Verdugo-poema

Camino a pasos agigantados y apresurados.

Con la mirada en el suelo.

Intentando huir de mi sombra.

Que contra cada paso que doy la veo más grande.

Siento como se acerca a mi oído dictando unas palabras.

Primeramente susurrándome,

Seguidamente con un tono como hablándome,

Finalmente gritándome

¡El tiempo es tu verdugo!

De repente,

dejo la mirada cabizbaja,

para mirar al frente.

El reflejo de mi,

desconocido,

por el pasar de los años.

Eliminó de mi todo rastro de inocencia y ternura.

Me acerco un poco y observo la barba

que empieza a crecer en mi rostro.

Anunciando que las tardes jugando en el

parque con mis amigos se acabaron.

Mi aura radiante de pipiolo bonachón se apaga.

Para convertirse en una envenenada

de experiencias oscuras

y astucia con un toque de maldad.

¡El tiempo es mi verdugo!

Las preocupaciones van en aumento,

sin aparente descenso.

El constante pensamiento del

que será de mi mañana,

me carcome las entrañas.

Asustada, mi ya no tan beatífica alma,

por saber que la mano de papá y mamá

ya no podrán hacer mucho por mi.

Aunque así lo desearan.

Sentir la presión de tal vez no poder lograrlo me atormenta

y me hunde en un mar de inseguridades.

De no poder dar ese paso de juventud a adultez

y caer en un vacío de fracaso.

De pensar que no consigo cierto grado de madurez,

y que eso acabará conmigo en menos de una cuenta de tres.

Y de que ahora esté yo solo

contra un mundo de lleno de perfidias, trampas y llantos.

¡El tiempo es nuestro verdugo!

Empiezo a dudar si el esfuerzo

que hago es el suficiente para triunfar.

Si tal vez necesito hacer algo más.

Estoy ahora rogándole al reloj,

diciéndole si puede parar esa manecilla,

y que empiece a ir para atrás.

Para disfrutar una vez más

mi niñez sin preocupaciones.

Más la de si mi madre

me dejaría salir con mis amigos hoy o no.

Quiero volver a la primaria.

Quiero tener de nuevo diez años.

Quiero jugar una vez más

un partido de fútbol con mis amigos de la cuadra.

Lamentablemente,

son deseos que ahora quedarán como

simples recuerdos deambulando

en mi memoria mientras aún viva.

Que tal vez no volverán.

¡El tiempo es verdugo!

Ya no queda más,

me encuentro en la guillotina.

Contando mis últimos segundos.

Mi cuerpo, moribundo de niñez

atado a aquel artefacto,

ve como el tiempo deja caer la gran cuchilla.

Degollando y poniéndole fin a una etapa,

de las más hermosas que tal vez viviré.

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