El día que me muera
coloquen lirios al lado de la mesa
y sobre mi féretro dejen mis poemas.
El día que me muera
agarren mi pluma y
dénsela no a quien la quiera,
mas si a quien la requiera.
El día que me muera
no será tal vez una muerte física.
Si no el día que deje de sentir emoción alguna
y de escribir no se me apetezca
ni siquiera una carta de correspondencia.
El día que me muera
dejadme de llamar «Carax».
Denle un entierro digno
y por una vez que desaparezcan los lamentos y pesares.
El día que me muera
será el día que no recuerden mi nombre,
y ya no albergue en ninguna memoria.
El día que me muera
mi alma pasará a ser parte de mis escritos.
Esperando ser encontrada
y cuando me den una hojeada.
Pasaré a deambular en aquella mente lectora
reviviendo y,
hasta que no me olvide,
seguiré vivo.
El día que me muera
coloquen lirios al lado de la mesa y
reciten mis poemas.
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