Café sabor a experiencia.

Café sabor a experiencia.

Ferraro

08/06/2021

    El otoño en Mendoza es algo digno de admirar, siempre he dicho que nadie debería morir sin conocerlo. Solía caminar todos los días por peatonal Sarmiento hasta Patricias Mendocinas y de ahí bajar hasta Nueve de Julio, seguía el camino de los plátanos hacia el norte, una calle con demasiada sombra porque en algún momento cuando fue de tierra, por allí corrían las carretas con uvas hacia las bodegas para que llegasen frescas y no fermentaran en el camino… una ciudad con muchas historias, casi tantas como el viejo que me acompañaría a desayunar esa mañana.

    Solía llegar a la calle Necochea sin antes de entrar al lugar acomodarme la bufanda en la vidriera de la quiniela, la misma me la había tejido mi abuela y le guardaba un gran aprecio era verde musgo y siempre dije que era de la suerte para excusarme de las críticas, la realidad es que el primer día de frío yo me alegraba de poder comenzar a usarla hasta el último del año.

   Una vez acomodada entraba directamente al cafetal, en lo personal mi café favorito de la ciudad, el café era excelente, pero no era lo que me atraía del lugar, me gustaba llegar y mirar las caras de las personas, mesas, sillas y barra… lograban captar mi total atención al imaginar el hecho de cuantas historias, romances, encuentro o mentiras habían escuchado, realmente el lugar era un refugio de anécdotas:

   Ese día entre medio embobado por la recurrente reflexión al llegar al lugar y a pesar de que no era la primera vez que me ocurría , me volvió a pasar la mesera que siempre lograba entablar contacto visual y me agarraba divagando, me hacía revolear los ojos para cualquier otro lado, realmente era una chica encantadora pero había actuado demasiadas veces como un pasmado y tratar con ella me incomodaba así que la saludaba asentando la cabeza y le sonreía tímidamente e iba directamente a las escaleras donde me esperaba la bolsa de experiencias.

   Se sentaba sólo en el segundo piso allí estaba el viejo que a lo largo de los años había desarrollado una mezcla entre negatividad y optimismo para ver la vida que era bastante contagiosa, bastaba con decirle:

– Buenos días

Mientras me quitaba la bufanda, para que respondiera:

– Espero que sea bueno porque es uno menos de vida.-dijo riendo.

    No sé en qué momento me hice amigo del viejo ni cuando se hizo habitué encontrarnos una vez a la semana para desayunar, bastaba con que después saludarlo y tocar cualquier tema para que desenfundara una anécdota increíble de esas que te hacen dudar de la veracidad de los hechos pero no dejaban de ser un placer escucharlas, siempre aprendías algo nuevo del cabrón y poco a poco construía un mapa mental en mi cabeza de cómo había sido su vida aunque a estas alturas ya parecía un laberinto… no esperaba menos de un abogado que pasó sus 20 puesto de ácido con una comunidad hippie de la plata de la cual luego surgiría el grupo los redondos, conoció un rey etíope exiliado al que mucha gente consideraba la reencarnación de Cristo y dice haber ganado un partido de póker a Michel Jordán en Houston, alegando que fue el partido de póker más difícil de su vida y la genialidad de Michael en la cancha radicaba en meterse en la mente de sus rivales, misma que llevaba al juego de cartas.

    Pero de estas aventuras o desventuras son cuento para otro día, el último tiempo le había puesto más atención a sus historias de amoríos y él lo notaba ya que contaba estas con más frecuencia, era el mal que me afligía y me resultaba imposible disfrazar mi interés en ellas, sobre todo cuando estaban disfrazadas de un consejo.

– Buenos días, interesante camisa floreada para un día tan fresco Vicente ¿lo de siempre? -Al saludar preguntó la chica.

– Gracias si esta camisa hablara… aunque ya me queda como carpa de circo con lo flaco que estoy… Y podríamos probar algo nuevo, a ver si este se avispa un poco. -Respondió el viejo mientras me observaba.

    Mi reacción fue poner las manos debajo de la mesa, mirarlo y reírme como cuando le sonríes a un hijo de puta, que sabe que es un hijo de puta, después mirarla a ella que se contenía así no se derrumbase a risas, para que no saliera a relucir lo vergonzoso que podía yo llegar a ser, no sé quién me tenía más calado si Vicente o la chica, respondí:

– Si a mí un café negro y al viejo una lágrima, lo más caliente que se pueda a ver si se quema la lengua.

– Ajajá, enseguida se los traigo. – respondió, pegando la vuelta.

    Puedo ser tímido, pero en una conversación nunca me iba a quedar encerrado contra la pared, después de todo el tiempo con el viejo me había curtido en el arte de retrucarle respuestas y creo que eso era lo que le agradaba de mí, no me quedaba de otra, mis anécdotas no rivalizaban con las de él y mis problemas prefería no contarlos, aunque mis esfuerzos eran en vano ya que de todas maneras lograba leerlos.

– ¿Qué ocurre pibe? hoy me vas a decir que te pasa o tengo que volver a contarte la historia de la turca de recoleta para que te tiemble el labio. -dijo el viejo

   Días atrás me contó que en los noventa conoció una mujer que pisaba los cuarenta procedente de Siria cuando explotó la guerra y que con suerte podía armar una oración en español. Se enamoraron en el momento al chocarse en un chino de la zona, del mercado pasaron directo a un séptimo piso de Avenida Figueroa Alcorta donde estuvieron una semana mirándose a los ojos solo apartando la vista uno del otro para salir a buscar algo que comer y un poco más de vino, Vicente sentía que lo había encontrado todo, que ella era su motivo para renunciar a su refrán de “hay que tener un amor en cada puerto” ya había planeado viajes, hijos y hasta perros, solo para levantarse un día y encontrar una nota que decía:

                           Hijos… esposo… barco… puerto… llegar… hoy… gracias

    Realmente me había conmocionado la historia pero jamás me di cuenta que el labio me temblaba, así que le pregunte:

– ¿Qué decís viejo? no me temblaba ningún labio, además estuve pensando en eso ¿Cómo podes hablar de ella con tanto amor al día de hoy, si te mintió?

– Al principio me enoje, después estuve triste y luego recordé por siempre esa semana como una de las mejores que viví comprendiendo que lo único que nos diferencia del resto de los animales es mentir. -me respondió Vicente.

– Ah ahora me vas a decir que un camaleón camuflado en un árbol esperando que se le acerque un insecto como si fuera parte de la misma rama no es una mentira. -le retruque.

– Y eso es parte de ley de la vida, el camaleón nace con el propósito de comerse al insecto, por eso lo engaña pero no para embaucar a otro camaleón, nosotros le mentimos a nuestros iguales y las personas que amamos, no importa quién te diga lo contrario es parte de nuestra naturaleza humana, desde que somos niños y le mentimos a nuestra madre. -me explicó el viejo, así ganando la mano.

      Las reflexiones de Vicente usualmente me dejaban sin palabras, pero esta no alcanzo solo con cerrarme la boca, me dejó con la mirada atontada hacia la nada mientras por dentro perdonaba tantas mentiras que me habían tendido y perdía el peso de la culpa por las muchas mentiras a las que había expuesto a otras personas.

     Ahí va de nuevo, claramente mi destino con esta mujer era que me encuentre embobado.

– Bueno a volver a la tierra que llego el café y la lágrima. -dijo la chica rompiendo el momento de reflexión.

– Lágrimas se me van a caer a mí sí me seguís enganchando en la luna. -le dije.

   La chica se sonrojaba y continuaba trabajando mientras a Vicente se le escapaba una mueca de alegría al verme reaccionar por primera vez en tanto tiempo.

– ¿Te conté de la gallega con la que viví 5 años en Madrid? -pregunto el viejo, con el pretexto de desenfundar otra historia.

– ¿Todavía te quedan historias sin contarme? -dije.

    El viejo río e inmediatamente comenzó a parlotear como se la encontró y al año de conocerse decidieron vivir juntos en una casita a las afueras de la metrópolis, esta parecía ser una historia ordinaria para el viejo y sus desventuras, una relación simple pero bonita como la que puede formar cualquier mortal, de esas que se continúan hasta la vejez y cuando las dos personas están a solas pareciera que todo el resto de las cosas perdieran importancia, solo se necesitaban el uno al otro para vivir. Pero cuando Vicente comenzó a hablar de su trabajo vino el declive de la historia, en ese momento comenzó a escribir para un gran diario español en comienzo de los 80, el trabajo prácticamente lo consumió con un país en plena movida madrileña y viviendo el post franquismo lo hacían trabajar extenuantes horas, sumado al largo camino a casa que recorría a diario lo fueron dejando seco y en algún momento se le olvido expresarle a la gallega cuanto la amaba, pasaron los meses y ambos sin saber que la razón de sus constantes peleas era la falta de una muestra de cariño. Llegó el día que decidieron vender la casa y cada uno para su lado.

    Vicente todavía la amaba como el primer día y cuando tuvo la posibilidad de pedirle que lo intentaran no lo había hecho por la costumbre que había construido de no expresar lo que sentía hacia ella.

– Por eso pibe se te movió el labio cuando te conté lo de la turca, estás callando lo que grita tu alma y lamentablemente sos hispano, eso de no expresar lo que uno siente déjaselo a los gringos que como mucho pueden decir beautiful blue eyes (hermosos ojos azules) vos disfruta de la lengua más hermosa que ha creado el humano y agradece que podes decirle: me siento abrumado con el destello que emanan semejantes perlas color cielo logran estremecer y cautivar mi alma solo con un toque de su cálido reflejo gallega, quédate, no te vayas. -dijo el viejo, dejando escapar rastros de angustia y arrepentimiento, de no haberle dicho aquello a su compañera cuando tuvo la ocasión.

    Durante un largo momento, reino el silencio y continuamos desayunando, no tenía la intención de cuestionar al viejo ni preguntar los motivos que lo llevaron a no expresar lo que sentía en aquella ocasión creo que cada persona pone en una balanza diferentes cosas a la hora de tomar o no acciones que producen causa y efectos, simplemente le iba a prestar el oído que a su edad le costaba tanto conseguir mientras reflexionaba y tomaba la decisión de no volver a dudar al sentir la necesidad de expresar lo que grita mi alma.

– ¿Les levanto chicos? -preguntó la chica.

– Si, ya estamos, también trae la cuenta que este se quedó sin palabras y mi mujer me está esperando en casa. -dijo Vicente riendo.

– ¡¿Qué?! -casi gritando le dije al viejo- ¿Cómo que mujer?

    Todas las anécdotas del viejo vendían que era un tipo solitario que había recorrido más kilómetros que un viajante y vivido más que cualquiera, hablando de sus historias de aventuras, Pero las de amor te decían que era un tipo solitario, disfrutaba el amargor de la tristeza y después de una vida increíble había vuelto a pasar sus últimos días a los pies del Aconcagua.

– Si pibe, te podes equivocar mil veces, lo importante es aprender, evolucionar y seguir, así que dale no quiero volver a verte mal. -dijo el viejo riéndose, esperando a ver como reaccionaba.

– ¿No se te ocurrió contarme que tenías mujer? ¿Tienes hijos? ¿Hace cuánto están juntos? ¿Cómo la conociste? -le pregunte

– Y… contarte antes no lo hice porque no hubiera tenido impacto -me respondió el viejo -las otras preguntas no las voy a responder por que solo cuento historias terminadas y está todavía no acaba, ¿te conté de cuando conocí a Borges y me enseñó a narrar? -me dijo el viejo.

– Ya no sé si me estas tomando el pelo, ¿vos conociste al ciego? -pregunte esperando la increíble historia como un niño.

– Acá esta la cuenta chicos. -dijo la mesera.

– Paga vos pibe por la lección y créeme que es la más barata que vas a pagar en tu vida. -dijo Vicente.

    

                                                                                                                   Franco Ferraro.

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