Una vez, mientras afuera el mundo se hundía, te decidiste a salir por esa puerta. No me olvido mas. Temblé durante horas de solo pensar en que lo ultimo que vi de vos fue tu pelo color fuego huyendo de nuestra casa hacia quien sabe donde. Derrame los últimos pétalos de sal sobre la alfombra aquella noche de rodillas y jure no volver a desarmarme por nadie mas en esta vida. Escondí todos nuestros recuerdos en una caja y los enterré con los ojos vendados para no recordar donde los puse. Revolví mi sangre buscando en ella la energía necesaria para comenzar un ultimo viaje. Me deshice de las nubes grises de mi cabeza para poder darme un respiro de tu imagen y empecé a escribir todo lo que nunca pude decirte por miedo a encontrarme a mi mismo responsable de mi dolor. Resolví que el problema descansa ahí, sobre esas palabras que hoy se incendian con una lentitud abrumadora y en la necesidad inconclusa de poder llevarlas con orgullo hasta vos. Me revuelco noche a noche sin poder dormir pensando en vos, en tus ojos, en ese lunar en tu ojo izquierdo, en tus labios, en tu pelo, en ese mechón testigo del final, en tu espalda, tu vientre, tus manos, tus pensamientos, tu carácter, tus miedos, tu sonrisa y tu libertad. Me incendio por dentro al saberte lejos pero feliz. Despierto tarde y veo el sol bien arriba. El viaje esta llegando a su fin al igual que mi cuerpo y mi mente agotada de ser entre todas las cosas. Contemplo el paisaje y las cenizas de lo que hubo alguna vez, esta vez no las guardo. Mis pies cansados sostienen lo poco que queda de mi y me acercan inconscientes hacia el borde del mundo, me arrojo hacia el, lo abrazo, me fundo y lo confundo. Y mientras caigo, ahogo mi mente con el pensamiento final: Qué sentido tiene? Ya no estas…
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