Cuan valientes fuimos

Cuan valientes fuimos

Ansiass__

27/02/2021

 El cielo luce despejado, no hay pista alguna de la llovizna de ayer. Hasta me suena extraño el decir que el agua mojó nuestros rostros un día atrás, cuando las evidencias no parecen quererse deportar.

    Delante del espejo, me acomodo el vestido violeta. 

    Mis hombros lucen descubiertos y siento frío. No pienso ponerme una chaqueta encima, no hoy. 

    Jalo un poco la falda y subo la pechera. Esparzo mi extensa cabellera hacia delante, tapando un poco la “mercancía”. No quiero mostrar mucho, en realidad, nada.

    Los tacones descasan a un lado de la cama, son muy altos para mi gusto, pero se supone que he practicado ya antes y no son un verdadero problema. Y no lo son. No voy a caerme, solo me sentiré muy extravagante.

    – ¡Ya casi es hora! ¿Estás lista? – la falta de sus tacones me habían causado de improvisto su interrupción en la habitación.

    – Supongo que sí.

    Me miró por el espejo.

    – ¡Pareces un fantasma! ¡Sonríe! – se echa el perfume de la mesilla – Hoy se casa tu mejor amigo.

    – Es eso justo lo que lamento – susurro.

          Se sigue retocando delante del espejo, razón por la que sé que no me ha escuchado.

          – El coche esta por pasar, ponte los tacones rápido – asintiendo, camino hacia donde se encuentran – Date prisa, tengo que arreglar tu maquillaje. 

          Me calzo los zapatos y caminando hacia donde se encuentra Camila, dejo que vuelva a repasar toda esa pintura sobre mi cara. Después, de todo, no se me ve tan mal. Pero tampoco tan bien.

          Hermosamente equilibrado.

         Media hora después, nos encontramos dentro del coche. No estoy sola. Camila esta justo como copiloto, Andrea y Miriam en el lado izquierdo y Johan y Bryan, justo al frente. Yo estoy en el lado derecho con Jeremy en frente. Somos las damas y caballeros de honor. 

         Mientras las chicas han logrado establecer lazos cercanos con sus parejas en la ceremonia, yo no he podido acertar nada con Jeremy. Somos tan opuestos. Loco al que se le ocurrió juntarnos.

         Quizás, podríamos haber forjado un compañerismo dentro del baile y la ceremonia, si es que yo no hubiera estado pensando en los tres meses como interrumpir esa boda. Al fin y al cabo, termine por cruzarme de brazos.

         – Chicos – el grupito de cuatro se giró hacia nosotros – Al bajar, iremos hacia a la sala principal, cuando el novio ingrese, nos posicionaremos. Para todos.

         El novio.

         – Hey – levanto la vista, es Jeremy – Vine con alguien a la boda, después de que nos presentemos, no bailaré contigo.

        – Compañero, por mi puedes hasta irte – miro hacia otro lado.

        Sé que ha rodado los ojos, es lo normal. 

        Mientras más nos acercamos a la iglesia, mas mariposas aparecen en mi estómago. Todas son malas, pues no hacen más que revolotear y revolotear. ¡Paren! Siento que en una de esas revoloteadas, se me saldrá un gas.

        Me concentro en mirar por la ventana, contando los minutos para mi fin. El día en el que oficialmente, mi corazón este roto. 

        ¿Cómo había llegado aquí? Era un poco larga la historia. En resumen, la típica historia. Había estado enamorado de la misma persona por quince años, mi mejor amigo de primaria. Ni la preparatoria nos había distanciado y está enamorada, lo había conseguido. Llegué a pensar que era temporal, pero mientras su relación se extendió por dos años largos y nuestra amistad se pospuso por todo ese tiempo, llegó la inesperada noticia. Llegó como un balde de agua fría.

          No lo esperaba. De alguna forma, había imaginado esa escena con un Chad devastado, con la nariz roja y los ojos aguados, pero este no era el caso. Estaba feliz, mas radiante que nunca. Sentí celos por no ser la que había intencionado esa sonrisa, pero me alegré por verlo brillar de esa manera. Y entonces llegó. Extendió su mano con ese aro que lo adornaba. Estaba comprometido. 

          Pasó casi toda la tarde contándome como se había preparado. Se disculpó por no hacerme parte de su plan en la petición de mano de Eli, pero no podía estar más agradecida. Había hecho una fisura menos leve en mi interior, pero después de todo, seguía siendo una fisura.

         No había fecha para su boda en ese entonces, pero mientras pasaba más el tiempo. Supe que era ella, siempre había sido ella. Era el amor de su vida, y ¿Quién era yo para cortarle las alas? No era tan fácil como gritar “¡me opongo!”.

         – ¡Llegamos! – todo yo dió un vuelco – Bajen, estrellas. Al salón, no se olviden.

        Ayude a llevar algunas mochilas de mis amigos, donde la mayoría traía un cambio de ropa. De gala, claramente. Solo que yo traía dos, un vestido de diferente tono pero con ese aire a sofisticado y unos jeans con una blusa a cuadros. 

        Todos parecían nerviosos, pero no esa clase de nerviosismo en la que sientes que te devastaras, sino ese en el que esperas algo con ansias. Quería sentir lo segundo, pero no podía.

         Camila se quedó afuera, aguardando en la entrada. Dijo que conseguiría algo de comer, para los que no habían tomado desayuno. Yo no había comido, pero había una gran probabilidad de que vomitase. Era mejor no llenar el estómago, las mariposas ya hacían lo suyo. 

        – Chicos, escuchen – era Camila – Hay comida en el otro salón, pueden ir. Si desean, también pueden ensayar. Está totalmente vacío, nos conviene. 

        Los chicos dejaron las mochilas juntas y salieron en camino al otro salón, yo no quería ir. No tenía de alguna forma un poco de ganas, quería ver a Chad. 

        – Cariño, ¿ocurre algo? – negué levemente ante la pregunta de Andrea – Bien, pero tenemos que ir. Tenemos que ensayar todos.

        Asentí. Caminé pasando por las bancas de la iglesia donde ya había algunos invitados, la idea era cruzar todo eso y llegar al otro salón, que se encontraba detrás. 

       El grupo había avanzado, mientras yo estaba detrás. 

       Me acerqué a una puerta, se suponía que debíamos pegarnos a estas para no chocar con las sillas. Pero como una nace torpe, logré caer atravesando la puerta. Apoyando las manos en el suelo, evité que el vestido se ensuciara. Era lo que debía salvar, ¿no?

       Unos brazos me cogieron por la espalda y me pusieron de pie en un segundo.

       – Gracias – dije avergonzada – Yo resbalé, es que…

       – No hay problema, ¿eh? – volteé enseguida.

       – Chad.

       No hizo falta que lo mirará mucho, fue el quien redujo el espacio con un gran abrazo. Lo estreché muy fuerte, no quería soltarlo. Al final, tuve que hacerlo.

       – ¿Qué haces aquí? – pregunté.

       – Me voy a casar.

       – ¡No! – reí – Es decir, se supone que debes estar afuera, creo.

       – Si, pero aún no hay mucha gente y me dejaron aquí.

       – Cool.

       Caminó hacia un banquito cercano y se sentó mirando por la ventana. 

       Me di tiempo de examinarlo. Su traje era negro y su corbata estaba a juego, su camisa si era totalmente blanca. Estaba bien peinado, todo su cabello estaba envuelto en gel. 

       Estaba guapo. Muy guapo. 

       Sus facciones ante la luz cobraban más vida, tenían ese toque mágico que siempre había logrado fascinarme. 

       Sus ojos totalmente grises parecían más claros de lo que eran, su nariz lucía muy respingada de perfil y sus labios, se veían tan rosados. Quizás aún más, pero por la luz todo lucia más pálido.

       – Es increíble, ¿no? – parpadeé – Es decir, me voy a casar.

       – Si, es increíble.

       Increíble podía tener más conceptos.

       – ¿Recuerdas la vez que metí el dedo en el grifo? – lo miré curiosa – No sabía cómo había llegado ahí. 

       – Sigue siendo un enigma hasta ahora. Anduviste con ese tubo por una semana – rió sacando a la luz sus hoyuelos.

       – Cierto, me había resentido y no quería salir de casa – negó levemente – Mamá tuvo que llevarme a rastras.

       – No solo tu mamá, ¿eh? – levanté una ceja.

       – Bueno, tú también – sonreí – Tenía miedo ese día.

       – ¿Cuándo metiste el dedo en el grifo? 

       – No, sentí emoción aquella vez. Pero me refiero a cuando me tuvieron que quitar el caño. 

        – Ou.

        – Estaba tan aterrado en esa sala de cirugías – dejó la ventana para pasar a mirarme – Y entonces entraste, no sé cómo lograste escabullirte.

        Sonreí ante el recuerdo.

        – No recuerdo mucho que te gritaron los doctores – entonces no pareció mirarme, pareció estar perdido en algún lugar del espacio – Pero si recuerdo que tomaste mi mano, y dijiste claramente: “si pierdes un dedo, puedes tomar uno de los míos. Yo solo necesito cuatro, en realidad”. 

         Vi como se mordió los labios, no entendí bien su expresión. 

        Me acerqué a él y le puse una mano en el hombro.

        – Eres mi mejor amiga, Lu – sus ojos lograron atrapar los míos – Has estado conmigo siempre. Y te amo por eso. 

        – Yo también te amo, Chad.

        El amor también podía tener más conceptos.

        – Gracias por venir, por estar aquí – cogió mi mano, atrapándola en la suya – Lamento haber sido un desconsiderado en los últimos dos años, fui un mal mejor amigo. Y agradezco tanto que no me hayas odiado. Sería lo peor casarme sin mi mejor amiga presente.

         Pero sería lo mejor para mí.

         – Estoy feliz de estar aquí. Presenciaré como dejas de ser un bebé y ahora eres quien pronto cambiará pañales.

        – Eli no está embarazada.

        – Lo sé, es una visión del futuro.

        – Mi presente es feliz ahora.

        Sonreímos cómplices. 

        – ¿Qué se siente estar a punto de casarse? – pregunté.

        Necesitaba saber.

        – Uff, en lo personal, tengo miedo – sonrió – No de la clase que aterra, sino la que coloca un poco de emoción a todo.

        – Serás un gran esposo si te preocupa – me encogí de hombros.

        – No tengo miedo de eso, sé que lo seré – su sonrisa autosuficiente me sacó una carcajada – Es solo que es distinto imaginar tu boda a estar próximo a vivirla.

»El miedo a fallar muchas veces y que no puedan perdonarte.

        – El amor se lucha, ¿no?

        No lo estaba mirando, no podía decir eso con sus ojos en mí. 

        – Supongo, solo que a veces cansa la guerra.

        – ¡Ay! Si es amor no cansa, si es desamor, sí. 

        – Eres tan sabia, Lu – rodé los ojos – Me pregunto cuando habrás adquirido eso.

        – Bueno, muchos años siendo aprendiz de yoda, sirvieron.

        – Le diría que me enseñe, lástima que está muerto.

        – Eres un aguafiestas.

          Golpeé su hombro. Me sentía melancólica por todo el entorno.

          – ¿Seguiremos siendo amigos después de casarme?  – su pregunta me llegó desprevenida.

          – ¿Piensas que vas a olvidarme? – inquirí.

          – Yo no, más bien tú.

          – ¿En serio piensas eso? 

          – ¡No! Es decir, he visto cómo te mira Jeremy y como lo miras a él.

          – ¿Con asco? – no pude evitar reír, Chad me miró mal.

          – Lu, sabes a que me refiero.

          – Lo sé, pero no entiendo a qué quieres llegar con eso.

          – Ustedes son dos personas adultas que están solas, podrían estar juntos y… – lo miré detenidamente, ¿estaba celoso? – Y podrías olvidarme, como yo lo hice contigo un tiempo.

          Lo último parecieron más suspiros que palabras.

          – No – se volteó hacia mí.

          – ¿Lo prometes? –levantó el meñique.

          – Soy mejor que tú, Chad – entrelacé nuestros dedos.

          – Es cierto, por eso funcionamos bien. 

          Nuestras sonrisas se perdieron en una sola y las miradas se prolongaron.

          Intente, lo prometo. Lo intente. Pero no pude.

          Lentamente me acerqué hasta llegar a sus labios. Con los ojos cerrados deposité un suave beso, no me dispuse a disfrutarlo ni saber a qué sabía Chad. Sabía que no lo volvería a besar, y aún así no me digné a reconocer cada curva de sus labios.

          Duro dos segundos, en los que me las ingenié para llevar conmigo un poco de él y que un poco de mí, se quedara ahí.

          Cuando me alejé, sus ojos me miraron algo perdidos. No había confusión en ellos, quizás ya sospechaba de todo esto. 

          Me mordí el labio.

          Chad pareció querer hablar, pero no salió voz alguna de su boca.

          La puerta se abrió de improviso, Camila entró en escena.

          – ¡Cariño! Los chicos están ensayando, vámonos – salí detrás de ella – Chad, amigo. Suerte.

          No miré atrás al salir.

          – Jeremy esta que baila solo, está haciendo el ridículo – sonreí – Se alegrara de alguna forma que vengas. 

         – Lo dudo mucho. 

         Después de ensayar unas cuantas veces, llegó el momento. Escuchamos como es que se nos llamaba. 

         Chad entró primero, sus pasos se escucharon firmes, no había duda en ellos. En cambio yo, aun entre todos los ruidos de los zapatos con plazas y tacones de las demás damas, el mío estaba perdido. Como si fuera obligado a caminar adelante, cuando solo quería huir. 

         Sentí la mirada de mi amigo traspasarme, pero no le devolví el gesto. No podía, simplemente no podía. 

         Había acabado con una amistad de quince años en la que no había dado indicios de sentir algo por él.

         Solo espere con las manos entrelazadas a la llegada de la novia. No tardó mucho, estaba radiante. Su vestido era simplemente hermoso y su cara lucía soñadora. Ella vivía un sueño, un sueño que yo había querido. 

         El encaje del vestido le hacía tanto bien y el brillo que tenía en los ojos, nada podía quitárselo. 

         Ella también caminaba decidida, segura de lo iba a hacer. 

         Cuando su padre la dejó en brazos de Chad, este le susurró algo al oído. Ella lo miró tratando de ocultar la risa. Nunca había querido estar en el lugar de alguien como ese día.

         La ceremonia siguió. Yo estaba tan solo a una silla de presenciar todo. 

         Entonces llegó la gloriosa parte.

         – Ahora, si hay alguien que se oponga a este matrimonio que hable ahora o calle para siempre.

        Un nudo se formó en mi garganta. 

        Casi podía sentir de nuevo su profunda mirada. Mirando por el rabillo lo ví, era Chad.

        Me mordí la lengua para no hablar, y de paso, evitar llorar. No podía soltar ninguna de mis lágrimas. No podía hacerles ese papelón. Estaba al frente, a vista de todos. Ya mucho había hecho besando a Chad.

        – Bien, entonces con el poder que me concede. Os declaro marido y mujer – nos pusimos de pie y los aplausos no tardaron en llegar – Puede besar a la novia.

       Me obligué a presenciar cada detalle, dolería pero me haría poner pies en la realidad. 

       Chad levantó el velo que traía Eli. Antes de colocar una mano en su mejilla examinó su rostro, sus ojos, su nariz, sus labios. Le dedicó una sonrisa y le dio un beso en al frente. 

       Fue cuando me miró y el mundo cayó encima. Sentí la ligera esperanza de que pasaría como en las películas, que el también sentía algo por mí y era el momento en el que dejaba a su novia por su mejor amiga. 

      Pero yo era muy fantasiosa. 

      Sus labios se curvaron hacia arriba esbozando una sonrisa. Inclinó la cabeza e imité su actuar. 

      Seguido, bajó la mano del rostro de su amada y entonces, el público comenzó a alterarse ante el desconcierto de no haber besado aún a la novia. Eli volteó el rostro, pero antes de encontrarse con el punto al que había estado mirando su ahora, esposo. Chad la besó. 

      Con las manos en su cintura, la atrajo hacia ella y saboreó cada parte de sus labios. De alguna forma, saboreó su alma. 

       Las cosas siguieron igual. La ceremonia continuó, nada en el universo cambió su curso, solo fui yo. Mi corazón se había roto.

       El baile siguió, no hubo algo diferente. La coreografía fue la que ensayamos en los últimos meses y el show que dimos, fue especial.

       Pero ahora estaba sola. Sentada en una de esas mesas frente a la pista de baile, sin beber nada con alcohol sino un vaso trasparente de agua cristalina del grifo.

       Vi a Jeremy bailar con su pareja y me dieron ganas de empujarlo y obligarlo a bailar conmigo. No quería bailar, pero estar aquí no era buena idea. Estaba aguantando tanto el no llorar que a veces se me escapaban sollozos que escondía con bostezos.

       La música cambió a una de salsa, la tercera seguida que ponían del mismo género. 

      Bebí el ultimo sorbo de mi vaso y lo dejé en la mesa. 

      En el asiento de al lado, se escuchó un largo suspiro.

      ¿Quién más podía estar con el corazón roto?

      Como sea, ya tenía mucho con mi propio y miserable ser.

      – Quinto de primaria – su voz estaba más ronca. Era muy probable por haber hablado delante de todos en los votos y en la ceremonia.

      – No entiendo – dije. 

      – Me gustaste desde quinto de primaria – mi corazón se aceleró – No fue un simple flechazo, porque siguió hasta tres meses de haber acabado la secundaria.

     Me volteé. ¿Lo decía en serio?

     – ¿Por qué no te lo dije? – cuestionó – Creí que te gustaba Mark, el tonto que siempre iba a tu casa por cuadernos.

     – Lo hubiera hecho, era lindo – bebió de su vaso – Pero eras tú, siempre fuiste tú.

     –  Luego conocí a Eli – siguió luego de un corto silencio – Era tan diferente a ti que de alguna manera, logró atraparme. Fue entonces que me alejé, fui mal amigo, lo sé. Pero pude conocerla. Te volviste pasado y ella se volvió mi enamoramiento. 

     – ¿Te puedo hacer una pregunta? – se inclinó hacia delante – ¿Por qué con ella lo intentaste y conmigo no?

     – Ella se declaró – mis latidos volvieron a su curso – Fue capaz de algo que tú y yo no pudimos. 

     Parpadeé tanto, y presioné mi lengua contra mis dientes. Traté de mantener ese nudo quieto. 

     – Tranquila, Lu – se levantó – quizás en otro mundo, con un Chad más valiente y una Lu más arriesgada. Tu y yo hubiésemos acabado juntos. 

.

.

.

.

.

Escribo poesía y algunos intentos de fotografía por Instagram: @ansiass_

    

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS