I.M.M. (Cap 2)

                                                                                        2

-¿Brie? Brie. Estoy aquí.

   El frío penetró de golpe su piel con cientos de agujas finas y afiladas, haciendo temblar su adolorido cuerpo. Brie abrió los ojos lentamente. La energía de la sala había sido cortada. Una tenue luz rojiza de emergencia iluminaba ahora todo el lugar, creando sombras confusas en la habitación.

-¿Brie?

   Esa voz. La mujer trató de sentarse, haciendo crujir perezosamente los escombros de cristal cerca de ella. Su cuerpo estaba todavía muy débil y el dolor agudo de su cabeza le nublaba completamente la visión. Estoy viva. Brie se quedó en silencio, contemplando la sangre que poco a poco emanaba por una pequeña herida de su mano.

-Brie, aquí.

   La habitación todavía oscilaba a su alrededor. Un haz brillante se encendió ante sus ojos y comenzó a moverse lentamente, de un lado a otro, como un péndulo.

-Bien. Aquí.

   Las siluetas del mundo por fin dejaron de ser una mancha uniforme y empezaron a tomar forma frente a ella, atenuando de alguna manera la propia intensidad de lo que ahora ella reconocía como una linterna. La luz se apagó. Frente a ella apareció el rostro sonriente y ensangrentado de Vladimir mirándola fríamente con sus ojos color azul intenso. Brie hizo una mueca de dolor, le costaba respirar con normalidad.

-Tranquila. Con cuidado.- Vladimir revisó su costado, tocando con un cuidado casi metódico cada una de las costillas de la mujer, pendiente de su expresión- nada roto.

   La voz se escuchaba todavía distante, como si llegara desde el otro lado de la habitación. Brie asintió. A pesar de sus facciones fuertes y toscas, y una cicatriz que le cubría un tercio de su rostro, el hombre siempre le había parecido muy atractivo. Desvió la mirada, sonrojada. No hay tiempo para esto. Tenía que moverse, ponerse de pie y revisar el estado de las muestras, asegurarse de que los embriones estuvieran en buenas condiciones. Vladimir la tomó del brazo con gentileza y la ayudó a ponerse de pie. Una sensación de calor recorrió rápidamente su cuerpo y se concentró en sus mejillas.

    La luz de la habitación regresó de golpe.

-Restablecimiento del sistema de criopreservación- La voz de Chloe resonó con fuerza. Repitiendo su mensaje como un eco una y otra vez dentro de cada una de las salas del laboratorio.

-!Tara!- Brie sonrío.

   Buena chica. La joven mecánica de la nave había podido conectar de nuevo a Chloe. Ya tendrían tiempo para explicaciones, lo importante ahora era asegurarse de que todo estuviera en orden antes de que Chloe los pusiera de nuevo en curso. Saber que todos estaban bien y listos para continuar.

-¡Las muestras!

-Brie. Tenemos un problema- la mano del hombre se cerró con gentileza en su brazo.

   La mujer se quedó en silencio. La respiración agitada del hombre la hizo sentirse asustada, insegura.

   Vladimir Krush era un hombre de 54 años, el veterano de la expedición. Sobreviviente de más de una docena de misiones, de cuerpo musculoso, espalda ancha y gran estatura, con una mirada fría e inteligente. Imponente no solo por su físico, sino también por su temple, forjado desde muy pequeño para servir a su país. Hijo de militares, había servido en el ejército por más de diez años en guerras y conflictos bélicos. Orgulloso de sus hazañas, que todos en la nave conocían ya casi de memoria, y siempre dispuesto a relatar la historia de su cicatriz, su mayor acto de heroísmo según él mismo. Se había incorporado al grupo de reconocimiento después de haberse retirado por completo de la acción militar, casi a la par de Marcus, el otro miembro del grupo de exploración, y había abrazado con creces la escena científica. Aunque la idea principal de las misiones de encontrar otro planeta habitable donde instalar una nueva colonia le parecía absurda e idílica, la simple idea de ir y “conquistar” un nuevo mundo le fascinaba.

   Este era el hombre que Brie conocía y con el cual había convivido por más de cuatro años. Pero ahora escuchaba por primera vez algo diferente. Miedo. Eso era. En la voz de esa máquina imponente de testosterona escuchaba miedo. Su corazón se contrajo. Vladimir se quedó en silencio durante unos segundos. ¿Qué es lo que está pasando?